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lunes, 30 de agosto de 2010

Galería de santos laicos 3 Bob Geldof

El cantante irlandés, líder de los Boomtown rats en los 70, organizó el 13 de julio de 1985 el concierto liveaid en Londres y en Filadelfia para recaudar fondos para combatir la hambruna en Etiopía. Impresionado por un documental de la BBC sobre la sequía que asoló el este de África en 1984 y la reticencia de muchos gobiernos y organizaciones internacionales a dar dinero al régimen comunista de Mengistu, Bob utilizó su influencia y contactos en el momento más bajo de su carrera musical para sacudir las conciencias y recaudar fondos en la primera gran operación con cobertura televisiva y con capacidad de influir en los jóvenes de aquella época.

Hoy, 25 años después del macroconcierto que contó con los invitados habituales, desde Queen a Elton John, de U2 a Mick Jagger y Bob Dylan, con la inevitable Joan Baez, se recuerdan las imágenes con esa neblina que deja el paso del tiempo, con esos colores rebajados de las primeras televisiones a color y con la nostalgia de esa ingenuidad que nos recordaba " we are the world" y les preguntaba a ellos, a los negritos hambrientos si ellos sabían cuándo era Navidad "Do they know it is Christmas?".

El bueno de Bob, irascible irlandés, bocazas y autoritario. abroncó a sus colegas que no respetaban los horarios, abroncó al público por no dar lo suficiente, y obtuvo la mayor donación individual del emir de Dubai, 1 millón de libras de los 150 millones que se recaudaron en el concierto y los días posteriores.

Con el deber cumplido, con todos los ídolos del pop y del rock de vuelta a sus mansiones y hoteles de lujo, Bob Geldof distribuyó el dinero entre ONG's que trabajaban en Etiopía en medio de una guerra civil por librarse de algo igual de malo que la hambruna, del régimen del coronel Mengistu, que tras el terror rojo de los años 78 y 79 estaba llevando a cabo una política de reasentamientos forzosos de población, para lo que contó con parte del dinero recaudado por Geldof.
Otra parte del dinero, como se ha descubierto recientemente por las revelaciones de uno de los implicados, fue a parar a las manos del ejército del Tigray, oposición a Mengistu, con el que compró armas y finalmente derrocó al dictador comunista para instituir otro régimen autoritario, dirigido por Meles Zenawi, que sigue hoy en el poder, soportando nuevas hambrunas como la de los años 2002 y 2003, y encarcelando opositores para no mudar las costumbres de la tierra.

Pero volvamos a Bob Geldof, el cantante inició su camino de santidad en 1979 con la canción "I dont like mondays", que contra lo que se pueda pensar no es la inocente afirmación de un escolar o un trabajador ante la terrible amenaza de una nueva semana de tedio y rutina, sino la explicación de una muchacha de 16 años tras tirotear a sus compañeros de instituto en San Diego matando a dos e hiriendo a otros seis. Esta canción que se ha convertido en himno de un equipo de fútbol danés, la compuso Bob como explicación de cualquier cosa por venir y la cantó con el rostro impávido, caricaturizando a la familia de la joven demente.

El concierto de 1985 le dio nuevo impulso y popularidad, y no sólo logró recaudar dinero, sino que con él adquirió el derecho de admitir o expulsar a cantantes del paraíso bienpensante que había creado. A partir de entonces quien no colaborara con sus justas causas era tildado de burgués, insolidario e individualista, si bien luego todos coincidían en los mismos hoteles y en las salas vips de los aeropuertos.

Tuvo el honor de ianugurar junto con Toni Blair el hotel Sheraton de Addis Abeba, el más lujos del país y uno de los más hermosos de África. Desde allí la distribución de la ayuda se hace mucho más confortablemente.

Finalmente, a pesar de su bondad, de su altruismo y de su capacidad gerencial, las acusaciones de despilfarro y de apoyo a un régimen dictatorial en 1985 (casualmente una dictadura de izquierdas, lo que para un santo laico es más aceptable), le han pasado factura y ya hay periodistas que no aguantan sus poses de divo en los mejores hoteles del mundo y su deslenguada actitud hacia los otros, especialmente si están cercanos.

No queda allí el resultado de su buena acción. Años después, como ocurre siempre en nuestro país, se descubrió el secreto de la filantropía, y comenzaron los tediosos conciertos solidarios, que con el tiempo han devenido en caravanas solidarias, con fondos públicos por supuesto, y que finalmente nos han dado más de un disgusto.

Bob Geldof, al igual que los intelectuales comprometidos franceses ha hecho un daño tremendo a la causa del desarrollo, ha sembrado vientos por el mundo que no han aliviado sustancialmente la situación de pobreza, pero han aliviado muchas conciencias, lo que bien visto, tampoco está nada mal