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jueves, 20 de diciembre de 2018

Inventario de cosas que no me llevé 3. La Roma periférica


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Tumba de Cecilia Metella desde la via Pignatelli

El cine tiene un idilio con roma, como lo tiene con Nueva York, ciudades que se convierten en improvisados escenarios de la fábrica de sueños en los que cualquiera puede hacerse la ilusión de que la ciudad le pertenece y donde casi nadie en verdad es ciudadano.

Roma se reconoce en sus monumentos, en su grandiosa decadencia de la Roma imperial, en el esplendor algo ajado del barroco de la contrarreforma, y en sus callejuelas y pasadizos empedrados, que tienen un lejano eco medieval. Pero la Roma actual, la Roma viva, emerge en el límite de estos vestigios; allí donde finalizaba la ciudad amurallada, y la fuerza del progreso fue comiendo los muros y abriendo las puertas dela muralla hacia los anchos campos suburbanos. Aquí comienza una nueva Roma, de edificios de cuatro o cinco plantas, con facturas de principios de siglo, en los barrios más acomodados de Parioli, o Monteverde, y con edificios vagamente uniformes de los años 60 y 70 en el resto de la ciudad, que sin dejar de ser campo, comienza a llevar una vida urbana.

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Las salidas de la ciudad de Roma, llevan todavía hoy los sugerentes nombres de los cónsules, que en tiempos de la República ordenaron la construcción de estas vías que hacían ya de Roma el Centro del mundo. La Vía Appia, la Cassia, la Casilina, la Tiburtina, la Salaria, la Aurelia, la Flaminia, todas ellas entroncan en nuestros días con el Grande Racordo Annullare, igual que desde el año 20 a.c., se reunían en el miliario áureo, mandado erigir por Augusto junto al templo de Saturno en el foro, para establecer el Kilómetro cero del Imperio.

Hoy, estas vías de salida de roma, siempre colapsadas por el tráfico del siglo XXI, y deterioradas por la proverbial falta de mantenimiento de las distintas administraciones que se han sucedido en Roma desde el siglo V, muestran a sus lados ese urbanismo actual, tan característico de Roma y tan alejado de la Roma monumental. Algunos de los pinos romanos, con esas copas frondosas, como grandes sombrillas naturales bordean las carreteras, o se ven en uniformes hileras enmarcando el horizonte, aquí y allá un campo verde con hierba sin cortar, "sine cura", da lugar a otro "palazzo" que a pesar de su nombre rimbombante se refiere a un andino edificio de varias alturas. En este caótico orden urbano, no faltan las trattorias, las pizzerias y pequeños supermercados sin ningún encanto y sin concierto, que dan vida a los barrios o "borgatas" de la periferia. Es aquí donde discurre la vida, donde el cine italiano de los 70 ubicaba las escenas de sus películas más picantes o de sus narraciones militantes. Donde se refugiaban los secuestradores de Aldo Moro, o donde se daban cita las parejas adúlteras de la modernidad italiana antes de viajar para un fin de semana de pasión en Ostia.

Ese es el encanto de la Roma cotidiana, de la que se ve saliendo por las vias consulares principales o por las secundarias como la Nomentana, o la Cassia bis, por donde se llega a Orvieto entre bosques de avellanos y construcciones dispersas. Esta es la Roma de pobres servicios públicos, donde los trenes de cercanías llegan con dificultad, donde no se recogen los residuos y donde la limpieza va pareja con el desorden edicilicio. Esta es la Roma que se recorre en moto una tarde de verano, casi solitaria, alrededor del ferragosto, o la que nos regala la vista de la villa de Cecilia Metella, pegada a la Via Appia antigua cuando se sale por via Pignatelli hacia el aeropuerto de Ciampino. Esta Roma abarrotada e indiferente a los turistas que como en el filme de Felline dice, "E la nave va..."



lunes, 26 de noviembre de 2018

Inventario de cosas que no me llevé 2



La estatua de Giuseppe Garibaldi en el Gianícolo vigila imperturbable la ciudad que quiso hacer suya para entregarla a los italianos, y que siempre le resultó esquiva. A pesar de su lema, roma o morte, que figura al pie de la estatua, Garibaldi, un cosmopolita italiano, nacido en Niza, siempre fue extraño a la ciudad.

Su imagen romana está unida al Gianícolo, ese monte de Jano, que se enseñorea de la ciudad y que no forma parte de las siete colinas de Roma. El Jano bifronte, toma su nombre de la palabra latina Ianus, puerta, y esa puerta que se abría y cerraba para controlar las invasiones de la Roma antigua, sirvió para que el Rey, Anco Marcio, cansado de las incursiones de los tesoneros etruscos, tomara esta cima y la incorporara a las defensas de la urbe romana, de la que llegaría a ser la cabeza del mundo Roma, Caput mundi.

Aquí se libró la batalla por la defensa de la efímera república romana en 1849, cuando las tropas francesas de Luis Napoleón acudieron en defensa del papa Pío IX frente a la triunfante república de Mazzini y de Garibaldi.

Garibaldi, el condotitiero del siglo XIX defndió la ciudad durante semanas en el tórrido verano romano, con fuerzas limitadas y con la certeza de la inutilidad de su esfuerzo. Tuvo su cuartel general primero en Villa Spada, actualmente sede de la embajada de Irlanda, y posteriormente en la iglesia de San Pietro in Montorio, donde resistió los últimos días hasta que la iglesia, gravemente dañada ya no pudo cobijar a los republicanos de Garibaldi.

Me llamó la atención que el edificio de la embajada de Irlanda tuviera una placa que señalaba que esta era la sede de la embajada de Irlanda ante la Santa Sede, posteriormente, el embajador, Bobby Mc Donnagh, me contó que la católica Irlanda, a raíz de los escándalos de pederastia en la iglesia irlandesa, había roto relaciones diplomáticas con la Santa Sede, aunque la razón oficial fue que se trataba de una medida de reducción de costes. De cualquier modo, aprovechando las circunstancias, la embajada ante el reino de Italia, tomó posesión de Villa Spada y se quedó en ella, recordando los días en que Garibaldi fue herido y debió trasladarse a la cercana iglesia de San Pietro in Montorio.
Después, Irlanda reabrió su embajada ante la Santa Sede en otro lugar menos simbólico, y continuó con su alejamiento de la iglesia católica, lo que llevó a un reciente viaje del papa Francisco a Irlanda para tratar de reparar el daño y recuperar algo del espacio perdido. ¿Serán hoy las antaño católicas Irlanda y España los países más laicistas de Europa?

De San Pietro in Montorio, Garibaldi, con sensatez y prudencia, decidió abandonar la defensa de la ciudad ya perdida y buscar otro escenario que le permitiera recuperar fuerzas y continuar el combate en mejores condiciones. No fue fácil la retirada; tras salir de Roma, con sus voluntarios y su esposa, la brasileña Anita Garibaldi, embarazada, la República cayó y el ejército de voluntarios debió huir hacia el este y luego hacia el norte, perseguido por las tropas francesas. Se refugiaron en San Marino, y posteriormente en Rávena, donde murió Anita, y finalmente, Garibaldi pudo huir al exilio, donde permaneció hasta su vuelta a la escena con la conquista del reino de las dos Sicilias, en una de esas aventuras impensables que solo un personaje como Garibaldi podía realizar.



Pero volvamos al Gianícolo, la estatua ecuestre de Garibaldi, realizada en 1895, se ve acompañada desde 1932 por otra de Anita, en una posición más dinámica, galopando y disparando donde el Gianícolo comienza a inclinarse hacia San Pedro del Vaticano, adonde volvió el papa y donde reinó Pío Nono otros 20 años.

Toda la colina recuerda estos eventos, la defensa, los defensores, retratados en infinidad de pequeños bustos en piedra que acompañan al caminante que bordea la cresta del Gianícolo para dirigirse a San Onofrio, y después al Vaticano.

Pero también el cercano parque Doria Pamfili recuerda las gestas de la batalla de 1849. Aquí hay un paseo en honor a los caídos franceses. No a los de la primera guerra mundial que asistieron a Italia, sino a los de las tropas de Napoleón que terminaron con la República. Así es roma, así los italianos, generosos al reconocer a los otros y poco rencorosos, aunque el tono de las voces aparente momentos de gran ira. Esta falta de rencor, o esta atenuación de las pasiones más bajas es uno de os rasgos que a mi modo de ver los diferencia de nosotros, los españoles, tan dados a los rencores y a los odios que excluyen a los otros en el altar de la sagrada indignación.

En mi caso, el paso por Italia, y los benéficos efectos del Camino de Santiago han atenuado algo estas fobias hispánicas de nuestro carácter, pero debo reconocer que no llegaría nunca al extremo de estos italianos que dedicaron un hermoso paseo del parque Doria Pamfili a los "Caduti francesi".


Entre tanto, giuseppe Garibaldi sigue vigilando la ciudad, recuperando en el tiempo acutal algo de la gloria pasada, de su figura imponente, de sus ojos penetrantes, de su indumentaria original y de su verbo escaso pero convencido. Leyendo la biografía escrita por Denis Mack, no puedo dejar de reconocer la fuerza del carácter de este hombre, su gusto por lo exótico y su capacidad para encandilar a hombres y mujeres, pobre y ricos, con un escaso bagaje intelectual y con más deseo de acción que de construcción.

"Roma o morte", "Patria o muerte", así era Garibaldi, y así se le parecerá Ernesto Ché Guevara, carismático, atractivo, volcado a la acción, capaz de mandar fusilar por nimiedades para hacer valer su autoridad y su "idea", y a la vez alabados, admirados, con un aire de otro tiempo, y con una especial habilidad para hacerse notar con su sola presencia, con su indumentaria... Vidas paralelas, o casi..


martes, 13 de noviembre de 2018





Camino de Santiago 1 al 31 de Octubre de 2018

https://drive.google.com/file/d/1WWK8BURG_2qYkSQfC_t_TqS_2BraK81p/view?usp=sharing


Para configurar las etapas, os recomiendo la página web Rutas a Santiago

http://www.rutasasantiago.com/BDCaminos/configurador-etapas-camino-de-santiago.php?cam=Camino-Frances#

Estas son las etapas que hicimos nosotros.

Tus-Etapas-Camino-Frances Final-Ronces-Santia-181216-RutasASantiago.pdf



lunes, 12 de noviembre de 2018

Inventario de cosas que no me llevé

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El tiempo, ese gran misterio que nos da vida y nos limita, borra con rapidez las impresiones pasadas y aleja de la memoria lo que parecía eterno. Solo unos pocos vestigios quedan de la vida pasada; las nuevas rutinas han suplantado con rapidez lo que parecía grabado a fuego en nuestros ojos, y así, hoy debo realizar un nuevo esfuerzo para recuperar aquellos pensamientos y aquellas sensaciones que parecían perdurables por su naturaleza.

No me pude llevar y no me llevé de Roma esos trayectos cotidianos entre el Gianícolo y la plaza de la Fontanella Borghese. Y muy especialmente, dejé en el camino esa visión repetida que se producía mañana y tarde en la puerta de la iglesia de Sant Andrea della Valle, sobre el Corso de Vittorio Emmanuelle.

Esa iglesia imponente, que fue durante muchos años la segunda más elevada de Roma, tras San Pedro del Vaticano, exhibe desde su fachada hasta el inmenso fresco de su cúpula, el esplendor del barroco romano. Aquí, donde Puccini sitúa el primer acto de su ópera Tosca, han asentado su residencia una pareja de mendigos que forman parte del conjunto monumental desde hace años.

Son una pareja que acampa en lo alto de las escaleras, sobre el lado derecho dela fachada, entre mantas y cartones. Ella, la que siempre he considerado la madre, es una mujer de unos 60 años, derrotada por todos los vientos y calores de la ciudad, con una tez enrojecida y un desaliñado pelo rubio, bajo el que muestra una sonrisa perdida a todas horas. De tanto en tanto, se acerca a él, quien creo que sea el hijo, igualmente rubio y de tez rojiza, que se recuesta sobre los últimos escalones y comparte el mal vino a granel con la que pienso sea su madre.

Otras veces, al pasar, simplemente se les ve adormecidos, derrotados por la jornada pasada a la intemperie y por el vaivén de turistas y transeúntes que los miran al llegar a Sant Andrea, y en algún caso, en un gesto de compasión echan unas monedas que les permitirá continuar esta representación eterna.

Muchas veces me pregunto cuál será su rostro ayer. quiénes fueron, de dónde vinieron, cómo llegaron aquí. Es más interesante la peripecia vital que los ha traído, que adivinar el incierto y voluble futuro que les aguarda. Esta imagen me acompaña, me persigue; nunca les dije nada; nunca me acerqué, por pudor o por prejuicio, y sin embargo los saludé cada día a mi paso. En coche o a pie, esa triste familia me recordaba la facilidad con la que se rompen los sueños, las infinitas posibilidades que caben en una vida y no todas aceptables. Hoy, seguirán esperando el invierno, pensando que lo fundamental es llegar a la mañana siguiente y si no sale el sol, buscar el refugio de Sant Andrea, donde ya son residentes habituales.

A pocos metros de esta portada majestuosa, se encuentra la plaza del Pallaro, una de esas plazas romanas que tienen la facultad de ser secretas a plena luz del día. Esas plazas que quedan ligeramente a trasmano de las rutas turísticas, y que a unos pocos metros del fárrago de las calles, aparecen como un pedazo de pueblo en medio de la urbe. En esta plaza se encuentra el restaurante "Der Pallaro", sobre los cimientos de lo que fue el teatro de Pompeyo, junto a unas sinuosas calles que todavía hoy evocan la forma de la cavea del teatro.

Aquí sienta sus reales Sora Paola, la propietaria del restaurante, venida de algún lugar remoto de Umbria o de las Marcas, y hace la comida casera sin carta ni elección. Se come lo que Sora Paola dice. Es otro personaje entrañable de la Roma pasada, de la Roma de los contrastes. Sora Paola extiende sus dominios sobre romanos y visitantes de igual manera, y tiene la facilidad de hacerse querer por todos, con esa manera campesina de saber vender su producto y atraer por igual a los seguidores del Benevento Fútbol club, a diplomáticos extranjeros o a periodistas y corresponsales.
A todos recibe sora Paola, y si te dejas, te explica por qué es anticomunista, y adónde deberían enviar a todos los comunistas y a sus sucesores. Todo un carácter a la espalda de Sant Andrea.

Estas son algunas de las cosas que no me llevé, y que trataré de mantener en mi memoria, en el entendido de que mientras recuerde, seguirán vivos.



martes, 2 de octubre de 2018

Rencor, envidia

Disgresiones

Al poco de llegar a Italia pregunté al profesor Manzella sobre la razón por la cual Berlusconi era un personaje tan presente en la política italiana a pesar de sus evidentes flaquezas.
Es un hombre sin rencor, me respondió el profesor. Considera que el rencor no le reporta beneficios, y por tanto, siempre mira adelante sin ese lastre.
Hoy, caminando bajo la sombra de robles y pinos a orillas Del río Arga, no pude menos que recordar algunos episodios recientes de rencor y de la envidia que suele preceder a este sentimiento tan negativo.
El rencor es, según los manuales de psicología, un tipo de daño moral por el que nos sentimos ofendidos y queremos venganza. Queremos hacerle pagar al otro lo que nos ha hecho o lo que creemos que nos ha hecho. Quién  no ha sentido alguna vez rencor o deseo de venganza por una injuria o una infamia?. Pero cuando esté sentimiento y el deseo de venganza se hacen omnipresentes, la mente se nubla y se pierde el sentido de las cosas.
 Se dice que el rencoroso patológico tiene diez características:
1. El rencoroso ni perdona ni olvida
2. No aprende del pasado
3. Piensa que nunca se equivoca
4. Para el todo es blanco o negro
5. Es muy orgulloso
6. Siempre desea tener el control
7. Se ofende con facilidad.
8. Siempre quiere tener la razón
9.Debido al rencor, la vida es un drama para ellos
10. Se cree mejor que los demás.
Ya tenemos aquí un retrato del rencoroso con ánimo de venganza.
Si a esto le añadimos el envidioso, encontramos un tándem perfecto para el mal y para el error.
La envidia juega de otra manera, por la comparación con el otro. No se trata tanto de lo que puedo conseguir, sino de que el envidiado no lo tenga, lo que los alemanes llaman “schadenfreude”.
Esto que junto con el rencor o el deseo de venganza vienen instalados de serie en nuestro genoma, cuando se convierten en un modo de ser, de ver la vida causa una gran insatisfacción a quien padece estas patologías y una evidente incomodidad a a quien sufre sus embates.
Seguro que ellos, más concretamente el, el rencoroso y ella, la envidiosa, satisfechos del daño causado, seguirán buscando nuevos motivos de agravio y nuevas venganzas, y que nunca entenderán esa sonrisa de Berlusconi, el hombre sin rencor.
Estas cosas iba pensando en el ameno recorrido junto al río, acariciado por el suave sol de otoño, mientras me cruzaba con peregrinos de diversas procedencias y de diversas lenguas, que por el hecho de compartir un camino dejan atrás mezquindades y rencores y se saludan entre sí con un beatifico, ¡buen camino!

lunes, 1 de octubre de 2018

Inventario de cosas que no me llevaré.



INVENTARIO DE COSAS QUE NO ME LLEVARÉ


Antes de que se olvide. Antes de que el tiempo empolve los recuerdos, de que los recovecos de la memoria hagan su trabajo de segmentación y archivo. Antes de que el todo poder  del olvido borre las huellas del presente y del pasado rescatadas de las sombras,  quiero hacer un inventario de lo que no me puedo llevar.

Un vano intento de salvar en el papel  lo que no perdura en la memoria. Como hace catorce años, ese documento en papel, “para no olvidar” que dejé abandonado y huérfano en una caja fuerte de La Habana, con el objeto de no olvidar. “Para no olvidar”, la infamia, los juicios, la injusticia, la mentira. Todo ello olvidado en el menor espacio de tiempo, el que va de uno a otro, de la despedida a la llegada esperanzada. Todo olvidado en el quehacer diario y en la voluntad de seguir adelante, a contracorriente de las muertes, de los exilios, de las cárceles, de la soledad.

Inventario de miradas y de volúmenes entre las rendijas del aire. Inventario de plazas, de calles troceadas por bocacalles hambrientas; monumentos, estatuas, lápidas que tratan de ganar el tiempo al olvido, y algunas hojas que se adelantan al otoño para dar verosimilitud a la decadencia, al continuo cambio.

Todas las mañanas veré con los ojos de ayer la fronda del jardín botánico, con el hocico del caballo de Garibaldi asomando en el primer recodo del paseo del Gianicolo, y la silueta De la Villa de Finlandia semioculta por las últimas ramas de los plátanos.
Veré planear las gaviotas mientras se dejan acariciar por el aire tibio de la mañana, y veré el vecindario alborotado por la cháchara incomprensible de las cotorras, venidas de lejos y ya paisaje urbano en tantas ciudades europeas.

Haré inventario de aparatos de aire acondicionado alineados en las ventanas de ministerio de la instrucción pública sobre el viale Trastévere.  En vano intento de borrar los restos clericales de un barrio medieval, el entusiasmo de la Unidad pobló la ciudad de espantosos monumentos al nuevo régimen. Tristes copias de torpes proporciones de lo que fue la gran urbe romana. El ministerio, con su pretensión imperial en tiempos de una monarquía titubeante, impuso sus líneas rectas sobre el barrio y el paso del tiempo aconsejó refrescar los anodinos despachos con esos aparatos de aire que se asoman a los edificios de esas ciudades que quisieron ser modernas antes de tiempo y terminan por arrojar un sordo rumor de ventiladores y un cálido chorro de aire sobre los paseantes que se aventuran bajo sus ventanas.

Seguiré haciendo inventario antes de que la frágil memoria se pierda en los pliegues del hipocampo, y  me llevaré lo que importa, un olor reconocible entre todos, algún pedazo de mármol desgajado de su estatua de modo fortuito, el color de un atardecer eterno y tantas otras cosas que no quedarán de ningún modo en un inventario convencional, burocrático, mezquino.

Roncesvalles

RONCESVALLES



Geografía, un poco de leyenda y muchas mentiras para empezar el recorrido.
Roncesvalles tiene resonancias de batallas y de la gran literatura, pero es ante todo un lugar geográfico, que permite un acceso franco a la península ibérica desde Francia. Este paso lo conocieron lo celtas en su incursión hacia el sur, lo utilizaron los romanos como parte de la calzada que iba de Buerdos a Astorga, y lo recorrió el ejército de Carlomagno en su regreso de la islamica Zaragoza para retornar a la dulce Francia. Es aquí, donde dice la historia, recogida en la crónica de
Eginardo, cincuenta años después de los hechos, que el ejército del futuro emperador fue atacado en su retaguardia por los vascones, y que en este ataque, junto con el equipaje, pereció el valiente Roldán.

Hasta aquí la historia. Después viene la leyenda, en el siglo XII la canción de Roldán inaugura la más alta poesía épica, tomando como tema esta derrota del ejército de Carlomagno. Y aquí, los vascones son reemplazados por innumerables musulmanes que persiguen al ejército desde Zaragoza, pasando por Pamplona y llegando a alcanzar la retaguardia en las estriba iones de Roncesvalles. Roldán, prefecto de Bretaña y sobrino de Carlomagno es el jefe de esta tropa, y junto al obispo Turpin, y a los 12 pares de Francia hace frente al ataque musulman, pero es derrotado y antes de morir hace sonar  el olifante de marfil para pedir auxilio. En un esfuerzo final trata de romper su espada Durandat infructuosamente contra una piedra. De este destrozo surge unos kilómetros al este, la brecha de Roldán, en las cimas del valle de Ordesa, ya en Aragón. Algo lejos,pero ya se sabe que en las leyendas el concepto espacio tiempo es sobre todo flexible.
Con sus mentiras, o con unos hechos embellecidos por el paso del tiempo y de la literatura, podemos escuchar todavía hoy, entre estos suaves valles el resonar de la trompa de marfil. Mientras, con poco esfuerzo vemos la desfallecente melena rubia del valiente franco, caer melancólicamente, mientras a lo lejos, el ejército del emperador se aleja entre los fértiles campos de Francia.

Este mismo paso, ensangrentado por una escaramuza de los vascones, sirvió un siglo después para comenzar la primera etapa de un peregrinaje, que compitiendo con la Roma papal, se convertiría en la gran atracción de peregrinos de toda Europa.

Sobre los restos de la batalla se construyó el silo de Carlomagno, y el hospital de peregrinos, y ya por orden de Sancho el fuerte de Navarra, la colegiata, que se enseñorea hasta hoy del lugar y que guarda los restos del rey gigante que participó en la batalla de las Navas de Tolosa.
Roncesvalles recuerda con profusión a este rey grande, enorme, al decir de las guías turísticas, pues dicen que era más alto que Pau Gasol, y al parecer bravo como un león, pues con su valor, arrebató las cadenas que rodeaban la tienda del emir An Nassir y tras la victoria las incorporó al escudo de Navarra, y posteriormente al de España.
No es ocioso recordar hoy, que esta batalla de las Navas de Tolosa, tan recordada en este confín de Navarra reunió en el bando cristiano a los reyes de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal, en lo que algunos ansiosos de las reformas institucionales ven prefigurada una España confederal , con muchos reinos y algún interés común, a ser posible bélico.

Con leyendas, historias, y algunas verdades se inicia el camino en este dulce pirineo de ondulantes colinas y verdes prados, donde el bosque parece menos amenazador y la abundancia de agua anuncia una prosperidad desconocida en las regiones más abruptas que culminan en la brecha de Roldán.