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sábado, 22 de octubre de 2011

Dilemas morales 3

Sostengo desde hace tiempo que la obra artística o literaria se independiza de su creador una vez hecha pública, y que poco tiene que ver la catadura moral de un creador con la calidad artística de su obra. Esto es así en buen número de casos de escritores o pintores más famosos por sus amistades, por su capacidad para crearse una personalidad o un nombre que por el valor de su obra. Y por otro lado grandes obras de la literatura o del saber humano salidas de personas poco recomendables o sencillamente despreciables. No daré nombres de los primeros, pues es más doloroso ser acusado por una obra sobrevaluada que por ser un zascandil o un delincuente de la estirpe de Verlaine, Rimbaud, Genet, Buscarini, Gálvez o Céline.
Viene a cuento lo anterior por el revuelo causado por la concesión de un premio literario a un escritor huido de la justicia desde que en 1985 se escapara de la cárcel donde estaba condenado por pertenencia a la banda armada ETA, quien desde un lugar remoto pero no desconocido, sigue escribiendo y publicando con tal asiduidad que finalmente se ha llevado el premio de ensayo Euskadi 2011.
Joseba Sarrionandia ha traducido a TS Elliot y a Colleridge al vascuence, escribe poemas que son  tomados como letra para canciones de los grupos musicales vascos del entorno independentista, y escribe ensayos de sentida melancolía sobre la patria perdida, sobre la soledad de los vascos huérfanos de un Estado y sobre la persecución y el olvido de la lengua en la que escribe, y por la que le han dado un premio.
Es su obra la de un reflexivo escritor acuciado por la situación de su tierra y por los dilemas de sus conciudadanos, especialmente por los que son de su credo. Un escritor que a buen seguro es capaz de penetrar en esos pliegues del alma llenos de tristeza y de desesperación, donde habita el rencor. Nadie mejor que quien ha sufrido y ha hecho sufrir para expresar la mezquindad del alma en una obra literaria.
Pues bien, el premio a Sarrionandía, puede que sea uno de esos reconocimientos a la obra, a la marcada capacidad del arte para expresar lo que no se puede con palabras lineales ni con trazos sencillos. Puede que se trate de una obra de hondo significado poético como dirá el jurado, o de una reflexión visceral sobre la acuciante situación real que ni nos gusta ni sabemos manejar. Quién sabe qué otros méritos se podrán aducir para premiar una obra que ya salió de las manos de su autor.
Quizá una reflexión no menor sobre los pasajes que he leído del autor. Habla de la tristeza de los exiliados, de la pena de una madre que no puede comunicarse con su hijo en su lengua materna, de una niña que pregunta a sus padres sobre su verdadera patria. No dice, aunque los lectores lo saben, que el exilio, en democracia, es más bien una huida de la justicia, como la que protagonizara el propio autor, que la madre a quien no dejan comunicarse con su hijo es por la sencilla razón de que el hijo está en la cárcel por delitos de terrorismo, tal vez por haber quitado la vida a otro hijo cuya madre nunca podrá volver a verlo. Pero estos detalles no empañan en sentimiento, el dolor, la añoranza, la ausencia de la patria soñada.
Prescindiendo de juicios morales, prescindiendo de las cuentas que su autor debe a la justicia, quizás el premio esté bien concedido- Al fin y al cabo la literatura es ficción, y el ensayo, especialmente el político, una forma menos lírica de la misma ficción.

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