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domingo, 19 de abril de 2020

Sine ira et studio


Cantón, 20 de abril de 2020.

Esta frase, a veces citada como “sine ira et cum studio”, corresponde a la introducción del libro de los Anales de Tácito, que a comienzos del siglo II quiso escribir una historia de Roma, desde la muerte de Augusto hasta Nerón, con objetividad y libre de los odios y de la pleitesía que pudieron sentir quienes se vieron directamente afectados por estos reinados turbulentos, que incluyen los años de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón.
Con objetividad, con ecuanimidad, exento de la tiranía de las pasiones, estimaba Tácito que debían   ser contados los hechos de la historia. Una tarea opuesta a la laudatoria o justificadora historia escrita por los vencedores o por los escritores bajo la influencia de los gobernantes, como ocurrió con la narración egipcia de la batalla de Kadesh, que enfrentó a Ramsés II con el imperio Hitita. Durante siglos se creyó que ésta había sido una victoria incontestable de Ramsés II, pues solo se contaba con la narración egipcia, según la cual Ramsés volvió victorioso de su incursión por el Medio Oriente, sin embargo, ya en el siglo XX se descubrió en unas excavaciones en una ciudad Hitita, otra versión menos complaciente, según la cual la batalla terminó en tablas y Ramés escapó por poco a la muerte, huyendo en su carro de combate, y luego contó la historia a su manera.

Así, sine ira et studio deberíamos actuar en estos momentos inciertos. Cuando las consecuencias de la pandemia van a  afectar a unos y otros, sería precisa una concordia internacional para afrontar la situación del mundo tras la catástrofe, pero lamentablemente los signos no son muy alentadores. Más allá de un concierto mundial de recogida de fondos para la OMS, y de unas declaraciones entre alarmistas y angustiosas a la necesidad de actuar conjuntamente, poco se puede saber sobre cómo articular una respuesta concertada a los desafíos del futuro inmediato. Parece más fácil organizar un concierto desde el confinamiento, que hacer funcionar la correosa maquinaria de los organismos internacionales y la incierta colaboración de los foros que sirvieron en la anterior crisis financiera.

Todas las mañanas me levanto con las noticias de un presidente en guerra con el mundo, que no supo prever la llegada de la epidemia a su país, que adaptó el lenguaje de los expertos a sus propias creencias, que descarga su responsabilidad en la de los gobiernos locales, a quienes acusa de imprevisión, que protesta por lo que considera noticias falsas que le perjudican, que es incapaz de reconocer sus falsedades anteriores y que está aprovechando la ocasión para avanzar en sus própósitos de gobierno echando la culpa de esta crisis a una  oposición muy combativa y crítica con su manejo de las cosas y al gobierno anterior por su imprevisión.

Con este panorama, con un presidente como Trump que en el calor de la pelea discute diariamiente con la prensa crítica con su gestión y que busca y encuentra día a día culpables a quienes achacar la tragedia que es ya una certeza, con organismos que han sido incapaces de conocer y de prevenir a tiempo las consecuencias de una enfermedad desconocida, con países que bajo aparentes muestras de solidaridad quieren hacer olvidar errores pasados; será difícil que una acción conjunta se pueda abordar sine ira et studio.

Por cierto, buscando en internet el uso reciente de esta expresión, había muchas referencias al momento de la aprobación de la denominada "ley de memoria histórica en España", y en todas ellas se consideraba desfasada esta premisa de Tácito, pues al parecer, donde ha habido injusticia y dolor, se debe investigar con odio, por si acaso, y al final, como dijo Goya, “a garrotazos”.


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