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lunes, 27 de julio de 2020

Viajes en la nueva era, Yunnan julio de 2020



En este extraño 2020 muchas cosas están cambiando y una de las más relevantes para el estilo de vida al que nos habíamos acostumbrado es el viajar. Tras unos meses en los que las flotas de las compañías aéreas se quedaron en tierra, poco a poco comienzan los aviones a volar aunque en condiciones más limitadas que en el mundo feliz anterior a la pandemia. En China se ha cerrado el país a la entrada de extranjeros de un modo casi total, mediante el recurso de limitar drásticamente el número de vuelos que tienen permiso para acceder al país. Así en contra de nuestros deseos, ante la escasez de vuelos internacionales y las inciertas condiciones de regreso a Cantón hemos decidido tomar unas vacaciones chinas durante el cálido verano cantonés.

Hemos viajado de Cantón a la ciudad de Lijiang, en la provincia de Yunnan, un viaje de cerca de dos mil kilómetros en un avión de la compañía china, China Southern. En el interior del país los viajes se están normalizando, sometidos a los controles sanitarios correspondientes, pero pueden dar una idea de la forma en la que se va a viajar en este mundo viralizado. En primer lugar, hay una distinción clara entre el nosotros y el ellos. Siendo nosotros los que estamos dentro del perímetro de protección de este inmenso país y ellos el resto del mundo. Hoy solo pueden viajar con una cierta libertad quienes están dentro del círculo de confianza. Para ello hay que pasar una serie de controles a la llegada al aeropuerto, que se traducen en tres tomas de temperatura, la exhibición del código de salud que hay que llevar en el teléfono, correspondiente a la provincia de salida, escanear un código en el mostrador de facturación con los requisitos de la provincia de destino y presentar tres veces el pasaporte en diversos controles para demostrar que el sello de entrada en el país es anterior al mes de abril, cuando se prohibió a entrada a extranjeros.  Una vez superadas estas pruebas, ya se encuentra uno en disposición de subir al avión.

Aunque pueda parecer sorprendente a primera vista, China Southern es la mayor compañía aérea del mundo o al menos lo era antes del Covid. Ahora será la primera con mayor diferencia sobre la siguiente. Sus aviones son modernos y tienen una altísima ocupación en vuelos interiores, con marcadas diferencias de clases, como gusta aquí en China. De modo que subimos a un buen avión para que en poco de más de dos horas nos traslade a Lijiang, la capital del norte de Yunnan, y centro de la antigua ruta del té que transportaba a caballo esta popular hierba desde los fértiles campos de Yunnan al remoto altiplano tibetano, donde no se dan las condiciones de cultivo para esta infusión básica en la dieta asiática.

Yunnan, en el extremo sur occidental de china es una provincia que limita con Myanmar, Laos y Vietnam, llegando por el norte hasta el confín con el Tíbet, misterios como casi siempre a lo largo de su historia, inaccesible.

La longeva unidad de China comienza con las proezas del primer emperador de la dinastía Qin, Qin Shin Hua, ese gobernante que mandó destruir los libros anteriores y ordenó construir la muralla. En su afán expansivo llegó a estos remotos lugares del sur de China y los incorporó al Imperio al que han pertenecido hasta nuestros días. Pero la distancia hace difícil el control y desde entonces esta provincia ha vivido de una manera más o menos autónoma, viendo pasar dinastías lejanas y protegiendo a su manera el corazón de china de invasiones bárabaras. 

Aquí conviven más de veinte etnias y nacionalidades distintas, frente a la homogeneidad del centro de china, vinculada a los Han y a su lengua común, el mandarían. Y en este extremo de China han florecido culturas y tradiciones que hoy en el tiempo del turismo dan un aire distinto a esta región frente a la homogénea monotonía de la cultura china. Yunnan hoy envía a los congresos del Pueblo en Pekín a esa colorida representación de razas y de trajes de colores que alegran los aburridos congresos del partido comunista y salpican con sus vestimentas la oscura uniformidad de los asientos. También reciben a los viajeros, mayoritariamente chinos, propensos a enfundarse los trajes regionales para hacerse unas fotografías que valen más que toda su estancia en estas tierras del sur.

Más allá del folcklorismo, tiendo a pensar que China tiene un centro gravitacional y cultural que se origina en el norte, que se va debilitando a medida que se extiende hacia el sur y el occidente. Aquí se han sucedido los señoríos feudales y los señores de la guerra, más o menos leales al poder central y siempre en los márgenes de la cultura dominante. 

Hoy aterrizamos en Lijiang, al norte de la Provincia, en territorio Naxi, a más de dos mil metros de altitud y el frescor del verano junto a los campos de maíz y los jardines floreados nos dan la impresión que nos acercamos a uno de esos paraísos perdidos a los que son tan aficionados los literatos. En este alejado extremo de la China también se percibe el orden y el progreso del que se viene beneficiando este país en los últimos años. Ahora, la lejanía no impide la comunicación ni el control y el afán unificador iniciado por el primer emperador Qin se va haciendo efectivo muchos siglos después.