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viernes, 14 de febrero de 2020

Supercontagiadores


Cantón 14 de febrero de 2020

Cada situación crea su vocabulario determinado y hace florecer palabras y conceptos que de otra manera quedarían en el olvido. Entre las muchas que han tenido éxito en esto días de cuarentena, está la de los supercontagiadores, es decir, personas que tienen una capacidad superior a la normal para contagiar el virus. Son aquellos que pueden viajar a otra ciudad u otro país y llevar consigo la semilla del mal, que se propagará a pesar de los cortafuegos que hayamos puesto.

Quién no conoce a algún supercontagiador de odio, de inquina o simplemente de maledicencia, que propaga como llama sobre la hoja seca y que lo hace altamente peligroso. Hoy este espécimen es el más temido en la tierra yerma del virus, y por eso se toman precauciones crecientes. Si esta semana cerraron todos los restaurantes y bares al público, hoy, en otro giro de tuerca, han prohibido el ingreso a los edificios a personas que no vivan legalmente en los mismos. Y esta decisión que sigue una directriz general de “evitar el contagio· se adopta caso por caso por cada distrito y por cada comunidad de vecinos, con la consabida dosis de exceso de celo que cada uno pone en el cumplimiento de las consignas en un país comunista.

Por un lado se pide que haya un cierto sentido de normalidad, que no haya estigma, que los consulados sigan abiertos al público para no aislar internacionalmente el país, y por otro se limitan de modo extremo los pocos ámbitos de libertad que quedan en estas circunstancias.

Leía el otro día que los españoles somos bastante partidarios del cocooning, de encerrarnos en la larva, en la zona de confort y pasar el fin de semana en pijama y zapatillas. Ésta es la ocasión para practicarlo. Con ninguna distracción externa y con una rica vida interior, se puede aprovechar el fin de semana en múltiples entretenimientos solitarios que nos permitan un conocimiento más preciso de nuestro frágil existir.

Nos adentramos en el fin de semana donde la actividad se paraliza y los cantoneses se refugian en sus casas en espera de las próximas órdenes que determinarán si la próxima semana será realmente el momento de comenzar a decir adiós a la epidemia, o si el descontrol de las cifras hace que se posponga una vez más la vuelta a la normalidad, en un ambiente que comienza a hacerse habitual para cientos de millones de personas, que se dice pronto.

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