Translate

Seguidores

domingo, 30 de octubre de 2011

Tranströmer

Uno de los múltiples efectos negativos de una crisis económica, es que pervierte el lenguaje y los temas de conversación. Los periódicos, las discusiones, las preocupaciones se vuelven numéricas, plagadas de esa jerga que lo dice todo y todo oculta en el cruce de recetas contradictorias y a la larga melancólicamente vagas, dirigidas a sacarnos del marasmo de un consumo alicaído.
Este cambio de foco y de prioridades deja de lado otras curiosidades que siempre me han llamado la atención por lo que tienen de superfluas y a la vez de auténticas. Una de estas curiosidades es el reconocimiento del último premio nobel de literatura cuando éste recae, como ocurre con frecuencia, en un escritor en una lengua minoritaria y de obra escasa. Así ha ocurrido este año con el poeta sueco Tomas Tranströmer, autor de una reducida serie de poemas y de una pequeña autobiografía, adecuada seguramente a la medida de la emoción de una vida en tierras nórdicas.
En los años 70 varios colegas le acusaron de falta de sensibilidad social, por no tratar en su poesía los acuciantes dilemas de su tiempo, y por su falta de implicación en los conflictos sociales de la época. Tal vez por ello, a pesar de ser el maestro de una poesía de una extraña belleza en medio de situaciones cotidianas, decidió ir a la India a principios de los 80 tras la tragedia de Bophal, cuando una empresa química de capital extranjero provocó una tragedia tras el escape de productos tóxicos, dejando cientos de muertos en esta localidad india. Allí, el poeta sueco, junto con colegas indios se puso a recitar poesías a las puertas de la fábrica, contribuyendo al testimonio social y a la difusión de su idioma entre los atónitos espectadores, que clamaban ayudas y justicia.
Dejando esto de lado, una mención del poeta cubano, A. J. Ponte me da ocasión de dedicar un tiempo a este inocente poeta sueco, que ha esperado pacientemente este galardón, desde los años 90 cuando una hemiplejia le paralizó el lado derecho de su cuerpo, y le arrebató el habla. A pesar de ello la poesía de Transtömer se ha seguido publicando y le ha llevado  este reconocimiento. Y me ha llevado a mí a recordar cómo la poesía puede echar nueva luz sobre las cosas cotidianas, cómo el poema, libre de las obligaciones de ser social, permite trasladar un instante, una visión compleja a la modesta expresión literaria. Unas pocas palabras, aunque estén escritas en sueco, por un poeta nórdico, tan ajeno a nosotros como el más remoto oriental, en una tarde de domingo puede traernos el nombre exacto de las vivencias que son eternas y son únicas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario