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miércoles, 8 de septiembre de 2021

Camino portugués. 3ª etapa. Esposende - Viana do Castelo

 


Amanece un día lluvioso en Esposende y debemos comenzar la caminata con ropa de lluvia. El viento que viene del mar hace más penosos los primeros kilómetros hasta que la ruta comienza a alejarse de la costa y nos lleva por el interior.

La lluvia, el día gris y la topografía más montañosa cambian totalmente las sensaciones de días anteriores. Hemos dejado atrás los lugares turísticos y al mismo tiempo hemos abandonado el verano, con un clima que anticipa el otoño.

Los pueblos del norte de Portugal se extienden por las laderas de las colinas sin solución de continuidad, pasando de un pueblo al otro sin poder percibir el cambio. Son comunidades compuestas por viviendas unifamiliares a lo largo del camino sin un centro urbano más densamente poblado. A pesar de ser viviendas construidas en épocas muy distintas, mantienen todas ellas un cierto orden urbanístico y una buena calidad de construcción. Todo indica que esta región del norte de Portugal goza de un alto nivel de vida que debe tener otras fuentes distintas de la agricultura, pues apenas se ven campos de cultivo entre tantas casas con jardín o huerto propio.

De Esposende pasamos a marinas donde ha una bonita iglesia, que se comenzó a construir en el siglo XI y ha ido añadiendo elementos hasta el siglo XX. en su interior hay un bonito altar barroco de estilo portugués, con profusión de dorados, pero la iglesia como los pueblos de esta zona están vacíos, apenas se ve gente por las calles. Solo una mujer mayor vigila la iglesia y la plaza del pueblo desde su ventana, recordándonos que el interés por la vida de los otros no comenzó con las cámaras de vigilancia, sino que es una característica muy humana para compensar las horas de soledad.





Seguimos el camino por bosques de eucaliptos, castaños y robles, donde se mezclan las especies autóctonas con el eucalipto traído de Australia y que se ha adaptado tan bien a estas tierras, que es considerado una plaga pues al parecer absorben mucha agua y dejan exhaustos los suelos. A pesar de todo, el eucalipto deja un olor a frescor que acompaña al caminante. El sendero baja por la montaña hasta llegar al río que se debe cruzar por un puente de piedra sin barandilla, lo que pone alguna emoción al paseo.

Dessde aquí se sigue un recorrido por pueblos por rutas que suben y bajan y que tienen una perfecta señalización de la dirección a Santiago. Al estar ya en el camino del interior encontramos a más peregrinos de diversas nacionalidades, lo que nos indica que éste es el camino más transitado en Portugal y que nos vamos acercando a Galicia.

Llegamos a Viana do Castelo por el puente Eiffel, obra del arquitecto francés que vivió dos años en el norte de Portugal mientras se construía este puente de Viana y el más famoso puente de Oporto, entre 1875 y 1877. Cuentan que Eiffel se encariñó con una joven portuguesa entrada en carnes, y que cuando fue a inaugurar el puente, la joven adelaida quiso probar su resistencia en persona, pasando de una lado al otro del puente. Cuando concluyó su paseo le dijo a Eiffel, si el puente pudo con Adelaida puede con todo.
Si no es cierta la anécdota, sí que lo es la belleza y la resistencia del puente, que tiene un nivel para el ferrocarril y otro superior para el paso de coches y de peatones. Por él llegamos a Viana la ciudad más importante en el camino del norte con una historia enraizada con la vecina Galicia.





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