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jueves, 29 de diciembre de 2011

Fervor de Buenos Aires

Usurpo el título del primer libro de poemas de Borges de 1923, porque como él mismo señalaba en el poema preliminar de ese libro," es trivial y fortuita la circunstancia de que tú seas el lector de este libro y yo el escritor", y hoy, cerca del final del año, de ese ritual de campanadas y brindis que nos recuerdan el misterio del tiempo, paseo por las calles de Palermo viejo, atisbo la Recoleta, me confundo en el tráfico y me pierdo entre esas veredas arboladas que dan significado a la ciudad y que transmiten, muchos años después ese fervor de Buenos Aires.
Los árboles mitigan el inclemente sol del verano austral, las calles tienen un aire cansino y despreocupado en los inicios del verano, y los porteños que han decidido esperar en la ciudad el cambio de año se desparraman por la ciudad, por sus cafés y confiterías donde el tiempo pasa despacio y se demora inútilmente ante el cambio inminente del año.
Recorro la ciudad con nostalgia, con la pena de lo que sabes ya perdido, con la tristeza de que ese breve lapso de tiempo que pasaste aquí se irá con las aguas del río y se perderá en otros atardeceres de tu memoria. Veo los mismos edificios con su vocación de perennidad, las personas que se afanan en las últimas horas de la tarde pero que sabes que seguirán aquí, probablemente más viejos, o dando el testigo a otras generaciones que ahora no tendrán que emigrar a otros lugares, que se preparan para vivir su vida en su ciudad cambiante y eterna.
Y preparo de nuevo las alforjas, veo ya desaparecer los libros de los estantes, voy perdiendo el significado de algunos nombres, y sobre todo grabo cada movimiento, cada paso con la fuerza de que será el último que dé en esta etapa. El último café, el último paseo por esa calle escondida cuyo valor solo tú has apreciado, la última caminata rumbo al trabajo, y tantas acciones repetitivas que tendrás que olvidar para recuperar otras viejas que dejaste atrás hace unos meses y te llaman con ese canto fatal de las sirenas que te atraen entre Escila y Caribdis, y al que no te puedes resistir.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Traspaso

Como soldados en tierra de nadie, comienzan a vagar por los laberintos de la Administración los responsables que deben entregar sus carteras a los nuevos responsables. El sistema político español exige que pase un lapso de no menos de un mes entre la celebración de las elecciones generales y el cambio efectivo de gobierno. Ese periodo asemeja a una calma chicha que precede a los vientos que se transformarán en tormenta, pero durante ese tiempo pareciera que las cosas no cambian, que las costumbres siguen, los teléfonos suenan y la rutina se perpetúa aunque ya bajo una luz crepuscular.

El siguiente paso se da con los nombramientos de los ministros. Ahora sí ya comienzan los movimientos. Los nuevos titulares se abrazan entre sí en una cadena de tomas de posesión en las que se esbozan algunas ideas iniciales y la cordialidad se mezcla con el alivio de quienes parten sabiendo que su ciclo ha terminado.
En ese momento se instala una nebulosa fría durante unos días, en la que los antiguos pobladores de los aledaños del poder se quedan huérfanos. Ya no se trata de la ineluctabilidad del cambio, ni de la preparación de la rendición de cuentas, sino de la soledad de los pasillos entre un ajetreo que trae nuevas caras, nuevos aires. Ahora nadie sabe muy bien dónde colocarse para no estorbar, para no ser barrido hacia la fría calle de invierno. Las miradas se hacen más oblicuas, las sonrisas son forzadas, la jovialidad fingida y las horas se suceden entre la angustia por lo perdido y la esperanza de retener alguna mínima parcela de poder.
Todo cambia ahora sí, y todo se acelera. El poder, esa metáfora de la vida en sociedad, va pasando a otras manos y en apenas unas horas, a lo máximo unos días, habrá tomado otra fisonomía distinta. Los salientes se refugian en los primeros momentos de la tempestad en algunas cámaras seguras, en algunos despachos adonde ya no llegan las atenciones ni los cafés, dudando sobre su futuro, rescatando su buen hacer, su generosidad en el ejercicio de sus responsabilidades anteriores, pero ya nada de eso sirve. Las cosas cambian, los tiempos son otros y aun contando con la generosidad de quien viene, todos saben que nada será igual, que el discurso, la palabra tiene otros significados y que los nuevos aires, fugaces como todo en la vida, vienen para instalarse, para escribir nuevos guiones, para otros actores con prisa por entrar en escena. Solo los más dúctiles, los sinuosos, aquellos que llevaron en su alma la semilla de la traición tratarán de que todo siga igual al menos para ellos, pero con los tiempos cambian las cosas y cambiamos nosotros y nada será igual.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Lugares

La vuelta a los lugares donde se ha vivido entraña generalmente el reconocimiento de los lugares, de las calles, edificios y algunos monumentos que por un espacio de tiempo fueron tus referencias. De igual modo esta vuelta conlleva casi  siempre la ausencia de las personas que poblaron esos paisajes, los amigos que se fueron, los que cambiaron de calle o de ciudad, los que murieron con el irreversible paso del tiempo y los que sin cambiar de lugar cambiaron de vida y dejaron de ser aquellos a los que conociste o como los conociste en un momento determinado, que para ti fue el momento en el que la ciudad o el lugar quedó congelado.

Hay otro tipo de lugares que visitamos con frecuencia y que pos su carácter turístico o histórico nos dan una idea de permanencia, de a temporalidad que ni los estragos del tiempo ni las fallas de la memoria nos pueden hacer cambiar. Aquí las personas son accesorias. Tal vez un vendedor de souvenirs, una gitana que trata de leerte la mano tengan los rasgos similares a aquellos que viste hace algunos años, durante tu última visita, pero nada te puede asegurar que esa gente tenga algo que ver con el lugar, son transeúntes en el sentido más estricto, y su presencia o ausencia no perturba tus recuerdos, aún diría que lo hacen en menor medida que cualquier fenómeno meteorológico que sí que puede hacer variar el carácter de tu visita. "¿Recuerdas la última vez que estuvimos en París cómo llovía?" "La nevada sobre Praga le daba un color mágico que luego no hemos recuperado en sucesivos viajes"... En estos casos, el tiempo pasa y solo imperceptibles cambios modifican el lugar sin que nada perturbe tu ojo viajero.

Sin embargo a veces ocurre que el lugar sea irreconocible, que las calles anodinas de otro tiempo se hayan poblado de otros negocios, que los lugares de encuentro o referencia no fueran  esos monumentos sólidos que se mantienen frente a las inclemencias del tiempo, sino un restaurante, un banco, un gimnasio o aquella heladería que aplacó tu calor en una tarde de verano. En estos casos, cuando todo cambia, cuando los años no han sido benévolos con la ciudad y cuando la decadencia y la dejadez han hecho irreconocibles buena parte de ese espacio que un día ocupaste y fue tuyo; queda el paisaje humano, aquellos habitantes no circunstanciales que han hecho su vida en la ciudad, tal vez ignorantes de su deterioro o sin fuerzas para buscar otros lugares. Esa gente que te reencuentra con la vida como una continuidad; que desmiente aquello de que todo pasa y todo cambia, de que ya no somos lo que fuimos. En estos casos excepcionales, puedes retomar una conversación iniciada hace muchos años, recordar anécdotas que se repiten cada vez que ves a los protagonistas, o que te recuerdan y te permiten reconocerte en ellas tal como eras.

Son las ventajas de los espacios poblados con gentes, de una cierta amistad que perdura más que las frágiles piedras y ladrillos de los edificios, son como aquellas representaciones que no necesitan de un escenario ni de un atrezzo, que perviven con la fuerza de la palabra, de los gestos y de mirada a pesar de los años y de los avatares. Es un pequeño triunfo de la memoria sobre el espacio que se produce rara vez, pero que te deja con la satisfacción de pensar que no todos los tiempos son iguales, que siempre hay momentos que te quedan en la memoria y que te acompañarán mientras ésta no te falle.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Comitivas

Ante un cambio de gobierno se generan expectativas, se incuban esperanzas y temores a partes iguales ante la inminencia de un cambio en el poder y en la forma en la que éste se ejercerá. Pero posiblemente para un gobernante los momentos más dulces son los que preceden a la asunción del mando. Esos momentos en que se pasa de ser un ciudadano común a ser la persona que dirigirá un gobierno, que tendrá en sus manos la capacidad de modificar el curso de las cosas, al menos aparentemente y mientras el entorno no se vuelva hostil y sea él el transformado por la realidad.

En esos momentos previos el gobernante tiene la capacidad de ejercer el poder en su más alto grado, el poder de nombrar, de dar nombre a las cosas, a las personas, a los cargos. Es un poder inmenso que atrae como la luz a las luciérnagas a multitud de candidatos, de meritorios y de todos aquellos que deambulan por los arrabales de los gobiernos esperando que su nombre sea pronunciado.

Ya lo dijo San Juan (1: 1-3) " En el principio era el Verbo", el verbo, la palabra, el logos en griego, esa capacidad de nombrar que es atributo de Dios. Y si Dios puso nombre a las cosas y a los animales, quien va a Gobernar nombra a sus ministros (otra palabra religiosa), a sus ayudantes y a aquellos que saldrán del anonimato y podrán gozar de los atributos del poder. Este poder de nombrar se extiende por negación a lo que no se quiere nombrar, a los subterfugios del lenguaje para evitar una palabra incómoda o inconveniente. ¡Cuántos gobernantes se han perdido en el intento vano de esquivar la realidad mediante el recurso de negar su palabra exacta¡, allí nos diferenciamos de Dios, nuestra negación o la sustitución de unas palabras por otras más amables no tienen en la boca de los humanos, ni siquiera de los ungidos por el poder, la capacidad creadora que tiene la palabra divina.

En esos momentos de confusión, entre delegaciones que entran y salen de los despachos; comitivas y caravanas que van de un lugar a otro de la ciudad con el único objetivo de cumplimentar al gobernante; de ciudadanos que quieren ver en persona a quien les va a gobernar y quizás cambiar sus vidas en los próximos años; un halo de superioridad va rodeando a los nuevos dirigentes. Los trajes parece que lucen mejor sobre sus espaldas, los vestidos son más vaporosos, los peinados más ligeros y un leve maquillaje realza una cara donde los ojos se vuelven más penetrantes, como corresponde a quien va a tener la responsabilidad de llevar a una nave a buen puerto entre la niebla y los escollos de la costa.

El poder envuelve con su manto a quienes lo ejercen, sin necesidad de buscar costosas capas de armiño. Basta con un delicado bastón de mando, para que ese simbolismo recuerde la capacidad que tiene su titular de producir cambios sobre las vidas de otras personas. De ahí que la etimología de la palabra poder, nos lleve en francés y en español a la idea de "ser capaz de hacer algo", en inglés nos recuerda la potencia (power) y la potencia implica siempre la posibilidad del cambio, y en alemán, tan hacendosos ellos siempre, poder se dice "Macht" de "machen", hacer. Aquí no se andan por las ramas, el poder es para hacer.
Por ello, entre el tráfago de los cambios, entre las carreras y las especulaciones el gobernante mira atentamente sin desvelar su atención, y comienza a desplegar su capacidad demiurgica desde los momentos previos a los nombramientos, sabiendo que allí está la base de su poder.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Imágenes de la caída

Si lo hubiera sabido, si hubiera tenido buen consejo, si hubiera hecho caso a quienes me advertían... Las páginas de los periódicos se llenan en tiempos de zozobra de personas que caminan cabizbajas, dubitativas, sin el aplomo ni la decisión con la que aparecían en estos medios en tiempos mejores, cuando el triunfo era fácil y las dudas no asaltaban las conciencias.
Muchos de los males de hoy se podrían haber evitado con un poco de moral, o con el recuerdo de aquellas lecciones de filosofía en las que el meticuloso y puntual Inmanuel Kant nos recordaba el "imperativo categórico", que se reflejaba en al máxima "obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en ley universal". Este sencillo precepto ético hubiera evitado muchos de nuestros males, si cuando las acciones de nuestros ciudadanos se hubieran atenido a esa universalidad de la acción,  a ese carácter ejemplificante que nos exigía Kant como un precepto independiente de las circunstancias, de toda religión e ideología, y capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones; ahora no habría arrepentimiento ni dudas, no habría necesidad de detener el tiempo y volver atrás, no habría ese riesgo moral de la caída del paraíso tras la pérdida de los bienes materiales.
Pero somos humanos, y tal vez la ética kantiana estaba pensada para santos sin religión, para hombres de otra laña, capaces de sustraerse a las tentaciones del dinero fácil, del poder y de la fama.
Otra explicación de esta introspección a la que se ven sometidos los otrora poderosos o exitosos, quizás radique en que la moral y el éxito se llevan mal. Solo en momentos de dificultades recordamos los principios básicos de la convivencia, de la ética, del comportamiento humano en sociedad sometido a la moral. La austeridad que hoy aceptamos como un valor inevitable, la renuncia a los atajos hacia la felicidad o la riqueza, se imponen en momentos de crisis y se olvidan en la bonanza y en la afluencia.
Por eso seguiremos viendo en los próximos meses ángeles caídos que se preguntan cómo les pudo ocurrir eso, cómo no se dieron cuenta, cómo estuvieron cegados, ponendo en riesgo famila, fama y honra; cómo todo parecía posible en los tiempos no tan lejanos en los que el champán corría y nadie quiso detener a los camareros solícitos en su frenético servicio, por temor a que la fiesta terminara antes de tiempo. 

Hoy, con las luces en penumbra, los representantes de esos días caminan lánguidamente, resignados a la expiación de sus errores y perseguidos por una opinión que ahora sí se quiere moralizante y ética, como si no hubiera cerrado los ojos en esos días luminosos.


sábado, 3 de diciembre de 2011

Esperando a los bárbaros

Las horas pasan con angustia, mientras esperan la llegada ineluctable de los bárbaros a las puertas de la ciudad. En realidad estas horas, estos días son una prórroga inútil después de la derrota de hace un par de semanas. Solo el respeto de las formalidades que los dos bandos han decidido mantener ha dilatado el tiempo de espera y la fatalidad del cambio.
Ya han perdido la insolencia de la mirada, la petulancia de las formas y el altivo desprecio con el que han tratado  a sus adversarios por más de siete años. Apenas unos cuantos recuerdan cómo accedieron ellos mismos al poder de la ciudad tras una catástrofe impensada que desalojó a los anteriores dirigentes y los instaló a ellos en el poder que como siempre, parece eterno. Pero pasaron los años, los tiempos se volvieron peores, la catástrofe no se precipitó como unos años antes, sino que se fue acumulando día a día, mes a mes, hasta que su peso se hizo insoportable y los ciudadanos decidieron una vez más cambiar a sus gobernantes para tratar de salvar a la ciudad y sus tradiciones una y mil veces traicionadas.
Hoy deambulan con la mirada perdida por los corredores del poder. Algunos se asoman a las murallas para tratar de entender los movimientos de tropas desde el lejano campamento. Los vencedores han enviado una comisión para negociar los términos del traspaso de poder que a todos interesa sea limpio, y con sonrisa nerviosa se sientan separados por una mesa con papeles e instrucciones de uso. Pero eso no es más que una formalidad; el poder se toma de golpe. El día en que entren los generales seguidos de la tropa los vestigios del antiguo mando volarán barridos por un viento reparador y quién sabe si con esos restos no volarán documentos importantes con secretos de la ciudad o las cuentas de los últimos caprichos de unos gobernadores que se sentían ya condenados de antemano.
Algunos han preferido huir por las hendiduras de la muralla destrozada; han buscado una salida desesperada y se han aventurado por un corto desierto a sabiendas que algunos aliados, más allá de la ciudad les esperan con los brazos abiertos. Allá tratarán de reorganizarse y si nadie los apercibe rumiarán su derrota y culparán a los vencedores de la ruina de la ciudad que ellos mismos tejieron. Así son los hombres en la derrota, desde la lejana Troya a las infames secuelas de las guerras europeas.
Los que quedan cuentan las horas, piensan cómo bajarán los escalones del poder que han disfrutado con gusto y sin pudor estos años; se lamentan por el bien perdido y se preparan para el invierno. Los hay que piensan que serán indultados, que las pequeñas traiciones de última hora les ahorrarán un sufrimiento mayor o tal vez les permitirán unirse a las filas de los vencedores, como si nunca hubieran gobernado. Así es también en muchos casos el alma humana, temerosa y mezquina.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Los extraterrestres y la economía

No hay escapatoria posible. No hay conversación, informativo, análisis que no trate de descifrar lo que nos pasa, cómo hemos llegado a esto desde la felicidad casi absoluta a una miseria incomprensible en tan poco tiempo. Miramos cifras, datos y razones para al menos entender los motivos de nuestra triste condición, y en su caso para aprender de los errores y tratar de enderezar el rumbo.
Entre los datos que nos dicen causaron esta crisis están los desequilibrios fundamentales de la economía, y especialmente el desequilibrio de las balanzas comerciales, más bien de las balanzas por cuenta corriente, que incluyen las transacciones entre países de bienes, servicios y capitales. Según los datos del Fondo Monetario Internacional el resultado de la balanza por cuenta corriente mundial en 2010ha habido un superávit de 311.000 millones de $, lo que implica que la diferencia entre lo exportado y lo importado se acerca al 0,6% del Producto Interno Bruto mundial. Nada extraño tiene que un país tenga superávit, como ocurre con China u otros países asiáticos con frecuencia. Lo que es menos normal es que sea el mundo, la tierra, nuestra raza humana en su conjunto quien tenga este superávit, porque la pregunta que sigue es ¿Con quién tenemos el superávit, a quién le vendemos este exceso de productos terrenales? Una respuesta plausible que apunta la revista The economist, es que el superávit lo tenemos con los extraterrestres.
Esta paradoja se completa con las estadísticas de años anteriores, que supusieron un déficit mundial en 2005 de alrededor del 0,5 del PIB mundial. Es decir que en aquellos años nos dedicamos a importar bienes, servicios y capitales del resto de la galaxia por unas cantidades inmensas. Dado lo absurdo de la proposición, lo más probable es que las estadísticas estén equivocadas. La globalización ha incrementado el comercio interno entre empresas multinacionales instaladas en diferentes países que intercambian piezas, partes y productos terminados.estas transacciones junto con cierta laxitud de determinados países contribuyen a la distorsión de las cifras sin necesidad de recurrir a explicaciones esotéricas.
Si esto ocurre con cifras tan controladas como lo son las transacciones entre fronteras, podemos comenzar a dudar de muchas otras cifras que damos como seguras y sobre las que tomamos decisiones continuamente. Quién sabe si estos errores no alcanzaran a los otros datos que nos agobian día a día, quién puede decirnos si esos datos de déficit, recortes, tipos de interés, etc. no están basados en errores contables como los anteriores y si la miseria que ha caído sobre nosotros tan de repente no es sino otra quimera similar a la abundancia en la que vivimos años antes.
Entre tanto y con la misma celeridad con la que nos fuimos acostumbrando a los beneficios sociales, a la ampliación de derechos, a la gratuidad de los servicios, vamos hoy pensando en la inexorable solución de comenzar a pagar por todo. La discusión se ha desplazado sutilmente de la búsqueda de nuevos campos de bienestar a la forma de financiar todos estos servicios de los que disfrutamos y de los que nos es tan difícil desprendernos. Nada queda a salvo de los recortes, nada va a quedar exento de la revisión severa de los administradores de esta ruina. La salud, la educación los servicios de ocio, los transportes, la energía, en todos los lugares hay lugar para el ahorro y para más penas. Tal vez antes de todo esto debieramos revisar las cuentas que nos dan por seguras, debiéramos dudar algo más de lo que nos dicen, especialmente quienes se han equivocado contumazmente durante años, y en caso de necesidad, al igual que hicimos con el comercio mundial, podemos pedir a los extraterrestres que nos echen una mano en estos momentos de tribulación.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Biografías inverosímiles

En estos tiempos de zozobra en Europa las miradas se dirigen hacia Alemania, ese país centroeuropeo, de lluvias frías, comidas pesadas y nubes panzonas, cuyos habitantes se dan el lujo de aligerar sus inviernos en Mallorca y de comenzar el invierno con un pergrinaje a la fiesta de la cerveza en Munich. Esa Alemania confiable, pesadota, mecánica y trabajadora se ha erigido en los últimos años como el bastión de la economía europea, que una vez purgados sus pecados de guerra se siente legitimada para perseguir sus intereses y se resiste a pagar las cuentas de la fiesta de sus vecinos.
Esta Alemania desconcertante se ha confiado desde hace años a la dirección de una mujer no menos sorprendente, Angela Dorothea Kasner, más conocida como Angela Merkel, que a todas luces goza hoy de un poder sobre la economía mundial superior a la de los presidentes de Estados Unidos, China o Japón.
La biografía de esta mujer es tan sorprendente como su actual acumulación de poder en el mundo. Nacida en Hamburgo, su padre, pastor protestante se traslada a una parroquia de la Alemania del Este en los finales de los años cincuenta, donde Angela se forma en las juventudes comunistas de la RDA, y en la universidad de Leipzig donde estudia física y química, y donde se casa sucesivamente con dos licenciados en química, esa materia tan apreciada en Alemania y en los otrora países comunistas.
Esta joven aprovecha su oportunidad con la caída del muro de Berlín, y trabaja por la reunificación alemana y posteriormente por el liderazgo del partido conservador alemán, llegando a ser la primera mujer que llega a la cancillería alemana desde la empreatriz Teofano Skleraina en el siglo X.
Esta poco convencional biografía lleva a la canciller alemana a una responsabilidad única en el mundo, en la que no solo se debe a sus votantes y a sus ciudadanos, sino al resto de los europeos ajenos a los vaivenes de la reciente historia alemana e ignorantes de los dramáticos cambios de ese país en el transcurso de la vida de una mujer en la cincuentena.

martes, 22 de noviembre de 2011

Obituario en otoño

Con un activismo nervioso pasaron los últimos años de Danielle Mitterrand, viuda del presidente fe la república francesa que marcó la Europa de los 80 y militante izquierdista abonada a todas las causas progresistas, la mayoría de ellas equivocadas.
Esta mujer curtida en la resistencia francesa, no abandonó hasta los últimos días de su vida las anteojeras ideológicas y los fantasmas familiares que le llevaron a militar en un izquierdismo antinorteamericano y a la postre antioccidental, mientras veía con indiferencia, cuando no con complacencia las atrocidades de sus conmilitones en los paraísos socialistas que poblaron de pesadillas el siglo XX.
Donde más activa estuvo en los últimos años Danielle fue en Latinoamérica. Desde las guerrillas salvadoreñas al triunfo sandinista en Nicaragua, la señora Mitterrand fue una figura familiar en esa martirizada Centroamérica, donde en los años 70 y 80 se libraron algunas de las últimas batallas de la guerra fría.
En 1986 creó la ong France Libertés, que con abundante dinero público le permitió seguir militando por las causas y los errores de su juventud, abrazando al subcomandante Marcos en la sierra de Lacandona, y a los hermanos Castro en sucesivas visitas a Cuba.
La última visita de la que tengo noticia ocurrió en 2007, cuando al parecer, sus servicios a la revolución no alcanzaron para que pudiera visitar al convaleciente Fidel, pero de todos modos tuvo el placer de dejarse engañar con la facilidad de los fieles, por las consignas que le impartió su hermano y esa caterva de viejos revolucionarios tan aburguesados y tan cínicos que son capaces de cualquier cosa con tal de terminar sus días en su propia cama, como desean todos los sátrapas. Pues bien, en ese último viaje, Madame Mitterrand además de comprobar los progresos de la revolución y su inmensa superioridad sobre cualquier otro país de  América Latina, escribió un artículo con aires de despedida, en el que abogaba por una cooperación sin límites con la revolución cubana, esperanza del mundo y ejemplo de virtud. País donde según madame Mitterrand la única violación de los derechos humanos existente era la perpetrada por los americanos en Guantánamo.
Tras el enfático elogio de la miseria, la señora Mitterrand regresó a su nido parisino, en esos barrios chic y bohemios que tanto gustan en París, para seguir sufriendo los rigores de un capitalismo decadente entre la belleza y el buen servicio de una Francia próspera a pesar de las crisis.
Murió Danielle Mitterrand, y se lleva una parte de esa desquiciada historia de liberación y locura que legó la sociología francesa de la Sorbona y que tanto daño ha hecho a las libertades en el mundo y especialmente en América Latina. Se alejan esos clichés de la liberación y la desalienación de los pueblos oprimidos por un vecino poderoso e inmisericorde. La bonanza económica que hoy viven la mayoría de los países de América del sur contribuirá mejor a las libertades y a la prosperidad de sus ciudadanos que todas esas biblias progresistas distribuidas por propagadores de la talla de la difunta señora Mitterrand.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Voluble opinión

El tiempo suspendido. La mañana amanece silenciosa, las nubes amenazantes contienen las gotas de lluvia, y el viento se ha detenido como si quisiera sumarse a los momentos de calma que preceden a la tormenta. Han pasado siete largos años entre ensueños y quimeras, ha pasado el tiempo y nos ha endurecido, algunos dirán que madurado, pero algo ha cambiado en las calles y en el cielo en todo este tiempo.
Las sonrisas cambian de caras, por algo dicen que la alegría va por barrios, pero todo llega y los plazos se cumplen con la inevitabilidad de las estaciones. Hoy todo parece natural, nada nos es extraño, ha pasado el tiempo de las sonrisas, de las palabras huecas, de la ampliación de derechos, signifique lo que signifique, y el campo semántico vuelve a un lado más oscuro y costoso, al tiempo de la austeridad, de las obligaciones, del esfuerzo. Ese esfuerzo en el que fuimos educados, ese valor del trabajo que rinde frutos y que ayuda a pasar los malos momentos.
Así, la alegría por el cambio es contenida, como las sonrisas de los vencedores. Una alegría dubitativa, pues la voluntad es voluble y lo que hoy es  dulce se torna amargo por el simple paso del tiempo y de las circunstancias. Las imágenes no engañan, hay sonrisas, incluso algún saltito pero nada puede hacer olvidar las tristes circunstancias de un cambio, ni la amargura contenida en la forzada sonrisa de quienes salen trasquilados de este viaje alocado hacia una felicidad efímera y mentirosa. Hoy, lamiendo las heridas, despreciado aun por los suyos, todos saben que las promesas falsas no llevan más que al descrédito y a la ruina. Entre toda la vorágine del cambio queda todavía un resquicio para la ligera alegría de ver cómo los orgullosos de ayer miran hoy con ojos suplicantes pidiendo que se olvide su pasada soberbia.

jueves, 17 de noviembre de 2011

El llanto de las tipas

La primavera florece en Buenos Aires en las copas de los jacarandás, bordeando calles y avenidas de un color azul violáceo imposible de reproducir, y tapizando las aceras de flores caídas, como en las mejores procesiones del corpus en España. La belleza de esta eclosión que se prolonga por varias semanas entre el tráfico y la indiferencia de los caminantes, anuncia un mundo feliz, casi perfecto, en el que en estos momentos no puede ocurrir nada que perturbe el orden natural.
Caminando entre los jacarandás caen de vez en cuando unas gotas de agua en pleno día de sol, que imitan a la perfección a los primeros goterones de una tormenta de verano. Son el llanto de las tipas, esos árboles esbeltos y copudos que se entremezclan con los jacarandás. para recordar que junto a lo extraordinariamente bello hay lugar para lo real, lo cotidiano, para un árbol más modesto, que huérfano de flores en esta estación florida, suelta su llanto por las avenidas al no poder atraer la vista de los paseantes, como lo hacen los árboles vecinos.
Llevaba días tratando de averiguar por qué lloran las tipas. Por qué esas gotas transparentes que dejan caer para sorprendernos en un día despejado no manchan, no tienen una regularidad ni obedecen a la temperatura ni al viento. Hoy leo que se trata del líquido que desprenden unos insectos, las chicharritas de la espuma, que chupan la savia de las tipas y cuando se encuentran ahítos, y no pueden asimilar más líquido, lo dejan caer en gotas de agua almibarada.
Todo termina teniendo una explicación científica o racional, toda la primavera oculta sus sombras y a veces su llanto, como el de las tipas, y toda la fiesta termina pagándose, como nos anuncian hoy los diarios aquí, donde la abundancia parecía infinita. Llegan las facturas, llegan los tiempos de pagar aquí y allá, llegan tiempos malos bajo la sombra de las tipas y entre los jacarandás delicuescentes.

martes, 15 de noviembre de 2011

Palabras

De las aproximadamente 200.000 palabras que tiene el idioma español, usamos con frecuencia apenas un par de millares, y de éstas hay algunas que se ponen de moda ya sea en el argot de determinados grupos que consigue imponerse en los medios de comunicación y que se repiten insistentemente en determinados momentos con la fugacidad de una estrella errante.
Entre las palabras que se nos vienen imponiendo a lo largo del último año abundan las provenientes del vocabulario económico. Lo que antes era un coto cerrado para los especialistas, hoy se emplean en las conversaciones más casuales y en las plegarias fervorosas para tratar de entender lo que nos pasa y lo que nos pasará en los meses por venir.
Con el déficit, la prima de riesgo, los rescates, la quiebra, la competitividad, la solvencia, estancamiento, recesión las palabras al fin que tratan de reflejar una realidad que camina día a día por el borde del abismo, queda la duda de si hay alguien que entienda algo. Y la respuesta es  que nadie entiende nada. Nos encontramos expuestos a mil recetas a dietas de adelgazamiento galopantes que no sabemos cómo administrar, con ideas expuestas con facundia y voz de convencimiento, que se ven negadas minutos después por otras completamente distintas. Algo habrá que hacer, no sólo el vocabulario se ha impuesto, sino el humor, el convencimiento de que lo que antes parecía correcto hay se revela imposible. Un camino, un hueco por el que canalizar las expectativas, la necesidad de vivir con un futuro se impone como la gran tarea de estos días.
Nada es eterno, las pesadillas duran pero se van, las cosas cambian, incluso en los lugares más distantes, cuando todo parecía perdido cambió el viento, sopló en otra dirección y ese espíritu vencido comenzó a inflarse con esa corriente favorable y hoy parece que todo fuera posible, que la opulencia vuelve cuando menos lo esperas, y que la oportunidad está siempre acechando a la vuelta de la esquina.
Pero ay, como dice el refrán "días de mucho, vísperas de nada".

martes, 8 de noviembre de 2011

El último guerrilero

Rodeado de selva por todos los lados; dos perros que ladran, que se inquietan con olores extraños que traen por el aire la amenaza de la muerte, sin botas, sin anteojos, sin la barba que le acompañó durante cuarenta años, Alfonso Cano, el último líder del as Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia pasa sus últimas horas antes de caer abatido (dado de baja se dice en el argot militar) por esos soldados a los que juró derrotar.
Se suma así a las muertes de sus otros compañeros en circunstancias semejantes, el Mono Jojoy hace apenas un año, Raúl Reyes tres años atrás en territorio ecuatoriano. Todos con sus atuendos de guerrilleros, con la humedad y el olor de la transpiración de meses de huida, y finalmente lo que parecía una partida en tablas, o lo que algunos vaticinaban como la ineluctable victoria de de la guerrilla más longeva de América, se va diluyendo en las penosas historias de unos líderes tan mezquinos como humanos.
Hubo un tiempo no muy lejano en el que se abogaba por la negociación, en el que parecía que la solución a esta pesadilla debía consistir en conceder a los guerrilleros algunas de sus demandas, en el que la violencia y el terror tuvieran un precio y una recompensa por dejar de aterrorizar a la mayoría. No importaban los años de sufrimiento, la violencia que desató nueva violencia, los presos en la selva por años en condiciones mucho peores de las que vivían sus captores. No importaba la sinrazón de los argumentos ni la anticuada ideología que proponían. Lo importante era el diálogo, la negociación, el reconocimiento de las partes.
Aquí muchos de buena fe y otros con intnciones distintas apoyaron con esas interminables propuestas facilitadoras, con todo tipo de apaciguamiento y de reconocimiento. He de confesar que incluso yo en mi pequeña historia recibí a una delegación presidida por Raúl Reyes en Madrid en uno de esos intentos de mediación, antes de que fuera a ver una corrida de toros junto con los representantes de ese Gobierno a quien combatían sin cesar, incluso un amigo llamaba un conductor oficial "Tirofijo"(Manuel Marulanda) en referencia a su incapacidad por salirse de la dirección trazada.  Al final, decepción, engaño, impostura, y vuelta a las andadas.
La consistencia, la fortaleza y la perseverancia en hacer del país un país normal, con oportunidades, con juego democrático, con firmeza ha hecho el resto. La partida de ajedrez no estaba en tablas. La guerrilla, aun con el apoyo del dinero de la coca era vulnerable, y un país que quiere prosperar, que tiene los recursos y la voluntad puede ser un país normal, con sus carencias y con sus tareas por cumplir, pero sin la amenaza irracional del terror.
Así, hoy el reconfortante ver la prosperidad de Colombia y de Perú, dos países que en algún momento parecieron condenados a desaparecer o a claudicar ante la fuerza del odio y del terror. Por ello, la imagen perdida de un comandante que ya no manda, de la traición entre guerrilleros, del temor y de la cobardía de los últimos momentos mientras luchan por su vida, es la imagen del fin de una locura que convenció a unos pocos pero que tuvo muchos voluntariosos colaboradores.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Odio

Llevan meses tratando de buscar una denominación para esta época en la que vivimos. Años diciendo que estamos en uno de esos momentos en los que la historia pasa la página y nos muestra un escenario completamente nuevo. Se analizan los signos, las marcas de la época y concluimos todos que algo grande está pasando, que tantas coincidencias no pueden sino anunciar ese cambio hacia lo desconocido en este inicio del siglo XXI
Para Paul Kennedy el cambio estriba en la decadencia del dólar como moneda de referencia mundial, en la descomposicón de la Unión Europea, en el creciente armamentismo asiático  y en el agotamiento del sistema de unas Naciones Unidas que ya no reflejan la realidad. Cuatro argumentos a los que fácilmente se podrían añadir otros cuatro o simplemente matizar todos ellos para concluir que vivimos en tiempos revueltos, como lo han sido todos desde que comenzamos a balbucear las primeras palabras.
Para Ferrán Adriá, cocinero que ha devenido en uno de los fenómenos mediáticos más notables de los últimos años, el cambio viene por la propia necesidad de cambio, de innovación para seguir adelante en un mundo competitivo. Por ello, de una profesión prosaica y en cualquier caso materialista, ha hecho una moda, una tendencia que se puede aplicar a cualquier situación de nuestra vida. Al fin y al cabo, después de dormir, el comer es la actividad a la que más tiempo dedicamos a lo largo de nuestra vida. Por ello, con el patrocinio de una empresa de telecomunicaciones, Adriá nos convence que el futuro ya está aquí, que al igual que la geopolítica está sufriendo cambios continuos, la cocina, como una expresión civilizada va buscando nuevas fronteras, y explorando los millones de combinaciones que se pueden dar entre ingredientes, tiempo y temperatura.
Son formas de ver el cambio, como lo son la velocidad de penetración de los nuevos avances tecnológicos en nuestra vida cotidiana, la vigencia de inventos que tienen menos de dos años de antigüedad como las tablets, o la imprescindible conectividad una vez se ha probado que el tiempo y el espacio tienden a desaparecer con los nuevos medios de comunicación.
Tal vez sean ciertos estos presagios y algo nuevo venga anunciado por estos heraldos, pero no dejo de pensar que en el fondo son cuestiones de forma. Que los mensajes, los contenidos son tan viejos como la vida en sociedad. Pongamos por caso el odio, ese sentimiento profundo de aversión, enemistad o repulsión hacia una persona o hacia una cosa, con un deseo de destruirlo o perjudicarlo.
Veamos el odio entre personas. No hay que ir a pasajes de guerras o de violencia física. El odio habita entre nosotros, en los paisajes más idílicos, a no más de unos metros o unos kilómetros de distancia. Así, sin motivo aparente, sin mucha justificación, pero con una persistencia y una fidelidad que sobrevive a los años y al olvido.
Cuando crees que ya no hay motivo para el odio, que la distancia ha obrado su efecto apaciguador, te llegan los ecos de ese rencor que se reproduce como la mala moneda. Alguien te dice que se sigue alimentando esa violencia gratuita, esa innecesaria maldad a través de los años y a través del tiempo.
Sentimientos, obsesiones, prejuicios que sobreviven en tiempos de cambio. En el fondo, todo cambia para que todo siga igual, o más bien los cambios sirven para mejorar el atrezzo  de las comedias humanas con las que los dioses se vienen divirtiendo desde lo alto del Olimpo, para que nada haga mudanza.

martes, 1 de noviembre de 2011

Recoleta

Un lugar en el mundo, en el mundo de las certezas y de la calma. Un paseo por las calles de la Recoleta te transporta en una tarde de primavera a esos espacios de la memoria donde habita una clase especial de felicidad. Esas calles bien trazadas, no muy largas, arboladas, con una homogeneidad sin restos de estridencia, con esa apacible mediocridad de lo burgués.
Barrio de Buenos Aires, tomado hace un siglo por la avanzada de ese progreso que se fijaba en la buena vida de París o de algunos lugares de Londres. Belleza sin excesos, ajena a las extravagancias del historicismo y de la épica. Belleza pequeña, a fuerza de ser el refugio de aquellos que huyeron de la barbarie o del arrebato de la revolución.
Paseos calmos y demorados entre todos esos comercios que dan vida a la ciudad, repartidos al azar, con la libertad que da el no tener un lugar preciso predestinado. Comercios de litografía artesanal, antigüedades de todo tipo, zapaterías a medida y todos aquellos establecimientos que dan cuenta de lo superfluo de la riqueza, de la sofisticación del gusto cuando ya lo principal está cubierto.
Calles agitadas por ese suave ajetreo que da la vida ciudadana cuando la prisa no es mucha; damas que pasean, perros que acompañan dulcemente a sus dueñas, ya un poco ajadas, que se resisten a entrar en el otoño aunque las cirugías no puedan ocultar el comienzo de la decadencia. Parejas homosexuales que visten el mismo atuendo, caminan de igual modo y dan al barrio ese infaltable toque cosmopolita. Olores de flores por todos los lados, suave ruido de vehículos que no logra apagar el susurro de las conversaciones, una proliferación de personas mayores que salen todos los días a la calle con la seguridad de su pertenencia a ese barrio, con la asiduidad de una figura del paisaje a la que se espera siempre. No faltan los negocios reciclados, las galerías de arte a cuyo frente están invariablemente esas hijas de los paseantes anónimos, que encierran en una galería la tradición del barrio y la modernidad.
Paseos por la Recoleta olvidando el resto del mundo, olvidando  a los bárbaros que acechan a las puertas, unas cuadras más allá, olvidando los ecos de las catástrofes y de los pájaros de mal agüero. Recoleta, epítome de la ciudad burguesa, de ese dulce encanto de la burguesía decimonónica, convencional y a la vez moderna, pero sobre todo reconfortante para quien la recorre con calma de espíritu, sintiendo que aun transeúnte, por unas horas, o por unos meses es parte de ese mundo casi perfecto.

domingo, 30 de octubre de 2011

Tranströmer

Uno de los múltiples efectos negativos de una crisis económica, es que pervierte el lenguaje y los temas de conversación. Los periódicos, las discusiones, las preocupaciones se vuelven numéricas, plagadas de esa jerga que lo dice todo y todo oculta en el cruce de recetas contradictorias y a la larga melancólicamente vagas, dirigidas a sacarnos del marasmo de un consumo alicaído.
Este cambio de foco y de prioridades deja de lado otras curiosidades que siempre me han llamado la atención por lo que tienen de superfluas y a la vez de auténticas. Una de estas curiosidades es el reconocimiento del último premio nobel de literatura cuando éste recae, como ocurre con frecuencia, en un escritor en una lengua minoritaria y de obra escasa. Así ha ocurrido este año con el poeta sueco Tomas Tranströmer, autor de una reducida serie de poemas y de una pequeña autobiografía, adecuada seguramente a la medida de la emoción de una vida en tierras nórdicas.
En los años 70 varios colegas le acusaron de falta de sensibilidad social, por no tratar en su poesía los acuciantes dilemas de su tiempo, y por su falta de implicación en los conflictos sociales de la época. Tal vez por ello, a pesar de ser el maestro de una poesía de una extraña belleza en medio de situaciones cotidianas, decidió ir a la India a principios de los 80 tras la tragedia de Bophal, cuando una empresa química de capital extranjero provocó una tragedia tras el escape de productos tóxicos, dejando cientos de muertos en esta localidad india. Allí, el poeta sueco, junto con colegas indios se puso a recitar poesías a las puertas de la fábrica, contribuyendo al testimonio social y a la difusión de su idioma entre los atónitos espectadores, que clamaban ayudas y justicia.
Dejando esto de lado, una mención del poeta cubano, A. J. Ponte me da ocasión de dedicar un tiempo a este inocente poeta sueco, que ha esperado pacientemente este galardón, desde los años 90 cuando una hemiplejia le paralizó el lado derecho de su cuerpo, y le arrebató el habla. A pesar de ello la poesía de Transtömer se ha seguido publicando y le ha llevado  este reconocimiento. Y me ha llevado a mí a recordar cómo la poesía puede echar nueva luz sobre las cosas cotidianas, cómo el poema, libre de las obligaciones de ser social, permite trasladar un instante, una visión compleja a la modesta expresión literaria. Unas pocas palabras, aunque estén escritas en sueco, por un poeta nórdico, tan ajeno a nosotros como el más remoto oriental, en una tarde de domingo puede traernos el nombre exacto de las vivencias que son eternas y son únicas.

jueves, 27 de octubre de 2011

Entrevistas

Son peligrosas las amables entrevistas de contraportada de los periódicos. Tienen ese peligro de las aguas mansas, de las apacibles tardes de domingo. Unas preguntas generalmente desenfadadas ponen a prueba el ingenio del entrevistado. Esa informalidad hace que el entrevistado baje la guardia, tratando de ganar la complacencia del lector, de ser ocurrente, de mostrar una cara amable y cotidiana, cercana a lo que pueden esperar los lectores. Pero allí se esconde la amenaza. Cada lector tiene un humor diferente según la hora del día. El lector no puede dejar de comparar lo que el entrevistado dice y la imagen que ya tiene de ese personaje o de su trabajo. En este escenario resultan superfluos los adornos retóricos y ponen a merced de la opinión pública a una persona que ha acudido a la entrevista con una sonrisa y con el afán de dejar una buena impresión.
Leo en una de estas entrevistas las respuestas que un amigo cubano da al entrevistador con ocasión del estreno de su próxima película. El buen actor cubano muestra su desenvoltura el restaurante madrileño al que acude, y entre las bromas y la promoción de la película, no puede dejar de mencionar la situación de su país. No hay que olvidar que el Gobierno cubano acaba de denegar el permiso de trabajo al corresponsal del diario que hace la entrevista, Mauricio Vicent, quien por casi veinte años había ejercido la corresponsalía en La Habana. Pues bien, el actor, confianzudo y amable no puede menos que reconocerse un privilegiado por poder hacer en su país lo que más le gusta, en libertad y además ser pagado (en dólares o euros) por ello. Concluye Jorge que el mundo artístico goza en Cuba de una libertad de la que no goza la prensa ni la televisión. Y dice que tiene que haber reformas, pero que el embargo norteamericano supone un obstáculo para el cambio.
Tal vez la euforia del momento y la perspectiva de un buen almuerzo le hicieron descuidarse y meterse en estas honduras de las que no se puede salir indemne. Que un artista diga que  goza de libertad en Cuba, y que cobra por su trabajo no deja de ser un sarcasmo. Cientos de artistas, de autores, de cantantes, de actores de todo tipo viven fuera de Cuba en un exilio doloroso, sin poder volver a su país. Que diga que cobra bien por hacer su trabajo es una afrenta para los millones de cubanos que trabajan en su país y que cobran sus sueldos en esa moneda local que apenas da para sobrevivir. Tal vez la voluntad era buena, buscaba ese equilibrio de quien vive en una dictadura en un incómodo confort.
Veo en televisión al cantautor cubano Amaury Gutiérrez que salió de Cuba hace diecinueve años, que no ha podido volver a su país, que vive a 90 millas en Miami, y que siendo también artista y exitoso, no creo que concuerde con ese concepto de libertad que proclama Jorge. Dice Amaury, con todos sus defectos la democracia es el sistema que mejor defiende a los ciudadanos, incluso a los cubanos.
Tal vez la conclusión sea que son menos peligrosas las entrevistas en televisión que en la contraportada de los periódicos.

martes, 25 de octubre de 2011

Jóvenes

La felicidad, la juventud, esos efímeros estados de exaltación que se pasan con el tiempo, se presentan en los momentos de éxito como bienes intemporales, como muestra de la bondad de los dioses por nuestra virtud. No hay quien en esos momentos en los que tus conciudadanos te han ofrecido su apoyo pueda sustraerse a la sensación de que cualquier cosa es posible, de que efectivamente la acción de un lider es capaz de dominar las estrictas leyes de la naturaleza o de la economía.
El optimismo nos cambia la percepción de la realidad y por unos momentos, tal vez por unos años, también es capaz de cambiar el mundo que nos rodea. Nos hace como esos observadores del principio de inertidumbre de Heisenberg, según el cual cuanto más precisos seamos en el conocimiento de la posición de una partícula, menos precisión tendremos en el conocimiento de su velocidad.
Y esta velocidad indeterminada, este paso del tiempo impreciso llevan en sí el germen de la destrucción. No hay nada que perdure, y las cosas de este mundo, aun en su plenitud contienen ya el comienzo de su decaímiento. Por eso miramos siempre hacia el pasado, por eso no podemos vivir sin el recuerdo y por eso la gran mayoría de los mortales miramos siempre hacia atrás cuando estamos disfrutando del instantáneo presente. Miramos atrás y comparamos nuestro presente con el pasado. Lo podemos ver con conmiseración cuando lo atribuímos a otras fuerzas distintas de las nuestras, y con nostalgia cuando creemos que en el presente hemos enderezado un pasado que nos fue hurtado por ellos, por los otros a quienes nos enfrentamos en una lucha tan antigua como la sociedad.
Así, el llamado a la juventud, la invocación de esa fuerza inestable por más que hoy se quiera ampliar hasta edades que en otros tiempos se considerarían provectas, nos es más que una invocación a nuestro propio pasado, un intento por prolongar la rebeldía que tal vez no supimos gestionar, o que ni siquiera nos atrevimos a vivir.

sábado, 22 de octubre de 2011

Dilemas morales 3

Sostengo desde hace tiempo que la obra artística o literaria se independiza de su creador una vez hecha pública, y que poco tiene que ver la catadura moral de un creador con la calidad artística de su obra. Esto es así en buen número de casos de escritores o pintores más famosos por sus amistades, por su capacidad para crearse una personalidad o un nombre que por el valor de su obra. Y por otro lado grandes obras de la literatura o del saber humano salidas de personas poco recomendables o sencillamente despreciables. No daré nombres de los primeros, pues es más doloroso ser acusado por una obra sobrevaluada que por ser un zascandil o un delincuente de la estirpe de Verlaine, Rimbaud, Genet, Buscarini, Gálvez o Céline.
Viene a cuento lo anterior por el revuelo causado por la concesión de un premio literario a un escritor huido de la justicia desde que en 1985 se escapara de la cárcel donde estaba condenado por pertenencia a la banda armada ETA, quien desde un lugar remoto pero no desconocido, sigue escribiendo y publicando con tal asiduidad que finalmente se ha llevado el premio de ensayo Euskadi 2011.
Joseba Sarrionandia ha traducido a TS Elliot y a Colleridge al vascuence, escribe poemas que son  tomados como letra para canciones de los grupos musicales vascos del entorno independentista, y escribe ensayos de sentida melancolía sobre la patria perdida, sobre la soledad de los vascos huérfanos de un Estado y sobre la persecución y el olvido de la lengua en la que escribe, y por la que le han dado un premio.
Es su obra la de un reflexivo escritor acuciado por la situación de su tierra y por los dilemas de sus conciudadanos, especialmente por los que son de su credo. Un escritor que a buen seguro es capaz de penetrar en esos pliegues del alma llenos de tristeza y de desesperación, donde habita el rencor. Nadie mejor que quien ha sufrido y ha hecho sufrir para expresar la mezquindad del alma en una obra literaria.
Pues bien, el premio a Sarrionandía, puede que sea uno de esos reconocimientos a la obra, a la marcada capacidad del arte para expresar lo que no se puede con palabras lineales ni con trazos sencillos. Puede que se trate de una obra de hondo significado poético como dirá el jurado, o de una reflexión visceral sobre la acuciante situación real que ni nos gusta ni sabemos manejar. Quién sabe qué otros méritos se podrán aducir para premiar una obra que ya salió de las manos de su autor.
Quizá una reflexión no menor sobre los pasajes que he leído del autor. Habla de la tristeza de los exiliados, de la pena de una madre que no puede comunicarse con su hijo en su lengua materna, de una niña que pregunta a sus padres sobre su verdadera patria. No dice, aunque los lectores lo saben, que el exilio, en democracia, es más bien una huida de la justicia, como la que protagonizara el propio autor, que la madre a quien no dejan comunicarse con su hijo es por la sencilla razón de que el hijo está en la cárcel por delitos de terrorismo, tal vez por haber quitado la vida a otro hijo cuya madre nunca podrá volver a verlo. Pero estos detalles no empañan en sentimiento, el dolor, la añoranza, la ausencia de la patria soñada.
Prescindiendo de juicios morales, prescindiendo de las cuentas que su autor debe a la justicia, quizás el premio esté bien concedido- Al fin y al cabo la literatura es ficción, y el ensayo, especialmente el político, una forma menos lírica de la misma ficción.

martes, 18 de octubre de 2011

Mujeres de Cuba 2

Cada vez llegan más amortiguados los ecos de mi estancia en Cuba. Unos saludos enviados por alguien que viaja, con el afecto y el calor de quien bien te quiere, algún favor que todavía te piden en la creencia de que tus conocimientos siguen valiendo a día de hoy, más por el recuerdo que por el conocimiento cierto, y noticias de obituarios que machaconamente van sumando muertos a la eterna lista del olvido.
Llegó la noticia hace unos días de la muerte en el hospital Calixto García de Laura Pollán, una de las fundadoras de las damas de blanco, y su actual referente en la isla. Conocí a Laura en la época de mi despedida, cuando ya los vientos en España cambiaban hacia un mejor entendimiento con el Gobierno cubano y hacia un vergonzante olvido de quienes sufrían y siguen sufriendo la persecución política más larga de la historia contemporánea.
Llegó Laura a una recepción en una embajada en La Habana vestida de blanco, como sus compañeras, esposas y familiares de presos políticos detenidos en las cárceles cubanas. Y con ese gesto, con ese atuendo y con la ingenuidad y frescura que da decir la verdad, comenzaron a poner nerviosos a ese grupo de viejos autoritarios que rodean al viejo dictador cuya sombra se alarga en el tiempo como un caimán declinante.

Unas semanas después coincidí con ellas en otra recepción, a la que por error habían acudido algunos jerarcas del régimen, ignorantes de la invitación a los disidentes. tras saludar   a algunos de los poetas oficiales del régimen, quienes sufrieron un inmediato ataque de pánico, Laura y las otras mujeres de blanco se dirigieron al hijo menos de Fidel Castro, Toni, médico especialista en deporte, y apuesto galán, quien inadvertidamente había acudido a una embajada donde en otros tiempos había pasado buenos momentos, y que ahora cumplía las instrucciones de Bruselas y cursaba invitaciones tanto a Gobierno como a disidentes. Encararon las damas a Toni, y le preguntó Laura, o tal vez fue Blanca Castaño, cuándo podrían visitar a sus familiares, y cuándo recibirían atención médica. He de reconocer que estuvo ágil el joven Castro y no descompuso la figura, como habían hecho los poetas, y con una amable sonrisa, dijo que tomaría nota de sus peticiones antes de enfilar para la puerta de salida con ágil trote.
Fueron días de emociones, de encuentros inesperados, de algunos sobresaltos, pero días también de gran sencillez, de pequeñas verdades y de alivio para las familias que sufrían la persecución y la reclusión en su propio país. Fueron días extraños, que coincidieron con mi triste salida de Cuba y que precedieron a esa vergonzante actitud que hasta hoy se ha mantenido.
Siete años más tarde muere Laura en un hospital habanero. Señal de que la salud en Cuba, como la igualdad en el libro de Orwell, distingue a unos más iguales que a otros. Lamentablemente, las muertes que podrían desatascar tantos años de incomprensión y de atraso se demoran, como esos malos actores que no quieren abandonar el escenario, en tanto que las muertes de tantos ciudadanos comunes se suceden sin que ellos ni sus descendientes vean un futuro promisorio en el horizonte.
Ecos de Cuba, ecos de muerte y recuerdos de buenas acciones, de mujeres valientes que se enfrentan con la fuerza represora de un Estado y con la pasividad cómplice de tantos y tantos llenos de corrección política y de temor por desagradar a los dictadores.

sábado, 15 de octubre de 2011

Lecciones de filosofía

Jueves, 20.00h en la Argentina. Mientras zapeo los canales de la televisión haciendo tiempo para salir de casa, me llama la atención un programa en el que un hombre mayor, con melena de filósofo y atildada indumentaria de profesor, se desplaza graciosamente por un escenario donde se mezclan ingeniosamente el diseño y la teconología, mientras da a los televidentes, en horario de alta audiencia, una clase de filosofía.
El tono profesoral, los ademanes desenvueltos y amables invitan a escuchar una lección que de otro modo parecería un insufrible pestiño. En efecto, el convincente profesor desgrana con buen vocabulario y con conceptos sencillos algunos de los conceptos elementales de la filosofía clásica para uso del público en general.
El profesor, según deduzco experto en la sofística, parte de algunas ideas básicas, irrefutables, para saltar inmediatamente al terreno de la especulación ideológica. Dejando de lado el "amor por la sabiduría", el aguerrido profesor se adentra inmediatamente en una versión maniquea de la historia, que según sus hábiles y engañosas deducciones nos lleva inevitablemente a un pensamiento propio latinoamericano, fundado en la lucha, en la confrontación con el "otro", que no es otro que el mundo occidental, o el mundo desarrollado, o como erróneamente asevera nuestro filósofo, "los países centrales".
De allí a remontarse a los tiempos de la conquista y "genocidio", cuando unos despiadados europeos, empujados por la codicia de sus reyes y por el mandato de una filosofía "eurocentrista" llegaron a las salvajes y pacíficas costas americanas para cumplir su criminal "destino", no hay más que un paso.
Y de esos vientos vienen estas tempestades, es decir, la situación de humillación y postración que sufren los pueblos de América, la necesidad de una confrontación con esos poderes siniestros ya sean europeos o norteamericanos, la inevitable lucha contra esos esquemas de pensamiento impuestos, que si en otros tiempos venían de la mano de la cruz, hoy se presentan junto con algo tan prosáico como el FMI ( Fondo Monetario Internacional, para los profanos). En fin, un curso en pocos minutos de filosofía, de filosofía de la historia y de lo que Popper llamó "la miseria del historicismo". Esa idea peregrina por la que la historia tiene unas reglas que nos llevan inevitablemente a un destino, que en manos de los marxistas se convirtió en una sociedad sin clases.
Todo ellos dicho con un tono amable, casi confidencial, y con una seguridad científica, que no deja lugar a la pregunta, a la duda. Tdodo viene así entrelazado, desde la filosofía griega a nuestros días, para que hoy, los pueblos preiféricos ocupen su lugar en el mundo para, según entendí tener derecho a ser "otro" y enfrentarse con quienes quieran imponerles una identidad, que por más de quinientos años es impostada.
Nada extraño en esta diatriba antieuropea y antioccidental, si no fuera porque el filósofo que habla en perfecto español, es una persona de unos sesenta años, de tez blanca, de apellido centroeuropeo, y muy alejado de aquellos buenos salvajes que encontraron los españoles al llegar a América y cuyos descendientes hoy todavía se manifiestan en repúblicas con más de 200 años d e vida independiente, por sus derechos más elementales.
Pero no debo seguir, pues averiguo al tratar de conocer mejor al pacífico filósofo, que en realidad se trata de un terrible polemista, capaz de refutar cualquier tesis opuesta en cualquier medio y que al parecer la tiene tomada con los blogs. Seguiré viendo sus programas de televisión, y trataré de aprender algo de filosofía de la vida entre tanto.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Elecciones

Tiempo de elecciones, de ese gozoso momento en los que los ciudadanos en los países libres pueden elegir a quienes les van a gobernar en los próximos años. No sólo elegirán a algunas personas, sino que confirmarán con su voto algunos conceptos, algunas de esas ideas que nos hacen sentir confortables en medio del tumulto diario.
Los clichés de campaña electoral, a la fuerza breves y pegadizos tratan de epitomizar  en una frase, en una palabra o en un color todas las esperanzas y prejuicios que albergamos.
En estas fechas las caras cambian. Los candidatos se esfuerzan por parecer lo que no son, por recrear en cada uno la ilusión de lo que desearía. No es tiempo para malas noticias ni para esfuerzos, por más que la realidad se cuele por entre los bastidores del escenario. Todo debe suspenderse por unos días para crear la ilusión de un cambio, de una nueva etapa. Y entre las palabras, las antiguas escenografías de multitudes que disimulan mal su falta de entusiasmo, entre nuevos formatos televisivos con sabor a rancio, los personajes que saben que están en el filo de la navaja, aquellos que han protagonizado tantas horas de noticias, tantas tapas de periódico, pero que ahora no tienen posibilidades de ser reelegidos, van haciendo mutis por el foro. Siguen apareciendo en programas de radio, en inauguraciones, en caminatas por las calles peatonales, pero cada vez su perfil de desdibuja más. Son como esas holografías que crean la ficción de una imagen pero que están huecas, solo atravesadas por la luz.
Se van unos y se proyectan otros, incluso los que se quedan se han transfigurado, han adquirido la gravedad del poder y la sabiduría que solo les durará lo que dure el nuevo mandato. Luego, como tantos otros, deberán volver a sus lares, retornar a sus penates donde solo algún dios menor y piadoso escuchará sus cuitas, sus sinsabores y sabrá de sus incomprendidos sacrificios en el ejercicio del poder.
Pero todo esto, Ay¡ ocurre cuando hay elecciones, cuando hay competencia, cuando la necesidad de cambiar nos hace ver que hay alternativas, que se pueden modificar las cosas o al menos hacernos la ilusión de que con otro manejo, con distintos mimbres, el cesto saldrá más airoso. No en aquellos lugares donde el poder se pudre desde hace más de cincuenta años, donde los dirigentes ni siquiera tienen la decencia de lavar y perfumar sus viejos cuerpos para dar una apariencia nueva. No llega la ilusión donde el cambio no es posible y donde la verdad perdió la batalla hace muchos años, presa de un espejismo.

sábado, 8 de octubre de 2011

Tarde literaria

Una tarde echada a libros. El confort de las cálidas hojas de un libro en una tarde nubosa y húmeda vence cualquier tentación mundana. Una tarde de reencuentros, de lecturas de los suplementos culturales que en pocas líneas prometen horas de venturosa lectura, dan a conocer nuevos autores o traen recuerdos de libros ya olvidados.
Así, tirando del hilo de la cometa vas volviendo a los detalles olvidados de "La montaña mágica", esa novela de aprendizaje en el opresivo ambiente de un sanatorio de la "belle époque" de Suiza. La enfermedad imaginada, las pruebas sucesivas, la vida entre enfermos que denotan una gran alegría de vivir. La vida en fin a 1.600 metros de altitud, rodeado de montañas, aislado pero al fin y al cabo recreando esa vida que transcurre allá abajo, en el llano, en otros ámbitos en otros climas. La vida como reflejo de vida, y al fin, del tiempo. De ese tiempo inmóvil de la montaña, de ese tiempo que observamos con parsimonia y que fugaz, escapa por cada rendija de nuestro cuerpo.
Y de allí, de la literatura alemana, centroeuropea, donde los español sigue siendo esa estampa romántica de Carmen la cigarrera, a la literatura norteamericana del siglo XX. Acaba de publicar Jonathan Franzen una novela que una vez más es destacada por la crítica norteamericana como la epopeya americana. Nada nuevo, pues lo mismo les sucedió con Philip Roth y su pastoral americana, con Richard Ford y su trilogía del sportswriter, con Cormac Mc Carthy con su meridiano de sangre y con su trilogía de la frontera, o con Con de Lillo con su "Underworld". Todas ellas novelas de esta centuria, de este milenio, y todas ellas notables y grandilocuentes. La decadencia americana no puede ser total mientras tenga el dominio del canon literario, y mientras siga surtiendo el inconsciente colectivo mundial con sus paisajes, con sus costumbres tan recientes y tan arraigadas, y con sus personajes desde la literatura al cine. No puede decaer un país que sigue dando héroes globales, como el recientemente fallecido Steve Jobs, presente en la vida de millones de personas.
Y de Estados Unidos al país donde me encuentro, y que me proporciona un atisbo de Borges desconocido, la serie de artículos publicados entre 1936 y 1940 en la revista "El hogar", en la que quincenalmente hace Borges una pequeña biografía o una recensión de un escritor extranjero. Son estos artículos quintaesencialmente borgianos, con sus adversativas, sus matices, sus pardojas, aun en unos artículos publicados en una revista de gran difusión en esos años, que tenía como público más fiel a la mujer que comenzaba a saborear las comodidades de la modernidad, y que eran el reflejo del éxito argentino, cuando este país se codeaba con los más desarrollados del mundo.
No deja de sorprender la constancia de Borges, seguramente ligada a uno de esos contratos leoninos que hacen del escritor un probo funcionario de la literatura.
Y por las páginas del Hogar argentino pasan las figuras de Virginia Wolf, Lion Feuchtwanger, T.E. Lawrence,
E. Oneill, T.S. Elliot, Raimundo Lulio o Saavedra Fajardo, junto con muchos otros hoy desconocidos.
La cultura enciclopédica de Borges y su frondosa imaginación paliaban seguramente la dificultad de acceder a las fuentes del conocimiento y a las novedades literarias en los tiempos previos a Internet.
Tarde gozosa de una primavera que se despereza entre nubes y que trae ecos de un concierto de cámara que reconcilia con la capacidad de creación del hombre en la tierra.

jueves, 6 de octubre de 2011

Dilemas morales 2


Una joven norteamericana y otra argentina, ambas guapas y de familia acomodada, estudiantes universitarias, con vidas parecidas a las de miles de estudiantes de su edad y de su entorno, pero con un trágico suceso a sus espaldas que las une con un lazo invisible. En ambos casos, las jóvenes convivían con una amiga de edad similar, también estudiante, que finalmente resultaron asesinadas, la una en Perugia donde estudiaba con un Erasmus, y la otra en Buenos Aires. En ambos casos las víctimas aparecieron muertas en su propia cama, con signos de violencia y de abusos sexuales, y en ambos casos las primeras sospechas recayeron sobre sus compañeras de piso, Amanda y Lucila. Curiosamente, las cuatro jóvenes vivieron historias similares separadas por miles de kilómetros y con pocos años de diferencia.
Se hace extraño ver ante los tribunales, con acusaciones tan tenebrosas como estas, a dos jóvenes bien parecidas, bien vestidas, de buenos modales, sufriendo un juicio como acusadas por la muerte de alguien con quien tenían una amistad previa, y en la que aparecen como principales encausadas.
Después de meses, de años de pruebas, de testimonios, de condena mediática y de desesperación, ambas han sido absueltas por los tribunales de los terribles cargos por los que respondían. En ambos casos el crimen queda sin autor.Una vez destapadas las irregularidades de la investigación y las torpezas de la policía, todo queda en nada. Dos crímenes sin resolver. Dos familias que unen a la pena el desconsuelo de no saber quién cometió estos asesinatos, dos casos sin resolver y dos dudas que se mantienen. ¿Puede una joven cometer semejante atrocidad contra alguien a quien conoce? ¿Pueden ser inocentes cuando no hay pistas que orienten la investigación hacia otro lado? ¿Son personas que han sufrido la pesadilla de una acusación injusta? ¿Cómo se conlleva semejante presión, años de cárcel, acusaciones, miradas de odio, la rabia de la familia de las víctimas cuando te declaras inocente?. ¿Y si todo fuera simulación, si de verdad fueran culpables? ¿Cómo pueden darse dos casos tan paralelos a tanta distnacia? ¿Habrá una causa, los celos, la envidia, el despecho, que expliquen la posibilidad de una conducta así?.
De momento ambas jóvenes, doloridas y hermosas han recuperado la libertad. En el caso de Amanda debe ahora administrar su pena con jugosos contratos televisivos, y quién sabe si con un libro y una película. Tal vez en la distancia, ambas despierten en la noche y vean de nuevo el crimen, y en lo más brutal de la escena se vean a sí mismas con otros ojos, con otra alma clavando el cuchillo mortal.

martes, 4 de octubre de 2011

Dilemas morales

Una noche de primavera, un sobresalto cuando te apresuras por una céntrica calle camino de un restaurante, cuando una mujer mayor te llama, te detiene y trata de entablar un diálogo. Más bien trata de contar su historia, su desdicha y seguramente pedir después una ayuda. En el apresuramiento ante la siguiente cita, y la conversación que mantienes con tu mujer camino del restaurante, no dejas que la mujer siga con su monólogo y sigues tu camino. Unos pasos más allá, la mujer hasta ese momento educada y humilde, te llama con vehemencia, reclama tu atención y te lanza un reproche lapidario. Igual que las brujas de Macbeth, sin responder a preguntas, lanza una sentencia premonitoria, y te deja pensando, inquieto, incómodo.
Alguien a quien no conoces y nunca conocerás se mete en tu vida, te perturba y desasosiega, con las credenciales que le da el ser una persona menesterosa, o desesperada.
No puedes dejar de pensar en el maleficio, más cuando unas horas antes has estado en la consulta del médico y te dice que los síntomas de tu malestar no son buenos, que tienes que seguir haciéndote estudios y pruebas. Tus cavilaciones, la conversación que mantenías unos minutos antes de esta interrupción giraban en torno a la posibilidad de la enfermedad, a la probable existencia de un resultado negativo, a esa lotería que en algún momento te puede tocar. Y allí, en ese momento, en esa calle céntrica pero desierta, por la que sube un viento fresco del río, esa mujer, esa aparición te plantea el falso dilema moral entre la limosna o la maldición.
No puedes dejar de pensar en ello, durante la cena, durante la noche. ¿Existirán realmente los presagios?¿Será ésta una aparición mágica que te lleva a pensar en las coincidencias, o es simplemente una de esas personas perdidas en su tristeza que pueblan las calles de las ciudades mendigando un rato de conversación o en su defecto una buena propina?.
El hecho es que la aparición realmente ocurrió. Que el tono de voz era primero suplicante y después amenazador, y que inevitablemente pensaste si no debieras haber aguantado la conversación unos minutos y terminar dando a esa extraña mujer, bien vestida, limpia, inicialmente educada, una pequeña limosna que aliviara su triste noche y tu culpable conciencia.
Los días pasan y el recuerdo se diluye. Los resultados de los análisis van mejorando. Lo que comenzó como una preocupación se convierte en un mal recuerdo sin consecuencias, y la imagen de aquella mujer maldiciendo tu figura, y deseándote males mayores termina por borrarse en los pasillos de la memoria.
Hoy el dilema moral sigue siendo si debes sufrir con los que sufren o vivir tu propia vida. Si estamos en esta vida en un valle de lágrimas o si debemos recoger el fruto fugaz de la vida, tan efímera y azarosa.
Si una noche de primavera una extraña te detiene y te invoca, detente, escúchala, deposita tu óbolo y regresa a casa con la conciencia tranquila y libre de cábalas y maldiciones, que ya es la vida suficientemente peligrosa como para cargar con viejos ensalmos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Rigor

"Impiadoso rigor de la sequía" reza el inusual titular de la portada de hoy de un diario de tirada nacional. Además de las reminiscencias borgianas en esa calificación de la sequía, trae el titular algunas ideas de la importancia del clima en la economía y en nuestra vida.
Tantos años de industrialización, de enajenación de la naturaleza, o de una naturaleza entendida como paisaje, nuestra verdadera condición sigue siendo una condición agraria. El alimento, el pan nuestro de cada día sigue siendo el elemento fundamental de nuestras sociedades.
Cuesta pensar lo que puede ser alimentar a una familia numerosa, no se puede imaginar tener que alimentar a una ciudad, a una nación. Hoy tenemos que alimentar a 7.000 millones de personas, que en virtud de nuestra humanidad, nacen con derechos y con expectativas. Ya no bastan los ghettos ni los telones de olvido. El propio éxito de nuestras sociedades, el incremento de la esperanza de vida, la disminución de la mortalidad infantil, todo contribuye a esa ingente labor de alimentación. El crecimiento de China, los sorprendentes datos de reducción de la pobreza, todo conspira con el clima para que de nuevo la cosecha sea el elemento crucial del año, el que determina la felicidad de la tribu o el que genera la desbandada y la migración.
Al fin y al cabo, con algunas aportaciones tecnológicas, con nuevas semillas y algunos procedimientos ingeniosos, todo sigue dependiendo de las lluvias, del clima, de los planetas o de los dioses. Posiblemente el calificativo de "impiadoso" cuadra más a los dioses que a los planetas.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Porcentajes

En medio del tumulto de cifras y de datos que apuntan a una economía cada vez más postrada, hay otros porcentajes que te hacen contener la respiración. La cantidad de una determinada proteína en tu sangre; la velocidad de sedimentación de tus glóbulos, el exceso de segregación de una toxina o la improbable acumulación de líquidos en partes de tu cuerpo cuya existencia nunca sospechaste, te hacen olvidar el frenesí de las jornadas en Europa,el galimatías de esos mercados distantes que condicionan cada vez más nuestro futuro, incluso la tenue esperanza de un cambio de circunstancias que pueda favorecer tus mezquinos intereses.
Todo queda suspendido con esas palabras del doctor que quieren ser reconfortantes, pero que llevan implícito, en el tono de la sentencia, una vaga amenaza que no se disipará hasta que las pruebas sean concluyentes.
Comienza entonces una nueva fase de tu vida. Nada de lo anterior tiene sentido si no se vincula con tu triste realidad. No es posible planificar más allá de la próxima visita al médico o de las nuevas ordalías a las que se  va a someter tu cuerpo mientras buscan al culpable de tu malestar. Todo queda aplazado. Los planes, las citas urgentes, las maniobras que pensabas hacer para presentar mejor tu caso en el tribunal futuro. Todo se suspende, y sólo queda tiempo para la reconciliación con uno mismo, para el trazado de una estrategia de supervivencia en tiempos difíciles. Buscas recuerdos que puedan ayudarte a comprender tu situación, buscas ayuda, solicitas consejo, te aprestas a sufrir cualquier tipo de humillación con tal de salvar tu cuerpo, y con él el alma. Percibes en esos momentos de zozobra la fatuidad del mundo, la poca importancia de las cosas, lo vano de nuestras ambiciones. Sólo deseas que la sentencia sea leve, que no caigas en la irreversible espiral de la destrucción. Así, agachas la cabeza y te propones a resistir desde tu círculo de confianza, para poder salir  en algún momento de la angustia en la que estás sumido.
Afortunadamente todo pasa. No era sino un espejismo de la ciencia, uno de esos errores benévolos que te tienen congelado por unos días, hasta que desde la bruma de la duda puedes salir a la luz de un día corriente. Ahora ya no te valen los placebos. Ahora ya no eres capaz de vivir al margen del día a día. Vuelves poco a poco a tu ser, y en esa vuelta olvidas los propósitos que hiciste. Dejas de lado las firmes promesas de esos días de angustia, y poco a poco todo vuelve a su natural acontecer.
Cuenta Javier Marías,que en su traducción de la obra del doctor Browne,siempre le llamó la atención un párrafo sobre el dolor y la pena. Traduce Marías del muy inglés Browne: "...las aflicciones producen callosidades, las desgracias son resbaladizas, o caen como la nieve sobre nosotros...Ignorar los males venideros y olvidar los males pasados, es una misericordiosa disposición de la naturaleza, por la cual digerimos la mixtura de nuestros escasos y malvados días..."
Así con el doctor Browne hemos de aceptar lo contingente de nuestra determinación, y la plasticidad de nuestra mente, que ya está ocupada por otras cifras, por otros datos y por otros temores.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Presente

Tanto avizorar el horizonte, tanto elevar la vista para adivinar el futuro, para que al final nos tengamos que quedar con el presente. Las previsiones no duran más allá que los instantes que dura el presente, a partir de allí se acaban y vuelve una nueva causa de incertidumbre. No dan tregua las noticias, nadie sabe adónde vamos; ya no hay planificadores que puedan explicar el futuro en una pizarra. Ni siquiera podemos adelantar escenarios, que duran lo que dura el aleteo de una mariposa.
Difícilmente se pueden hacer inversiones o previsiones. Difícilmente saldremos de la atonía económica actual si no vemos el futuro, si no tenemos atisbos de lo que puede ocurrir. Así, las agendas cambian de una caprichosa e histérica. Hoy el problema es Grecia, mañana el sur de Europa, o Estados Unidos. Y no crean que el resto del mundo sabe mejor lo que le pasa. El malestar llega a China y a Chile, a Oriente y a Rusia, donde los jóvenes quieren salir. Todo es confusión, no hay orden ni pautas, no hay un policía que regule el tráfico, ni un director que anticipe los movimientos de la orquesta. Hoy todo es desorden y confusión.
Así, el vertiginoso presente, como un mapa que recorremos sobre una mesa del que sólo vemos el lugar que vamos a pisar, mientras se borra nuestro recorrido reciente, y se va abriendo levemente el lugar para el próximo paso. Ese vértigo de tener que seguir avanzando sin plano, sin pasado y sin futuro.
Esto es vivir el presente, sin previsiones ni ayudas. Tan sólo con el vago recuerdo de un pasado que tal vez fue mejor, pero que no sirve para configurar el pasado.
Condenados a vivir el presente, con la amenaza de un satélite descontrolado que puede impactar sobre la tierra, con una partícula que puede ser más rápida que la luz, desmintiendo la teoría especial de la relatividad. Vivir a ciegas y entre brumas hasta que se corte el nudo de la incertidumbre, hasta que alguien diga que efectivamente, en este mundo convulso, el rey está desnudo.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Austeridad

Recortes, ajustes, esfuerzo, son palabras que se escuchan cada vez más frecuentemente en el discurso político europeo. Ya no son los años 80 cuando se hablaba de ajuste estructural y de condicionalidad de los mercados para referirnos a América Latina o a Asia. Ahora es en el corazón de Europa donde se hacen sentir estas palabras que cuando se aplican a nosotros mismos provocan un cierto desasosiego.
Sin embargo no deberían los europeos asustarse mucho de estas palabras, pues en algún momento constituyeron nuestros propios valores. Dice Tony Judt que su infancia en la Inglaterra de los años 50 (del siglo pasado) fueron años de austeridad. De comidas frugales, de inviernos fríos, no porque el calentamiento global haya avanzado, sino por falta de combustible y de calefacción. Esa Inglaterra que salía de la guerra llegó a tener cartilla de racionamiento, como la España de Franco. Pero no le fue mejor a la triste y derrotada Alemania o a Francia, que tampoco pudo mostrarse abundante por varios años.
La vida europea no tendió a ser gastosa hasta muy recientemente, los años 80 y 90 tal vez, pero siempre queda el recuerdo en las familias de las penurias pasadas, del esfuerzo realizado por nuestros padres y por nuestros abuelos para tener unas condiciones de vida que hoy no serían aceptables por muchos jóvenes por indignados que estén.
Esfuerzo, trabajo, algo de austeridad, renuncia a ciertos placeres presentes para preparar el futuro. Éste es un programa de vida para muchos españoles para los próximos años. ¿Seremos capaces de explicitarlo, de proponerlo abiertamente, o se irá desdibujando con el lenguaje suave de la política indolora?
Llevamos muchos años de proclamación de derechos, que necesitan ser financiados. Decía Ortega y Gasset en la "rebelión de las masas" que el decaímiento de Europa vendría por la falta de moralidad, que no es otra cosa que la falta de sometimiento a obligaciones, a responsabilidades propias. En el fondo yace esa utopía de un mundo con derechos y sin obligaciones, inexistente en la vida real y y poco prometedor como orientación para el futuro.
Pero no está claro el rumbo, hay quienes abogan por más gasto, desde un punto de vista económico. Sigamos consumiendo, sigamos manteniendo un cierto ritmo de vida para ver si espantamos los males. Hay incluso lugares donde se "tira la manteca al techo" como reza un viejo dicho argentino de la época en la que los ricos viajaban a Europa son su propia vaca en el barco. Hay lugares donde la asuteridad es sólo una obligación impuesta por las circunstancias. Tal vez sea así también en Europa, un tropiezo tras la Guerra en el caso de los recuerdos de Judt, o un respiro en el ansia consumista de nuestros días, impuesto brevemente por los mercados, hasta que podamos volver a vivir en la Arcadia Feliz.