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viernes, 14 de febrero de 2020

Ensayo sobre la ceguera



Cantón, 15 de febrero de 2020.

Entre las obras literarias sobre epidemias, olvidé mencionar el “ensayo sobre la ceguera” de José Saramago. Escrita en 1995 es posiblemente una de las más desesperanzadoras y más recientes dedicadas a la reacción de una comunidad ante una catástrofe sobrevenida e inesperada. En su novela, Saramago cuenta el advenimiento de una misteriosa enfermedad que provoca una ceguera blanca, y que afecta al comienzo a un pequeño grupo de personas que son internadas en un sanatorio, y posteriormente, en la segunda parte la enfermedad se ha extendido a toda la ciudad, cuando los guardias del sanatorio han desaparecido ya, afectados ellos mismos por la enfermedad.

Esta novela, posteriormente versionada en el cine por Fernando Meirelles nos traslada esa mirada pesimista sobre la naturaleza humana que permea la obra de Saramago. Los buenos se hacen malos y los malos, peor. No hay espacio de salvación, salvo la denominada “mujer del médico” que aporta algo de esperanza al relato, pero en general, el comportamiento es egoísta, despiadado, sin un atisbo de compasión o de solidaridad.

Lo que sorprende en la crisis del corona virus,  es que tres semanas después del inicio de la cuarentena, prácticamente total en la provincia de Hubei y progresivamente creciente en el resto del país, la convivencia no se ha deteriorado a los niveles dela ficción. Es difícil saber lo que ocurre en un país tan grande y diverso como China, con unos medios de comunicación fuertemente vigilados, pero se puede colegir algo a través de las propia experiencia y de las omnipresentes redes sociales chinas.
Los chinos que conocemos, los que vemos en nuestra vecindad muestran un espíritu conformista durante este tiempo. Voluntariamente han ido restringiendo sus actividades sociales a un ritmo superior al decretado por las autoridades. Durante estas semanas de semilibertad antes de que la cuarentena se hiciera más estricta en Cantón, éramos los extranjeros quienes acudíamos a los pocos restaurantes abiertos o quienes paseábamos por la ciudad desierta, en tanto que los chinos se recluían en sus casas y evitaban salir. Al trabajo, por razones de prevención, pero también por voluntad de cada uno, el personal español ha acudido todos los días, como una forma de mantener una apariencia de normalidad y de vida social, en tanto que los chinos han venido solo en los casos imprescindibles, y haciendo un gran esfuerzo para dejar su refugio familiar.

Por otro lado, las redes sociales tienen unos “momentos” en los que pueden compartir sus fotografías, videos, opiniones con la comunidad, y aquí se aprecia todo el deseo de compartir el tiempo de crisis  y de manifestar su confianza en la solución de la crisis mediante un esfuerzo común.
A pesar de los fallos en el sistema de salud y en el manejo de una crisis avisada y no reconocida, las necesidades fundamentales están siendo cubiertas en un país, un continente paralizado. Sobre la base de una cultura comunitaria, en la que tradicionalmente lo colectivo está por encima de las libertades tradicionales, y en un sistema de censura y control social férreo, el cierre de provincias, ciudades, distritos, comunidades, no ha causado hasta ahora uno de los elemento que desencadenan el pánico y el desorden en las sociedades acusadas por la catástrofe.

Se han creado grupos de wechat en cada provincia y cada ciudad, que informan sobre los suministros básicos y permiten hacer las compras a domicilio. Por este medio se emiten también salvoconductos para entrar y salir de las ciudades a las personas que por razones laborales o de viaje necesitan desplazarse de un punto a otro. Y a pesar de las limitaciones para el acceso a las máscaras de protección, todo el mundo lleva una y poco a poco es van ofreciendo.
Sorprende y asusta este experimento de convivencia en crisis de una dimensión inimaginable. La capacidad de control social a pesar de una situación de crisis como ésta, de paralizar la segunda economía del mundo sin que a corto plazo se vea alterado el orden social.

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