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sábado, 1 de febrero de 2020

Conspiraciones


Cantón, 2 de febrero de 2020.

Las cifras de los casos de afectados por el coronavirus no cesan de aumentar. Esta mañana la cifra oficial ascendía a 14.553, con un balance de 304 muertos, todos ellos en la provincia de Hubei. Todo ello según la información oficial de la comisión consultiva de salud de la República Popular China. Además de estos caso, el virus ha alcanzado ya 23 países y hace unos minutos se ha informado del primer caso de muerte fuera de China. Se trata de un ciudadano chino de Wuhan, de vacaciones en Filipinas durante la celebración del año nuevo chino.

A pesar de los esfuerzos de estas autoridades por mostrar transparencia en el manejo de la crisis y por tener informada a la población china y a la comunidad internacional con ruedas de prensa diarias y con informes periódicos, siempre hay quien cree que las cosas no siempre son como se dicen. En este entorno de incerteza y semiaislamiento, las teorías de la conspiración encuentran el terreno abonado.
No falta quien diga que esto es el resultado de unos secretos experimentos que estaba realizando el Gobierno para preparar una guerra biológica o para repelerla, según se quiera ver. Y en este caso, a la conspiración añaden la torpeza de quienes realizaban el experimento y a quienes la cosa se les fue de las manos. Sobre esta base, cualquier cifra que tengamos siempre palidecerá en contraste con una apocalíptica realidad que conoceremos más pronto que tarde para nuestro pesar.

En el otro extremo están quienes sostienen que esto es un ataque deliberado a la pujanza de China. Los avances de este país en la gobernación del mundo hacían peligroso su ejemplo y por lo tanto era necesario detener su empuje por las buenas o por las malas, y ya sabemos que las guerras de hoy se combaten con virus, ya sean biológicos, ya informáticos, y ahora nos encontraríamos en una fase de ese enfrentamiento inevitable.

A mí el pacífico silencio de estos días en calma no me permiten abonarme a ninguna teoría de la conspiración. Siempre pienso que por más que lo intentemos, es más fácil que las desgracias vengan del infortunio del azar o en último caso de la estupidez inherente a nuestra condición humana, que a un plan deliberado. En todo caso, pienso como el título de la novela del mexicano Daniel Sada, “Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe”.

Y volviendo a la cotidiana realidad de este semiencierro voluntario al que estamos sometidos más de 1.400 millones de personas en el “país del centro”, que es como denominan los chinos a su patria, vamos desarrollando nuevas formas de relación y nuevas costumbres.

En primer lugar, he encontrado nuevas funciones para el codo de nuestro brazo derecho. Aunque los chinos no son muy dados a saludos efusivos, siempre se comienza la conversación con un educado apretón de manos, o en el caso de las chinas más cosmopolitas, un ligero y honesto beso en la mejilla al encontrarse. Ahora, dado que en China no se practica ese elegante saludo budista que consiste en juntar las manos y bajar la cabeza, la forma de saludarnos cuando encontramos a alguien, es un leve roce de los codos del brazo derecho, que transmite cordialidad sin llegar al contacto físico.
Ese mismo codo sirve para apretar el botón del ascensor o para empujar las puertas de los lugares públicos, pues los guantes de láátex que servirían a estos propósitos son más escasos que las mascarillas.

Entre otras restricciones a las que nos vemos sometidos es a la prohibición de la entrada en los edificios de trabajadores ajenos, o de repartidores de comida a domicilio, lo que hace más complicado el suministro y la limpieza de las casas.
En mi caso, la amable señora de la limpieza que por cuenta de la propiedad arregla nuestro apartamento tiene prohibida la entrada al interior de los apartamentos, por lo que el higiénico y agradable cambio de sábanas y de toallas se hace siguiendo un protocolo según el cual, provisto de una máscara salgo al portal del apartamento y dejo la ropa usada, al tiempo que la señora, igualmente equipada con mascarilla y guantes me entrega la ropa limpia que yo debo pasar al interior y tratar de colocar ordenadamente en su sitio.

A estas limitaciones se van sumando cada día nuevas reglas, lógicas para tratar de evitar la expansión del virus, pero que dificultan la vida cotidiana. Hoy se anuncia que Apple cierra todas sus tiendas, como antes ha hecho Starbucks’s, o McDonald. A pesar de eso y de la salida de la comunidad de norteamericanos que habitaba en nuestra urbanización, siempre se encuentra un grupo con quien beber unas botellas de vino y fumarse un puro por si acaso.

1 comentario:

  1. Qué bueno lo de "chocar" los codos derechos...
    Y los zurdos como yo?
    Me recuerda a una pelicula de cuyo no me acuerdo y quiero acordarme en la que dos señoras de alto copete se saludaban como tú dices para evitar el contacto...
    Bromas a parte, cualquier medida es valida para evitar el contagio.

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