Cantón, 27 de abril de 2020.
Muerto Ortega, y apenas leída su filosofía, en el mundo del tweet, de las consignas y del maniqueísmo más rampante, vemos cómo las creencias no solo no se diluyen o se hacen pensamiento racional, sino que se fortalecen y arraigan con mayor fuerza en los tiempos del coronavirus.
Trato de aislarme del mundo de los chats tendenciosos, de las informaciones de barricada, de todos estos textos e imágenes que proliferan en las redes hechos solo para re confirmar nuestros prejuicios, mas a pesar de no ver televisiones ni escuchar emisoras de radio. A pesar de limitarme a leer los periódicos en diagonal, no puedo escapar a determinados comentarios, o mensajes que llegan en estos días de parálisis por todos los medios. Y sin sorpresa puedo apreciar que en esta Crisis las creencias se refuerzan día a día en el corazón de las personas. No conozco a nadie que haya cambiado su opinión, propia o gregaria, a lo largo de la terrible prueba del confinamiento. Leo que quienes creían firmemente en un mundo gobernado por instancias multilaterales, aunque se hayan mostrado lentas e ineficientes, piden ahora más multilateralismo, para que no vuelva a fallar. Quienes pensaban que todo esto nos pasa por un exceso de cosmopolitismo, piden volver a cerrar las fronteras y aprovechar este parón para que cada uno se quede en su casa. Quienes apoyaban al gobierno se enrabietan si alguien lo critica, y es entrañable ver cómo opinadores fieros y críticos en otras circunstancias, cierran filas con sus conmilitones y conllevan este confinamiento con una sonrisa bobalicona y con frases y consignas de una resistencia bucólica. Quienes por el contrario denostaban al gobierno, proclaman que ya no aguantan más, lanzan jeremiadas, y aunque no les falte razón en la crítica, se deslizan por la peligrosa pendiente del “schadenfreude”, la expresión alemana que equivale a alegrarse del mal ajeno, cuando ya nada nos va a ser ajeno.
El mundo está desconcertado, las páginas de los diarios internacionales oscilan entre una morbosa estadística de contagios nacionales y algunas gotas de geopolítica, que van desde la necesidad de un concierto de naciones renovado y sobre la base de la “paz perpetua” de Kant, a las más verosímiles y catastrófistas previsiones de conflicto entre líderes que no dan la talla, o que la dan en demasía, con ideas de bombero para cada situación.
Vivimos en nuestras creencias y en tiempos de incertidumbre, lo peor que nos puede pasar es que profundizando en nuestros errores abandonemos definitivamente la duda y el pensamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario