Translate

Seguidores

domingo, 29 de enero de 2012

El tiempo y los Conway

"It is right it should be so;
Man was made for Joy and Woe;
And when this we rightly know
Thro' the World we safely go.
Joy and Woe are woven fine,
A Clothing for the Soul divine;
Under every grief and pine
Runs a joy with silken twine."
Estos versos de William Blake constituyen la esencia de la obra teatral "El tiempo y los Conway", estrenada en Londres hace 75 años, sobre las esperanzas truncadas de una familia en el tiempo de entreguerras, ese tiempo en que Europa quedó suspendida entre la felicidad y el abismo, que llevó finalmente a la catástrofe de la segunda guerra mundial.
Esta familia llena de hijos adolescentes y en la primera juventud ve su futuro despreocupadamente, con esa felicidad, ese "Joy" del que habla Blake, sin querer ver que la felicidad va unida al dolor, que la vida nos da cumplidas razones para ambos sentimientos y que sin ellos la vida raramente se completa. Lo dijo también Borges, con mejores versos en su "inscripción ante cualquier sepulcro":
"Lo esencial de la vida fenecida,
la trémula esperanza, el milagro implacable del dolor y el asombro del goce,
siempre perdurará"
Los poetas nos recuerdan esa inextricable unión del goce y del dolor, de una vida que cabe en un grano de arena, del universo que se puede ver en un segundo, de la sucesión de personas y de sentimientos que somos y que nos hacen lo que somos. 
Los Conway de la obra, en los inicios de esos años prodigiosos, de los felices años veinte, que ya presagiaban las tormentas venideras, viven despreocupados en sus juegos y sus ensoñaciones, en su deseo de una vida indolora y edulcorada en la que no había lugar para la pena, y así se comportan hasta que los años les llevan al otro lado de la vida, a la amarga realidad que no tiene por qué durar siempre, pero que de una manera y otra, antes o después nos golpean con la certeza de que somos humanos.
La obra se pierde en una actuación desvaída, en una declamación insustancial y en la dificultad de traducir unos versos del inglés, de entenderlos en español y de trata de transmitirlos a una audiencia perdida ya en sus ensoñaciones olvidada de la representación.
Me temo que hemos vivido los años de los Conway, que todo era feliz y posible, que las deudas no debían pagarse, que bastaba con la palabra, con la voluntad para hacer un mundo feliz, en paz, a pesar de que como en los tiempos de los Conway, los nubarrones de una guerra no se habían disipado y ya se barruntaban los tiempos que iban a venir. Pero quizás lo que los poetas no supieran es que también está en la naturaleza humana la ceguera, la sordera ante las malas noticias, la voluntad de vivir en un tiempo permanentemente feliz.

jueves, 19 de enero de 2012

Memento mori

En la antigua Roma, cuando los generales hacían su entrada triunfal en la ciudad tras una victoria, junto con sus cohortes y su botín, el general llevaba tras de sí un esclavo que repetía en voz alta "memento mori", acuérdate que eres mortal. Posiblemente, esta imagen tan plástica y sensata, nunca ocurrió o al menos no en los términos reflejados en los grandes cuadros románticos del siglo XIX, pero sí que recuerda la necesidad de tener siempre presente la fugacidad de la vida, y más aún del poder. Evidentemente, a pesar de las buenas intenciones y de la insistencia del esclavo, los generales y posteriormente los emperadores romanos jamás le hicieron caso a esta advertencia y apuraron el poder en todas sus formas, hasta la muerte por exceso de ambición de buena parte de estos antiguos héroes.
A veces la vida se precipita y acelera sin que podamos ponerle freno. Cambian las circunstancias, cambia el escenario y todo parece que fuera más deprisa. No valen ya las previsiones ni las expectativas; todo ha cambiado en cuestión de minutos. Unas frases, un par de miradas, y lo que quedaba lejos, lo inesperado ocurre y todo sucede de una manera distinta.
Lo más fascinante del poder es la capacidad de la palabra. Una palabra pronunciada, un nombre, una advertencia o consejo y la vida de los otros ya no es la misma; el poder ha obrado su efecto y ha cerrado caminos o abierto nuevas direcciones en las anhelantes expectativas de los sujetos.
Así es la vida en sociedad, lo que parecía inmutable se desvanece, lo que llega se instala con rapidez y en pocas horas ya no queda sino un vago recuerdo del pasado y la promesa de nuevos proyectos, que por humanos también están destinados al olvido.

domingo, 8 de enero de 2012

Tu rostro mañana

¿Cómo serás dentro de unos años, unos meses, unos días? ¿Qué acontecimientos te habrán cambiado? ¿cómo reconoceré tu rostro entre tantos otros filtrado por la luz del tiempo?. Es difícil prefigurar el futuro, saber qué vamos a ser cómo vamos a reaccionar, qué nos va a hacer cambiar, suponiendo que seamos alguien definido a partir de algún momento y que todos los cambios se realicen sobre ese molde.
Las caras de los niños, sus travesuras a veces nos recuerdan al niño que fuimos y nos atrevemos a aventurar lo que será si la vida, esa extranjera, no le cambia su intención. La ambición, las esperanza, la traición aguardan tras esos movimientos nerviosos del niño que corre y que se convertirá en otro con el paso del tiempo.
Por eso nos preguntamos a veces por qué somos como somos, qué nos hace distintos de los demás y de nosotros mismos en cuanto pasa el tiempo. Cómo vemos con distancia esas fotos antiguas en las que nos reconocemos a pesar de los cambios en nuestros rasgos y en nuestras ensoñaciones. Esas dotes de augur nos evitarían el error en la apreciación de los otros, nos permitirían saber quién va a ser aquél a quien confío mis preocupaciones, mis bienes, mi futuro.
Mañana veré el rostro de hoy de aquellos a quienes conocí hace tiempo. Veré su rostro mañana, surcado por los trabajos de los años, veré esas miradas francas o esquivas; anhelantes o temerosas ante la posibilidad de que un rayo fugaz nos traiga a ambos el recuerdo de otro tiempo. Aquellos momentos de dificultades pasados en compañía, aquellas andanzas recorridas en compañía, o aquellas llamadas que nunca hiceron, aquellas frases impiadosas que pronunciaron para congraciarse con los demiurgos del momento.

Mañana veré tu rostro mañana sin saber muy bien por qué somos como somos, con la certeza de que en unos años todo volverá a ser distinto, muchos rostros se habrán difuminado o se habrán vuelto oscuros; así es el orden de las cosas.Entre tanto vale más agarrarse a los versos de Gabriel Celaya, y simplificar el pensamiento diciendo "nosotros somos quien somos", que lo encierra todo y deja adivinar poco.