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jueves, 30 de junio de 2011

Russian red

Leí casualmente hace unos días unas declaraciones de una cantante española que se hace llamar "Russian Red" y que al parecer canta en inglés algo que se denomina "indie". Lo que me llamó la atención de sus declaraciones es que a la pregunta sobre su adscripción política entre derechas e izquierdas, en lugar de evadir la respuesta o hacer una declaración genérica de buenas intenciones que la colocara en el espectro de una izquierda difusa, bien pensante y solidaria, optó por contestar sencillamente que se consideraba de derechas.
Esa trivial entrevista, con su ingenua respuesta a una pregunta siempre comprometida para alguien público, generó inmediatamente un gran revuelo entre sus colegas, críticos y gestores culturales, que consideran que la respuesta apropiada debería haber sido más comprometida con un ideario izquierdista en el que se tiende a situar a la gente de su profesión, por más que en algunos casos tengan ingresos y gustos dignos de un bacán, o bien si el artista en cuestión no quiere adscribisrse a un partido o a un sector, se espera que denigre por igual cualquier opción política por haber traicionado los sueños de la sociedad.

En el mejor de los casos he encontrado comentarios justificativos de la posición de esta joven de 25 años, que tuvo la desfachatez de decir lo que piensa, justificativos de los tortuosos procesos por los que una cantante y compositora puede llegar a semejante conclusión respecto a sus creencias e ideología. Los más considerados, con perplejidad y condescendencia le otorgan la libertad suficiente para tomar esa decisión y expresarla en público, aunque sea errónea.
Pero la mayoría de los comentaristas va más allá, y otro cantautor, igualmente desconocido para mi, "Nacho Vegas" aprovecha el viaje para decir que es injustificable que alguien se declare de derechas tras la catástrofe a la que nos ha llevado la ideología neoliberal que ha dejado en la calle a multitud de trabajadores, que recorta derechos y que quita la esperanza de los jóvenes. (Tal vez eso que ahora quita lo hubiera procurado esa misma política). Pero lo más chocante de sus declaraciones es la amplitud y facundia con la que expresa su certeza de que el mundo está así por culpa de políticas de derechas, ignorando los "éxitos" de la izquierda mundial desde Lenin a Fidel Castro.
Parece que esta joven, no solo es dederechas, sino que además es obstinada, pues vuelta a preguntar sobre los efectos de la polémica y tras tener la oportunidad de rectificar su error en otro medio de comunicación, al parecer ha dicho que su música y sus letras solo son comprometidas con sus sentimientos personales, y que efectivamente es de derechas, que no se equivocó ni se malinterpretó su primera entrevista.
En fin, para que luego digan que todos los artistas son de izquierdas. Tal vez a partir de ahora pueda haber mayor libertad de expresión en ese mundo de la cultura tan excitante y diverso, y quién sabe si el ejemplo sigue con los actores, al final el cine español logra atraer a un público más numeroso, más variado y menos condicionado por la ideología.
Por cierto, Russian red no es una reminiscencia de la revolución de octubre, sino un cierto tono de pintalabios.

lunes, 27 de junio de 2011

Naufragio

"Todo en ti fue naufragio". Así terminaba Neruda su canción desesperada. Siete años de sonrisas y alegrías se van por la la sentina de un barco a la deriva con la furia de un loco. Nada queda en el recuerdo de esa crispada marcha hacia adelante comenzada en 2004 con talante y sectarismo a partes iguales. Nada queda del asombro de Europa que era capaz de hacer crecer la economía a pasos de país emergente y además ampliar derechos y prebendas. Fueron los años de la política indolora. Nada cuesta, todo nos es dado, pues la bondad, la felicidad y la paz son irrenunciables.
A este nirvana se unió el mantra del "no pasa nada". Se traspasan los límites de la decencia en el trato con los terroristas, pero no pasa nada. Se azuza el galope hacia un nacionalismo encendido e inoslidario, pero no pasa nada. Se trata de estigmatizar a casi la mitad de la población por ser reticente a estos cambios alocados y nada ocurre. Hasta que se ven los resultados. Hasta que la pobreza llama a la puerta, y como los malos pagadores tenemos que acudir a excusas y estrategias dilatorias porque ya no podemos pagar las deudas.
Así, entre la desmoralización de quienes no encuentran trabajo y el excepticismo de quienes no ven el futuro que se les prometión, van pasando los últimos meses de una legislatura echada a la basura con las imposturas de sus inicios. Lo que fueron juegos de palabras, apuestas entre periodistas para ver en qué momento se aceptaba en el vocabulario oficial la palabra crisis, se ha convertido no ya en una comedia o en una farsa, sino en un drama. Y como ocurre con los malos guionistas, cada vez que tratan de alargar la trama con nuevos capítulos, con nuevos personajes o con nuevas vicisitudes, el argumento se vuelve más irreal, más inaceptable.
Los manotazos de ahogado para tratar de mantener con vida esta superflua legislatura nos llevan a aberraciones como la legalización de una opción política basada en la violencia y heredera de todos los años de terror que nos han atormentado. Como aprendices de brujo jugaron con las palabaras, con las sentencias, con las voluntades y finalmente la voluntad popular, engañada o temerosa, o tal vez más temeraria que nadie otorgó lugar de privilegio a esta secuela del terror para que blanquee su situación y consiga ahora sí por las urnas lo que persiguió con la fuerza.
Solo la agencia de colocación funciona. Como los roedores que abandonan el barco en cuanto hace agua, los colaboradores necesarios de este desastre van abandonando sus puestos en busca de un sol más benévolo, en Organismos Internacionales, en embajadas o en esos extraños ingenios mitad públicos mitad privados que garantizan un buen sueldo y una coraza para los malos tiempos que se nos han echado encima.
Pues eso, todo en ti fue naufragio.

miércoles, 22 de junio de 2011

Desgobierno

En días como hoy aterra echar un vistazo a los periódicos europeos. La justa guerra de Libia se va ensuciando cada día más con escasos resultados y muertos inocentes, de qué iban a ser culpables los muertos?; el régimen de Asad en Siria sigue haciendo de las suyas con más muertos también inocentes, ante la mirada implorante de la Unión Europea; en Grecia hay manifestaciones en contra de esa Unión que tan buenos frutos dio y que hoy aparece como estricta gobernanta alemana que nos dice qué hacer cómo y cuándo; Obama, cansado de es otra guerra justa, la de Afganistán pone en marcha la retirada de sus tropas, entre vergonzantes conversaciones con el talibán y reproches de un Gobierno afgano cansado de la tutela y deseoso de llegar a acuerdos con quien sea para terminar una guerra que pareció sencilla en su inicio; en Guatemala el narco está mejor armado que el ejército, dice un periódico, y en China el Gobierno premia a los obreros que delatan a los participantes en los disturbios de los últimos días en reclamo de mejores condiciones laborales.

Pareciera que tras la ampliación de los mercados, el trasiego de mercancías y los movimientos migratorios, el corolario de la globalización fuera el desgobierno del mundo. No hay un guión que seguir, no hay instituciones que se respeten, por no haber no hay ni un país que lidere y muestre el rumbo o incluso que actúe de gendarme en tiempos inciertos. Si Europa se nos antoja frágil y desnortada, no es solo por la falta de liderazgo, ya sabemos que "cualquier tiempo pasado fue mejor", sino por la ausencia de propósito. Una vez conjurada la guerra europea, una vez caído el muro y con él la amenaza soviética y una vez que la unificación alemana sirvió de acicate a una unión económica, a lo que se ve imperfecta, Europa parece haberse quedado sin resuello, sin resolución, como un caballo varado a mitad del río, sin fuerzas para llegar a la otra orilla, y sin deseos de volver.
Por más que se trate de crear una institucionalidad a la medida, por mucho que se remeden las viejas fórmulas fracasadas de la burocracia de Naciones Unidas, Europa, los europeos no terminamos de creer nuestro papel en el mundo. No es de extrañar que nuestras amenazas, sanciones, incentivos, incluso nuestras guerras, como la de Libia, terminen por no producir ningún efecto. Son palabras huecas que ahondan el desgobierno y que nos dejan perplejos ante la incapacidad del dinero, del "soft power" para encarrilar los asuntos globales que nos afectan. Malos tiempos para la comprensión general del mundo como una comunidad de intereses, como un propósito. Nos quedaremos si nadie lo remedia, con una visión fragmentaria de la época más global de la historia

martes, 21 de junio de 2011

Impostura

Viejos cafés de Buenos Aires. Rumor de conversaciones antiguas y viejos mozos atendiendo las mesas con altiva tradición. Poco cambia en este mundo a pesar de la vorágine de los cambios en el peso del mundo, de los nuevos equilibrios y desequilibrios, de que los que parecían hace unos años vencedores indiscutidos en la carrera de la historia, quedan hoy rezagados y adormecidos envueltos en sus eternas querellas.

Decía Tolstoi en el inicio de Ana Karenina que todas las familias felices se parecen. Sin embargo la infelicidad adopta formas distintas en cada caso. Tal vez Tolstoi tuviera más experiencia en infelicidades y en sueños incumplidos que en la plácida imagen de la familia feliz al estilo de la Rusia finisecular.
De todos modos no andaba desencaminado el gran novelista y errado pensador cuando narraba la triste historia de Ana Karenina. La vida es un instante fugaz en la geología de la tierra, un resplandor minúsculo que nos parece eterno y que queremos prolongar en fatua ensoñación. Y los momentos felices en ese breve lapso  suceden a los profundos tiempos de desesperanza. Un accidente, un mal paso, un error, una conversación de más nos pueden provocar una profunda tristeza; inevitable compañera de la felicidad.

Debe ser el comienzo del invierno austral, la prolongada melancolía de la niebla del puerto o la necesidad de escuchar en medio del bullicio alguna voz interior que me llevan a estas grises reflexiones entre el ruido de las copas de champán y el griterío de turistas asombrados. Tal vez sea solamente una precaución ante la inevitable cadena de altos y bajos que jalonan nuestras vidas y un anlagésico para prevenir esa pelogrosa enfermedad del exceso de euforia. Pero lo cierto es que todo pasa, nada es inmutable, y si miramos detrás de los cristales, daremos la razón a Tolstoi, pues cada uno a su modo se prepara para su propia infelicidad.

lunes, 13 de junio de 2011

Olvidos

Pasan los días, se apresuran las noticias y vamos olvidando lo que tanto dio que hablar hace semanas o meses. Olvidamos que en Japón los efectos del tsunami siguen causando desasosiego en una población educada y contenida, que las centrales nucleares dañadas siguen en su sitio, y que sus efectos, si son tan mortíferos como se temía, seguirán presentes por muchos años.
Olvidamos que varios países europeos  y los Estados Unidos estamos en guerra en Libia. Que la premura por ayudar a la población reprimida por su dictador sigue vigente, que matan y mueren personas todos los días, sin cabida en el noticiero, sin partes de guerra, sin avances ni retrocesos, así sibilinamente entramos en una guerra que parece lejana, olvidada, que no levanta pasiones ni protestas, pero que es igual de cruel y mortífera que otras guerras, menos justas o menos publicitadas.
Y olvidamos que Dominique, DSK, ese hombre proteico, capaz de buscar alivio para su concupiscencia unas horas antes de salir en viaje transatlántico, ese francés al parecer prototípico, que encuentra tiempo para llevar a cabo sus arduas tareas sin descuidar la galantería, que pasa ahora sus días enclaustrado en un apartamento de lujo en Maanhattan, sigue proclamando su inocencia mientras ve cómo se desmoronan sus ilusiones y cómo se apresuran otros a recoger su cetro antes de que DSK haya podido demostrar su inocencia o su virilidad. No dejan de ser extrañas las dos versiones de los hechos. Que la urgencia sexual de DSK sea de tal calibre que tenga que descargarla con la primera mujer que le sale al paso, sin mediar tiempo entre el deseo y el asalto, o que hubiera sexo consentido entre dos desconocidos tan dispares en ese pequeño lapso de tiempo. Ni Marlon Brando en el útlimo tango en París se mostró tan veloz.
Olvidamos porque estamos hechos del recuerdo,  de los hechos pasados que nos acucian y con los que no podemos vivir demasiado tiempo. Es preciso hacer hueco en los estantes de nuestra memoria, de modo que los hechos de la actualidad, ya caducos vayan reemplazando a otras preocupaciones que en su día nos parecieron importantes y que hoy ya son solo eso, polvo en el tiempo.
Pero como en los buenos trhillers, el pasado mal enterrado siempre vuelve, se hace presente cuando uno menos lo desea. Así, los hechos de hoy en Libia volverán a agitar conciencias cuando la nube de arena que cubre las ciudades del desierto se despeje. Volverán los malos humos de Fukushima, o el dolor por las decisiones apresuradas tomadas en Alemania al calor de una creciente marea ecologista. Y volverá el fantasma de DSK a recordarnos que estuvo allí por nuestra voluntad, que en su país nunca se consideró su galantería excesiva un pecado, y que los hombres de éxito no tienen por qué regirse por las normas de los demás mortales.

sábado, 11 de junio de 2011

El día en que vi a Pamela Anderson

Sorprendentes son los vericuetos del día. Una tarea inesperada, un viaje inoportuno al aeropuerto, la confusión en el caos de cenizas de un volcán no demasiado lejano, el error al abrir una puerta o la necesidad de ingresar con rapidez en la zona reservada del aeropuerto, me deparó al visión de una mujer recostada en los sofás de la sala vip del aeropuerto de Buenos Aires. La melena de un rubio oxigenado, la indumentaria confortable en la expectativa de un largo viaje, y el aburrimiento en la cara me ocultaron en un primer momento la identidad de alguien bien conocido en el universo erótico de los años 90.
Fue al salir aturdido por las prisas y por la desorganización de esta sala, cuando mi acompañante me alertó sobre la identidad de esta solitaria mujer. Como todo en la vida las apariencias, las expectativas tienen un ángulo tramposo que nos confunden. Además, la realidad siempre es más chata que la imaginación.
La imagen de esta mujer en su decadencia no puede encontrarse ya más que varada en alguna estación de tránsito en un país lejano, acorde con la declinante etapa de su carrera profesional. Decadencia y decepción que alimentaron por unas horas a unos espectadores que se sintieron parte del mundo por unas horas. Como nos ocurre a los que acostumbramos a vivir en la periferia, a quienes nos ilusiona compartir esporádicamente los reflejos de los rayos que se emiten desde el centro de los acontecimientos.