Translate

Seguidores

domingo, 23 de febrero de 2020

Instrucciones de uso


Cantón, 24 de febrero de 2020.

Ahora que la epidemia llega a Europa y a otros untos del mundo, el uso de las mascarillas tan frecuentes en los países asiáticos lleva camino de convertirse en una costumbre internacional y ante la persistente escasez de mascarillas en el mercado, hay que prepararse no solo para ponerlas de modo adecuado y eficaz, sino en caso de no poder encontrar la careta en la farmacia, saber cómo fabricar una en casa.
Una de las maneras más sencillas de proveerse de una mascarilla casera consiste en utilizar dos hojas de papel absorbente de cocina, una encima de otra para dar consistencia, un pedazo de papel de seda, que se superpone al papel de cocina y se pega por los extremos con cinta aislante. Esta pieza se corta en dos para obtener la forma rectangular adecuada.  En la parte superior se coloca horizontalmente un pequeño alambre cubierto de plástico (serviría cualquier cable eléctrico con aislante que sea un poco más rígido de lo normal) y se pega con cinta a la máscara para que tenga una mayor consistencia y pueda ajustarse luego a la nariz. Posteriormente se le practican dos agujeros a cada lado con una de esas viejas taladradoras de papel que dejan un rastro de confetti y de fiesta en el suelo de la oficina, y por esos agujeros se inserta una goma elástica de modo que que una vez anudada se pueda colgar detrás de las orejas con una doble vuelta en forma de ocho.

Para dar mayor protección al rostro se puede añadir una pantalla plástica para lo que utilizaremos una de esas carpetas transparentes que sirven para archivar folios. La abrimos por la mitad como un lomo al libro, le añadimos cinta aislante o cinta americana en los extremos y la pegamos a las patillas de las gafas (quien no use gafas de ver puede hacerlo con las gafas de sol) y de este modo tenemos una pantalla protectora por delante de la mascarilla, que según dicen las páginas de internet ofrece una protección al 90% de las partículas que pueden transportar el virus por el aire.
Una vez que tenemos la mascarilla, ya sea casera o de fábrica comienza el cursillo para la colocación de la máscara. En los días de la ciudad vacía escribí que en las plazas desiertas las pantallas gigantes de led que son omnipresentes en los espacios públicos chinos ofrecían en un bucle continuo un video con instrucciones para ponerse la mascarilla adecuadamente. Recuerdo que lo primero que hay que hacer es desinfectarse las manos, para lo que el bote de desinfectante, que forma parte del paquete de supervivencia en tiempos infecciosos, debe usarse para desinfectar cuidadosamente las manos, llegando hasta las muñecas y sin olvidar las uñas. Luego se toma la mascarilla con delicadeza y se ajusta a la cara por encima de la nariz. Aquí hay que cuidar que esa tira de alambre semirrígido quede en la parte superior donde se debe ajustar al tabique nasal. De allí para abajo se coloca la mascarilla de modo que cubra toda la cara y que a ser posible se pegue a las mejillas de modo que no deje entrar el aire por los lados y la respiración se haga solo a través del filtro de la mascarilla.
Con esto hecho y si se quiere con la protección adicional de una pantalla plástica ya estamos en condiciones de salir a la calle.

El uso de la mascarilla es variado en China. Los consejos médicos y el sentido común dicen que dado que esta mascarilla es más un elemento protector de los otros que propio, no debería ser necesaria en espacios abiertos. La mascarilla impide que nuestra saliva llegue a los demás y dificulta en cierta manera esa costumbre china de escupir al suelo después de un sonoro carraspeo, pero no previene de la entrada subrepticia de micro partículas que pudieran estar infectadas. Por ello es más útil en lugares cerrados y en cercanía de otros animales, incluidos los de la especie humana que en los lugares abiertos y deshabitados.
En cualquier caso, los asiáticos son muy aficionados a este tipo de protección y hoy la mascarilla forma parte del atuendo diario de cualquier persona que sale a la calle. Nosotros, los occidentales solemos usarla solo al entrar en espacios cerrados, y en la calle, si te cruzas con alguien, lo más habitual es bajar la cabeza o girarla hacia el otro lado, evitando así el incómodo cruce de miradas y la posibilidad de intercambio de fluidos.

Con la mascarilla puesta se puede entrar en edificios y centros comerciales, no sin antes ofrecer la sien para que te tomen la temperatura y escanear un código QR que dará cuenta de tu ubicación en los próximos meses. Así lo anormal, lo excepcional se va convirtiendo en la norma, igual que nos hemos acostumbrado a pasar controles de seguridad en los aeropuertos después del 11 de septiembre, y ahora no recordamos cómo era el tiempo anterior.

No hay comentarios:

Publicar un comentario