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martes, 31 de agosto de 2021

Postales del sur de China. El dinero


 El tiempo pasa y la memoria se desvanece. Los buenos propósitos quedan en eso, propósitos, y solo alguna fotografía, una conversación traída a tiempo permiten recordar algunas de esas escenas que deben incluirse en un buen album de postales.

La celebración de los resultados económicos de una empresa dan lugar en casi todo el mundo a una paga adicional a los trabajadores más destacados por su contribución a la empresa. Generalmente esta paga se hace por medio de una transferencia bancaria y en algunos casos, mediante la pudorosa entrega de un sobre que contiene la gratificación. Sin embargo en China la tradición marca que los billetes rojos se muestren sin vergüenza como una señal del éxito y de la fortuna de quien los recibe.

Desde mi llegada al sur de China me sorprendió el lujo y el bienestar económico que se apreciaba en muchas partes de la ciudad. Edificios modernos, coches de alta gama, tiendas de ropa de lujo y un estilo occidental en las zonas más modernas de la ciudad. Pero fuera de esos lugares privilegiados, también pude observar el interés por el dinero, la franqueza con la que cualquier persona te hablaba de su aspiración a ganar más dinero, a tener dinero, a llegar a ser rico en un país comunista.

Al cabo de poco tiempo mi pregunta no era cómo había tanto afán por el dinero en un país comunista, sino cómo en un país tan ávido de riqueza pudo nunca implantarse un régimen comunista, llegando a los extremos de la colectivización, del gran salto adelante, o de la revolución cultural, que son algunos de los ejemplos más extremos del comunismo.

En cuanto las costuras de la economía comunista reventaron tras la muerte de Mao, el sistema comunista ha sabido convivir con ese deseo de riqueza del que los chinos hacen gala desde hace milenios.

Como todo en China, el deseo de riqueza tiene orígenes milenarios. Fueron los chinos los primeros en utilizar las monedas, allá por los tiempos dela dinastía Zhou. En la dinastía Qin, el primer emperador ya repartía regalos de cinco monedas atadas con una cinta roja a sus vasallos más fieles y es durante la dinastía Song en el siglo IX cuando los chinos comienzan a utilizar el papel moneda, siglos antes de que este medio de pago se irradiara por todo el mundo.

Pero hoy, seguramente el interés por el dinero no viene solamente de la tradición o de la historia. Hay también un elemento vinculado a la experiencia personal de muchas familias que han pasado hambre y penurias durante el convulso siglo XX que buscan en el dinero la seguridad y la estabilidad que son necesarias para la vida. La necesidad de armonía que predica el confucianismo está bien servida con el respaldo de unos ahorros. Las necesidades que no cubre el Estado vienen cubiertas por una educación que permita obtener más tarde un empleo bien remunerado.

Hace años nos llamó la atención la noticia según la cual había un número importante de miembros del partido comunista de china que eran millonarios, incluyendo el fundador de la empresa Alibaba. Hoy esa situación parece normal y simplemente se observan algunos ajustes en esta política de creced y enriqueceos para evitar distorsiones exageradas que puedan dar lugar a una pérdida de control por parte del partido comunista.

Pero a pesar de ello, sigue enraizada entre la población ese amor por el dinero que a muchos de nosotros nos haría sonrojar. Tal vez esto se deba también a la ausencia en China de religiones que tengan una prevención contra la riqueza como puede ocurrir en el cristianismo o en el Islam, donde el castigo de la usura y la dificultad de la salvación de los ricos ha sido una constante, al menos teóricamente. En China no hay ese tipo de limitaciones, y la riqueza, el dinero proveen seguridad, como en casi todo el mundo, pero además te permiten situarte en un lugar en la escala social acorde con tu capacidad. Esa forma que el confucianismo tenía de buscar la armonía a través de la adecuación de la personalidad a su nombre y también a su situación social.

La felicidad con la que los trabajadores de la fotografía exhiben sus billetes ganados con horas de esfuerzo y de privaciones es el premio que reciben en este mundo quienes trabajan y tienen éxito. 

viernes, 20 de agosto de 2021

Postales del sur de China. El lujo en China

 


El contraste entre las imágenes del documental de Antonioni de una China uniforme, pobre, de un consumo elemental y la visión de cualquier ciudad china de hoy donde las marcas de lujo internacional se manifiestan en todos los modelos imaginables de coches de alta gama junto con tiendas de moda con productos de precios inasequibles y restaurantes que compiten por poner en su entrada el galardón de la guía Michelin podría hacer pensar que estamos en un país de nuevos ricos, donde el lujo es una novedad para consumidores ostentosos.

Sin embargo el amor por los objetos de lujo tiene una larga historia en China. Ferdinand Braudel decía que la idea de la moda es algo inherente al mundo occidental, mostrando un mayor conocimiento de la historia del Mediterráneo que del Oriente. Una exposición en el Metropolitan Museum de Nueva York en 20115, China a través del espejo (China through the looking glass) se encargó de rebatir a Braudel, trazando una historia de China a través de la moda y del lujo desde las primeras dinastías a nuestros días, pasando por la moda del "cuello Mao".

Durante milenios China ha sido productora de todo tipo de objetos de lujo para su consumo interno y también para el intercambio con otros países. La raíz confuciana de la primera cultura china ordenaba el mundo a través de distintas elites que debían permanecer y disfrutar de privilegios para no romper la armonía social. Estas elites, desde los emperadores a los comerciantes o los sabios, tenían acceso a innumerables artículos de lujo que se intercambiaban y que representaban ante el pueblo su estatus.

Desde muy temprano China exportó productos de seda, porcelana de alta calidad, joyas y metales preciosos, perlas, mantones de Manila, y todo aquello que el mundo consideraba delicado y precioso. Estos productos no eran solo objeto de intercambio, sino también instrumentos de política exterior, pues el intercambio de regalos constituía una buena parte de las relaciones entre distintos países a lo largo de la historia. Durante muchos años los emperadores de la dinastía Han trataron de mantener a los bárbaros lejos del Imperio del Centro por medio de la construcción de la muralla, pero también a través de alianzas forjadas con generosos regalos que evitaran una invasión. Como suele ocurrir en estos casos, los regalos nunca son suficientes frente a la codicia, y su efecto fue más bien el contrario. Los bárbaros del norte encontraron más sencillo invadir el imperio y recoger por su medio todos los tesoros de los Han, haciendo caer esta dinastía en el siglo III d.C.

Esta historia se repetirá en numerosas ocasiones a lo largo de diversas dinastías y siempre la laboriosidad de los artesanos chinos siguió produciendo objetos de lujo que viajaban en los galeones españoles de las Filipinas a Acapulco y de allí a España, o a través de la ruta de la seda, atravesando el corazón del continente eurasiático hasta llegar a las cortes europeas y a las ciudades del Mediterráneo.

La exposición del Metropolitan muestra la influencia china en la moda occidental, desde los sutiles bordados amarillos del traje del último emperador, reproducidos luego en sugerentes vestidos de las grandes marcas italianas de ropa, a las colecciones de qipaos de distintos estampados y texturas que se ven en la película de Wong Kar Wai "In the mood for love", en la que la protagonista Maggie Cheung exhibe más de veinte de estos delicados vestidos femeninos donde se encuentran oriente y occidente.

El qipao es un vestido de origen occidental que se puso de moda en el Shanghai de los años 20, que se ajusta al cuerpo de la mujer con telas y diseños orientales, y que tras la revolución del 49 buscó refugio en Hong Kong donde se ha seguido usando. Hoy los principales diseñadores chinos utilizan el qipao en sus colecciones para los desfiles de moda más exuberantes del momento.

Incluso la austera y pobre indumentaria de los tiempos de Mao ha dado lugar a colecciones de moda occidental a través de esas camisas sin cuello y esas guerreras unisex que uniformaban a las masas chinas en los comienzos de la revolución. También las gorras y las insignias de la época han hecho fortuna en occidente, aunque sin pasar a la categoría de la alta moda, sino que se han quedado en productos de mercadillo para fetichistas de la historia.

Con esta tradición no es de extrañar que hoy más del 35% del consumo de lujo mundial se haga en China, y que marcas como Ferrari, Maserati, Rolls Royce, Tesla tengan en este país su más importante mercado y que hoy los productos de consumo más refinado se exporten a China en un camino inverso pero congruente con ese afán por diferenciarse y por demostrar la posición de cada uno en un sistema armonioso pero jerarquizado.

Aún así todavía queda margen para que el lujo se imponga en China en todos los niveles. Al salir de casa vemos pasar esos coches de alta gama, que cuando son conducidos por una mujer china muestran la congruencia entre el lujoso vehículo y el afán estético de la conductora que lleva un bolso y un vestido a tono con el precio del coche. Sin embargo cuando el conductor es un varón siempre me entra la duda de si se trata del dueño o del chófer, pues todos visten con desaliño y despreocupación con una camiseta de limpieza dudosa y unas chanclas para aliviar el calor. Al menos eso se observa desde el sur de China, que siempre ha sido un poco excéntrico a pesar de la uniformidad que se supone en la cultura china.

Así, va trenzándose la tradición con la modernidad en un país lleno de contrastes, como casi cualquier otro.



martes, 17 de agosto de 2021

Postales del sur de China. La vida digital


 

Michelangelo Antonioni realizó en 1972 un documental sobre China a petición de Mao quien quería mostrar la cara amable de un país que apenas salía de los efectos de la Revolución Cultural. Antonioni, aunque comunista en Italia, no pudo evitar la verdad de su oficio de cineasta y nos devolvió una imagen de China en blanco y negro atrasada, sometida al rigor de la disciplina y de la pobreza que difícilmente podía competir con las imágenes de la vida ordinaria en cualquier país europeo, y nos trasladó una primera visión de la China de Mao donde el mayor lujo era una bicicleta y la única diversión los espectáculos de acrobacia en algún teatro de la periferia.

Hoy, una vez solucionados los problemas con el alfabeto y los teclados para máquina de escribir o para ordenador, el avance de la era digital en China se muestra imparable. La vida en este mundo de aplicaciones resultaba al menos hasta hace un mes bastante fácil tanto para los chinos como para los pocos extranjeros que viven en el país del Centro.

La prohibición del uso  de las aplicaciones occidentales en China a raíz de sus diferencias con Google sobre el tratamiento de datos personales y las obligaciones de la censura china, han fortalecido a sus equivalentes autóctonas que han avanzado imparables en los mismo sectores donde han prosperado las denominadas GAFA (Google, Amazon, Facebook, Apple). Donde tenemos Google, los chinos tienen Baidu, donde Amazon, Alibaba donde Uber, Didi y donde Whatssap, Wechat por poner unos ejemplos. Y además de copiar o de imitar los desarrollos occidentales, los chinos los han perfeccionado y los han extendido en un mercado de más de 800 millones de usuarios que se comunican en el mismo idioma común, el mandarín. 

la facilidad con la que los chinos de todas las edades han adoptado la tecnología se refleja en el uso generalizado de los medios de pago digitales en mercados populares o en propinas para malabaristas en la calle, o en el incesante ajetreo de motocicletas llevando comida a domicilio o paquetes de compras por internet. Todo ello con las magnitudes chinas que permiten dar servicio a todas horas y todos los días del año. Esto ha creado unos gigantes que sobre la base del desarrollo de la tecnología digital hacen accesibles los productos a prácticamente todos los rincones del país. 

Este desarrollo ha creado también nuevos magnates que además de acumular dinero han ido acumulando influencia y poder dentro del armonizado y sistemático mundo chino. Son los nuevos millonarios del sector tecnológico que desbordan las fronteras chinas y empiezan a cotizar en mercados internacionales donde la avidez de los inversores se ha fijado en el potencial del mundo chino con sus millones de consumidores.

Este mundo paralelo al occidental generaba al igual que en el resto del mundo algunos ganadores de la tecnología que acumulan un poder de decisión sobre el resto de los actores que puede poner en peligro la competencia y el surgimiento de nuevas empresas en sectores donde el tamaño sí importa. Si en Europa esto se trata de combatir con complejas normas de regulación o con una difícil armonización fiscal, o en Estados Unidos con llamadas a declarar en comisiones del Congreso a los dirigentes de estos gigantes tecnológicos, en un mundo como el Chino esto se soluciona de una manera más radical y a corto plazo efectiva. Basta una indicación del Partido Comunista de China para que las grandes empresas comprendan que su tiempo está limitado y que deben de obedecer a nuevas normas. o desaparecer.

Así, desde hace unos meses las autoridades chinas han prohibido la salida a bolsa en Hong Kong de Ant, la filial financiera de Alibaba, han censurado la difusión de videos de Tencent, o más recientemente han prohibido la descarga en China de la aplicación de Didi, el mayor gigante de alquiler de vehículos con conductor del mundo. Esta llamada de atención ha hecho caer más del 40% el valor en bolsa de estas grandes compañías, y si a ello se añade la prohibición de las clases de refuerzo en escuelas y universidades, que generaban un enorme mercado de educación digital con inversores de todo el mundo, tenemos que en pocos meses China ha dado la vuelta a su mercado tecnológico.

Si en Estados Unidos o Europa una sanción de 2.000 millones de euros por parte del regulador daría lugar a una batalla judicial para evitar el pago, en China, Alibaba aceptó la multa impuesta por las autoridades con una nota de agradecimiento por haberle señalado sus errores. Estas son algunas de las diferencias entre Occidente y China.

La nueva orientación de la China digital implica un desarrollo mayor de los aspectos más innovadores de la tecnología, la fabricación de semiconductores, el desarrollo de la inteligencia artificial, el almacenamiento de datos en la nube, el despliegue de la tecnología 5G y todo aquello que pueda poner a china al frente de la economía del siglo XXI. En otras palabras, el comercio digital, los juegos, el entretenimiento estaban bien en una primera fase, pero ahora viene el tiempo de los grandes proyectos y antes de emprender un negocio, los jóvenes empresarios deberán preguntarse qué es lo que necesita China para lograr la primacía mundial.

Este cambio brusco de política digital puede dar resultados positivos y sobre todo ser capaz de dirigir la inversión china hacia aquellos sectores más innovadores, pero también puede resultar en una distorsión tan grande del mercado que aleje a los inversores y que genere dudas entre quienes quieran desarrollar los nuevos negocios por si en un futuro no lejano son ellos quienes sufren las consecuencias de un cambio de prioridades como el que ahora se ha producido.

La China de Antonioni no tiene nada que ver con la actual, por supuesto, pero algo de la filosofía subyacente en esa China tradicional, parte de su tradición centralista, unitaria, autoritaria, puede transmitirse como ese estilo de gobernar nacido del primer emperador, Qi Huang Di y sus sucesores de la dinastía Han, que desarrollaron el país basado en una filosofía política legista, donde la ley que impera no es la nacida de la costumbre o de la voluntad popular, como entendemos en Occidente, sino de la necesidad de poner orden al mundo y de poner a cada persona y a cada cosa en su sitio para no romper la "armonía".





jueves, 12 de agosto de 2021

Postales del sur de China. La era digital

 

Una vez su peradas las dificultades de pasar de escribir a mano con bella caligrafía largos textos en chino a dotarse de unas máquinas de escribir que facilitaran la vida de los amanuenses chinos, vino el tiempo de los ordenadores y para ello había que encontrar un modo más sencillo de introducir datos para obtener resultados de las nuevas máquinas de computación.

El primer intento vino paradójicamente de un investigador norteamericano, el profesor Caldwell del MIT de Massachussets, cuando en tiempo de la guerra fría mostró interés por incorporar la lengua china a los procesadores en los que estaba trabajando. Caldwell se encontró con el mismo problema de siempre, cómo introducir de manera sencilla un lenguaje de miles de caracteres distintos en una máquina de manera eficiente.

Sin saber chino, Caldwell fue aprendiendo de su contacto con estudiantes chinos, que a pesar de la complejidad de los caracteres chinos, estos se dibujan siempre siguiendo un mismo patrón para componer por medio de trazos caracteres complejos. De arriba abajo, de izquierda a derecha, primero horizontal, luego vertical, primero diagonales de derecha a izquierda... y así sucesivamente. Con estas ideas, el profesor Caldwell fue capaz de desarrollar un teclado basado en los trazos que componen los caracteres que tenía la virtud de que permitía con apenas cinco trazos adivinar un caracter de 12 o 15 trazos, debido a la frecuencia y repetición con la que se ordenaban estos trazos. Este primer computador chino estuvo disponible desde 1959, pero en plena guerra fría pasó de la Universidad al departamento de defensa, de allí a la CIA y después a varias organizaciones gubernamentales que decidieron que era mejor no publicitar un instrumento que en manos del gobierno comunista de Mao pudiera ser un instrumento de propaganda.

El siguiente paso lo daría el gobierno de Mao. Con objeto de avanzar la alfabetización en China y de simplificar la escritura para facilitar la lectura, la china comunista desarrolló un nuevo sistema de caracteres denominado chino simplificado, que perdía conexión con muchos de los caracteres antiguos, y a la vez un sistema de transcripción al alfabeto latino, denominado pin yin. Este es el sistema usado hoy para comenzar a aprender chino y es el que permite leer ese idioma mediante una transcripción fonética a caracteres latinos, eso sí con cuatro tonos diferentes en cada sílaba más un tono neutro. (Esto no debe desanimar a nadie, el Cantonés tiene ocho tonos diferentes por cada sílaba).

La paradoja es que quien dio el paso definitivo para el actual sistema de transcripción digital de los caracteres chinos fue un prisionero del Gobierno de Mao durante la revolución cultural, el ingeniero Zhi Bingyi. Hay que decir que no hay nada de original en ser prisionero durante los tiempos de la revolución cultural en los años 60, pues quien no estaba en la calle acosando a sus profesores o a "enemigos del pueblo" estaba en la cárcel purgando sus penas, incluyendo a un buen número de dirigentes actuales.

Estaba Zhi Biying en una pequeña celda donde no tenía más compañía que un lema escrito en la pared invitándole a hacer una auto confesión "indulgencia para el que confiesa, severidad para quien resiste".

Con los caracteres chinos de esta frase ominosa y con todo el tiempo del mundo por delante, Zhi empezó a descomponer los caracteres en trazos, como había hecho Caldwell y así se hizo mentalmente un pequeño diccionario de trazos que podía combinar. A esto añadió el nuevo sistema de transcripción latino impulsado por Mao, y vio que podía pronunciar cada trazo con su transcripción en pinyin. Con esta idea el computador haría el resto mediante la predicción de textos. 

Eureka, este fue el sistema adoptado unos años después por las principales compañías de ordenadores que querían vender sus productos a una china que se abría al mundo. El usuario, con un teclado qwerty como el que usamos diariamente tecleaba algunos trazos y el ordenador ofrecía una serie de caracteres que comenzaran con esos trazos para elegir el más conveniente en cada caso. Se pasaba de un sistema de caligrafía y escritura a otro donde lo importante es reconocer los caracteres chinos y elegir el más apropiado. Este es el sistema que ha triunfado y el que usan millones de chinos todos los  días en sus ordenadores y en sus teléfonos móviles. 

Hoy China es una potencia digital. Allí se fabrica la mayoría de los ordenadores y dispositivos móviles que se usan en todo el mundo y basta con presionar una tecla para que el idioma que use el dispositivo emita caracteres chinos al teclear nuestras conocidas letras del alfabeto latino.

¿Será esta una de las causas del rápido crecimiento chino y del desarrollo de su sector de tecnología y de la inteligencia artificial? Hoy China lidera el desarrollo de la inteligencia artificial, según el informe de la Universidad de Stanford, y ello se traduce en numerosos artículos científicos y en un gran número de aplicaciones de los programas de inteligencia artificial a sectores como la seguridad, la defensa, la educación, el coche autónomo, etc. Quizá la CIA no estuviera desencaminada cuando decidió no dar luz verde a las investigaciones de Cadwell y retrasó el acceso de la lengua china al mundo de los ordenadores. Hoy en un mundo digital la combinación de la facilidad de acceso a las redes a través del teclado de alfabeto latino y la laboriosidad de los chinos, ha dado una infinidad de datos a los sistemas de inteligencia artificial, que son explotados sin descanso y que facilitan esa aspiración orwelliana de tener un Estado en la forma de Gran Hermano, vigilante y severo.

Lo cierto es que en los vestíbulos de los grandes edificios, en los ascensores, en el metro, en el tren, en los restaurantes, siempre vemos a un Chino trasteando con su smartphone y como dijo Quevedo refiriéndose a Góngora,

 "Erase un hombre a una nariz pegado , se podría decir,

"Erase un chino a un móvil pegado..."


lunes, 9 de agosto de 2021

Postales del sur de China. La máquina de escribir

 

Los edificios de oficinas de Zhujiang New Town en Cantón se llenan por las mañanas de jóvenes que hacen cola ante los ascensores con un vaso de café de Starbucks en una mano y un teléfono en la otra del que no levantan la mirada hasta que llegan a la planta donde se encuentra su oficina. La habilidad que demuestran al manejar con una sola mano el aparato y la rapidez con la que teclean una y otra vez mensajes de texto o búsquedas en internet me sorprenden cada mañana mientras trato de dirigir mi mirada la infinito para evitar una indeseada intromisión en su intimidad.

El chino es el único de los principales idiomas cuya escritura no es alfabética ni silábica, sino que se compone de un gran número de caracteres que en el lenguaje culto y tradicional se dice que llegan a más de 100.000 caracteres distintos, si bien para un manejo eficiente de la escritura bastaría con poco más de 2.000 caracteres. En cualquier caso, estas cifras van mucho más allá de las 28 letras que componen el alfabeto latino y que con el sistema de escritura "qwerty" constituyen el método tradicional de escritura a máquina o más recientemente el sistema mediante el cual se teclea en los ordenadores o dispositivos móviles en casi todo el mundo.

¿Cómo consiguen los chinos hoy introducir en el mínimo teclado de un móvil toda esa riqueza de trazos y composiciones que conforman la escritura china?. ¿cómo es posible que China esté desarrollando una poderosa tecnología digital con la dificultad añadida de un sistema de escritura tan complejo y artesanal? 

Tom Mullaney, profesor de historia de China de la Universidad de Stanford da una respuesta inteligente en su libro sobre la historia de las máquinas de escribir en China. Si a finales del siglo XIX las máquinas de escribir eran ya moneda corriente en el mundo occidental, en China los esfuerzos por contener en un aparato de reducidas dimensiones todas las posibilidades de la escritura chocaban una y otra vez con la inmensidad de un lenguaje basado en la tradición de los caracteres complejos o "hanzi".

La naturalidad con la que aprendemos un idioma desde niños y con la que nos acostumbramos a otorgar a una combinación de letras arbitrarias un significado en nuestro intelecto, nos hace perder de vista la dificultad que entraña meter en el pequeño espacio de un teclado los infinitos significados de un lenguaje. Por ello para los chinos, aferrados a una lengua milenaria, donde la caligrafía no es solo muestra de buena educación sino una de las bellas artes, el reto de mantener su tradición y de adaptarla a la modernidad ha llevado a infructuosos intentos a lo largo de los años.

Siempre he pensado que una de las posibles causas del atraso de China respecto al Occidente en el siglo XIX pudiera deberse al atraso en encontrar una tecnología que permitiera escribir de modo rápido y mecánico, sin dar lugar a ambigüedades largos textos con una máquina.

Si los chinos se adelantaron a occidente en la impresión de caracteres en papel y fueron la cultura dominante durante muchos siglos, por qué no achacar parte de su rezago en el último siglo a la dificultad para hacer viable un sistema de escritura a máquina?.

Entre los intentos más llamativos de acortar este retraso constan las primeras máquinas chinas con un inmenso teclado que incluía los principales caracteres utilizados en la lengua china, para poder escribir a máquina textos. El inconveniente es que estas máquinas podían tener teclados de hasta cuatro metros de largo, y requerían un enorme espacio para llevar a cabo la escritura.

Más modernamente, a finales de los años cuarenta del 1900 y casi con un siglo de retraso respecto al mundo occidental, IBM desarrolló junto con el inventor chino Kao Chung Chin una máquina de escribir capaz de reproducir una cantidad suficiente de caracteres chinos a través de un teclado simplificado numérico de cuatro filas con un total de 36 números que combinados en grupos de cuatro podían reproducir los 5.400 caracteres almacenados en el tambor de la máquina de escribir. Esta idea brillante para comprimir el lenguaje en una pesada máquina de escribir chocó con la ingratitud de la política, pues tras su exitosa presentación en Shanghai en 1947 y cuando IBM se disponía a explotar este nuevo mercado, se produjo el triunfo de la revolución comunista, que cerró las puertas al comercio con occidente y llevó a cabo un cambio radical en la escritura china, dando lugar la chino simplificado, que se el que se utiliza hoy en día, dejando obsoleta la máquina de Kao Chung Chin.

La fórmula que finalmente triunfó en China es una basada en una máquina sin teclado en la que se presenta una bandeja con hasta 2.500 caracteres que el tipógrafo va eligiendo con una palanca que saca el caracter, lo moja en tinta, lo imprime y lo devuelve a su lugar. Este tedioso sistema llegó sin embargo a permitir a los más avezados mecanógrafos a escribir hasta 30 caracteres por minuto. Esto seguramente no es comparable a la velocidad de las mecanógrafas occidentales, pero constituía ya un avance, que en los tiempos de Mao facilitó la labor de propaganda del Partido Comunista de China. 

Para facilitar esta escritura, las máquinas se fueron adaptando al universo semántico de quien escribía, poniendo juntos, en lugares más accesibles los caracteres correspondientes al campo semántico sobre el que se quisiera escribir. Así el caracter Mao, poco utilizado en los años 30, pasó a ocupar un lugar central en la bandeja de las máquinas de escribir chinas después de la Revolución, y allí sigue hasta nuestros días.

Con dificultades, con lentitud y con un ejército de pacientes chinos que memorizaban los caracteres y su posición en las bandejas, los chinos fueron incorporando con retraso la escritura mecánica en sus vidas, avanzando de manera intuitiva en algo que hoy nos asalta cada día en nuestro mundo digital; la escritura o las informaciones predictivas. Para poder escribir más rápido, los chinos fueron desarrollando un método predictivo de escritura, antes de la existencia de los ordenadores, por el que se ponían cerca las palabras o raíces que tuvieran relación con el texto principal. Esa anticipación debida a la necesidad de escribir más rápido puede estar en el origen de la actual escritura predictiva que nos asalta en cada mensaje de whatssap o en cada línea de texto que tecleamos sin revisar.

Estos fueron los primeros pasos para acercar la escritura china a la modernidad, pero seguramente esto no era suficiente para atrapar a occidente. En una china rural y escasamente alfabetizada las máquinas de escribir se circunscribían a los medios oficiales y a algunas actividades económicas esenciales, mientras el país seguía cultivando la caligrafía y se extendía un chino simplificado que permitiera un acceso más sencillo a la escritura y a la lectura.

El siguiente paso lo constituirá el lenguaje de la era digital, pero eso será objeto de otro texto, ya pasada la revolución cultural y sus perniciosos efectos.