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miércoles, 29 de abril de 2020

El corazón del grifo


Cantón, 30 de abril de 2020.

En las últimas semanas proliferan en las redes sociales informes de consultoras de prestigio analizando el mundo tras la el covid19, que adelantan los cambios sociales que vienen, las tendencias económicas, la nueva geopolítica del poder e incluso las renuncias que tendremos que hacer en un entorno incierto y poco apetecible. (Por cierto, son esas mismas consultoras que estuvieron recomendando inversiones y proyectos como si no pasara nada durante el primer trimestre del año, pensando que esto era solo una cosa de chinos, o como mucho de asiáticos).

Una de las conclusiones a las que llegan casi todos estos informes, y la mayoría de los análisis económicos que podemos leer estos días, es que la globalización actual, con el peso preponderante de la fabricación en China, con unas cadenas de suministros también muy dependientes del país asiático se verá forzada a cambiar, con un desplazamiento de la producción industrial a otros lugares más confiables, y con una renacionalización de determinadas industrias estratégicas.

Ayer visité una fábrica de capital español en Cantón, que fabrica los cartuchos que van en el interior de todos los grifos y nos permiten con un pequeño movimiento de la palanca del grifo obtener agua fría o caliente, y cerrar herméticamente el grifo sin esos goteos inquietantes y despilfarradores. La empresa fabrica este pequeño artefacto en una fábrica moderna, con todas las normas y estándares internacionales de calidad, y con los más sofisticados  controles de calidad. El resultado es un pequeño producto, de gran complejidad, que viene incorporado en los grifos de las principales marcas mundiales del sector, desde las más conocidas americanas y europeas a las gigantescas nuevas empresas chinas que luego exportan a todo el mundo. A este aparato le llaman el “corazón del grifo”, que desde el más sencillo que mezcla agua fría y caliente, puede llegar a los más sofisticados que permiten ahorro de agua, o que pueden programarse o activarse a distancia. 

Para fabricar este modesto corazón artificial, el proceso industrial es complejísimo, y va desde la obtención de unas placas de cerámica perfectamente pulidas a base de alúminas, que deben rozar entre sí para lograr la estanqueidad, hasta moldes de plástico que se van adaptando a los nuevos modelos. Todo ello montado en unas cadenas que imitan a las de las plantas de componentes de automóviles, que requieren una gran precisión con muchos empleados chinos que realizan esta labor donde no llegan todavía los robots. Y finalmente pasan un banco de pruebas que exige hasta quinientos mil movimientos de apertura y cierre del grifo para comprobar la resistencia de los materiales y poder expedir el producto al cliente final, que lo embutirá en una carcasa metálica, y quedará escondido salvo que en caso de avería tengamos que desmontar el grifo y solo en ese caso llegaremos al corazón del asunto.

Todo este proceso, desde la compra de materia prima a la fabricación de las partes, al ensamblaje y al control de calidad requiere un trabajo planificado al detalle, donde el tiempo y el coste cuentan de manera decisiva, porque para que todo esto funcione se debe obtener un producto que cumpla los estándares más exigentes de calidad y de precio.
Pero lo más llamativo es que el cartucho final tiene un precio de en torno a un euro, sí, 1 EURO. 

Alguien imagina el desplazamiento de esta operativa a un país europeo o a Estados Unidos para lograr competir en un mercado con precios tan estrechos?. Será posible la renacionalización o el cambio de las cadenas de producción en los próximos años como dicen los consultores con estos requisitos y con estos precios?. Se podrá prescindir del mercado chino que seguirá siendo determinante en la economía mundial?

Todo esto se me ocurrió en un soleada mañana cantonesa entre un mar de autopistas y de polos industriales que rodean esta ciudad y que le han dado el sobrenombre de la “fábrica del mundo”.

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