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viernes, 28 de febrero de 2020

La vida de los otros


Cantón, 29 de febrero de 2020.

Ahora que el virus afecta a la vida cotidiana en Europa, no está de más recordar cómo se vive en el estado de emergencia por el coronavirus. 
Hoy, por ejemplo. Me levanto, salgo a correr, al regresar me toman la temperatura al entrar al edificio (no necesito registrarme con el teléfono porque me conocen), salgo a tomar un café, me toman la temperatura al entrar, voy a cortarme el pelo, me toman la temperatura y debo escanear un código qr en chino donde quedan grabados mis datos. Me dicen que me dan hora para la tarde y después de dejar los datos digo que no. Atravieso la plaza privada de mi urbanización, me toman la temperatura, entro al mercado, me toman la temperatura, regreso a la plaza para ir al super, me toman la temperatura, entro al super, me toman la temperatura, salgo del súper y me doy cuenta que olvidé de comprar algo, me toman la temperatura, accedo a mi edificio por un jardín privado, me toman la temperatura, y llego a casa a las 13.h. No está mal. Todavía me queda la tarde para seguir dejando una huella imborrable en Cantón.

En Italia comienza la nueva temporada de “Fratelli di Crozza”, mi programa favorito, que se graba en directo en un teatro de Milán los viernes por la noche. Aparece Mauricio Crozza sentado en el auditorio. No hay público. En Milán comienza la vida en reclusión. No hay teatro, cine, espectáculos. El fútbol se juega sin público, y la competición más practicada es la búsqueda de las mascarillas.

No sé si en Europa seremos capaces de detener la epidemia con tanta disciplina como en China, pero lo que sí es cierto es que nuestra intimidad, nuestros datos se van a resentir, porque la base de la epidemiología es la información y el control. Si un enfermo puede contagiar a 2.5 sanos, siempre que no sea un supercontagiador, cuando se detecta hay que averiguar toda su vida inmediatamente anterior, dónde ha estado, qué ha hecho, con quién ha estado. No hay excusas ni mentiras que valgan. Todo queda al descubierto y a partir de ahora esa malsana curiosidad nos va a perseguir. No sé si con el mismo grado de intensidad que en China, pero nuestra trazabilidad va a ser importante para todos.

Aquí se ha desarrollado todavía más esa vida digital a la que los orientales son tan adictos. Ahora el trabajo, el ocio, el amor, van a estar más controlados si cabe y no va a ser solo para sumar a los grandes datos y hacer predicciones más o menos anónimas, ahora nuestra intimidad va a estar cada vez más en manos de los otros, y tengo miedo de lo que puedan hacer con mis datos en esa nueva peluquería a la que he ido. Imagino que me van a bombardear con anuncios de crecepelo, de injertos o de viajes a Turquía con final capilar feliz.

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