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domingo, 5 de septiembre de 2021

Camino portugués. Oporto

 



Tras haber realizado hace tres años el camino francés que recorre el norte de España de este a oeste, comenzamos este camino portugués que nos llevará en doce jornadas a Santiago de Compostela en un año jubilar, es decir en un año en el que la festividad de Santiago es un domingo y que por este motivo el santo concede una indulgencia plenaria de los pecados.

El camino portugués va de sur a norte y puede comenzar en Lisboa, o más comúnmente en Oporto ya que la tradición de las peregrinaciones que se hace popular a partir de siglo XII hace que tanto reyes como peregrinos tomen esta ciudad del norte de Portugal como lugar de partía para llegar a Santiago.

Originalmente el camino discurría por el interior del país, huyendo de los peligros del mar y de las incursiones de piratas y de barcos normandos en su viaje hacia Sicilia. Pero a partir del siglo XV, en la era de los descubrimientos, Portugal se abre al mar y se establecen nuevas ciudades en torno a los puertos y astilleros desde los que los descubridores portugueses iniciarán su aventura. Es en esta época cuando se pone de moda el camino portugués por la costa, que saliendo de Oporto pasa por Vila do conde, Viana do Castelo y Caminha, desde donde cruza la frontera para llegar a España. El viaje del rey Don Manuel a Santiago a principios del siglo XVI dio popularidad a este camino que a través de sus iglesias y hospitales ha cobijado por años a los peregrinos que viajan a Santiago por la costa portuguesa.

Llegamos así a Oporto desde donde parte el camino de la costa. Oporto, segunda ciudad portuguesa en la desembocadura del  río Duero se extiende a las dos orillas del río entre una ciudad, O porto, sede del poder político y de la imponente catedral gótica y del otro lado se encuentran las bodegas que dan fama a a ciudad con el nombre del vino de oporto y que proporcionan una vista de la ciudad encaramada sobre la colina dominada por la catedral y la torre de los clérigos.
A diferencia de Saint Jean de Pied de Port en Francia, o de Roncesvalles en España donde comienza el camino portugués, aquí no se aprecia el movimiento de peregrinos y no hay más que unas discretas señales del camino cerca de la catedral donde se puede comprar la credencial que deberemos sellar en cada etapa para certificar que hemos hecho este camino y que tenemos ganado algún tipo de perdón a nuestros pecado.
Hemos elegido el camino de la costa por su tradición histórica y por nuestro interés por caminar junto a una costa abierta al Atlántico en lo que era el “finis terrae “ o fin de la tierra en época medieval. Emprendemos el camino acompañados, con nuestros amigos Jorge y Mar y con esa vocación de los caminantes que buscan tanto la meta en su destino final como el conocimiento de uno mismo a o largo de las jornadas del viaje. 
Dice Don Quijote “que el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”
Vamos a andar mucho en este camino y tendremos ocasión de ver mucho y de saber más de lo que sabemos ahora. Al fin y al cabo esto es el peregrinaje, hacer el camino y al hacerlo conocer y aprender. Esta es una de las ideas que subyacen desde los tiempos medievales en la idea del peregrinaje, seguir las enseñanzas de Jesús. “Yo soy el camino y la vida” y ese camino se recorre des tiempos remotos siempre en búsqueda de algo.

Comenzaremos mañana este camino por tierras portuguesas siguiendo los pasos de reyes y de clérigos y de gentes comunes que en un mundo incierto ponían su esperanza en los efectos benéficos de una peregrinación hasta el fin del mundo conocido.














 



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