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lunes, 24 de febrero de 2020

Dulce rutina


Cantón, 25 de febrero de 2020.

Mientras el desasosiego se expande por otros lugares, desde Europa a Irán o a los vecinos asiáticos de China, aquí las cosas van volviendo lentamente a la normalidad. Incluso la ciudad de Wuhan, martirizada por una reclusión total para evitar el contagio comienza a ver levantadas algunas prohibiciones para ir  recobrando paulatinamente la vida ciudadana.

Aquí la dulce rutina va volviendo poco a poco, esa rutina que nos permite poner un orden al azaroso mundo exterior. Las oficinas vuelven a abrir por las mañanas, los autobuses ya no viajan vacíos como en las películas de terror, los niños, aun sin escuelas salen a los parques y juegan tras semanas de reclusión y de televisión. Incluso el metro vuelve a estar abarrotado como corresponde a una ciudad asiática, si bien ahora nadie mira de frente, porque las cabezas quedan fijadas al suelo con la mirada para evitar un posible contagio.

En casa también vuelve la rutina; ha recomenzado el servicio de limpieza de los apartamentos, y puntualmente, los lunes y los jueves viene la empleada a devolver el brillo a los muebles Y suelos  y a cambiar la ropa de cama y de baño. De nuevo las toallas están en su lugar dobladas, con olor a limpio y listas para un solo uso. También han abierto los restaurantes y los comercios. Hoy debe abrir el Mezomd, ese restaurante español a su modo que alivia las tardes ociosas con una caña de cerveza, aunque su propietario, Felipe, un cubano atlántico y mediterráneo todavía sigue anclado en el Líbano con su familia. Cuando vuelva se puede decir que la plaza habrá recobrado su naturaleza anterior.

Salgo a la calle por la noche y en el paseo junto al río, aprovechando la temperatura benigna y una suave brisa que limpia la atmósfera se ve a gente paseando con las ganas de quien no ha salido de casa en muchos días, y en las plazas del paseo fluvial se encuentran ya esos grupos de bailarines aficionados que habían desaparecido de Cantón.

Los bailarines llevan sus máscaras puestas durante el baile, y con el mismo entusiasmo se lanzan a por un vals, o un tango o cualquiera de esas canciones románticas chinas. Definitivamente la vuelta de los grupos de baile por la noche y de mujeres haciendo gimnasia en la mañana del río de la Perla son una muestra de que la rutina es indestructible y de que a pesar de la zozobra de los días sin fin de la cuarentena, la vida late debajo y lucha por salir.
Así viene la vida, cuando en un lugar comienza a mejorar el humor, en otro las dudas y el temor nacen, donde nadie lo esperaba, donde nadie lo quería.

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