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miércoles, 4 de marzo de 2020

La vida al final del virus


Cantón, 5 de marzo de 2020.

Como las letras de tantos boleros, al final parece que las tornas están cambiando, quien antes reía ahora llora y el virus sigue sigiloso su alocada carrera por el mundo.
Cuando ya hemos pasado el ansiado “pico” de la enfermedad y apenas se registran nuevos casos de infecciones en todo el país, excepto en ese agujero negro denominado Wuhan, las medidas de protección, no solo no han desaparecido, sino que se incrementan.
Ahora el peligro viene de afuera. Lo que antes era estigma o racismo contra los ciudadanos chinos que viajaban por el mundo y que eran evitados o caricaturizados por ser probables transmisores del virus, ahora lo que ocurre con los occidentales en China se puede considerar precaución o prevención.
El peligro ya llega de afuera y en buena lógica, tras el enorme esfuerzo realizado para evitar el contagio durante un mes y medio de práctico aislamiento, nadie quiere que el bicho vuelva a entrar en la casa por la puerta trasera. Así, las ya reducidas frecuencias aéreas que conectaban el país con el exterior se han ido reduciendo y los controles de entrada ya hablan de viajeros procedentes de países de alto riesgo. A todos se les controla y a algunos se les impone una cuarentena forzosa dependiendo del país de origen. Es decir, que esto se complica para todos a medida que las contradicciones y las restricciones van llegando al resto del mundo.

Por las mañanas, la primera lectura ya no es la de la prensa local para conocer el avance de la enfermedad, sino la de la europea para saber cómo reaccionamos a esta nueva plaga. Ahora las lecciones ya no vienen de occidente a oriente, sino al contrario, y no faltan imitadores de aquel maestro Ciruela, que sin saber leer puso escuela. Parece que al fin y al cabo la ciencia médica no entra dentro de la categoría de las ciencias exactas. 

Es más, el periódico el mundo, ha comenzado a imitarme y ha publicado un artículo hoy sobre literatura y peste, en el que recurre a varios de los ejemplos que di, y me recuerda que olvidé hacer referencia a la muerte en Venecia de Thomas Mann.
Al final será cierto que no somos tan distintos, que desde que el homo erectus pasó a homo sapiens, nos comportamos más o menos de la misma forma, y hacemos avanzar a la humanidad por medio de lo que Ian Morris señala como los vectores que han movilizado el progreso de la humanidad, es decir a través de personas perezosas, cobardes y avariciosas que han logrado perfeccionar el mundo para hacerlo más cómodo, más seguro y más rico.

Y sí, ayer pude cortarme el pelo. Tras una larga discusión en chino sobre mis credenciales y tras asegurar que he estado en Cantón durante más de 14 días, me dejaron acceder a la peluquería, y pude cortarme el pelo con todas las garantías sanitarias que se ven en la fotografía. Eso sí, ayer no hubo lavado de cabeza ni los tres masajes acostumbrados en mi centro de estética capilar. Un corte rápido y eficaz de no más de cinco minutos y para casa, que los occidentales ya somos sospechosos.

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