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miércoles, 11 de marzo de 2020

Ideología


Cantón, 11 de marzo de 2020.

“Aquí hay mucha ideología, y la ideología no se come”, me decía Ampiño, mi veterano caddy en la soledad del campo de golf de La Habana. Ampiño murió, pero la ideología sigue, y nubla nuestro entendimiento a la hora de ordenar el caos del mundo.
La epidemia del covid19 va a poner en duda muchas cosas y va a venir determinada por los sesgos ideológicos a la hora de emprender acciones que son difíciles de aceptar en nuestra acomodada vida sin peligros.

Ayer el presidente chino visitó la ciudad de Wuhan. ¿Puede ser esto el anuncio del fin de la epidemia en China?. Si no el fin, sí que se puede decir que la visita señala el triunfo en esta batalla que muchos chinos han comparado en las redes sociales a una guerra. Los gritos de ánimo, las muestras de apoyo, la retórica guerrera han llevado a esta sociedad a una imagen de guerra contra el virus, que necesitaba de la imagen del triunfo en la forma de una visita al campo de batalla ya conquistado y con el enemigo huyendo hacia occidente, donde encontrará refugio por unos meses.

Las ideologías se enfrentarán a la hora de buscar solución a esta plaga. Lo que ha funcionado en China no sabemos si llegará a funcionar fuera, y si nuestras sociedades van a aceptar estos sacrificios con la misma docilidad con la que lo ha hecho la sociedad china.

Además de la influencia de la ideología a la hora de afrontar la crisis y de comprobar qué sistema político es más adecuado para afrontar una des estas crisis a las que vamos tener que acostumbrarnos. La limitación de las libertades y la opacidad de la política pueden tener consecuencias muy negativas a la hora de responder a una crisis, ya que la verdad se hace esquiva, y el deseo de agradar al jefe prevalece sobre la información veraz en los primeros momentos de la emergencia, pero por otro lado, esta falta de discusión y este control de los medios hace también más fácil la imposición de medidas dolorosas que de otro modo serían discutidas y retardadas.

Vamos a asistir en las próximas semanas a una continua comparación sobre las medidas adoptadas, sobre los límites a la libertad individual, sobre la privacidad de los datos y sobre la responsabilidad de los ciudadanos ante una situación que pocas veces se vive de una manera tan global y determinante en el curso de una vida.

Pero la ideología no solo va a enfrentar a sistemas distintos y tan alejados como occidente y oriente. En el seno de nuestros países vamos a ver cómo tras unas semanas de tregua expectante las formas de ver las cosas van cambiando según el color del cristal con el que se mira. ¿Se debería haber reaccionado antes o era lícito esperar y ver cómo evolucionaba el resto del mundo?. ¿Era ingenuo pensar que igual que han circulado sin control personas que venían de los focos del virus durante semanas y aun meses, no iba a circular de tapadillo el microbio que nos está uniendo en la desgracia?.
¿Se puede pensar que la Ciencia era incapaz de predecir que si una enfermedad era capaz de infectar a un país de dimensiones continentales en cuestión de semanas no se iba a expandir por la Europa sin fronteras con la misma velocidad?

Nos hemos centrado tanto en los esfuerzos descomunales de China en la lucha contra el virus que parece que hemos olvidado su carácter insidioso y viajero, y que el virus no conoce de inmunidades diplomáticas ni de ideologías; está entre nosotros, nos amenaza, nos atemoriza nos va a cambiar la vida, y no precisamente para bien.


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