Translate

Seguidores

martes, 31 de marzo de 2020

Amanece que no es poco


Cantón, 1 de abril de 2020.

Estamos acostumbrados a que al abrir el grifo el agua salga caliente o fría a voluntad, a que al apretar un interruptor se haga la luz, a que todas las mañanas el sol se levante por el este, y no como en la película “amanece que no es poco”, en cuya escena final el sol sale por el oeste y da ocasión al teniente de la guardia civil (Sazatornil), ESTO ES UN SINDIOS¡¡¡¡

Estamos acostumbrados a las certezas, a la protección, a la seguridad, al mañana, a los planes. De hecho esta es una de las características de los humanos, la capacidad de imaginar el futuro. No solo recordar el pasado y sacar lecciones de él (algunos, no todos), sino la capacidad de ordenar nuestras experiencias y contentar nuestras expectativas.

Y todo esto se ha puesto en cuestión con la crisis del covid19. Bueno todo no. De momento el sol sigue saliendo por el este, pero todo se andará. Lo que parecía cierto, lo que nos aseguraba una vida pacífica queda hoy en suspenso generando una desconfianza en las fuerzas de una sociedad que se puede decir que ha fallado al unísono al interpretar los ruidos de la naturaleza.

No sabemos a ciencia cierta cómo se transmitió el virus de los animales a los humanos. No sabemos sus pautas exactas de propagación y de mutación. En principio se comparó a una gripe, pero vemos que esto no puede ser cierto. Se pensó contra toda evidencia que con un factor Ro de propagación inferior a 3 no debería ser tan peligroso. Tardamos en descubrir que podía haber una transmisión humano a humano, y ahora nos dicen que ataca de manera diversa a las personas de acuerdo con su ADN. Las últimas investigaciones buscan cómo influye la secuencia de adn de cada persona en los efectos del avance del virus.

Incluso un médico granadino, especialista en enfermedades respiratorias envió un vídeo explicando por qué genéticamente este virus se ceba con especial ensañamiento en los italianos y en los españoles. Algo explicaba sobre nuestro sistema inmunológico y una exacerbada respuesta de nuestros paisanos a cualquier invasión de nuestro cuerpo.

Pero la realidad es que sabíamos y sabemos muy poco. Que las conferencias de prensa de los expertos han traído poca luz, y ahora, los sabios occidentales y todos los laboratorios que trabajan sobre este asunto, vuelven los ojos a las experiencias asiáticas que parecen haber sido exitosas. 
No hace muchos días, en China comenzaron a poner trabas al ingreso de personas provenientes de los llamados países más afectados por la epidemia (Hard hit ) y entre los primeros estaban Japón y Corea del Sur. Estos países que sufrieron en los primeros días él zarpazo del virus, con millones de turistas chinos durante las vacaciones del año nuevo, son ahora los modelos en los que mirarnos.

Se acabó el tiempo de las certezas y nos adentramos en territorio desconocido a pesar de toda nuestra suficiencia científica. Mientras el sol siga saliendo por el este nos quedará la esperanza de que Dios no nos ha abandonado.

domingo, 29 de marzo de 2020

El azar


Cantón, 30 de marzo de 2020.

El azar en los tiempos del virus ha querido que en circunstancias en las que es dificil discernir y tomar decisiones con conocimiento, en una de las más arriesgadas hayamos acertado. Cuando hace poco más de una semana sugerí a V. que podría volver a Cantón en un viaje largo y azaroso, no me atreví a reiterarlo, y dejamos así que el pensamiento que lleva a la decisión fuera concretándose como casi todo lo trascendental en esta vida, por un primer impulso, una corazonada que nos pone en manos del azar. Finalmente la decisión se reveló correcta y hoy, en medio de la zozobra y la incertidumbre que rodea el mundo, hemos encontrado un punto de referencia inmóvil entre tanto ajetreo.

Azar es posiblemente una de las palabras más bonitas y particulares de la lengua española. Viene del árabe, de flor, como azahar, y tiene un amplio contenido semántico difícilmente traducible a otras lenguas romances o a las anglosajonas provenientes de las viejas sagas islandesas que encandilaron a Borges.

Y fue Borges quien dio un sentido más panteístico al azar. En un poema de 1959 en memoria de Alfonso Reyes, comenzaba diciendo:

“El vago azar o las precisas leyes
Que rigen este  sueño, el universo...”
Y muchos años después en una de sus conferencias en el teatro Avenida de Buenos Aires en 1977 sobre la Divina Comedia señaló:

“Y el azar, salvo que no hay azar, salvo que lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad”

Esta causalidad desconocida  es la que nos está llevando por callejones desconocidos en el tratamiento de la pandemia. No hay camino conocido, no hay precedente señalado en este azaroso recorrido del virus por el mundo y actuamos casi a ciegas, tratando de adelantarnos a ese complejo mecanismo de la causalidad que nos resulta esquivo y ante el que algunas veces acertamos, como esos relojes parados que forzosamente dos veces al día aciertan con la hora exacta.

Y en tanto vamos encontrando esas precisas leyes del universo tratemos de paliar las consecuencias de este azote con inteligencia y esa buena voluntad que sale cuando somos conscientes que somos todos náufragos en la misma barca. (Creo que esto corresponde al sermón del papa Francisco ante la desolada y lluviosa plaza de San Pedro).


sábado, 28 de marzo de 2020

El plan Marshall


Cantón, 29 de marzo de 2020.

El 1 de marzo pasado, Silvio Berlusconi, presidente de Forza Italia convocó una rueda de prensa para a la luz de las dimensiones de la crisis epidémica en Italia, solicitar un plan Marshall europeo para salvar a Italia, tras lo cual tomó un helicóptero y se trasladó a una de sus residencias en Suiza.

No era la primera vez que lo pedía. Según el diario "il giornale ", en su edición de abril de 2011, Berlusconi cada vez que hay un problema, pide un plan Marshall. Lo hizo con la crisis financiera, con la crisis migratoria, con la crisis de 1993,,, y ahora de nuevo, la solución es un Plan Marshall.

Pero qué fue el plan Marshall. Fue el mayor esfuerzo de reconstrucción emprendido internacionalmente, y probablemente el único que tuvo éxito, pues permitió que esa ayuda otorgada por los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, no solo aliviara las necesidades más urgentes de un continente europeo devastado por la guerra, sino que permitió la recuperación de unas economías industriales que pusieron los cimientos de la prosperidad europea y posteriormente de la formación de la Unión Europea.

Detrás del plan Marshall estaban los Estados Unidos que aportaron los fondos necesarios, 14.000 millones de dólares de la época, y más importante, tenían la capacidad de producción necesaria para proveer de bienes de consumo y de equipo a los países europeos con una infraestructura demolida.
Así el Plan Marshall queda en la memoria como ese esfuerzo de cooperación conjunto exitoso que permitió a los países de Europa Occidental seguir la senda del libre mercado y de la democracia liberal, ante el avance del modelo soviético por el este.

Muchos años después, nos enfrentamos a otra catástrofe, la tercera o la cuarta en este corto siglo que comenzó con los atentados del 11 de septiembre y que ha visto cómo las guerras, el terrorismo, las migraciones y la crisis financiera hacían mella en las perspectivas de crecimiento y de bienestar de nuestros países. Si Europa, como parece va a salir de nuevo exhausta de esta prueba y necesita un gran programa de reconstrucción, a quién acudirá para financiar este plan Marshall?

Estados Unidos y China, países con un banco central propio y con capacidad de acción concertada ya han adelantado los estímulos que van a dar a sus economías. La Unión Europea, ese extraño animal político con patas de dragón, cuerpo de elefante y cabeza de caballo sigue discutiendo a día de hoy sobre el alcance de su propia ayuda, y deja ver en los primeros momentos las grietas de la insolidaridad, que llevará o bien a una iluminada decisión de caminar juntos hacia una unión más estrecha o a la ruptura y fragmentación.

Fuera de aquí, China se está destapando como el gran proveedor mundial. La mayoría del material médico mundial se fabrica aquí, y tras unas semanas de parada y de uso interno de los recursos, ha comenzado ya a distribuir todo su material por el mundo. Desde el primer momento se dispuso a ayudar a Italia en esa crisis que nosotros, ciegos y sordos no vimos. Después China ha prestado su ayuda y cooperación a España, Irán, Bélgica, Filipinas...etc. Y ahora se presta a ejercer su labor humanitaria y de envío de material médico, ya sea como donación o venta a todos los países del mundo. África, América Latina, Asia, Europa. Todos estamos comprando en China y todos necesitamos una cooperación gubernamental para estas compras y para los procedimientos de expedición.

Los gobernantes de todo el mundo vuelven sus ojos a China, y los chinos, sabedores de su capacidad y de la oportunidad que tienen han lanzado una diplomacia compasiva y colaboradora que abre esperanzas en los países en el ojo de la tormenta y que augura coaliciones futuras.

La fundación Alibaba a través de su fundador, Jack Ma lleva semanas enviando ayuda a todos y cada uno de los países afectados, mediante aviones cargados del material sanitario que se necesita con urgencia.Ayudó a Europa, incluso a Estados Unidos, y en los pasados cinco días ha distribuido ayuda a los 39 países africanos a través de un acuerdo con Ethiopian Airlines.

Entre tanto, leo que a finales de febrero Jeff Bezos el fundador de Amazon vendió una parte sustancial de sus acciones en el pico de la cotización poco antes del descalabro de las bolsas. 
Comenzamos el siglo chino.

viernes, 27 de marzo de 2020

El mundo de ayer


Cantón, 28 de marzo de 2020.

El mundo de ayer es un libro de Stefan Zweig que he perdido en dos ocasiones en aviones, pero que finalmente pude terminar con placer. Zweig, un judío austriaco, rememora en su libro ese tiempo perdido desde finales del siglo XIX hasta el comienzo de la I guerra Mundial, en el que la paz  y la seguridad parecían la norma en una Europa risueña. El auge de la cultura alemana y centroeuropea; todos los refinamientos del espíritu y del cuerpo que se prodigaban en esa maravillosa Viena de principios del siglo parecían los dones de un fin de la historia en el que el paraíso volvía a la tierra.
Y después, tragedias, guerras, éxodo. Todo agravado por la condición de judío, que pasa de ser un hombre cosmopolita a un prófugo errante en una Europa que le va cerrando fronteras y termina en una sórdida habitación de hotel en Río de Janeiro.

El tiempo de ayer, con sus rayos de sol reverberando en las ventanas de su última morada, con los ecos de la música vienesa refinada y alegre, con el recuerdo de esos rostros conocidos que se encontraban en los cafés y en los restaurantes donde una conversación culta era posible, es el tiempo de nuestros recuerdos, es el lugar de nuestro pasado que tratamos de recuperar para no decir que fue simplemente un sueño.

Ahora, en el encierro de cada casa, pasados los primeros días de alegre novedad, de búsqueda de nuevas rutinas, el mundo de ayer nos vuelve a la memoria como si fuera algo irreal, que nunca tuvo lugar. Un paseo por el Retiro, una tarde de lluvia en el museo del Prado (Falso pensamiento, pues en Madrid nunca llueve), la última cerveza en una terraza, o incluso el ruido de los coches al pasar por el bulevar nos parecen algo lejano y querido.

Cuando pensamos en el mundo de ayer no podemos evitar comparaciones y esa triste letanía de Jorge Manrique, según la cual, cualquiera tiempo pasado fue mejor. (También está la versión de les Luthiers, según la cual, cualquiera tiempo pasado fue anterior, lo que es más exacto en todo caso.) 

Esa sensación de pérdida, de haber desperdiciado los pedazos de libertad que dábamos por seguros nos lleva a un ejercicio de nostalgia y a un deseo de vuelta a la normalidad, que en este caso sí que es imprevisible. Estamos no ya en el tiempo de ayer ni en el mundo de mañana, sino en un presente continuo, en el que los planes se han detenido forzosamente para más de un tercio de la humanidad.

Es un buen tiempo para hacer memoria, para disfrutar de todo lo que hemos hecho, para sentirnos satisfechos de haber vivido bien y conforme a una regla moral más o menos compartida una buena parte de nuestra vida. No hacer mucho daño a los otros; procurar alguna alegría o satisfacción a quienes tenemos cerca, aceptarnos como somos y a ser posible acercar nuestros principios morales a ese imperativo categórico de Kant. Esto  puede ser un buen programa para nuestro encierro forzado o voluntario. Y después prepararnos para el mundo de mañana, para ese mundo que deberíamos afrontar con mayor humildad, con mayor armonía, pero que conociendo el alma humana insatisfecha y tozuda, me imagino que encararemos con los mismos prejuicios, con rencores de antaño y con esa miopía que a pesar de todo nos ha traído hasta aquí.

jueves, 26 de marzo de 2020

Epidemias, procesiones y...


Cantón, 27 de marzo de 2020.

Cuenta Gregorio de Tours en su historia de los Francos que allá por el año 489 la peste invadió el renqueante  imperio romano, en lo que se denominó la plaga de Justiniano, entonces emperador bizantino,
Con  la rapidez que permitían todavía en esos momentos las calzadas romanas y el traficado mar Mediterráneo, tardó poco en llegar a Roma, donde uno de los primeros muertos por la epidemia fue el papa Pelagio II, a quien sustituyó San Gregorio Magno, santo y doctor De la Iglesia.

Razonó San Gregorio, cuenta Gregorio de Tours que si la peste era un castigo de Dios, urgía rogar clemencia y a tal fin convocó una solemne procesión por una Roma desierta y en silencio para rogar por la pronta curación de su feligresía y por el fin de la plaga, pero las consecuencias no se hicieron esperar, y no en la dirección querida por el santo papa:
“A las tres de la tarde ingresaron a la iglesia todos los coros cantando salmos, entonando el Kyrie eleison por las calles de la ciudad. El diácono (Agiulf) que se encontraba presente alertó de. que mientras la gente rogaba sus súplicas al Señor, ocho individuos cayeron al suelo muertos.” 
La procesión papal terminó como debía terminar, con una propagación de la enfermedad entre todos aquellos que buscaban aplacar al señor con sus cánticos, y que terminaron sus días sin tiempo a confesar.

La versión de la Iglesia y la relación de los hechos del papado de San Gregorio es más amable, pues a pesar dela evidencia de los muertos, considera que la procesión cumplió su objetivo de ablandar al Señor, y cuenta que al cruzar un puente sobre el Tíber, el arcángel Miguel apareció sobre el domo del mausoleo de Adriano con un espada en su mano. Blandió la espada y así puso fin a la plaga. Y de paso dio nombre cristiano al fabuloso mausoleo de Adriano, bautizándolo como “Castel Sant Angelo”, tal y como lo conocemos  hoy en día.

También Manzoni en sus “ I promessi sposi” refiere otro caso similar:

“ Y he aquí que al día siguiente, cuando aún reinaba la presuntuosa confianza y en muchos la fanática seguridad de que la procesión debía haber cortado la peste, creció el número de muertos en cada barrio de la ciudad, tan excesiva y súbitamente, que pocos hubo que no encontrasen la causa de tan funesto aumento en la misma procesión...” 
Buscando el perdón de Dios se propagaba su castigo.

En nuestro tiempo, en los lugares donde a Dios se le ha dado por muerto, las procesiones compiten con otro tipo de demostraciones callejeras, que con el mismo fanatismo, con la misma fe y con igual desacierto congregan a multitudes en nuestras calles para clamar por la justicia, por  la paz o por cualquier causa que se estime conveniente. Pero procesiones y corteos, como en italiano se denomina a las manifestaciones, tienen en común que congregan a mucha gente en poco espacio. Que las personas enfervorizadas por su fe o por su ideología se abrazan, se besan, se tocan, con la alegría de quien comparte lo más preciado en la vida; las ideas, o la idea, y finalmente regresan a casa con el corazón henchido, la plegaria recitada y los ojos llorosos por haber formado durante unas horas parte de algo trascendente.

Y luego, en Roma, como en Milán, como en Madrid, en tiempos de la peste, el virus se ceba en los procesionantes y a no ser que aparezca en el horizonte un arcángel salvador y voluntarioso, la plaga aumentará sus estragos entre quienes habían salido a conjurarla.

miércoles, 25 de marzo de 2020

De vita beata


Cantón, 26 de marzo de 2020.

“... no sufrir, no escribir no pagar cuentas
Y vivir como un noble arruinado
Entre las ruinas de mi inteligencia.”
Gil de Biedma, (de vita beata)

Me asomo al balcón y veo los coches y las bicicletas que se dirigen al trabajo en la mañana húmeda de Cantón, mientras comienzo un tercer día de cuarentena en la ciudad que se despierta. Ahora soy una excepción en esta China que ha salido de la madriguera y vuelve a la labor mientras el mundo semana a semana se ha ido enclaustrando con unas medidas propias de la peste de 1348.

La discusión en China versa sobre cómo aprovechar la ventaja que han tomado en esta crisis pandémica. Primero en su generación y difusión, y posteriormente en su cura y recuperación. Ahora China nos lleva al menos dos meses de ventaja a todos los que sufrimos el zarpazo del virus, y mientras en todo el mundo los esfuerzos se dirigen a frenar la propagación, a tratar de evitar mayor número de muertes y a mantener el orden social golpeado por la anomia de las ciudades vacías y la falta de respeto a la muerte, aquí están preparando el futuro que nos viene.

Las grandes fábricas y las empresas tecnológicas han retomado su actividad con nuevo impulso, y ahora estimuladas por el conocimiento que han recolectado durante la crisis y por todas las aplicaciones que han desarrollado para combatir la enfermedad y para hacer realidad ese mundo de tele trabajo y de menores desplazamientos al que nos iremos acostumbrando.

Una de las startups de Shenzhen que estaba trabajando en una aplicación para ubicar a los clientes en los centros comerciales y así anticipar sus pautas de compra y de movimientos, adaptó esta tecnología para poder identificar a los enfermes del virus y trazar sus contactos previos, haciendo un mapa de la ciudad con todos los casos sospechosos, dando acceso a los usuarios a la información del contagio en cada ciudad.

El gigante de producción de coches y de baterías para vehículos BYD, (siglas en inglés de construyendo tus sueños...) ha reconvertido parte de sus fábricas para producir material médico y mascarillas para todo el mundo.

Huawei, la mayor compañía de aparatos móviles del mundo ha incrementado su inversión en I+D para lograr el desarrollo de un mundo de aplicaciones propias que compita con Google , de modo que pueda ser el nuevo standard mundial en aplicaciones móviles. Y para ello ha desarrollado todo tipo de aplicaciones para tele trabajo, salud a distancia, educación a distancia, etc. Su objetivo es no solo captar a los 845 millones de usuarios chinos de datos, sino incorporar a los más de 500 millones de chinos que todavía no tienen acceso a internet. Y después consolidar su peso en el mundo con unos medios de alta calidad capaces de competir con los occidentales.

Empezamos el siglo chino, o tal vez comenzó en el mismo año 2001, como la odisea. Y nosotros mientras tanto, trataremos de llevarlo con el estoicismo de Séneca y la contemplación feliz de Gil de Biedma.


lunes, 23 de marzo de 2020

El amor en los tiempos del cólera


Cantón, 24 de marzo de 2020.

Hoy ha llegado V. A Cantón. Después de una peripecia europea y continental, en medio de un éxodo que parece sacado de la descripción que hace Irene Nemirovski en la “Suite francesa” de la huída de París tras la invasión alemana. Finalmente la llegada ha sido más fácil de lo esperado y dejando atrás una tierra en llamas y en silencio, la paz de esta ciudad que despierta con la primavera le traerán el descanso y la distancia de la plaga.

Durante estos meses abría la mañana leyendo el South China Morning Post, el periódico de Hong Kong que da las noticias más relevantes sobre China, y que me permitía conocer la evolución de la peste en este país y su lenta y sinuosa propagación. Ahora debo comenzar con la prensa española, europea y norteamericana, pero la verdad, es que me falta coraje para encarar las noticias que te tocan de cerca y algunas mezquindades, por eso voy directamente a lo más ligero, antes a los deportes, pero ahora ya se han teñido de virus, y debo recurrir a la crónica negra.

Hoy esta sección de los periódicos abre con la decisión del jurado sobre el caso del asesinato de un guardia urbano de Barcelona, presumiblemente a manos de dos de sus colegas. Creo que ya escribí sobre ello en este blog o en algún otro lugar. 

Resumiendo, la guardia municipal de Barcelona, apellidada Peral, convivía con un novio también del cuerpo, llamado Rodríguez mientras mantenía una relación con un tercer Guardia urbano, llamado López.

El caso es que entre Peral, que llevaba un anillo de compromiso de cada uno de sus dos amantes en cada mano, decidió junto con López quitar de en medio a Rodríguez de la manera menos afectuosa pero más eficaz. Así que lo drogaron, lo mataron sin que se sepa cómo, pues después del asesinato lo metieron en un coche que calcinaron. Pues bien, después de dos años de juicios, en medio dela epidemia, no se sabe cómo la justicia ha decidido no descansar y el jurado, desafiando todas las reglas del distanciamiento y de la cuarentena ha emitido un veredicto ayer, declarando culpables a Peral y a López. 

He de reconocer que me fascinan estas historias de mujeres “malas”, capaces de manipular y de cometer los crímenes más aborrecibles en el tumulto de una pasión amorosa.. Hay otros que he seguido en la prensa, como el de la guapa enfermera de Alicante, Maje, o el de la madura novia de un desaparecido en Castro Urdiales cuya cabeza guardaba en una caja... Son casos que exceptúan a los hombres de la regla general de que los desórdenes psicóticos y violentos , los crímenes, la ruptura del orden moral se cometen siempre por varones, frente a mujeres pacíficas e indefensas. 

El orden moral y jurídico trata de imponerse en este momento de emergencia mundial por el coronavirus, como si tratara de prevalecer sobre el riesgo cierto de que en tiempos de la peste, la anomia y la autoridad sean desplazadas por el individualismo del sálvese quien pueda. Dice Tucídides, en la segunda parte de las guerras del Peloponeso que ante la certeza de la brevedad de la vida durante la peste, los hombres prescinden de la ley, y no se sienten atemorizados por el castigo de los gobernantes por incumplirla, pues saben que en situaciones excepcionales, la muerte por la enfermedad puede llegar antes que el castigo de los hombres.

Por ello, tal vez, este veredicto del jurado de Barcelona puede ser un recordatorio de que en nuestros días, en medio de la alarma, la ley sigue y debe seguir vigente.

domingo, 22 de marzo de 2020

Kapok


Cantón, 22 de marzo de 2020.

En marzo en Cantón florece el Kapok. Ese árbol de flores rojas y frutos medicinales al que llaman también el árbol de los héroes. Es un alto árbol que bordea los paseos de la ciudad de las flores y que anuncia la breve primavera de Cantón, que pronto se verá agostada por el sofocante calor del verano.

Hoy han florecido los Kapoks y los cantoneses salen a saludarlos tras el final de la reclusión. Hay en la mañana del domingo familias y paseantes que toman fotografías del estallido rojo de los Kapoks, y que parecen hacer un ejercicio de civilidad, como sus vecinos japoneses respecto a los almendros en flor.
La ciudad vuelve poco a poco a la normalidad y el buen clima anima el humor a medida que se va alejando el fantasma del virus. Los chinos, disciplinados han soportado casi dos meses de cuarentena sin necesidad de emplear un sistema intimidatorio, que existe, y con la paciencia y mansedumbre de quien está acostumbrado a varias calamidades por generación. El tiempo de penuria ha pasado, y ahora toca disfrutar del tiempo perdido, con paseos, celebraciones y una indisimulada alegría en el rostro detrás de la mascarilla.

Y ahora los otros somos nosotros. En las redes sociales de occidentales en China, se reproducen casos de cierta discriminación o más bien de temor hacia los extranjeros. Quienes vivimos en las zonas modernas de la ciudad, donde hay una presencia constante de expatriados esta situación se vive con menor intensidad, pero si te introduces en las zonas más autóctonas de la ciudad, se reproducen episodios de temor o de desconfianza. Es algo innato en situaciones de peligro, quién no cambia de acera cuando ve a alguien distinto en un lugar poco iluminado, y cuando el temor no viene de la posible agresión física, sino de esa sombra de contaminación que genera un halo de veneno, el temor se agranda y no sirve ni la mejor de las sonrisas para disiparlo. Así que aquí también cambian las tornas. Si los chistes y las bromas hace unas semanas eran sobre orientales que estornudaban en un centro comercial de Europa, ahora somos nosotros los que llevamos el estigma de la contaminación.

Habrá que habituarse a ello, porque ahora sí nos adentramos en el siglo chino. Si el siglo XX se llamó el siglo corto porque se considera que comenzó en realidad con la Primera Guerra Mundial, hoy tendremos que ir acostumbrándonos a este siglo que inició con el auge de la economía china y con su tirón sobre los mercados de materias primas y de productos agrícolas, a un siglo en el que la hegemonía no va a ser solo económica, sino también tecnológica y política. Allí tenemos las muestras de solidaridad y de compasión ante la crisis que otros no mostraron, y allí tenemos esa nueva vida recobrada tras la penuria. Esa voluntad de volver a vivir la alegría perdida en ciudades monótonas pero que dan cabida a esa legión que abandonó los campos y que hoy, convertidos en ciudadanos van dando muestras de una urbanidad nueva para ellos y menguante para nosotros.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Optimismo metafísico


Cantón, 19 de marzo de 2020.

Decíamos ayer... que el exceso de confianza, la soberbia o el optimismo infundado pueden dar lugar a resultados catastróficos en la gestión de una empresa, de una vida o de un país. Pero esto se refiere al optimismo como rasgo de la personalidad, al parecer anclado en la corteza cingulada anterior del cerebro, ese lugar de transición entre los elementos primitivos del cerebro que compartimos con otros mamíferos y la corteza frontal que nos hace diferentes e incluso en algunos casos racionales.

Hoy hablo del optimismo metafísico, como lo expresó Leibniz en su sistema filosófico en el siglo XVII. Se encontraba Leibniz en una Europa desgarrada por los conflictos religiosos, por las guerras entre los territorios que luego de Westfalia dieron lugar al concierto de naciones europeas, en las que en lugar del concierto predominaba la desconfianza y la agresión. 
En este contexto y partiendo de la filosofía racional de Descartes y del empirismo de Locke, Leibniz da un paso más hacia la “armonía de las mónadas”. Es decir de las múltiples almas que conforman el mundo y que solas no son nada.

Para Leibniz esta armonía debía llevar a un concierto mundial en el que predominara la colaboración para hacer un mundo mejor. Y esto no es por necesidad, sino por la propia esencia del mundo creado por Dios. Pues bien, si Dios tiene todos los atributos, como se aseguraba en la Europa del siglo XVII, y si entre sus atributos está el conocimiento, Dios tiene que conocer todos los mundos posibles. Y de todos esos mundos, por su propia naturaleza divina y bondadosa, solo pudo elegir el mejor mundo posible. De ahí que Leibniz nos trate de convencer de que vivimos en “el mejor de los mundos posibles”, después de haber descartado el resto. Éste es el principio del optimismo metafísico.

Optimismo metafísico que nos viene muy bien en los tiempos del cólera. Cuando cada uno mira por su lado, cuando en el fondo de nuestra alma luchan los principios de empatía y de solidaridad con el más profundo egoísmo y el afán de vénganza. Cuando la Europa del concierto de naciones que habíamos construido en el siglo XX parece haber dado la espalda a la realidad. absorta en su precioso mecanismo de relojería para uso exclusivo desde Bruselas. Cuando los tiempos malos nos han llegado a nosotros y nos vemos en la posición mendicante en la que tantas veces hemos visto a otros pueblos a los que hemos ido a socorrer en tiempos de tragedias.

Un poco de optimismo no nos vendría mal. Pensar que a pesar de los pesares, éste es el mejor mundo posible. No ya porque nosotros lo hayamos moldeado así, sino porque alguien, con un conocimiento absoluto ha podido observar por nosotros todas las alternativas y ha visto que ésta es sin duda la mejor. Que podemos seguir construyendo nuestro futuro sobre este mundo que no tiene alternativa y en el que podremos seguir desarrollando nuestras ilusiones y mezquindades.

De momento ya hay algún efecto positivo en tiempos de crisis para convencernos con Leibniz de que debemos ser optimistas en el sentido filosófico. Tras arduas deliberaciones, y con gran pesar de corazón, la asociación de radiotelevisión europea, ha decidido cancelar el festival de Eurovisión de este año. ¿Veis cómo este es el mejor mundo posible?.

lunes, 16 de marzo de 2020

Ahora una explicación psicológica


Cantón, 17 de marzo de 2020.

Dice Daniel Kahneman que el ser humano es irremisiblemente malo a la hora de tomar decisiones. En la mayoría de los casos estamos condicionados por los sesgos cognitivos que nos permiten circular por la vida sin tener que llevar a cabo un largo proceso de reflexión, pero también estamos condicionados por “el ruido”, es decir elementos externos aleatorios que hacen que en muchos casos nuestra respuesta a la misma pregunta sea distinta según las circunstancias en las que se haga; si es antes o después de comer; según el tiempo que haga; según nuestro estado de satisfacción personal en cada momento. Haciendo una comparación con un elemento cercano, nos dice que en el caso de una báscula de baño, el “sesgo”sería que la báscula esté trucada para marcar dos o tres quilos menos y así de modo permanente autoengañarnos en la toma del peso por la mañana. Sin embargo el “ruido”, sería algo más azaroso, por ejemplo, que la báscula marque un peso distinto según cómo pongamos los pies al pesarnos. Es decir que requiera una posición exacta para dar dos veces el mismo peso.

Las decisiones tomadas por los distintos gobiernos en los últimos días han venido marcadas tanto por los sesgos cognitivos como por el ruido del entorno, y como podemos comprobar tras unas semanas dentro de la crisis del corona virus, las decisiones tomadas difícilmente podrían ser más equivocadas. Desde la comparación del coronavirus a una gripe, a las estadísticas comparadas de muertes por otras causas, desde caídas de las escaleras a accidentes domésticos. Esta infravaloración del riesgo se ha reproducido por todo el mundo, afirmando una serie de tomas de decisiones tintadas de la más estrábica hemiplejia de la realidad. Nadie ha sabido alertar con suficiente fuerza o con suficiente persuasión de los daños que nos acechaban por el descuido o por la negligencia en la preparación de escenarios. 

Esto sucede a pesar del bombardeo de noticias sobre el coronavirus desde finales de enero en todos los medios de comunicación, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver. Los datos estaban delante de nosotros, el estilo de vida que nos gusta llevar es incompatible con la prudencia higiénica, y la arrogancia de nuestro mundo desarrollado nos ha precipitado a todos al fondo de la crisis.

Decía Kahneman hace unos años, que si tuviera una varita mágica, lo primero que haría desaparecer del mundo es el “exceso de confianza”. Esa actitud temeraria buena para los emprendedores, para los artistas o para los políticos, que descansa en una visión optimista del mundo y que lleva a despreciar el riesgo y el peligro. Este optimismo y este valor hace avanzar a la sociedad, sin duda, el riesgo nos ha dado las obras maestras del arte y ha permitido triunfar a los negocios más inverosímiles, pero ese optimismo indocumentado o irresponsable puede llevar también a decisiones calamitosas para la mayoría de la población.

Con optimismo, con autosuficiencia podemos pensarnos invulnerables al fracaso o al dolor, pero esto que puede ser una opción personal arriesgada y más o menos equivocada, en el plano político puede causar estragos. La decisión de seguir adelante con manifestaciones deportivas masivas cuando hay una alerta alta de contagio puede entrar dentro del sesgo “pane et circenses”. El empeño en celebrar una elecciones locales a pesar de toda evidencia de contagio sería un sesgo de superioridad democrática, la convocatoria de una manifestación masiva por el día de la mujer cuando la curva de crecimiento de la infección pasaba de una progresión aritmética a otra geométrica no se puede deber más que a un sesgo ideológico acérrimo. Y con tanto sesgo y tan poca visión, preferimos ver solo con un ojo y cerrar el otro tentando a la suerte.

Pero si a los sesgos que llevamos incorporados en nuestro pensamiento añadimos el ruido ambiente, si vemos que en los primeros días no ocurre nada, que el afán celebratorio de fiestas, eventos deportivos, vacaciones está en el ambiente, si a la hora de tomar decisiones este ruido azaroso y aleatorio nos va permeando hasta hacernos insensibles a los datos de la realidad, el cóctel está servido para el fracaso.
Dice Kahneman que “la inclinación natural a exagerar nuestros talentos se complica en mayor grado con la tendencia a percibir de manera errónea las causas de los acontecimientos. El patrón típico de estos errores de atribución consiste en asignarse el mérito de los resultados positivos y arrogar los negativos a factores externos.”
Por eso no es de extrañar que el mejor amigo del hombre no sea el perro, sino el chivo. El chivo expiatorio.

Cómo hemos podido llegar a esto


Cantón, 16 de marzo de 2020.


Cuentan que a Juan Belmonte, el pasmo de Triana, uno de los mejores matadores de la historia del toreo le preguntaron una vez cómo era posible que una persona que había sido banderillero suyo, hubiera llegado a ocupar el puesto de gobernador civil de Huelva, a lo que respondió Belmonte, lacónico,
“Degenerando, degenerando”.

Esta anécdota, cierta o apócrifa , da cuenta del momento actual en el que ante la mayor crisis de este siglo, nos encontramos sumidos en el desconcierto y con una sensación de que todo ha degenerado con rapidez. Pero como todo, esta crisis también tiene su explicación de cómo hemos llegado a esto.
En China hoy parece que la crisis ha pasado y que los casos nuevos de coronavirus declarados están en veinte, de los cuales dieciséis son importados, es decir personas que han vuelto a China con el virus incorporado. Y los otros cuatro casos autóctonos son todos de la provincia de Hubei, es decir, la zona cero de la epidemia desde donde se expandió por todo el mundo.

La explicación a toro pasado parece lógica, y la falta de actuación y de prevención alarmante. Cuando el virus se comienza a extender por la ciudad de Wuhan a finales de diciembre del año pasado se le prestó poca atención, por negligencia o por cálculo interesado para no aguar la fiesta. Cuando la propagación se hizo inocultable, los dirigentes chinos mantuvieron sus consultas a cencerros tapados, para decidir con inmediatez y por sorpresa la batería de medidas a adoptar. La principal, el aislamiento de la ciudad de Wuhan y posteriormente otras ciudades de la provincia. A esto se fueron añadiendo prohibiciones de viaje y de actividades que llevaron prácticamente al cierre del país.

Entre tanto, calculo que los consulados europeos en China expidieron más de 300.000 visados de turismo durante los meses de diciembre y enero para personas que viajarían a Europa alrededor del año nuevo chino. Esto supone que con la epidemia desatad en la provincia de Hubei, más de 300.000 chinos viajaron a la Europa sin fronteras de Schengen, donde algunos supercontagiadores fueron expandiendo el virus sin control.

A la llegada a nuestros países no había ningún tipo de control de pasajeros, ni siquiera la medición de la temperatura, por lo que con toda probabilidad el virus se fue extendiendo subrepticiamente por todos los rincones de Europa aprovechando la facilidad de movimientos que otorga el espacio Schengen. Entre tanto en Europa no había ninguna autoridad en Bruselas a cargo de la epidemia, o no la había al menos de modo claro y decidido, por lo que en un espacio común sin fronteras , no había una Autoridad común ni políticas comunes que aplicar.

Mientras en China desarrollaban este cierre del país con medidas extremas, en Europa íbamos degenerando de la política de puertas abiertas, a la idea de no discriminación y al uso de frases huecas que escondían la falta de valoración de la crisis.

Nuestra idea de seguridad y de confianza en un sistema y en unos servicios públicos desconocidos en el resto del mundo hicieron el resto. Confianza, desprecio de los datos, soberbia incluso entre los científicos más respetados y una sociedad que desde los tiempos de Belmonte va degenerando, nos han llevado a las puertas de esta crisis sin defensas y perplejos.

Así se contará la historia, aunque como todas las historias tristes pudo haber tenido otro desarrollo.
Ahora es el momento de las soluciones, de la responsabilidad que no tuvimos antes para salir de este atolladero, y sabemos que hay fórmulas que funcionan. Veamos si frenamos esta degeneración con espíritu alto y con voluntad de actuar como una Europa unida más allá de la retórica.

sábado, 14 de marzo de 2020

Pasatiempos


Cantón, 14 de marzo de 2014.

Terminada la temporada de los bares y de las terrazas, comienza la clausura que tanto promovía la iglesia católica como bálsamo del alma.
Tiempo habrá para buscar las causas, las responsabilidades o simplemente para recapacitar sobre todo lo que hicimos en nuestra inconsciencia. Hoy es tiempo de cuaresma y este año la vamos a cumplir con creces. Por ello, ante todo no hay que desesperar. Los países cálidos, mediterráneos o como nos queramos clasificar tenemos una irreprimible tendencia al exterior, a estar afuera y además acompañados, por lo que con la entrada de la primavera tendremos que reprimir nuestros instintos más básicos para adecuarnos a una situación que se nos impone y no va a ser sencilla.

Por mi experiencia reciente puedo constatar que no se hunde el mundo, y que es un tiempo que sirve para buscar en nuestro interior algunas de las cosas que habíamos perdido o que nunca llegamos a conocer. Por ello me permito en este blog, en los días más oscuros que nos toca vivir a los europeos unas breves reglas de conducta para hacer más llevadero el tiempo en casa.

1.- Lectura de las noticias. No hay que envenenarse mucho con las noticias nefastas que nos van a llegar por todos los canales posibles. Es bueno hacer una lectura de los periódicos o páginas web al despertar. Podemos seguir el rastro dela epidemia, su voraz apetito de vidas y de salud, pero es mejor hacerlo con gráficos y números en alguna de las páginas denominadas “coronavirus”. Podremos ver cómo estamos en el ranking y si finalmente logramos entrar en el podio dela enfermedad con China e Italia, o si nos adelanta alguien en esta alocada carrera.

2.- Después de las noticias, viene la opinión. Aquí va a haber opinadores de todos los gustos y de todos los rincones. Si nos encontramos un poco deprimidos o bajos de defensas, lo mejor es ir a lo seguro, elegir nuestra cadena de radio o de televisión habitual y alimentarnos con lo que queremos escuchar. Mantenernos en la trinchera de nuestras creencias y no aventurarnos fuera de ellas, no vayamos a encontrar algo que no nos gusta y profundicemos nuestro bajo estado de ánimo.
Pero si por el contrario estamos rebosantes de salud y de energía, no estaría de más aventurarnos en otro tipo de lecturas o de audios. Tal vez salgamos del pensamiento mágico que nos ha conducido hasta aquí a base de eslóganes y de prejuicios vacíos.

3.- Un poco de ejercicio es fundamental. Si hay autorización para salir a la calle, es bueno realizar un buen ejercicio al aire libre que recarga las pilas y exuda dopamina para hacer frente al día. Aquí tuve la suerte de que nadie salía a la calle y el parque junto al río estaba vacío, con lo que pude mejorar en pocos días mi estado de forma con un ejercicio diario y sistemático. Si el encierro es en casa, hay multitud de tablas de gimnasia en internet dispuestas a ayudarnos en este empeño. Los hay divertidos y como tenemos tiempo, los podemos hacer de modo preciso.

4.- La lectura no debe ser muy exigente, alguna novela, algún ensayo, pero que no tenga que ver con la enfermedad ni con la depresión.Mejor un poco de novela negra, o si estamos con ganas un clásico. Os recomiendo para los hombres “Guerra y Paz” y para las mujeres “Anna Karenina”, pero puedes leer cualquier cosa de Stendhal, Balzac, Cervantes, Borges o Shakespeare. La poesía también está muy bien, y lo mejor es volver a los clásicos. Quevedo, Lope, Calderón. No os van a decepcionar.

5.- La música tiene su gran momento, Spotify es el mejor compañero de la soledad. Se puede escuchar lo que te gustó, aventurarte a nuevos sonidos, o regalar a los amigos con una playlist que contenga tus recuerdos e impresiones. En la soledad de la clausura, cada canción tiene un olor, una ocasión en la que la escuchaste, alguien con quien la compartiste. Es el hilo invisible de la vida a través de la música.
Para los amantes de la ópera es el momento de empezar a escuchar con paciencia y curiosidad esas Largs sesiones que siempre nos saltamos para ir a las arias más bonitas. Es un buen momento para preparar una ópera y conocer su complejidad. Se pueden ver en YouTube, y hay muy buenos cursos en EDX. 
Ya sabéis que soy un aficionado a los cursos online. Ánimo, nos queda un universo por descubrir.
Coursera, EDX, MiriadaX. Todo está nuestro alcance y podemos salir del virus un poco más sabios.

6.- El mundo audiovisual es el pasatiempo favorito. No requiere gran esfuerzo y ayuda a pasar el tiempo. Se pueden volver a ver series antiguas, Los soprano o Downtown abbey me parecen de las más adecuadas para tiempos de cólera. Pero aquí la elección es infinita y muy personal.

7..- Y finalmente algo de sexo. Quien esté en pareja, lo mejor es dejar de lamentarse, de recriminarse y de dejarse llevar por la molicie o la rutina. Cada día que pasa nos quedan menos oportunidades, por lo que hay que pillarlas al vuelo, y al fin y al cabo eso es lo que hacían los del Decameron que huyeron de la peste de Florencia, holgarse mientras pudieron.

Si se está solo, nunca hay que olvidar el amor propio. Pronto descubriremos que somos lo que más queremos y que todo nos pasa por ser todos algo onanistas.


viernes, 13 de marzo de 2020

Un rayo de sol


Cantón, 13 de marzo de 2014.

En medio de una tormenta cuesta imaginar el sol que sale cada mañana. Cuando estamos en el ojo del huracán el pasado y el futuro no existen, vagamente el hoy, el ahora se nos presenta como toda representación de la realidad. En unas pocas horas hemos olvidado las angustias del ayer, las esperanzas del mañana para centrarnos en el punzante dolor del hoy. El cambio en las rutinas, el rumor que se pierde en el confín de la ciudad, las calles vacías, los planes cancelados, nos van introduciendo en una realidad que pensamos eterna, es decir, sin principio ni final.
Pero el sol sale tozudamente cada día, y sus rayos tarde o temprano nos alcanzarán. La vuelta a la normalidad en Cantón hace que nuestra memoria vea con suspicacia los recuerdos de la cuarentena. Cuesta recordar cómo era todo cuando el tiempo se había suspendido sobre China. Y ahora, todo vuelve. Los restaurantes, las comidas, los paseos. Con más precaución, siempre con la máscara puesta y con los controles de temperatura dispuestos en cualquier esquina. Pero la vida ha vuelto y seguramente tendremos que incorporar a nuestra normalidad las nuevas normas de comportamiento que ayer nos hacían reír y hoy nos acompañan y nos protegen.

En medio de la zozobra de los días inmóviles es lógico preguntarse qué fue lo que anduvo mal. Por qué nos creímos semidioses exentos de la enfermedad y del dolor. Cómo la superioridad del mundo occidental nos hizo pensar que la tecnología, el bienestar y el colchón de seguridad del Estado nos iba a privar de la prueba del virus. La mayoría se creyó diferente. Pero también es cierto, que pensando en lo lejano y en lo ajeno, no nos dimos cuenta que participamos en la misma cadena mundial.

 La globalización existe desde hace años y hace nuestra vida más cómoda y más poderosa. Podemos hacer cosas inimaginables hace unos años. Los viajes antes reservados para los más ricos o para los aventureros son hoy una necesidad básica para cualquier persona en nuestros países. Y sin embargo, debemos convivir con las consecuencias no queridas de este mundo cada vez más pequeño. Y lo malo es que no queremos reconocer los defectos de este esquema que nos ha dado tanta alegría y conocimiento. Nos cuesta aceptar la realidad, y nos la vamos a topar cada día ante nuestras narices.

El sueño europeo se pone a prueba cada día. Un diseño imperfecto, de fronteras abiertas, de libre circulación de personas, de mercancías, de capitales pero con políticas nacionales diversas, nos ha hecho más vulnerables en estos días. Las personas han circulado sin control durante semanas por el espacio europeo, y ahora, en China, donde saben lo que han hecho imponen controles estrictos a todo el que llega del extranjero. Vamos hacia un mundo de fronteras, de limitaciones, de sospecha. Pero ya sabemos que siempre que llueve escampa. Pero entre tanto, es buenollevar un buen impermeable.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Tiempo suspendido.


Cantón, 12 de marzo de 2013.

Me decía hace muchos años un amigo argentino, cónsul honorario de un país europeo, que la diferencia entre un diplomático extranjero en un país y un natural de ese país, es como la de quien va a un espectáculo de circo con leones. El diplomático extranjero sería el espectador, en tanto que el nacional ocuparía el puesto del domador. 
En efecto, nos es bastante fácil analizar lo que ocurre en un país, ver las variantes de un problema, las soluciones aplicables y aplicadas, y al final esbozar una sonrisa condescendiente ante los errores cometidos por los otros, que al fin y al cabo nos afectan poco. Pero cuando se trata de lo nuestro, de una de las tantas catástrofes que se pueden dar hoy en cualquier país, la mirada es mucho más subjetiva, ya no hay lugar para la sonrisa o para la ironía. Nos duele lo que ocurre. Nos duelen las circunstancias y el tiempo perdido. Nos duele la imprevisión y la ignorancia, o la estúpida astucia de algunos. El tiempo cambia de lado y de perfil nos permite ver los errores innecesarios y la dolorosa veleidad de los humores que nos hacen pasar del no pasa nada a la más agitada impaciencia.

El tiempo parece suspendido. Aquí, las formas van tomando su natural ritmo, y la vuelta a los trabajos y a las actividades diarias se produce sin dejar de lado las rutinas de prevención que hemos ido aprendiendo durante las semanas de la crisis. Una de ellas es la de tratar de mantener el aislamiento a la hora de comer. En la cantina de las fábricas se han instalado pequeños confesionarios donde cada uno puede comer a resguardo del otro. Y así mil pequeños detalles que ayudan a perder poco a poco de vista los días de silencio y de vacío que hemos pasado.

Nosotros, tras la perplejidad de lo inesperado y esperable, vamos aceptando poco a poco las nuevas condiciones de aislamiento. Como quien entra a una cárcel incrédulo de que le pueda tocar a él ese trance y al principio se rebela contra cualquier limitación de su libertad, hasta que se da cuenta de que se trata de eso, de limitar drásticamente su libertad.
Hoy vemos cómo cierran asilos, mañana guarderías y centros educativos, después museos, cines, estadios, gimnasios, y por fin restaurantes y bares. Son pequeñas pérdidas cuya ausencia sentiremos incesantemente, pero que vamos aceptando con resignación callada, a medida que vemos que lo inevitable nos está sucediendo ya.

Y nos preguntamos vanamente, ¿Por qué a mi?¿ Por qué ahora? Por qué debo aceptarlo? y sobre todo, ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Piensa. Reflexiona y lo averiguarás.

Ideología


Cantón, 11 de marzo de 2020.

“Aquí hay mucha ideología, y la ideología no se come”, me decía Ampiño, mi veterano caddy en la soledad del campo de golf de La Habana. Ampiño murió, pero la ideología sigue, y nubla nuestro entendimiento a la hora de ordenar el caos del mundo.
La epidemia del covid19 va a poner en duda muchas cosas y va a venir determinada por los sesgos ideológicos a la hora de emprender acciones que son difíciles de aceptar en nuestra acomodada vida sin peligros.

Ayer el presidente chino visitó la ciudad de Wuhan. ¿Puede ser esto el anuncio del fin de la epidemia en China?. Si no el fin, sí que se puede decir que la visita señala el triunfo en esta batalla que muchos chinos han comparado en las redes sociales a una guerra. Los gritos de ánimo, las muestras de apoyo, la retórica guerrera han llevado a esta sociedad a una imagen de guerra contra el virus, que necesitaba de la imagen del triunfo en la forma de una visita al campo de batalla ya conquistado y con el enemigo huyendo hacia occidente, donde encontrará refugio por unos meses.

Las ideologías se enfrentarán a la hora de buscar solución a esta plaga. Lo que ha funcionado en China no sabemos si llegará a funcionar fuera, y si nuestras sociedades van a aceptar estos sacrificios con la misma docilidad con la que lo ha hecho la sociedad china.

Además de la influencia de la ideología a la hora de afrontar la crisis y de comprobar qué sistema político es más adecuado para afrontar una des estas crisis a las que vamos tener que acostumbrarnos. La limitación de las libertades y la opacidad de la política pueden tener consecuencias muy negativas a la hora de responder a una crisis, ya que la verdad se hace esquiva, y el deseo de agradar al jefe prevalece sobre la información veraz en los primeros momentos de la emergencia, pero por otro lado, esta falta de discusión y este control de los medios hace también más fácil la imposición de medidas dolorosas que de otro modo serían discutidas y retardadas.

Vamos a asistir en las próximas semanas a una continua comparación sobre las medidas adoptadas, sobre los límites a la libertad individual, sobre la privacidad de los datos y sobre la responsabilidad de los ciudadanos ante una situación que pocas veces se vive de una manera tan global y determinante en el curso de una vida.

Pero la ideología no solo va a enfrentar a sistemas distintos y tan alejados como occidente y oriente. En el seno de nuestros países vamos a ver cómo tras unas semanas de tregua expectante las formas de ver las cosas van cambiando según el color del cristal con el que se mira. ¿Se debería haber reaccionado antes o era lícito esperar y ver cómo evolucionaba el resto del mundo?. ¿Era ingenuo pensar que igual que han circulado sin control personas que venían de los focos del virus durante semanas y aun meses, no iba a circular de tapadillo el microbio que nos está uniendo en la desgracia?.
¿Se puede pensar que la Ciencia era incapaz de predecir que si una enfermedad era capaz de infectar a un país de dimensiones continentales en cuestión de semanas no se iba a expandir por la Europa sin fronteras con la misma velocidad?

Nos hemos centrado tanto en los esfuerzos descomunales de China en la lucha contra el virus que parece que hemos olvidado su carácter insidioso y viajero, y que el virus no conoce de inmunidades diplomáticas ni de ideologías; está entre nosotros, nos amenaza, nos atemoriza nos va a cambiar la vida, y no precisamente para bien.


lunes, 9 de marzo de 2020

La felicidad ja, ja, ja, ja


Cantón, 9 de marzo de 2020.

Jared Diamond popularizó hace unos años el denominado “principio de Anna Karenina”, según el cual una deficiencia en cualquiera de los elementos necesarios para el desarrollo de un proyecto hace que el proyecto entero  fracase. Aplicado esto a la teoría de la evolución resulta que solo hay una forma de que las cosas salgan bien y de llegar a convertirnos en la especie elegida. Esta sugerente denominación viene del comienzo de la novela Anna Karenina, cuyo inicio es también principio, “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.”

Esta amplia posibilidad de terminar en un fracaso cuando cualquiera de los elementos necesarios para su consecución falla, nos lleva a las mil formas de afrontar esta epidemia, que ya va camino de pandemia, en la que cada cual aplica su manual, pero por ahora solo hay uno que ciertamente parece que está funcionando.

No sé si la felicidad se habrá conseguido en China por este tortuoso camino de enclaustramiento y de sacrificio, pero se puede ver ya, cómo la gente comienza a besarse sin temor al contagio del virus, como en esta foto de una pareja tomada durante un paseo dominical en la isla de Shamian, en Cantón.
Hay muchas formas de ver las cosas, y como casi siempre, nuestra visión coincide de modo sorprendentemente fiel con nuestra ideología. La apertura o cierre de fronteras, el mayor o menor control de la población, la mayor o menor rigidez en la aplicación de la ley se verán siempre tamizadas por la visión del mundo que tenemos.

Una de las ideas que me ronda la cabeza desde el comienzo de la crisis es la de si este aldabonazo a la confianza mundial no traerá consecuencias duraderas en la forma de producir y de comerciar, y cómo se podrá mantener la confianza en el futuro en este mundo de consumo cuando un enemigo microscópico es capaz de poner en duda el gigantesco movimiento de la globalización.

Una de las apuestas que siempre aparecen en este contexto, vinculadas a la manoseada idea de la “sostenibilidad”, es la del decrecimiento feliz. Es decir vivir con menos para ser más felices. Se ha producido abundante literatura al respecto, tanto desde movimientos ecologistas y alternativos como desde la “academia económica” de Estados Unidos y Europa. Sería ahora un buen momento para iniciar esta senda de vivir con menos, de rechazar que el crecimiento sea el cimiento de la prosperidad, y ya hay en Italia un movimiento con este nombre, “La decrescita felice “, que parece ser la denominación original del término, traducida con mayor o menor acierto al inglés “degrowth “ o “decroissance “ en Francés. Pero me quedo con el término italiano, que suaviza el dolor de perder unos puntos de crecimiento del PIB con la promesa inicial de la felicidad.
Podemos caer en esa tentación, en esa suficiencia feliz, pero me temo que aquí no están por la labor. Los chinos no paran, siguen trabajando desde casa o acudiendo a las oficinas reabiertas. Compran y venden y aprovechan este parón para ir imaginando la economía del futuro que para ellos pasa por el crecimiento, así que al menos en esta parte del mundo parece que la felicidad seguirá unida al crecimiento económico a pesar del corona virus
.
Ah... y ayer por la mañana, al salir de casa vi la mejor forma que tienen en mi barrio de celebrar el día internacional de la mujer. Al pasar por delante de la puerta del garaje, un Ferrari rojo me detuvo con el rugido de su motor, conducido con una de mis elegantes vecinas chinas.

sábado, 7 de marzo de 2020

Y si fuera cierto


Cantón, 8 de marzo de 2020.

Escribo en la paz  de una terraza con vistas al río y con un aire limpio com viene siendo habitual en los últimos meses. La placidez de la tarde ayuda a pensar un poco más allá de lo evidente. Un poco más lejos de las noticias diarias que nos hablan de la extensión del virus por el mundo, de lo poco preparados que estamos para lo desconocido, si bien en este caso ya no se puede decir ante lo inesperado, pues el virus se debería haber esperado desde que desató su furiosa carrera.
Pensemos en sus repercusiones futuras. De momento vemos la caída de las bolsas, de la bajada del consumo, del temor a los viajes y de la puesta en jaque de todo ese mundo de los servicios en que vivimos. Pero vayamos un poco más allá. Cómo se desarrollarán las relaciones entre el este y el oeste a partir de este momento?.

Ian Morris dedica un documentado libro a buscar una explicación del éxito de occidente frente al retraso del Oriente a lo largo de la historia. Titula Morris su libro “Why the west rules... for now?”. O por qué el Occidente manda... por ahora. Hace un análisis exhaustivo de las condiciones del éxito social a través de unos parámetros que tratan de objetivar lo que se puede denominar “desarrollo social” a lo largo de la historia, desde los primeros homínidos que abandonaron la sabana africana. A lo largo de muchas páginas desgrana cómo esta relación de poder se va modificando a lo largo de los siglos, y da una explicación de por qué especialmente en los últimos dos siglos la sociedad occidental ha sido más exitosa. Pero en este nuevo siglo las cosas comenzaron ya a cambiar de modo sorprendente con el ascenso de una China unida, emergente y decidida que lideró el ascenso de oriente en los tiempos de la globalización. Esta pujanza está con certeza detrás de la denominada guerra comercial con los Estados Unidos, y de muchas delas disputas de los últimos años, que van más allá de lo comercial o de lo tradicional y que han venido poniendo en cuestión el liderazgo en la era digital.

Sobre esta disputa es sobre la que hay que contrastar los efectos de la crisis del coronavirus. Se habla del “cisne negro”, con una de esas expresiones de gran simbolismo que nos permiten hacer sencillo lo complejo, pero que tiene una gran aceptación cuando queremos ver cómo algo inesperado, indeseado puede cambiar los términos del poder mundial.

Y ya hemos llegado a la fase mundial de la epidemia. Ya no se trata solo de la compasión hacia la China sufriente de una catástrofe bíblica, sino la reacción del mundo ante una catástrofe sanitaria que, como la muerte, tiende a igualarnos ante el infortunio.
Después de mucho especular sobre las consecuencias económicas del coronavirus en China y en sus vecinos, vemos cómo están en el aire los próximos Juegos Olímpicos en Japón, cómo los congresos y el turismo se van deprimiendo día tras día, cómo los aeropuertos están habitados por personal médico en traje de extraterrestres, y cómo las previsiones de futuro se hacen sobre la base de datos  cada vez más inciertos. Y ahora ya no es solo la China centralista y autoritaria la que tiene problemas para gestionar una crisis, que por mucho que queramos considerar inesperada está en la genética de la historia de la humanidad.
¿Y si fuera cierto, que ahora el Oriente sobrepasa a Occidente? ¿Y si lo que tratábamos de evitar se hace presente con todas sus consecuencias?. Esta será la cuestión al que tendremos que buscar respuesta en las próximas semanas. 
Y entre tanto, nos reunimos con algunos empresarios detrás de las mascarillas para aventurar hipótesis y comprobar datos de pedidos, de logística, de producción, que en los tiempos de la globalización van más allá de un solo país.

viernes, 6 de marzo de 2020

Cosas de chinos


Cantón 6 de marzo de 2020.

Cosas de chinos. Durante semanas la crisis del covid19 han sido para el resto del mundo cosas de chinos. Mercados donde se venden animales salvajes de todo tipo, ritos y costumbres gastronómicas que oscilan entre lo exótico y lo repugnante. Difusión de una infección con dimensiones chinas, es decir enormes. Capacidad para cerrar durante 46 días una provincia de más de 80 millones de habitantes a cal y canto. Capacidad para construir dos hospitales en poco más de diez días. Personas que o bien no salen de casa o lo hacen con mascarillas de todo tipo, profesionales o de fantasía.
En fin, cosas de chinos, mientras no veíamos que el virus viaja más rápido y más silencioso que nosotros. Cuando se comenzaron a ver los efectos de la clausura en China, el bicho estaba entre nosotros. No valió el cierre de vuelos en algunos países ni los leves controles de salud que se hicieron.
 
En muchos países europeos, aun hoy , no hay ningún tipo de control de viajeros, lo que no sabemos si es bueno o malo. Lo cierto es que el virus ya está por todas partes, y si ben no tiene una alta incidencia entre la población sana, es un incómodo visitante que de momento ha hecho tambalear a la economía mundial. Y si seguimos la pauta de lo que pasó en China, esto no ha hecho más que empezar.

En este juego de las siete y media, tan importante es no pasarse como llegar. Y oscilando entre la temeraria pasividad tranquila y la loca histeria, todavía no sabemos cómo se va a encarar esta enfermedad que ya es mundial.

 La paradoja es que China ahora está haciendo los controles de entrada al país que no hacemos en otros lugares, y las sospechas recaen sobre los que somos distintos y podemos haber traído el virus de vuelta desde nuestros países. Ayer se detectó el segundo caso de virus importado en China. Una mujer china, que viajó a España a comienzos de enero y ahora, al regresar ha traído en su equipaje el coronavirus. Y lo malo es que es una persona de mi demarcación, por lo que forzosamente le tuvimos que dar un visado hace unos meses para que viajara a España.

Entre tanto aquí la fabricación de mascarillas y de material sanitario avanza a toda velocidad, y la paradoja es que lo que antes escaseaba y pedían del resto del mundo, en unos días los chinos estarán en condiciones de exportar a los países ávidos de mascarillas. Y aquí también entra la investigación. Acaban de patentar una mascarilla que solo cubre la nariz para permitir al personal sanitario comer y beber durante sus interminables guardias,, manteniendo al menos una parte de la cara segura. No es una broma, es una de las múltiples invenciones que van a quedar con nosotros cuando pase la peste.

miércoles, 4 de marzo de 2020

La vida al final del virus


Cantón, 5 de marzo de 2020.

Como las letras de tantos boleros, al final parece que las tornas están cambiando, quien antes reía ahora llora y el virus sigue sigiloso su alocada carrera por el mundo.
Cuando ya hemos pasado el ansiado “pico” de la enfermedad y apenas se registran nuevos casos de infecciones en todo el país, excepto en ese agujero negro denominado Wuhan, las medidas de protección, no solo no han desaparecido, sino que se incrementan.
Ahora el peligro viene de afuera. Lo que antes era estigma o racismo contra los ciudadanos chinos que viajaban por el mundo y que eran evitados o caricaturizados por ser probables transmisores del virus, ahora lo que ocurre con los occidentales en China se puede considerar precaución o prevención.
El peligro ya llega de afuera y en buena lógica, tras el enorme esfuerzo realizado para evitar el contagio durante un mes y medio de práctico aislamiento, nadie quiere que el bicho vuelva a entrar en la casa por la puerta trasera. Así, las ya reducidas frecuencias aéreas que conectaban el país con el exterior se han ido reduciendo y los controles de entrada ya hablan de viajeros procedentes de países de alto riesgo. A todos se les controla y a algunos se les impone una cuarentena forzosa dependiendo del país de origen. Es decir, que esto se complica para todos a medida que las contradicciones y las restricciones van llegando al resto del mundo.

Por las mañanas, la primera lectura ya no es la de la prensa local para conocer el avance de la enfermedad, sino la de la europea para saber cómo reaccionamos a esta nueva plaga. Ahora las lecciones ya no vienen de occidente a oriente, sino al contrario, y no faltan imitadores de aquel maestro Ciruela, que sin saber leer puso escuela. Parece que al fin y al cabo la ciencia médica no entra dentro de la categoría de las ciencias exactas. 

Es más, el periódico el mundo, ha comenzado a imitarme y ha publicado un artículo hoy sobre literatura y peste, en el que recurre a varios de los ejemplos que di, y me recuerda que olvidé hacer referencia a la muerte en Venecia de Thomas Mann.
Al final será cierto que no somos tan distintos, que desde que el homo erectus pasó a homo sapiens, nos comportamos más o menos de la misma forma, y hacemos avanzar a la humanidad por medio de lo que Ian Morris señala como los vectores que han movilizado el progreso de la humanidad, es decir a través de personas perezosas, cobardes y avariciosas que han logrado perfeccionar el mundo para hacerlo más cómodo, más seguro y más rico.

Y sí, ayer pude cortarme el pelo. Tras una larga discusión en chino sobre mis credenciales y tras asegurar que he estado en Cantón durante más de 14 días, me dejaron acceder a la peluquería, y pude cortarme el pelo con todas las garantías sanitarias que se ven en la fotografía. Eso sí, ayer no hubo lavado de cabeza ni los tres masajes acostumbrados en mi centro de estética capilar. Un corte rápido y eficaz de no más de cinco minutos y para casa, que los occidentales ya somos sospechosos.

lunes, 2 de marzo de 2020

Tempus fugit


Cantón, 3 de marzo de 2020.


El tiempo pasará y el recuerdo de estos días en la época de la peste permanecerán y volverán.
El tiempo y el  paso del tiempo están en la esencia de la existencia. Ya nos imaginemos un tiempo absoluto, ideal, eterno, como marca la tradición desde Platón a San Agustín o al propio Newton, que dota a al tiempo de la base científica necesaria, como si nos inclinamos por esa concepción más racional y moderna de la filosofía y del tiempo, que parte de Aristóteles y llega hasta Einstein, de un tiempo en relación, ya sea con el movimiento, ya con la sustancia de los cuerpos, ya, como predica Einstein con la posición del observador.
Y así, la medida del tiempo varía, y su incesante reclamo se dobla y se repite en los diversos universos. Borges tenía varias teorías del tiempo, como casi todo, desde el tiempo circular de los heresiarcas de oriente, a una idea del tiempo múltiple, en diversas realidades que se superponen y de las que no podemos conocer todos los detalles, como hace en le jardín de los senderos que se bifurcan.

Pero el tiempo, irremediable y subjetivo toma nuevo impulso con Bergson y su concepción como “duración”, un tiempo vinculado a la memoria y al ser. Un tiempo que nos cambia y que nos esculpe instante a instante. No en vano cambiamos todas las células de nuestro cuerpo, excepto las neuronas, cada 15 años. En consecuencia, si he cambiado a lo largo de mi vida todas mis células en cuatro ocasiones, quién soy?. Qué queda de lo que fui?, cómo preserva la memoria los despojos mis vidas anteriores? Son fiables los datos de la memoria que se acumulan de modo incierto en el hipocampo donde se acumulan los recuerdos de las experiencias pasadas?

Si Heráclito dijo que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río porque las aguas se renuevan constantemente, tampoco podremos hacerlo al no ser ya nosotros los mismos que se bañaron la primera vez. Hemos conocido, hemos hablado, hemos experimentado y hemos cambiado en todo este tiempo y sin embargo seguimos pretendiendo que tenemos un yo inmutable, algo que nos acompaña desde la cuna y que nos hacer ser quienes somos, a pesar de tanta evidencia en contrario.

Lo mejor será volver a los clásicos, a Quevedo, ese simpático misántropo que tan certeramente acuñó la lengua castellana.

“...Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
Soy un fue, un será y un es cansado...”

Y entre tanto el yo que comenzó este texto ha cambiado y el tiempo ha pasado y ya es un fue y cuando tú lo leas, será pasado o porvenir.
Y todo para decir que cuatro veces quince dan sesenta y que ese es el tamaño de mi esperanza.

domingo, 1 de marzo de 2020

La cuadrícula


Cantón, 2 de marzo de 2020.

Desde que la humanidad organizó la convivencia en ciudades, éstas han pasado a ser un lugar de prosperidad, de atracción y también de control. El diseño urbano busca la eficiencia en el uso del espacio y a la vez la facilidad para la prestación de los servicios públicos y de la circulación dentro y fuera de las ciudades. A estas características, los gobiernos comunistas han añadido desde temprano una adicional, consistente en la división del territorio urbano en cuadrículas más pequeñas bajo el control de los distintos órganos del partido, que garantizan la sana convivencia y permiten un control mutuo de las actividades peligrosas y de otras no tanto.
Si en Cuba los comités de Defensa de la Revolución organizaban la vida de las ciudades y permitían algunas licencias caribeñas al estricto control del partido, en China todo el país está dividido en pequeñas unidades residenciales controladas por la organización partidaria y atendida por los funcionarios del partido y por esos voluntarios que con un brazalete rojo aplican el celo del novato a la revisión de cada caso que se les presenta. Por ello, en cada barrio, en cada comunidad de vecinos hay un grupo de personas que velan por la seguridad y que en estos días de la peste trasladan las instrucciones del gobierno hasta los lugares más apartados del país. Son ellos quienes dan acceso o no a un barrio o a una comunidad de vecinos, y quienes mantienen el control sanitario y también la higiene ideológica de quienes acceden a sus residencias.

Gracias a estas medidas el escenario chino cambia día a día. Ya hemos pasado de la obsesión de las cifras a la de la higiene. Las medidas de control se amplían a medida que la ciudad retoma su pulso y el metro vuelve a estar abarrotado. Y las calles se llenan de vehículos. La avenida delante de mi casa, hasta hace unos días casi desierta ha vuelto a tener hoy por primera vez un atasco, y ya no se puede atravesar impunemente con el semáforo rojo, como ha ocurrido todos estos días. Los códigos de salud que identifican a cualquier usuario de teléfono se han vuelto imprescindibles para el acceso a cualquier edificio, y entre las medidas de vuelta a la normalidad, por fin abren las peluquerías y los locales de cuidado de las uñas, señal de que vamos despertando de la pesadilla.

La Nasa confirma en estos días lo que venía notando durante todo este tiempo, que la contaminación del aire casi ha desaparecido de las ciudades chinas, y especialmente de Cantón. “Es la primera vez que veo una caída tan dramática dela contaminación en una zona tan grande por un evento específico”, dice la investigadora de calidad del aire de la NASA. Este buen clima inesperado puede hacernos pensar en la otra cara de la moneda. Por mucho que se haya intentado, la actividad industrial sigue a ritmo muy lento y todavía no se ha retomado, lo que traerá consigo seguramente la primera contracción del crecimiento económico chino durante el primer trimestre del año, algo que no ocurría desde los tiempos de la revolución cultural.