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lunes, 17 de febrero de 2020

La noche es más oscura




Cantón, 18 de febrero de 2020.

Durante los años de la crisis se usó mucho la frase, “La noche es más oscura cuando se acerca el alba”. No se conoce bien el origen de este poético pronóstico, aunque hay quienes lo atribuyen a la película Batman (the dark night rises, 2008), si bien ya lo utilizó el teólogo inglés Thomas Fuller en el siglo XVII. Sea como fuere, es una metáfora más sugerente que la “luz al final del túnel”, pero no mucho más tranquilizadora para quienes siguen en la penumbra.
Mientras sigue incansable el incremento de nuevos casos de infectados por el corona virus, y los muertos ya superan la cifra de mil ochocientos, las autoridades chinas siguen imponiendo restricciones a esta paralización del país, que serían imposibles en cualquier otro lugar. Ayer se impuso una autocuarentena a todos aquellos que lleguen a Pekín ya sea de otra parte de China, ya sea del extranjero. En la provincia de Hubei, a las ya estrictas medidas de confinamiento se ha añadido la prohibición absoluta de salir a la calle y de circular con cualquier tipo de vehículo por las calles de las ciudades, so pena de un arresto de diez días y la rebaja de la calificación en el “crédito social” de quien contravenga esa norma.

En Cantón y otras grandes ciudades, coincidiendo con la vuelta definitiva de  los trabajadores que quedaron varados en sus provincias de origen durante la celebración del año lunar, las medidas para entrar en los edificios de oficinas se hacen cada vez más exigentes. No solo hay que tomar la temperatura, sino que hay que rellenar una hoja con todos los datos personales y un historial de viaje de cualquiera que quiera entrar. Además las visitas solo son aceptadas si se han anunciado con 24 horas de antelación a la administración del edificio, lo que hace más difícil la atención directa al público para labores consulares.

Estas limitaciones han generado una curiosa discusión entre los Cónsules residentes en Cantón y las autoridades locales, a cuenta de la libre circulación de los diplomáticos en el ejercicio de sus funciones y las necesidades de observar todos las mismas reglas de prevención e higiene. Como siempre hay quien en estos casos echa su cuarto a espadas y hay algunos activistas de la diplomacia que protestan y tratan de hacer que se respete su estatus esta situación de emergencia, mientras que en el lado opuesto están los obsecuentes, que con afán de congraciarse y de quedar bien no paran de alabar las medidas adoptadas y de difundir entre todo el grupo las mínimas noticias esperanzadoras que puedan aparecer estos días. Estas reacciones marcan una clara diferencia entre la circunspecta y correcta Europa, la simpática actitud de los vecinos acostumbrados a vivir a la sombra del gigante, y la de aquellos que van más allá de lo razonable en las alabanzas que retratan en la mayoría de los casos a sistemas políticos más afines al local.

En espera de que llegue el ansiado “pico” de la enfermedad, cuando la curva comience su camino descendente, el aire es más puro y el sol brilla como no lo hizo en todo el año pasado en Cantón. Tal vez habría que hacer un cálculo de los efectos positivos de la parálisis sobre la calidad del aire y en consecuencia, sobre las mejoras en las condiciones de salud en China durante estas semanas, pero me temo que una parálisis como ésta de la actividad económica no sería sostenible ni para China ni para el mundo.


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