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domingo, 31 de marzo de 2019

Banquete chino

La comida en la cultura china ocupa un lugar trascendental en su vida social. Especialmente relevante es esta importancia en Cantón, cuna delo que en occidente consideramos comida china, pues fueron los cantoneses quienes primero emigraron y establecieron sus costumbres y sus restaurantes en los barrios chinos de Norteamérica primero, y del resto de países occidentales posteriormente. esta comida variada, a veces extravagante o al menos difícil de asimiliar a nuestras costumbres, viene derivada del dicho que se aplican los propios cantoneses, según el cual aquí se come todo lo que camina con 2 o cuatro patas, excepto las mesas; todo lo que vuela excepto los aviones y todo lo que viene del mar excepto los barcos. Con este conecpto tan laxo de la alimentación, no es de extrañar la enorme variedad de la cocina cantonesa, de la cual solo una pequeña parte se ha exportado a occidente, junto con el idioma cantonés que es el más hablado en los chinatown desde San Francisco a Nueva York.

Junto con esta permisividad alimentaria, tienen otra costumbre que es la de comer a toda hora y con un orden distinto al nuestro, mezclando dulce y salado,lo que nosotros conocemos como platos agridulces, hasta la presencia de sopas y de caldos de todo tipo desde la mañana a la noche, junto con el agua caliente o el ominpresente té.
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Pero donde la cocina china se despliega en toda su riqueza es en los denominados banquetes chinos. Ya sean para celebrar una boda, un cumpleaños, un buen negocio, o para agasajar a a amigos o a visitantes extranjeros. Es conocido que los chinos tienen un gran interés por el dinero, pero también es cierto que son generosos al gastar, y ello se ve en el agasajo de los banquetes a los que he asistido.

Para comenzar, el banquete debe constar de un número superior a 8 platos diferentes, servido por abundantes camareros , de modo que la gran cantidad de platos no haga eterno el banquete, y que todo fluya con rapidez, mientras van llegando los platos más sofisticados de la cocina local. encontramos variedad de entremeses, marisco, el famoso abalon, tan apreciado por los chinos, todo tipo de aves, con especial presencia del pato o ganso; pescado, carnes de cerdo y de vaca, algún marisco y para terminar el arroz, que en sus diversas modalidades cierra el banquete. La ausencia del socorrido plato de arroz en los primeros tramos del banquete nos impide utilizarlo como ayuda para apechugar con algunos de los platos más exóticos y más difíciles de aceptar en nuestra cultura. Por ello, hay que ir comiendo en el orden de llegada todo tipo de productos, la mayoría de ellos preparados de modo delicado y de compleja elaboración, sobre la que es mejor no preguntar mucho.

Los banquetes oficiales son amenizados por números músicales, a los que son muy aficionados, llegando en ocasiones a cantar los propios anfitriones. Canción romántica la más de las veces, con unos artistas a mitad camino entre Julio Iglesias y Raphael, y unas damas de la canción que entonan "Noches de Ulán Bator", por poner un ejemplo, con toda la intensidad dramática de ess tierras inhóspitas, solo caldeadas por la intensidad de los sentimientos amorosos.

El postre no es algo definido con claridad aquí, donde se abusa de una pasta de judía roja, que endulzada sirve para aliñar desde tartas a helados, dando por conluída la velada.
La abundancia de la comida, la exquisitez de algunos platos, y su alto coste, llevaron la gobierno, hace unos años a solicitar que las autoridades deben recatarse en el coste de estos banquetes postineros. Si a pesar de esa advertencia, los banquetes ofrecen esta variedad y abundancia, habría que ver lo que se ofrecía en los buenos tiempos...

sábado, 30 de marzo de 2019

La academia del clan Chen


Visitamos el ultimo monumento famoso que nos quedaba de la ciudad. La Academima del clan de la familia Chen. En China, las familias en sentido extenso, los clanes, se reúnen y construyen edificios para recordar a sus ancestros. Aquí, los Chen cuyo número deja en una atronadora minoría a los García, se reunieron para recordar a todos los Chen que en el mundo han sido. Como el arte y la arquitectura chinos mantienen sus características desde el siglo II antes de Cristo, podemos ver como en el siglo XIX reproducen sin pudor un palacio de la diseñaría Ming o anterior, y lo llenan de objetos contemporáneos que mantienen las formas y los estilos de las piezas más antiguas.
Aquí encontramos de nuevo los mantones de Canton. Con una leyenda explicativa sobre cómo viajaban desde Canton a Manila, de allí a Acapulco. Por tierra a Veracruz y tras hacer escala en La Habana, llegaban a Sevilla.
Esta explicación nos enseña que el mantón era una prenda típica de España, y que aquí se enriquece con los bordados de seda, que todavía hoy siguen haciendo artesanas cantonesas. En una de las salas, una de estas bordadoras nos ofrece mantones y pañuelos bordados por los dos lados, con los motivos de la feria de Sevilla. La globalización española desde el siglo XVI.
Junto a esto, la Academia reúne todo el arte milenario chino reproducido desde el siglo XIX a nuestros días, con gran belleza y materiales riquísimos.
Contemplando una celosía de madera ricamente labrada con motivos florales un turista chino se emociona y comienza a ensalzar la riqueza del arte chino. Con mis cuatro palabras de chino consigo entender su euforia, y tras mostrarme de lo que son capaces de hacer los chinos, pide a su mujer que nos haga una foto a los dos delante de la celosía.
Lamentablemente mi chino no da para pedirle que me pase una copia, y los dejo marchar entusiasmados. Tanto como nosotros tras descubrir el parentesco artístico con España y el orgullo de haber tenido la moneda de comercio internacional más respetada y de mayor duración en la historia; el real de a ocho, o dólar español.


Memoria de España en Canton




En estos tiempos tan dados a la memoria vindicativa, encontramos en Canton huellas de la presencia de España en este continente tan alejado y olvidado en nuestra tradición.
La torre de Zhenhai, en el parque de Yuexiu es uno de los pocos monumentos antiguos que siguen en pie en esta ciudad arrasada y reconstruida continuamente. Es una torre de vigilancia y de defensa que se alza desde 1380 sobre una de las principales alturas de la ciudad y que permitía ver en tiempos anteriores a los rascacielos el trasiego de naves que llegaban del mar de China por el río de la perla, haciendo prospera a esta ciudad.
Hoy se encuentra en la torre el museo de Canton, que recuerda la bimilenaria historia de la ciudad, siempre vinculada al mar y al comercio. Entre recuerdos de las distintas dinastías, y narraciones de batallas e invasiones, encontramos en los tiempos de la dinastía Ming en el siglo XVI, una referencia al "spanish dollar" la moneda española que según nos cuenta la museistica China, dio lugar a la primera globalización financiera, usada en los intercambios entre Europa y China hasta fines del siglo XIX. Efectivamente, el real de a ocho, desde tiempos de Carlos I y hasta 1815 conocido como dólar español, ( una deformación del nombre de la moneda austriaca Thaler) y posteriormente, conocido como dólar mexicano, sirvió de moneda de intercambio comercial entre Oriente y Occidente, con total aceptación.
Contentos con este hallazgo en una sal principal de la torre Zhenhai, descubrimos a continuación la razón de esta circulación de la moneda española en China. En las colecciones de artesanía local, encontramos peinetas de Concha de tortuga, abanicos de colores alegres, mantones bordados en seda, todo el elenco necesario para una suntuosa feria de Sevilla, venido de Canton.
El comercio internacional, alcanza dimensión mundial en el galeón de Manila, que durante tres siglos hacía dos veces por año la ruta entre Manila y Sevilla pasando por Acapulco. Si importantes fueron las sedas y los artículos preciosos traídos de China a España para nuestra cultura, más lo fue el real de a ocho para la economía china a través del pujante puerto de Canton.

martes, 26 de marzo de 2019

Kaiping 2

El recorrido por las diversas torres y edificaciones de Kaiping constituye un descanso para la vista tras la fealdad del hormigón y hojalata de las fábricas envejecidas que bordean la carretera desde la salida de Cantón.
Aquí encontramos nada más llegar estanques con flores de loto que asoman sobre el agua en un lecho de verdura, y patos o más bien ocas en libertad, sin temor a ser pasadas por las armas de la cocina cantonesa, tan aficionada al ganso en todas sus variedades y en todas sus extremidades. En definitiva, un paisaje campestre que se agradece tras el exceso de ciudad y de población que acumula esta región superpoblada y productiva a orillas del mar de China.
Y es esta cercanía al mar lo que define la emigración de Kaiping hacia América, y lo que da vida a estas construcciones que imitan en buena parte lo que han visto en Occidente. 
Torres que imitan a la torre de Belén en Lisboa, agujas de catedrales góticas, atalayas de castillos medievales en las torres defensivas de los daolous, y toda la variedad de columnas romanas de todos los órdenes, sosteniendo los dinteles de entrada a las casas.
Y detrás de las piedra; las personas. Esos emigrantes que fueron tras la fiebre del oro a California, y 


luego, a la construcción de todos los ferrocarriles. Desde Matanzas, en Cuba a Panamá y a todas las ciudades de Estados Unidos. Éste es el inicio de una presencia china en tantos países, de los Chinatowns, de su comida, que en Perú llaman Chifa, como se dice en chino "comer", o de aquellos episodios de la zarzuela cubana en los que no podía faltar el "gallego", el cubano, la mulata y el chino.
La dura vida del emigrante se agravó en Estados Unidos con las llamadas leyes de exclusión, que impedían la reunificación de las familias, y que dieron lugar a que en muchos lugares, los clubes chinos se llamaran clubes de solteros, los "bachellors clubs", y que proliferaran en ellos los diversos placeres de hombres solos, desde el juego a los fumaderos de opio, reflejados en películas como "Chinatown" o "Erase una vez en América".
Todo esto se recoge en un museo con las historias de las familias que emigraron, que en algunos casos triunfaron y que volvieron al lugar de sus ancestros para construir estos monumentos en recuerdo de su éxito, que muy pronto, en el turbulento siglo XX chino fueron decayendo hasta su recuperación en el promisorio siglo XXI.

Kaiping

Al cabo de unos meses en Cantón hemos descubierto que al final de los edificios, de los kilómetros y kilómetros flanqueados por edificios de todo tipo; que tras el asfalto, se puede encontrar el campo.
Nos tomó más de una hora salir de la zona urbana de Cantón en un domingo por la mañana, cuando el conductor paró el vehículo en una especie de área de descanso de la autopista, y por los gesto entendimos que habíamos llegado a Kaiping, territorio patrimonio de la UNESCO. Nos invitó a salir del coche, y disciplinadamente tratamos de buscar una taquilla de entrada entre la multitud que a esas horas llenaba todos los locales comerciales. con resignación pensamos haber equivocado el destino y que Kaiping es una más de esas falsedades a las que la arquitectura china y su acelerada modernidad nos tienen acostumbrados. Tras unos minutos de titubeos y de vueltas, vimos salir a nuestro conductor del baño, y con un gesto amistoso nos invitó a acompañarle de nuevo al coche.Afortunadamente nuestros presagios habían sido equivocados, y se trataba de eso, de una parada técnica en un área de servicio a lo chino y no de un parque temático para mayor gloria de la Unesco.
Seguimos nuestro camino dejando atrás las fábricas y los polígonos que anunciaban sucesivamente, la ciudad de los cuartos de baño, la ciudad de las cocinas, la ciudad de los muebles, en fin toda esa serie de establecimientos que hacen de esta provincia la fábrica de China, y por ende, del mundo.

Kaiping se encuentra a 120 kilómetros al suroeste de Cantón, y deja ver por fin una comarca bañada por los brazos del río de la Perla cerca de su desembocadura, y largas extensiones de arroz y de vegetación, bañadas por innumerables estanques de aguas lodosas que dan un verdor refrescante al paisaje siempre plomizo de esta tierra subtropical.

Vamos a visitar los Daolou, construcciones defensivas que vienen de la dinastía Ming en el siglo XVI, pero que se desarrollan con gran profusión a finales del siglo XIX gracias a los recursos y a las ideas traídas a Cantón por los emigrantes que fueron a hacer las Américas por el pacífico y que a enviaban fondos a sus familias para construir nuevas casas que demostraran la prosperidad que habían conseguido los familiares emigrados. Hay más de tres mil de estas construcciones en la comarca de Kaiping, lo que se explica por ser esta zona una de las que primero tomaron el camino de la emigración hasta el punto de que en la mayoría de los barrios chinos de Estados Unidos la lengua que se escucha no es el mandarín,sino el cantonés, y en muchos casos el dialécto propio de Kaiping.

El día nublado y lluvioso añadía un punto de nostalgia a estas construcciones abandonadas hace años por sus familiar originales, y que hoy se muestran con recuerdos de una época no tan lejana, pero que frente a la modernidad fabril de Cantón y de sus ciudades satélites, parece un pedazo de la historia preservado en el verdor del delta del Río de la Perla.

viernes, 22 de marzo de 2019

Estética china

Los cánones de belleza han ido variando a lo largo del tiempo, especialmente en Occidente, donde tenemos una clara compartimentacion de las épocas, con sus respectivos rasgos característicos, que nos dan una pauta de que se valoraba más en cada época; las curvas, las líneas rectas, el color, la penumbra, y así hemos ido creando unas modas que cada cierto tiempo se fusionan en periodos de mayor o menor confusión, en esos periodos que hemos venido a llamar eclécticos.
En un tiempo más cercano, fuera del ámbito puramente artístico, los cánones se convierten en modas,  que desde la ropa y el peinado, a las costumbres y mobiliario, varían a una velocidad cada vez mayor, dejando obsoleto lo que ayer triunfó. En todo caso, siempre queda una idea del decoro. De lo que está bien o mal. De lo adecuado o inadecuado y que trata de evitar los contrastes que chirrían en una decoración o en una vestimenta.

Aquí esa contención estética se pierde. Lo sublime convive con lo burdo y barato. Una sala bien amueblada para tener reuniones solemnes, se estropea con la profusión de cajas de pañuelos de papel, exhibidas sin pudor.
Jardines cuidados vienen trufados por figuras de plástico con los inevitables cerditos del año del cerdo.
 
Las tiendas de regalos más caras de la ciudad hacen convivir en sus escaparates todo tipo de horrores estéticos a precios prohibitivos, que se compran sin pudor por los ávidos nuevos ricos, y los edificios, puentes, barcos y todo tipo de vehículo, se adornan por la noche con un festival de luces de colores que anima el alma y da dolor a los ojos.
Y sin embargo, el arte chino es uno de los más refinados de la historia. Precoz, como su historia, conserva algunos de los mejores ejemplares de la escultura en bronce, y muy pronto, en el siglo IV , encontró la forma de dar movimiento a la pintura, con un empleo armonioso de las curvas. Dice Gombrich que el arte chino debe a Confucio, y sobre todo a Buda, esa forma de entender el paisaje y la pintura, como un instrumento para la meditación. No es tan importante tratar de imitar inútilmente a la naturaleza, o mostrar la vida y milagros de personajes públicos o religiosos, como hicimos en Occidente, sino de lograr una maestría en la reproducción de tres o cuatro temas, el río, la montaña, algunas flores, unos personajes arquetípicos, que se van transmitiendo por generaciones en el respeto a los maestros antiguos,my que nos ayudan al pensamientos, a la reflexión, que es la medida exacta del arte y de la vida.
Así, de la caligrafía primorosa y de la naturaleza pensada, hemos ido degenerando hacia un arte más estridente, más visual, que nos sorprende y nos repele, en una de las manifestaciones de nuestros diferentes criterios, a pesar del cosmopolitismo uniformizador.

miércoles, 20 de marzo de 2019

Chinoiseries

La distinción entre lo verdadero y lo falso es un asunto cada vez más intrincado. En el tiempo de las falsas noticias y de la postverdad, o de las medias verdades, distinguir el original de la copia, o lo auténtico, lo que ha transitado por callejón del tiempo hasta hacerse clásico cuesta cada vez más.
China, país milenario, "país del centro" como se dice en chino, tiene una percepción muy profunda de su historia y de su cultura, pero al mismo tiempo muestra una carencia sorprendente de vestigios culturales si se compara con cualquier otro país de raíces antiguas. aquí las ciudades son igualmente monótonas y a rasgos generales feas, con uuna fealdad que parece buscada y que no respeta las sombras del pasado. Esa ordenada sucesión de edificios grises bajo unos cielos igualmente neblinosos, constituye el tributo que el país paga a su desarrollo vertiginoso, y a las prisas por borrar un pasado incómodo a los ojos actuales.

Para paliar esta ausencia de monumentos o de arquitecturas centenarias que testimonien un pasado próspero y poderoso, los chinos no dudan en recurrir a la copia. Sin ningún pudor, los centros de las ciudades se ven hermoseados por reconstrucciones ideales de lo que debería ser una construcción tradicional china, con sus tejados puntiagudos, sus techos de pagoda, sus jardines cuidados y los espejos de agua verdeante que proporciona un remanso de paz entre la vorágine de las ciudades superpobladas.
 Con igual desenvoltura se copian los edificios de las arquitecturas modernas de cristal y acero, o lo que parecieran edificios parisinos, con sus mansardas y tejados versallescos, hasta el "edificio donuts". Todo vale en esta tierra de mistificación, donde la copia es un arte, y la reproducción tiene en todo, desde los mercados de relojes, de ropa, de bolsos a los edificios de oficinas o de viviendas, dimensiones inabarcables,, dimensiones chinas.
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martes, 12 de marzo de 2019

Macao

Hay ciudades de nombre evocador que se hace imprescindible visitar cuando por algún azar caes en algún lugar vecino. Así sucede con Shanghai, Katmandu, Bombay, Bahía, Goa y también Macao. 
Macao tiene ese exotismo de lo portugués cosmopolita y decadente. Ese misterio de un pequeño país que estableció sus factorías por los puertos de todo el mundo sin querer adentrarse mucho en profundidades interiores. Macao, a pocos kilómetro de Cantón, parece un buen lugar para comenzar a explorar esta Asia mestiza,que se resiste a desaparecer en los tiempos de la nueva preponderancia China.

Comienza el viaje en la inmensa estación del sur de Cantón, poblada por miles de personas en un inmenso patio central bajo modernas cúpulas que aligeran una construcción enorme. La primera impresión es que países como China tienen una gran pericia a la hora de movilizar grandes cantidades de personas. Todo transita con grandes medidas de seguridad, con mil controles pero con una fluidez sorprendente para estas dimensiones.
Debemos enseñar pasaporte y billete al entrar y al acceder al andén y tras una hora de viaje llegamos a la estación de Zhuhai, otra megalópolis China a las puertas de Macao. De aquí, siguiendo el reguero de gente nos acercamos a pie a la frontera entre China continental y Macao, de nuevo trámites migratorios para salir de China,y un poco más adelante, la frontera de Macao, con nuevos procedimientos. Todo ello rodeados de miles de visitantes que quieren llegar como nosotros desde China a Macao.

Macao, posesión portuguesa en el sur de China, pasó por diversas vicisitudes a lo largo de los siglos, siempre como un puerto de intercambio entre Oriente y Occidente, hasta que tras la revolución de los claveles en Portugal al metrópoli comenzó a dar un mayor papel a China en los asuntos de la colonia, y finalmente en 1999 la cedió a China, bajo el sistema de un país, dos sistemas, que garantiza un estatus de región especial a Macao y a Hong Kong íntimamente conectadas con la gran China.

En este carácter especial de Macao se le atribuye desde hace años su carácter de ciudad el juego, único lugar de China donde se permite esta actividad, que genera ese numeroso turismo que encontramos en la frontera. Así, Macao se ha convertido en el nuevo las Vegas, con un volumen de juego nueve veces mayor que la ciudad norteamericana y en consecuencia con las mismas extravagancias y excesos de la capital del pecado norteamericana. 

De hecho Macao se divide en dos islas.La primera, junto a la frontera China, tiene la vieja traza de la ciudad portuguesa, desvencijada y hacinada, con algunas iglesias y edificios coloniales, que le dan un mayor exotismo entre sus visitantes. Y en la isla del sur, se ha ido creando una ciudad nueva, de casinos y de hoteles, que replican el strip de las Vegas, con todos los excesos de las dimensiones chinas.

Nosotros decidimos alojarnos en la ciudad vieja, en busca de un encanto colonial, que si existió, hace ya tiempo que desapareció. En un día de lluvia, desde la cola de los taxis a la salida de la frontera, hasta el hotel situado en un teórico muelle con encanto de la ciudad, todo es decrepitud y ruido. Las calles, los semáforos, los edificios y hasta los vehículos anuncian la ruina pasada. No hay respiro entre calles estrechas y desaseadas pobladas por una  masa ansiosa de conocer ese legado exótico y occidental que sugiere la ciudad de Macao.
Algunos templos restaurados en el siglo XIX, las ruinas de la iglesia de San Pablo, los edificios de la calle del "largo do Senado" y un pequeño y coqueto teatro en memoria de Jorge V de Portugal conforman toda la historia de la colonia. El resto, calles abarrotadas, y esa mezcla de tradición  y desaliño que caracterizan a las ciudades chinas.

Más al sur, en la isla de Cotai, casinos y luces. La verdadera Europa caracterizada como un parque temático. Aquí la Torre Eiffel del Parisien; allá la Venecia de los canales y gondoleros. Todo falsedad y trampantojo para inducir al consumo y al juego. El cielo de Venecia, sobre el gran canal y el palacio ducal es el más azul que se recuerda en este extremo sur de la China, siempre nublado y plomizo. Las luces del MGM o del Galaxy reclaman la atención de jugadores que van a Macao desde todos los lugares de China a ganarle una ronda a la vida y a desafiar lo prohibido en sus ciudades. Trampa y engaño en la mañana que parece noche o en la noche iluminada por el falso sol de neón. 



sábado, 9 de marzo de 2019

Cosmopolitismo

Un autocar amarillo, como esos de las películas americanas que recogen a los niños temprano por la mañana para llevaros al colegio es una imagen cada vez más frecuente en ciudades de cualquier parte del mundo. Esa imitación de las costumbres, esa nueva jerarquía de valores que da importancia a los detalles externos y que marca las diferencias entre el sabor auténticamente local y esa élite que recoge lo que considera mejor de los dos mundos.
En Cantón, al despertar, temprano por la mañana veo a los padres y sobre todo a los abuelos, que son quienes en China se ocupan de los niños, apresurarse a la puerta de nuestra urbanización para no perder esta esperanza amarilla, que garantiza un viaje cómodo a una escuela internacional y abre las puertas a un futuro abierto al mundo.
Mientras los PAISES de la anteriormente llamada periferia, o mundo en desarrollo, van creciendo y se convierten en agentes imprescindible de un nuevo orden mundial; en las grandes ciudades desde Estambul a Shanghai, Jakarta, Bombay o Cantón, se van construyendo pequeñas sociedades cosmopolitas, que imitan el modo de vida occidental, desde la escuela que les prepara para acceder a la universidad anglosajona, a las diversiones, el tipo de consumo, los viajes, creando un mundo de fuertes lazos entre estos grupos y les acerca a sus pares en otros países y otras latitudes.
Poco tiene esto que ver con el sabor local, con lo que encuentras a escasos metros de estos bulevares ajardinados y estas urbanizaciones privilegiadas. Basta tomar un desvío en las primeras calles secundarias, y se abre un dédalo de callejuelas que nos traen a otro tiempo y a otro lugar. Las bicicletas y las motos circulan en todas direcciones con los cargamentos más insólitos. La gente, numerosa en cualquier ciudad china, se desplaza de un lado a otro sin parar de hablar y de comer. Las cosas desvencijadas evidencian la falta de una palabra en el vocabulario del subdesarrollo, "mantenimiento". No es ya que la modestia de las edificaciones rompa la estética brillante de un barrio internacional, sino que estas pobres construcciones n conocen ninguna mejora ni manutención desde que son ocupadas por sus habitantes.
Al lado de nuestra a casa, año más de 300 metros se encuentra uno des estos barrios encerrado entre dos avenidas rutilantes de modernidad y dos calles de cuidado arbolado.
Lo local frente a lo cosmopolita, conviven en cualquier parte del mundo y plantean un conflicto social que no sólo se limita a estas metrópolis asiáticas. En Europa y en los Estados Unidos, el miedo a lo novedosos, el temor a la competencia, el recelo del otro y los efectos de la crisis han hecho chocar la idea de lo local, de lo nuestro, frente a lo extraño, a este mundo cosmopolita que disfruta de los beneficios de la globalización, y que puede vivir con las mimas comodidades y los mismos códigos de conducta en cualquier metrópolis del mundo. Es lo que David Goodhart ha llamado la lucha entre los "everywhere" los que se adaptan a vivir en cualquier lugar como ciudadanos de ese mundo cosmopolita, y los "somewhere", que no han gozado o creen no haber gozado de los beneficios de lo global, y se resienten y se revuelven ante un mundo que no quieren comprender.

sábado, 2 de marzo de 2019

Golf en Cantón




Nunca imaginé que el mayor complejo de golf del mundo estuviera en China, y más específicamente en la provincia de Cantón, a unos kilómetros de Hong Kong y junto a las ciudades de Shenzhen y de donguan. Un club privado con 12 campos de golf de 18 hoyos, con hoteles, centros deportivos y hasta una pequeña ciudad residencial, con su centro comercial y su colegio privado, británico como el golf.
Y es más notable, que el complejo de 22 km cuadrados se construyera en 1992, cuando comenzaban las reformas chinas, que darían lugar a una economía de mercado de tal dinamismo, que es hoy la segunda economía del mundo.

Y aquí se encuentra una de esas distopías chinas. Un lugar tradicionalmente asociado con el ocio de
las clases pudientes, que por la fuerza de los números se desarrolla con más fuerza en uno de los países que sigue dirigido por la fuerza del partido comunista.

El resultado de esta iniciativa de un empresario de Hong Kong, es una suerte de parque temático del golf, con campos diseñados por los principlaes golfistas de los años 80 y 90, con enormes tiendas de complementos de golf  y con la mayor casa club que se pueda uno imaginar. Allí realizan los jugadores el desayuno cantonés, antes de salir a jugar. Es cantonés porque toman la comida local, pero también porque la toman cuando les da la gana. Un enjambre de jugadores, caddies y asistentes de todo tipo se afanan antes de salir a los distintos campos en un frenesí más cercano a una feria que a ese deporte sosegado y aristocrático que inventaron los escoceses.

Nada en China aparece como fue hace unas décadas, manteniendo una esencia milenaria, todo cambia en lo accesorio, en lo externo, en la formas de vida. Parece como si una fiebre de modernidad o de occidentalizacion hubiera prendido en la sociedad para llegar antes que nadie a una meta incierta. Todos los signos externos de nuestro tiempo se van adoptando con la furia del converso. Teléfonos, televisiones, juegos, luces... Y ahora todo lo que rodea la inteligencia artificial, el medio ambiente, la economía verde, el ocio. Y aquí entra el golf, con su ritual y su protocolo, que repetido aquí, en estos lugares inverosímiles tiene un aire extraño y futurista.

La posesion insular de la que hablaba Timothy Mo no se parece ya en nada a lo que fue. Los dos lados de esa frontera artificial a las que son tan aficionados los ingleses, entre la China continental y Hong Kong ya no se parece a lo que fue. El tiempo ha diluido las fronteras, y ahora el golf une los dos territorios en un extraño mestizaje.




Nostalgia

La muerte, que nos iguala y nos olvida, trae imágenes de aquello que parecía perenne, de aquello que creíamos inamovible en su perfección. Lo estable, lo seguro, se tambalea con el mero paso del tiempo y el desgaste de esos precisos engranajes que marcaban un tiempo que creíamos feliz.

La muerte de Marella Agnelli en su villa de Turin ha sacado del fondo de los archivos imágenes de un tiempo que con todos sus recovecos parecía casi perfecto. Onduladas colinas en el norte Italia, bibliotecas en perfecto orden con salones decorados para decirnos que debíamos estar allí en ese momento o que nunca jamás llegaríamos a la perfecta conjunción de lujo y de cultura. Vestimentas elegantes de una sencillez sonrojante para quienes tratábamos de imitar esa descuidada elegancia...
El tiempo de ayer nos vuelve con sus caras todavía serenas, seguras de un mundo que podía abarcarse con una mirada o con un placentero viaje. El mundo era extenso pero comprensible. Hoy, el espacio se ha reducido, las distancias se acortan, las noticias vuelan, pero poco se comprende y menos aún se entiende. Nostalgia de un tiempo pasado, cierto, manejable.

El tiempo ha cambiado todo. Esa moda elegante y jovial ha dado paso a la decrepitud de familias distanciadas, peleas por pequeñas grandes ambiciones que rompen el encanto de ese mundo casi perfecto; armonía de la lluvia en los cristales, veranos que se prolongaban en una juventud que parecía eterna, parques infinitos delante de mansiones clásicas. Un orden que desaparece y se esfuma, como esas figuras que marcaron un tiempo. Otros ocuparán su lugar, vivirán sus vidas pero ya nada será igual.

El nuevo orden, la nueva fuerza que emerge fuera de los límites de la vieja Europa trae un aire nuevo.  Visten marcas de lujo con profusión de nuevos ricos, sin rastro de esa descuidad elegancia de ayer. Los coches lujosos proliferan, adquieren mansiones en París y en Londres, o viñedos en Toscan y Burdeos, pero por dentro nada es igual. Los bárbaros ya han llegado. Tantos años vigilando las al menas, y han entrado por la puerta grande, sin resistencia, invitados a comprar o a invertir, a ocupar viejas vidas con otros ojos, con otras costumbre.

El futuro ya está aquí, y con todos los defectos del pasado no es lo nuevo forzosamente mejor. Nostalgia de un tiempo, de un lugar, de ciertas certezas que se van.