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jueves, 27 de octubre de 2011

Entrevistas

Son peligrosas las amables entrevistas de contraportada de los periódicos. Tienen ese peligro de las aguas mansas, de las apacibles tardes de domingo. Unas preguntas generalmente desenfadadas ponen a prueba el ingenio del entrevistado. Esa informalidad hace que el entrevistado baje la guardia, tratando de ganar la complacencia del lector, de ser ocurrente, de mostrar una cara amable y cotidiana, cercana a lo que pueden esperar los lectores. Pero allí se esconde la amenaza. Cada lector tiene un humor diferente según la hora del día. El lector no puede dejar de comparar lo que el entrevistado dice y la imagen que ya tiene de ese personaje o de su trabajo. En este escenario resultan superfluos los adornos retóricos y ponen a merced de la opinión pública a una persona que ha acudido a la entrevista con una sonrisa y con el afán de dejar una buena impresión.
Leo en una de estas entrevistas las respuestas que un amigo cubano da al entrevistador con ocasión del estreno de su próxima película. El buen actor cubano muestra su desenvoltura el restaurante madrileño al que acude, y entre las bromas y la promoción de la película, no puede dejar de mencionar la situación de su país. No hay que olvidar que el Gobierno cubano acaba de denegar el permiso de trabajo al corresponsal del diario que hace la entrevista, Mauricio Vicent, quien por casi veinte años había ejercido la corresponsalía en La Habana. Pues bien, el actor, confianzudo y amable no puede menos que reconocerse un privilegiado por poder hacer en su país lo que más le gusta, en libertad y además ser pagado (en dólares o euros) por ello. Concluye Jorge que el mundo artístico goza en Cuba de una libertad de la que no goza la prensa ni la televisión. Y dice que tiene que haber reformas, pero que el embargo norteamericano supone un obstáculo para el cambio.
Tal vez la euforia del momento y la perspectiva de un buen almuerzo le hicieron descuidarse y meterse en estas honduras de las que no se puede salir indemne. Que un artista diga que  goza de libertad en Cuba, y que cobra por su trabajo no deja de ser un sarcasmo. Cientos de artistas, de autores, de cantantes, de actores de todo tipo viven fuera de Cuba en un exilio doloroso, sin poder volver a su país. Que diga que cobra bien por hacer su trabajo es una afrenta para los millones de cubanos que trabajan en su país y que cobran sus sueldos en esa moneda local que apenas da para sobrevivir. Tal vez la voluntad era buena, buscaba ese equilibrio de quien vive en una dictadura en un incómodo confort.
Veo en televisión al cantautor cubano Amaury Gutiérrez que salió de Cuba hace diecinueve años, que no ha podido volver a su país, que vive a 90 millas en Miami, y que siendo también artista y exitoso, no creo que concuerde con ese concepto de libertad que proclama Jorge. Dice Amaury, con todos sus defectos la democracia es el sistema que mejor defiende a los ciudadanos, incluso a los cubanos.
Tal vez la conclusión sea que son menos peligrosas las entrevistas en televisión que en la contraportada de los periódicos.

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