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martes, 18 de febrero de 2020

El futuro ya está aquí.
















Cantón, 19 de febrero de 2020.

No solo de restaurantes y bares vive el hombre. También son necesarias las peluquerías, gimnasios, lavanderías, etc. Y todo eso sigue cerrado, por lo que el desaliño capilar y las arrugas de las camisas tendrán todavía un tiempo de vigencia. Los cierres que producen incomodidad en los habitantes de las ciudades chinas, no son sino el símbolo externo de una preocupación mayor por la economía después del virus.

Está claro que la crisis del corona virus está afectando a la economía mundial a través de la escasez de suministros imprescindibles para la producción en una industria en la que la cadena de valor se extiende por diferentes lugares, pero en la que China tiene un lugar preferente como suministradora de las principales industrias del mundo. Ya vemos que la producción de IPhones se ha visto alterada por esta crisis, y lo mismo ocurre con los automóviles, los aparatos electrónicos, la ropa, el calzado, los bolsos... Prácticamente cualquier producto de consumo tiene en estos días de la globalización una parte de su producción en China, y la lenta vuelta al trabajo está haciendo a muchos industriales replantearse todo el esquema de suministros ante la fragilidad y el riesgo de tener concentrado en un país una parte fundamental de su producción.

Pero si esto afecta a la industria y a las grandes empresas, es también preocupante lo que pueda ocurrir al sector de los servicios, cada vez más importante en China. Cómo se va a poder pagar los alquileres y los salarios de los pequeños negocios familiares que se cuentan por millones. Esto es algo diferente de lo que ocurrió con la crisis del SARS en 2003. La economía China se ha multiplicado por tres en esto años, y sin dejar de ser la “fábrica del mundo”, ha ido diversificando su actividad hacia los servicios y la tecnología. Además se ha convertido en un gran consumidor de productos de todo el mundo y en un gran emisor de turistas. En 2019 los chinos realizaron más de 150 millones de viajes al exterior, y muchos de ellos visitaron Tailandia, Japón o Corea, los tres principales destinos del turista chino. Y además son los turistas que más gastan, por lo que economías como la tailandesa se resentirán de cualquier retroceso de China.

Hasta ahora todo son preguntas y hay pocas respuestas. Mucho dependerá de la duración de la crisis. Si se consigue neutralizar en el mes de marzo, todo puede quedar en un susto y en algunas quiebras que se superarán con el nacimiento de nuevas empresas, pero si esto dura hasta fin de la primavera, las consecuencias para la economía global serán desastrosas y harán replantearse el gobierno económico del mundo globalizado. A ello hay que añadir un daño colateral de consecuencias imprevisibles, cual es la confianza, que está en la base de la economía y que puede haber sufrido ya un daño mayor.
Y para evitar todo esto, vamos adelantándonos al futuro. A todas las medidas que se han puesto en práctica en las últimas semanas para acorralar a la enfermedad, se ha añadido recientemente un control absoluto del ingreso en espacios públicos, mediante el registro de cualquier visitante a través de la cuenta de wechat. En cada edificio se encuentra un código qr que hay que escanear con la aplicación de wechat, de modo que queda registrado El Paso de una persona y un teléfono por los distintos lugares de una ciudad. Ese registro queda vinculado a la cuenta con la que se realizan las conversaciones, los pagos y multitud de compras online, y de este modo se cierra un círculo perfecto de control ciudadano.
Esta mañana al entrar en un centro comercial para comprar un café para llevar y tomar fuera, me han pedido mi registro y en un gallardo gesto de independencia, he renunciado al café en favor de mi privacidad. Seguro que esta gallardía dura poco en estas circunstancias.

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