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domingo, 30 de octubre de 2011

Tranströmer

Uno de los múltiples efectos negativos de una crisis económica, es que pervierte el lenguaje y los temas de conversación. Los periódicos, las discusiones, las preocupaciones se vuelven numéricas, plagadas de esa jerga que lo dice todo y todo oculta en el cruce de recetas contradictorias y a la larga melancólicamente vagas, dirigidas a sacarnos del marasmo de un consumo alicaído.
Este cambio de foco y de prioridades deja de lado otras curiosidades que siempre me han llamado la atención por lo que tienen de superfluas y a la vez de auténticas. Una de estas curiosidades es el reconocimiento del último premio nobel de literatura cuando éste recae, como ocurre con frecuencia, en un escritor en una lengua minoritaria y de obra escasa. Así ha ocurrido este año con el poeta sueco Tomas Tranströmer, autor de una reducida serie de poemas y de una pequeña autobiografía, adecuada seguramente a la medida de la emoción de una vida en tierras nórdicas.
En los años 70 varios colegas le acusaron de falta de sensibilidad social, por no tratar en su poesía los acuciantes dilemas de su tiempo, y por su falta de implicación en los conflictos sociales de la época. Tal vez por ello, a pesar de ser el maestro de una poesía de una extraña belleza en medio de situaciones cotidianas, decidió ir a la India a principios de los 80 tras la tragedia de Bophal, cuando una empresa química de capital extranjero provocó una tragedia tras el escape de productos tóxicos, dejando cientos de muertos en esta localidad india. Allí, el poeta sueco, junto con colegas indios se puso a recitar poesías a las puertas de la fábrica, contribuyendo al testimonio social y a la difusión de su idioma entre los atónitos espectadores, que clamaban ayudas y justicia.
Dejando esto de lado, una mención del poeta cubano, A. J. Ponte me da ocasión de dedicar un tiempo a este inocente poeta sueco, que ha esperado pacientemente este galardón, desde los años 90 cuando una hemiplejia le paralizó el lado derecho de su cuerpo, y le arrebató el habla. A pesar de ello la poesía de Transtömer se ha seguido publicando y le ha llevado  este reconocimiento. Y me ha llevado a mí a recordar cómo la poesía puede echar nueva luz sobre las cosas cotidianas, cómo el poema, libre de las obligaciones de ser social, permite trasladar un instante, una visión compleja a la modesta expresión literaria. Unas pocas palabras, aunque estén escritas en sueco, por un poeta nórdico, tan ajeno a nosotros como el más remoto oriental, en una tarde de domingo puede traernos el nombre exacto de las vivencias que son eternas y son únicas.

jueves, 27 de octubre de 2011

Entrevistas

Son peligrosas las amables entrevistas de contraportada de los periódicos. Tienen ese peligro de las aguas mansas, de las apacibles tardes de domingo. Unas preguntas generalmente desenfadadas ponen a prueba el ingenio del entrevistado. Esa informalidad hace que el entrevistado baje la guardia, tratando de ganar la complacencia del lector, de ser ocurrente, de mostrar una cara amable y cotidiana, cercana a lo que pueden esperar los lectores. Pero allí se esconde la amenaza. Cada lector tiene un humor diferente según la hora del día. El lector no puede dejar de comparar lo que el entrevistado dice y la imagen que ya tiene de ese personaje o de su trabajo. En este escenario resultan superfluos los adornos retóricos y ponen a merced de la opinión pública a una persona que ha acudido a la entrevista con una sonrisa y con el afán de dejar una buena impresión.
Leo en una de estas entrevistas las respuestas que un amigo cubano da al entrevistador con ocasión del estreno de su próxima película. El buen actor cubano muestra su desenvoltura el restaurante madrileño al que acude, y entre las bromas y la promoción de la película, no puede dejar de mencionar la situación de su país. No hay que olvidar que el Gobierno cubano acaba de denegar el permiso de trabajo al corresponsal del diario que hace la entrevista, Mauricio Vicent, quien por casi veinte años había ejercido la corresponsalía en La Habana. Pues bien, el actor, confianzudo y amable no puede menos que reconocerse un privilegiado por poder hacer en su país lo que más le gusta, en libertad y además ser pagado (en dólares o euros) por ello. Concluye Jorge que el mundo artístico goza en Cuba de una libertad de la que no goza la prensa ni la televisión. Y dice que tiene que haber reformas, pero que el embargo norteamericano supone un obstáculo para el cambio.
Tal vez la euforia del momento y la perspectiva de un buen almuerzo le hicieron descuidarse y meterse en estas honduras de las que no se puede salir indemne. Que un artista diga que  goza de libertad en Cuba, y que cobra por su trabajo no deja de ser un sarcasmo. Cientos de artistas, de autores, de cantantes, de actores de todo tipo viven fuera de Cuba en un exilio doloroso, sin poder volver a su país. Que diga que cobra bien por hacer su trabajo es una afrenta para los millones de cubanos que trabajan en su país y que cobran sus sueldos en esa moneda local que apenas da para sobrevivir. Tal vez la voluntad era buena, buscaba ese equilibrio de quien vive en una dictadura en un incómodo confort.
Veo en televisión al cantautor cubano Amaury Gutiérrez que salió de Cuba hace diecinueve años, que no ha podido volver a su país, que vive a 90 millas en Miami, y que siendo también artista y exitoso, no creo que concuerde con ese concepto de libertad que proclama Jorge. Dice Amaury, con todos sus defectos la democracia es el sistema que mejor defiende a los ciudadanos, incluso a los cubanos.
Tal vez la conclusión sea que son menos peligrosas las entrevistas en televisión que en la contraportada de los periódicos.

martes, 25 de octubre de 2011

Jóvenes

La felicidad, la juventud, esos efímeros estados de exaltación que se pasan con el tiempo, se presentan en los momentos de éxito como bienes intemporales, como muestra de la bondad de los dioses por nuestra virtud. No hay quien en esos momentos en los que tus conciudadanos te han ofrecido su apoyo pueda sustraerse a la sensación de que cualquier cosa es posible, de que efectivamente la acción de un lider es capaz de dominar las estrictas leyes de la naturaleza o de la economía.
El optimismo nos cambia la percepción de la realidad y por unos momentos, tal vez por unos años, también es capaz de cambiar el mundo que nos rodea. Nos hace como esos observadores del principio de inertidumbre de Heisenberg, según el cual cuanto más precisos seamos en el conocimiento de la posición de una partícula, menos precisión tendremos en el conocimiento de su velocidad.
Y esta velocidad indeterminada, este paso del tiempo impreciso llevan en sí el germen de la destrucción. No hay nada que perdure, y las cosas de este mundo, aun en su plenitud contienen ya el comienzo de su decaímiento. Por eso miramos siempre hacia el pasado, por eso no podemos vivir sin el recuerdo y por eso la gran mayoría de los mortales miramos siempre hacia atrás cuando estamos disfrutando del instantáneo presente. Miramos atrás y comparamos nuestro presente con el pasado. Lo podemos ver con conmiseración cuando lo atribuímos a otras fuerzas distintas de las nuestras, y con nostalgia cuando creemos que en el presente hemos enderezado un pasado que nos fue hurtado por ellos, por los otros a quienes nos enfrentamos en una lucha tan antigua como la sociedad.
Así, el llamado a la juventud, la invocación de esa fuerza inestable por más que hoy se quiera ampliar hasta edades que en otros tiempos se considerarían provectas, nos es más que una invocación a nuestro propio pasado, un intento por prolongar la rebeldía que tal vez no supimos gestionar, o que ni siquiera nos atrevimos a vivir.

sábado, 22 de octubre de 2011

Dilemas morales 3

Sostengo desde hace tiempo que la obra artística o literaria se independiza de su creador una vez hecha pública, y que poco tiene que ver la catadura moral de un creador con la calidad artística de su obra. Esto es así en buen número de casos de escritores o pintores más famosos por sus amistades, por su capacidad para crearse una personalidad o un nombre que por el valor de su obra. Y por otro lado grandes obras de la literatura o del saber humano salidas de personas poco recomendables o sencillamente despreciables. No daré nombres de los primeros, pues es más doloroso ser acusado por una obra sobrevaluada que por ser un zascandil o un delincuente de la estirpe de Verlaine, Rimbaud, Genet, Buscarini, Gálvez o Céline.
Viene a cuento lo anterior por el revuelo causado por la concesión de un premio literario a un escritor huido de la justicia desde que en 1985 se escapara de la cárcel donde estaba condenado por pertenencia a la banda armada ETA, quien desde un lugar remoto pero no desconocido, sigue escribiendo y publicando con tal asiduidad que finalmente se ha llevado el premio de ensayo Euskadi 2011.
Joseba Sarrionandia ha traducido a TS Elliot y a Colleridge al vascuence, escribe poemas que son  tomados como letra para canciones de los grupos musicales vascos del entorno independentista, y escribe ensayos de sentida melancolía sobre la patria perdida, sobre la soledad de los vascos huérfanos de un Estado y sobre la persecución y el olvido de la lengua en la que escribe, y por la que le han dado un premio.
Es su obra la de un reflexivo escritor acuciado por la situación de su tierra y por los dilemas de sus conciudadanos, especialmente por los que son de su credo. Un escritor que a buen seguro es capaz de penetrar en esos pliegues del alma llenos de tristeza y de desesperación, donde habita el rencor. Nadie mejor que quien ha sufrido y ha hecho sufrir para expresar la mezquindad del alma en una obra literaria.
Pues bien, el premio a Sarrionandía, puede que sea uno de esos reconocimientos a la obra, a la marcada capacidad del arte para expresar lo que no se puede con palabras lineales ni con trazos sencillos. Puede que se trate de una obra de hondo significado poético como dirá el jurado, o de una reflexión visceral sobre la acuciante situación real que ni nos gusta ni sabemos manejar. Quién sabe qué otros méritos se podrán aducir para premiar una obra que ya salió de las manos de su autor.
Quizá una reflexión no menor sobre los pasajes que he leído del autor. Habla de la tristeza de los exiliados, de la pena de una madre que no puede comunicarse con su hijo en su lengua materna, de una niña que pregunta a sus padres sobre su verdadera patria. No dice, aunque los lectores lo saben, que el exilio, en democracia, es más bien una huida de la justicia, como la que protagonizara el propio autor, que la madre a quien no dejan comunicarse con su hijo es por la sencilla razón de que el hijo está en la cárcel por delitos de terrorismo, tal vez por haber quitado la vida a otro hijo cuya madre nunca podrá volver a verlo. Pero estos detalles no empañan en sentimiento, el dolor, la añoranza, la ausencia de la patria soñada.
Prescindiendo de juicios morales, prescindiendo de las cuentas que su autor debe a la justicia, quizás el premio esté bien concedido- Al fin y al cabo la literatura es ficción, y el ensayo, especialmente el político, una forma menos lírica de la misma ficción.

martes, 18 de octubre de 2011

Mujeres de Cuba 2

Cada vez llegan más amortiguados los ecos de mi estancia en Cuba. Unos saludos enviados por alguien que viaja, con el afecto y el calor de quien bien te quiere, algún favor que todavía te piden en la creencia de que tus conocimientos siguen valiendo a día de hoy, más por el recuerdo que por el conocimiento cierto, y noticias de obituarios que machaconamente van sumando muertos a la eterna lista del olvido.
Llegó la noticia hace unos días de la muerte en el hospital Calixto García de Laura Pollán, una de las fundadoras de las damas de blanco, y su actual referente en la isla. Conocí a Laura en la época de mi despedida, cuando ya los vientos en España cambiaban hacia un mejor entendimiento con el Gobierno cubano y hacia un vergonzante olvido de quienes sufrían y siguen sufriendo la persecución política más larga de la historia contemporánea.
Llegó Laura a una recepción en una embajada en La Habana vestida de blanco, como sus compañeras, esposas y familiares de presos políticos detenidos en las cárceles cubanas. Y con ese gesto, con ese atuendo y con la ingenuidad y frescura que da decir la verdad, comenzaron a poner nerviosos a ese grupo de viejos autoritarios que rodean al viejo dictador cuya sombra se alarga en el tiempo como un caimán declinante.

Unas semanas después coincidí con ellas en otra recepción, a la que por error habían acudido algunos jerarcas del régimen, ignorantes de la invitación a los disidentes. tras saludar   a algunos de los poetas oficiales del régimen, quienes sufrieron un inmediato ataque de pánico, Laura y las otras mujeres de blanco se dirigieron al hijo menos de Fidel Castro, Toni, médico especialista en deporte, y apuesto galán, quien inadvertidamente había acudido a una embajada donde en otros tiempos había pasado buenos momentos, y que ahora cumplía las instrucciones de Bruselas y cursaba invitaciones tanto a Gobierno como a disidentes. Encararon las damas a Toni, y le preguntó Laura, o tal vez fue Blanca Castaño, cuándo podrían visitar a sus familiares, y cuándo recibirían atención médica. He de reconocer que estuvo ágil el joven Castro y no descompuso la figura, como habían hecho los poetas, y con una amable sonrisa, dijo que tomaría nota de sus peticiones antes de enfilar para la puerta de salida con ágil trote.
Fueron días de emociones, de encuentros inesperados, de algunos sobresaltos, pero días también de gran sencillez, de pequeñas verdades y de alivio para las familias que sufrían la persecución y la reclusión en su propio país. Fueron días extraños, que coincidieron con mi triste salida de Cuba y que precedieron a esa vergonzante actitud que hasta hoy se ha mantenido.
Siete años más tarde muere Laura en un hospital habanero. Señal de que la salud en Cuba, como la igualdad en el libro de Orwell, distingue a unos más iguales que a otros. Lamentablemente, las muertes que podrían desatascar tantos años de incomprensión y de atraso se demoran, como esos malos actores que no quieren abandonar el escenario, en tanto que las muertes de tantos ciudadanos comunes se suceden sin que ellos ni sus descendientes vean un futuro promisorio en el horizonte.
Ecos de Cuba, ecos de muerte y recuerdos de buenas acciones, de mujeres valientes que se enfrentan con la fuerza represora de un Estado y con la pasividad cómplice de tantos y tantos llenos de corrección política y de temor por desagradar a los dictadores.

sábado, 15 de octubre de 2011

Lecciones de filosofía

Jueves, 20.00h en la Argentina. Mientras zapeo los canales de la televisión haciendo tiempo para salir de casa, me llama la atención un programa en el que un hombre mayor, con melena de filósofo y atildada indumentaria de profesor, se desplaza graciosamente por un escenario donde se mezclan ingeniosamente el diseño y la teconología, mientras da a los televidentes, en horario de alta audiencia, una clase de filosofía.
El tono profesoral, los ademanes desenvueltos y amables invitan a escuchar una lección que de otro modo parecería un insufrible pestiño. En efecto, el convincente profesor desgrana con buen vocabulario y con conceptos sencillos algunos de los conceptos elementales de la filosofía clásica para uso del público en general.
El profesor, según deduzco experto en la sofística, parte de algunas ideas básicas, irrefutables, para saltar inmediatamente al terreno de la especulación ideológica. Dejando de lado el "amor por la sabiduría", el aguerrido profesor se adentra inmediatamente en una versión maniquea de la historia, que según sus hábiles y engañosas deducciones nos lleva inevitablemente a un pensamiento propio latinoamericano, fundado en la lucha, en la confrontación con el "otro", que no es otro que el mundo occidental, o el mundo desarrollado, o como erróneamente asevera nuestro filósofo, "los países centrales".
De allí a remontarse a los tiempos de la conquista y "genocidio", cuando unos despiadados europeos, empujados por la codicia de sus reyes y por el mandato de una filosofía "eurocentrista" llegaron a las salvajes y pacíficas costas americanas para cumplir su criminal "destino", no hay más que un paso.
Y de esos vientos vienen estas tempestades, es decir, la situación de humillación y postración que sufren los pueblos de América, la necesidad de una confrontación con esos poderes siniestros ya sean europeos o norteamericanos, la inevitable lucha contra esos esquemas de pensamiento impuestos, que si en otros tiempos venían de la mano de la cruz, hoy se presentan junto con algo tan prosáico como el FMI ( Fondo Monetario Internacional, para los profanos). En fin, un curso en pocos minutos de filosofía, de filosofía de la historia y de lo que Popper llamó "la miseria del historicismo". Esa idea peregrina por la que la historia tiene unas reglas que nos llevan inevitablemente a un destino, que en manos de los marxistas se convirtió en una sociedad sin clases.
Todo ellos dicho con un tono amable, casi confidencial, y con una seguridad científica, que no deja lugar a la pregunta, a la duda. Tdodo viene así entrelazado, desde la filosofía griega a nuestros días, para que hoy, los pueblos preiféricos ocupen su lugar en el mundo para, según entendí tener derecho a ser "otro" y enfrentarse con quienes quieran imponerles una identidad, que por más de quinientos años es impostada.
Nada extraño en esta diatriba antieuropea y antioccidental, si no fuera porque el filósofo que habla en perfecto español, es una persona de unos sesenta años, de tez blanca, de apellido centroeuropeo, y muy alejado de aquellos buenos salvajes que encontraron los españoles al llegar a América y cuyos descendientes hoy todavía se manifiestan en repúblicas con más de 200 años d e vida independiente, por sus derechos más elementales.
Pero no debo seguir, pues averiguo al tratar de conocer mejor al pacífico filósofo, que en realidad se trata de un terrible polemista, capaz de refutar cualquier tesis opuesta en cualquier medio y que al parecer la tiene tomada con los blogs. Seguiré viendo sus programas de televisión, y trataré de aprender algo de filosofía de la vida entre tanto.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Elecciones

Tiempo de elecciones, de ese gozoso momento en los que los ciudadanos en los países libres pueden elegir a quienes les van a gobernar en los próximos años. No sólo elegirán a algunas personas, sino que confirmarán con su voto algunos conceptos, algunas de esas ideas que nos hacen sentir confortables en medio del tumulto diario.
Los clichés de campaña electoral, a la fuerza breves y pegadizos tratan de epitomizar  en una frase, en una palabra o en un color todas las esperanzas y prejuicios que albergamos.
En estas fechas las caras cambian. Los candidatos se esfuerzan por parecer lo que no son, por recrear en cada uno la ilusión de lo que desearía. No es tiempo para malas noticias ni para esfuerzos, por más que la realidad se cuele por entre los bastidores del escenario. Todo debe suspenderse por unos días para crear la ilusión de un cambio, de una nueva etapa. Y entre las palabras, las antiguas escenografías de multitudes que disimulan mal su falta de entusiasmo, entre nuevos formatos televisivos con sabor a rancio, los personajes que saben que están en el filo de la navaja, aquellos que han protagonizado tantas horas de noticias, tantas tapas de periódico, pero que ahora no tienen posibilidades de ser reelegidos, van haciendo mutis por el foro. Siguen apareciendo en programas de radio, en inauguraciones, en caminatas por las calles peatonales, pero cada vez su perfil de desdibuja más. Son como esas holografías que crean la ficción de una imagen pero que están huecas, solo atravesadas por la luz.
Se van unos y se proyectan otros, incluso los que se quedan se han transfigurado, han adquirido la gravedad del poder y la sabiduría que solo les durará lo que dure el nuevo mandato. Luego, como tantos otros, deberán volver a sus lares, retornar a sus penates donde solo algún dios menor y piadoso escuchará sus cuitas, sus sinsabores y sabrá de sus incomprendidos sacrificios en el ejercicio del poder.
Pero todo esto, Ay¡ ocurre cuando hay elecciones, cuando hay competencia, cuando la necesidad de cambiar nos hace ver que hay alternativas, que se pueden modificar las cosas o al menos hacernos la ilusión de que con otro manejo, con distintos mimbres, el cesto saldrá más airoso. No en aquellos lugares donde el poder se pudre desde hace más de cincuenta años, donde los dirigentes ni siquiera tienen la decencia de lavar y perfumar sus viejos cuerpos para dar una apariencia nueva. No llega la ilusión donde el cambio no es posible y donde la verdad perdió la batalla hace muchos años, presa de un espejismo.

sábado, 8 de octubre de 2011

Tarde literaria

Una tarde echada a libros. El confort de las cálidas hojas de un libro en una tarde nubosa y húmeda vence cualquier tentación mundana. Una tarde de reencuentros, de lecturas de los suplementos culturales que en pocas líneas prometen horas de venturosa lectura, dan a conocer nuevos autores o traen recuerdos de libros ya olvidados.
Así, tirando del hilo de la cometa vas volviendo a los detalles olvidados de "La montaña mágica", esa novela de aprendizaje en el opresivo ambiente de un sanatorio de la "belle époque" de Suiza. La enfermedad imaginada, las pruebas sucesivas, la vida entre enfermos que denotan una gran alegría de vivir. La vida en fin a 1.600 metros de altitud, rodeado de montañas, aislado pero al fin y al cabo recreando esa vida que transcurre allá abajo, en el llano, en otros ámbitos en otros climas. La vida como reflejo de vida, y al fin, del tiempo. De ese tiempo inmóvil de la montaña, de ese tiempo que observamos con parsimonia y que fugaz, escapa por cada rendija de nuestro cuerpo.
Y de allí, de la literatura alemana, centroeuropea, donde los español sigue siendo esa estampa romántica de Carmen la cigarrera, a la literatura norteamericana del siglo XX. Acaba de publicar Jonathan Franzen una novela que una vez más es destacada por la crítica norteamericana como la epopeya americana. Nada nuevo, pues lo mismo les sucedió con Philip Roth y su pastoral americana, con Richard Ford y su trilogía del sportswriter, con Cormac Mc Carthy con su meridiano de sangre y con su trilogía de la frontera, o con Con de Lillo con su "Underworld". Todas ellas novelas de esta centuria, de este milenio, y todas ellas notables y grandilocuentes. La decadencia americana no puede ser total mientras tenga el dominio del canon literario, y mientras siga surtiendo el inconsciente colectivo mundial con sus paisajes, con sus costumbres tan recientes y tan arraigadas, y con sus personajes desde la literatura al cine. No puede decaer un país que sigue dando héroes globales, como el recientemente fallecido Steve Jobs, presente en la vida de millones de personas.
Y de Estados Unidos al país donde me encuentro, y que me proporciona un atisbo de Borges desconocido, la serie de artículos publicados entre 1936 y 1940 en la revista "El hogar", en la que quincenalmente hace Borges una pequeña biografía o una recensión de un escritor extranjero. Son estos artículos quintaesencialmente borgianos, con sus adversativas, sus matices, sus pardojas, aun en unos artículos publicados en una revista de gran difusión en esos años, que tenía como público más fiel a la mujer que comenzaba a saborear las comodidades de la modernidad, y que eran el reflejo del éxito argentino, cuando este país se codeaba con los más desarrollados del mundo.
No deja de sorprender la constancia de Borges, seguramente ligada a uno de esos contratos leoninos que hacen del escritor un probo funcionario de la literatura.
Y por las páginas del Hogar argentino pasan las figuras de Virginia Wolf, Lion Feuchtwanger, T.E. Lawrence,
E. Oneill, T.S. Elliot, Raimundo Lulio o Saavedra Fajardo, junto con muchos otros hoy desconocidos.
La cultura enciclopédica de Borges y su frondosa imaginación paliaban seguramente la dificultad de acceder a las fuentes del conocimiento y a las novedades literarias en los tiempos previos a Internet.
Tarde gozosa de una primavera que se despereza entre nubes y que trae ecos de un concierto de cámara que reconcilia con la capacidad de creación del hombre en la tierra.

jueves, 6 de octubre de 2011

Dilemas morales 2


Una joven norteamericana y otra argentina, ambas guapas y de familia acomodada, estudiantes universitarias, con vidas parecidas a las de miles de estudiantes de su edad y de su entorno, pero con un trágico suceso a sus espaldas que las une con un lazo invisible. En ambos casos, las jóvenes convivían con una amiga de edad similar, también estudiante, que finalmente resultaron asesinadas, la una en Perugia donde estudiaba con un Erasmus, y la otra en Buenos Aires. En ambos casos las víctimas aparecieron muertas en su propia cama, con signos de violencia y de abusos sexuales, y en ambos casos las primeras sospechas recayeron sobre sus compañeras de piso, Amanda y Lucila. Curiosamente, las cuatro jóvenes vivieron historias similares separadas por miles de kilómetros y con pocos años de diferencia.
Se hace extraño ver ante los tribunales, con acusaciones tan tenebrosas como estas, a dos jóvenes bien parecidas, bien vestidas, de buenos modales, sufriendo un juicio como acusadas por la muerte de alguien con quien tenían una amistad previa, y en la que aparecen como principales encausadas.
Después de meses, de años de pruebas, de testimonios, de condena mediática y de desesperación, ambas han sido absueltas por los tribunales de los terribles cargos por los que respondían. En ambos casos el crimen queda sin autor.Una vez destapadas las irregularidades de la investigación y las torpezas de la policía, todo queda en nada. Dos crímenes sin resolver. Dos familias que unen a la pena el desconsuelo de no saber quién cometió estos asesinatos, dos casos sin resolver y dos dudas que se mantienen. ¿Puede una joven cometer semejante atrocidad contra alguien a quien conoce? ¿Pueden ser inocentes cuando no hay pistas que orienten la investigación hacia otro lado? ¿Son personas que han sufrido la pesadilla de una acusación injusta? ¿Cómo se conlleva semejante presión, años de cárcel, acusaciones, miradas de odio, la rabia de la familia de las víctimas cuando te declaras inocente?. ¿Y si todo fuera simulación, si de verdad fueran culpables? ¿Cómo pueden darse dos casos tan paralelos a tanta distnacia? ¿Habrá una causa, los celos, la envidia, el despecho, que expliquen la posibilidad de una conducta así?.
De momento ambas jóvenes, doloridas y hermosas han recuperado la libertad. En el caso de Amanda debe ahora administrar su pena con jugosos contratos televisivos, y quién sabe si con un libro y una película. Tal vez en la distancia, ambas despierten en la noche y vean de nuevo el crimen, y en lo más brutal de la escena se vean a sí mismas con otros ojos, con otra alma clavando el cuchillo mortal.

martes, 4 de octubre de 2011

Dilemas morales

Una noche de primavera, un sobresalto cuando te apresuras por una céntrica calle camino de un restaurante, cuando una mujer mayor te llama, te detiene y trata de entablar un diálogo. Más bien trata de contar su historia, su desdicha y seguramente pedir después una ayuda. En el apresuramiento ante la siguiente cita, y la conversación que mantienes con tu mujer camino del restaurante, no dejas que la mujer siga con su monólogo y sigues tu camino. Unos pasos más allá, la mujer hasta ese momento educada y humilde, te llama con vehemencia, reclama tu atención y te lanza un reproche lapidario. Igual que las brujas de Macbeth, sin responder a preguntas, lanza una sentencia premonitoria, y te deja pensando, inquieto, incómodo.
Alguien a quien no conoces y nunca conocerás se mete en tu vida, te perturba y desasosiega, con las credenciales que le da el ser una persona menesterosa, o desesperada.
No puedes dejar de pensar en el maleficio, más cuando unas horas antes has estado en la consulta del médico y te dice que los síntomas de tu malestar no son buenos, que tienes que seguir haciéndote estudios y pruebas. Tus cavilaciones, la conversación que mantenías unos minutos antes de esta interrupción giraban en torno a la posibilidad de la enfermedad, a la probable existencia de un resultado negativo, a esa lotería que en algún momento te puede tocar. Y allí, en ese momento, en esa calle céntrica pero desierta, por la que sube un viento fresco del río, esa mujer, esa aparición te plantea el falso dilema moral entre la limosna o la maldición.
No puedes dejar de pensar en ello, durante la cena, durante la noche. ¿Existirán realmente los presagios?¿Será ésta una aparición mágica que te lleva a pensar en las coincidencias, o es simplemente una de esas personas perdidas en su tristeza que pueblan las calles de las ciudades mendigando un rato de conversación o en su defecto una buena propina?.
El hecho es que la aparición realmente ocurrió. Que el tono de voz era primero suplicante y después amenazador, y que inevitablemente pensaste si no debieras haber aguantado la conversación unos minutos y terminar dando a esa extraña mujer, bien vestida, limpia, inicialmente educada, una pequeña limosna que aliviara su triste noche y tu culpable conciencia.
Los días pasan y el recuerdo se diluye. Los resultados de los análisis van mejorando. Lo que comenzó como una preocupación se convierte en un mal recuerdo sin consecuencias, y la imagen de aquella mujer maldiciendo tu figura, y deseándote males mayores termina por borrarse en los pasillos de la memoria.
Hoy el dilema moral sigue siendo si debes sufrir con los que sufren o vivir tu propia vida. Si estamos en esta vida en un valle de lágrimas o si debemos recoger el fruto fugaz de la vida, tan efímera y azarosa.
Si una noche de primavera una extraña te detiene y te invoca, detente, escúchala, deposita tu óbolo y regresa a casa con la conciencia tranquila y libre de cábalas y maldiciones, que ya es la vida suficientemente peligrosa como para cargar con viejos ensalmos.