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sábado, 20 de noviembre de 2021

Postales del sur de China en la distancia

 

Ya en Bogotá, con la memoria distante tras un largo paso por España, las postales del sur de China se diluyen y aparecen borrosas en algunos atisbos de la presencia china en nuestro mundo. O mejor dicho, de las olas que provoca el surgimiento del mundo chino en todo el mundo.

Desde nuestra salida, las turbulencias vinculadas a la postpandemia han ido poniendo a China en el centro de las discusiones desde la contribución a la lucha contra el cambio climático, al suministro de productos mundiales con el caos de los transportes y de la logística, a la falta de microprocesadores en el mundo y sobre todo a la batalla por la hegemonía tecnológica en este siglo XXI que podríamos decir comienz efectivamente como tal en 2020 con la pandemia del covid19.

Una vez que se ha mitigado la discusión sobre el origen del virus, aunque las sospechas siguen latentes, nos quedan los efectos de esta catástrofe mundial a la que nos hemos ido acostumbrando. Las mascarillas en la cara, antes solo utilizadas por los orientales en viaje a Occidente, se han convertido en un atributo más de nuestra personalidad. Y cuando una película o un documental nos muestra calles con personas a cara descubierta, nos ocurre como cuando vemos una película de Humphrey Bogart en la que todo el mundo fuma sin cesar.

En este mundo que sale perezosamente de la pandemia, los chinos apenas se han movido. Exitosos en su estrategia de casos cero desde el inicio de la pandemia, y a salvo del destrozo de muerte y enfermedad que ha arrasado el mundo desde 2020, los chinos se han refugiado en su inmenso país poniendo tantos cortafuegos a la entrada de extranjeros como lo han hecho con su "gran muralla" cibernética para evitar contenidos y proveedores de internet que escapen al control del Gobierno.

Así, desde marzo de 2020 el país ha vivido libre del virus, con una gran movilidad interior, pero sin apenas salir de sus fronteras y sin dejar entrar a casi nadie y diseñando su participación en este nuevo siglo XXI con la tranquilidad que da la mirada de largo plazo y la paciencia de un pueblo que se considera milenario en su cultura y en su relación con el mundo.

En estos meses no he podido apreciar la vida cotidiana del sur de China, con su dinamismo económico, su urbanización progresiva y su confianza en un Estado que provee y que cuida, pero que no permite ninguna disidencia ni veleidad individual. En la distancia he visto cómo el Gobierno ha ido domando sin consideración a los distintos tigres que habían surgido en el mundo empresarial chino de los años opulentos. Aun a riesgo de frenar el crecimiento económico, el Gobierno chino con una simple advertencia a caminantes, ha bajado de su pedestal al gigante Alibaba, ha dejado desinflarse la burbuja inmobiliaria de Evergrande y de otros conglomerados de construcción. Ha dejado caer con esta empresas a los equipos de fútbol que les daban glamour internacional. Ha cortado el acceso de los niños a los juegos de internet con el apoyo del as propias empresas proveedoras de estos servicios. Ha desinflado la otra burbuja que dificultaba pasar de la política del hijo único a una política demográfica más sostenible en el futuro, la educación extraescolar. China, con una sencilla orden desde Pekín ha prohibido las empresas que se lucraban con las clases extraescolares, en muchos casos impartidas por los mismos profesores de las escuelas, y que hacían de la educación de los niños una inversión a la que debía contribuir toda la familia. En definitiva en estos meses, la placidez del crecimiento continuado de los grandes negocios en China se ha visto frenada y me gustaría saber si esto afecta al tranquilo discurrir de las familias en ese sur de China que veía día a día crecer su bienestar y su economía a cambio de su exclusión de la vida política.

Para llegar a esta nueva etapa de aislamiento voluntario mientras se mantiene su participación en el comercio mundial, los chinos han tenido que renunciar a viajar. Desde hace meses no se renuevan los pasaportes caducado y por una mezcla de temor a un mundo exterior contagiado o por seguimiento de esas sutiles indicaciones que el partido comunista sabe transmitir a la población, los chinos, desde el presidente hasta el más humilde habitante de los Hutongs de Pekín se han quedado en China, en un mundo propio y en otro inventado, en el que el "Metaverso" de facebook no será ya ninguna novedad, pues los chinos están acostumbrados a traer a su mundo el resto del mundo en esas imitaciones que para ellos no son verdaderas copias, sino interpretaciones locales en muchos casos mejoradas.

Entre tanto, veo que la vida sigue en el sur de China, siguen las mismas caras locales que se acercan a los extranjeros, los mismos esfuerzos por acercar dos culturas y dos mundos que desde el origen de la humanidad han decidido vivir aparte, a pesar de roces, choques e intercambios. Veo las mismas estrategias para pasar el tiempo entre la esforzada comunidad internacional en ese mundo que avanza y se nos escapa día a día. 

Estas postales irán perdiendo su color en la distancia, a trece horas de huso horario de distancia pero seguirá la cadencia de la vida de la que un día fuimos parte.