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martes, 7 de septiembre de 2021

Camino portugués. 2ª Etapa. Vila do Conde Esposende. 26 km.

 



Si la primera jornada de esta peregrinación discurrió principalmente junto al mar, la de hoy ha sido más variada, como es en general la vida, y nos ha llevado desde la iglesia matriz de Vila do Conde por una zona urbana que conecta esta localidad con la turística Póvoa de Varzim. estamos todavía en la zona metropolitana de Oporto, que es la región más poblada de Portugal y la de mayor nivel de vida, lo que se aprecia en las construcciones ordenadas, la proliferación de empresas y de comercios y de coches de alta gama qu recorren las carreteras secundarias de esta región.

Antes de salir visitamos la iglesia de Vila do Conde, mandada construir por el rey don Manuel a su regreso de Santiago adonde había ido como peregrino. Hay que recordar que en aquellos tiempos el camino debía ser siempre de ida y vuelta, por lo que lo importante no era solamente conseguir el objetivo de llegar a ver el sepulcro del santo, sino volver por el mismo camino con mejores intenciones para comenzar una nueva vida tras la peregrinación. Así don Manuel en 1504 quiso renovar la fe cristiana de sus súbditos y ordenó la construcción de esta iglesia de estilo gótico tardío y de rasgos renacentistas, que en Portugal, en honor a este rey se llama estilo manuelino.

Cerca de esta iglesia, en el centro del pueblo encontramos la capilla de San Roque que fue construida a fines del siglo XVI, esta vez a petición del pueblo de Vila para rogar a este santo que librara a los ciudadanos de la peste, que unos años antes había asolado la villa matando a más de un cuarto de la población. Este es un triste recuerdo en tiempo del Covid, cuando peregrinamos con mascarilla, debemos enseñar nuestro certificado de vacunación antes de entrar a ningún edificio público y cuando por prevención, al cruzarnos con otras personas por los caminos el saludo se reduce a una inclinación de cabeza para no tener que decir las palabras del saludo tradicional “buen camino” por miedo a un contagio al exhalar el aliento.

Después de visitar estos templos comenzamos el recorrido por calles y carreteras secundarias hasta llegar a Póvoa de Varzim, balneario turístico del norte de Portugal que cuenta con una larga y ancha playa dotada de buenos servicios de hostelería y de todo tipo de comodidades para el baño, aunque hoy el día no invitaba a ir a la playa

De Póvoa seguimos por las pasarelas de madera que nos llevan junto al océano disfrutando ahora de la soledad del camino y del viento salado que nos empuja hacia adelante. Pasados unos kilómetros el camino nos lleva hacia el interior y encontramos una sucesión de centros deportivos en cada pequeño pueblo por el que pasamos, campos de fútbol de césped artificial cuidadosamente mantenidos, piscinas, vías ciclistas, se ve que en el norte de Portugal hay una gran afición al deporte y que las dotaciones de servicios municipales es generosa.

Junto a los caminos pasamos por zonas urbanas de chalets de una sola planta que alternan una construcción tradicional con tejados a cuatro aguas, adecuados para una región muy lluviosa, junto con modernas construcciones donde la línea recta se transforma rápidamente en formas cúbicas que se repiten allí donde hay viviendas de edificación reciente. Pareciera que la arquitectura de Álvaro Siza, el arquitecto contemporáneo más importante de Portugal y nacido en esta región hubiera tenido tanto éxito que los arquitectos actuales se ven atrapados por la sencillez y austeridad de las líneas rectas del maestro Siza. se diría que los portugueses del norte han dejado el barroco en el interior de las iglesias donde las formas curvas y doradas embellecen los templos y han pasado en este siglo a un minimalismo estético que se repite sin cesar.

Dejamos los pueblos y caminamos finalmente junto a campos de maíz y pequeños pinares que traen silencio y recogimiento a la caminata. Es aquí donde podemos encontrar el espíritu de la peregrinación, libres de distracciones y con los primeros signos de cansancio recordamos el propósito de nuestro esfuerzo 

Paramos a almorzar en un restaurante de pueblo donde nos atiende un simpático camarero portugués. Después de bromear un poco sobre nuestro viaje, le dejo como propina un billete de 10 Yuanes con la imagen de Mao. Se echa a reír y me dice que no quiere saber nada de comunistas ni de chinos. Resulta que sigue la política exterior portuguesa y tiene una gran prevención sobre la influencia china. Además nos dice que tampoco le gustan los comunistas, que él es camarero pero no comulga con esas ideas que según él nos llevan a la ruina. Es un hombre joven y simpático y me hace recordar que la ideología no siempre coincide con la clase social, o que  este hombre también tiene un claro concepto de las clases sociales, como dice un afamado director de cine, pero en este caso al revés.

Llegamos finalmente a Esposende caminando junto al río Cavado en un atardecer apacible y hermoso hasta llegar casi a su desembocadura, donde nos espera el hotel y el descanso.




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