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viernes, 13 de marzo de 2020

Un rayo de sol


Cantón, 13 de marzo de 2014.

En medio de una tormenta cuesta imaginar el sol que sale cada mañana. Cuando estamos en el ojo del huracán el pasado y el futuro no existen, vagamente el hoy, el ahora se nos presenta como toda representación de la realidad. En unas pocas horas hemos olvidado las angustias del ayer, las esperanzas del mañana para centrarnos en el punzante dolor del hoy. El cambio en las rutinas, el rumor que se pierde en el confín de la ciudad, las calles vacías, los planes cancelados, nos van introduciendo en una realidad que pensamos eterna, es decir, sin principio ni final.
Pero el sol sale tozudamente cada día, y sus rayos tarde o temprano nos alcanzarán. La vuelta a la normalidad en Cantón hace que nuestra memoria vea con suspicacia los recuerdos de la cuarentena. Cuesta recordar cómo era todo cuando el tiempo se había suspendido sobre China. Y ahora, todo vuelve. Los restaurantes, las comidas, los paseos. Con más precaución, siempre con la máscara puesta y con los controles de temperatura dispuestos en cualquier esquina. Pero la vida ha vuelto y seguramente tendremos que incorporar a nuestra normalidad las nuevas normas de comportamiento que ayer nos hacían reír y hoy nos acompañan y nos protegen.

En medio de la zozobra de los días inmóviles es lógico preguntarse qué fue lo que anduvo mal. Por qué nos creímos semidioses exentos de la enfermedad y del dolor. Cómo la superioridad del mundo occidental nos hizo pensar que la tecnología, el bienestar y el colchón de seguridad del Estado nos iba a privar de la prueba del virus. La mayoría se creyó diferente. Pero también es cierto, que pensando en lo lejano y en lo ajeno, no nos dimos cuenta que participamos en la misma cadena mundial.

 La globalización existe desde hace años y hace nuestra vida más cómoda y más poderosa. Podemos hacer cosas inimaginables hace unos años. Los viajes antes reservados para los más ricos o para los aventureros son hoy una necesidad básica para cualquier persona en nuestros países. Y sin embargo, debemos convivir con las consecuencias no queridas de este mundo cada vez más pequeño. Y lo malo es que no queremos reconocer los defectos de este esquema que nos ha dado tanta alegría y conocimiento. Nos cuesta aceptar la realidad, y nos la vamos a topar cada día ante nuestras narices.

El sueño europeo se pone a prueba cada día. Un diseño imperfecto, de fronteras abiertas, de libre circulación de personas, de mercancías, de capitales pero con políticas nacionales diversas, nos ha hecho más vulnerables en estos días. Las personas han circulado sin control durante semanas por el espacio europeo, y ahora, en China, donde saben lo que han hecho imponen controles estrictos a todo el que llega del extranjero. Vamos hacia un mundo de fronteras, de limitaciones, de sospecha. Pero ya sabemos que siempre que llueve escampa. Pero entre tanto, es buenollevar un buen impermeable.

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