Salimos de Oporto por la ribera del río Duero hasta su desembocadura en el océano Atlántico y desde allí seguiremos un camino bordeando la costa, que alterna paseos marítimos de algunas de las ciudades balneario del norte de Oporto, con pasarelas de madera construidas para conservar las dunas del litoral.
En Oporto hemos dejado buena parte de la historia de Portugal, pues es aquí, en el entorno de esta ciudad donde se formó el reino de Portugal a comienzos del siglo XII sobre la base del antiguo condado de Portugal dependiente del reino de Asturias. Es aquí entre los ríos Miño y Duero donde nace este nuevo reino en la península ibérica, que toma su nombre de la ciudad del puerto, Porto y del asentamiento de Calem en la otra orilla del río. Hoy Cálem da nombre a una de las más conocidas bodegas de vino de Oporto.
Desde la catedral de Oporto sale este camino de Santiago, y tras sellar el certificado que acreditará el cumplimiento de nuestro itinerario a pie, salimos de la ciudad para recorrer los primeros kilómetros por las afueras de Oporto, donde hoy lunes ya no quedan turistas en las playas y podemos disfrutar de la caminata sin aglomeraciones.
Portugal, tan cercana a España y al mismo tiempo tan diversa, en sus construcciones, en la forma de sus iglesias y monumentos, en la forma de hablar una lengua hija del latín, como la nuestra pero que suena diferente. En la catedral vimos junto a su claustro románico en piedra la primera diferencia en la forma de expresar el arte tradicional en Portugal. Prácticamente todas las paredes del interior del edificio dela catedral están recubiertas por azulejo blanco y azul, que narran historias de santos y acontecimientos de la historia portuguesa a través de estos mosaicos.
La cerámica entra en Portugal a través de España, que a su vez la había recibido de los árabes y los reyes portugueses contratan artesanos hispanos para adornar sus palacios y templos con azulejos de las fábricas de Sevilla. A partir del siglo XVII por influencia de la cerámica china comienzan a llegar a Europa las primeras porcelanas de color azul que permitían realizar murales de grandes dimensiones con técnica que venía de Holanda. A comienzos del siglo XVIII bajo el reinado de Juan I el azulejo de colores azul y blanco se extiende por todo Portugal en pleno auge del barroco y el resultado es hoy un arte característico de Portugal que vamos a ver reproducido en todas las Iglesias y palacios que visitemos.
El recorrido de hoy, al haber elegido el camino de la costa no nos ha llevado por los pueblos que unen Oporto y la Vila do Conde, y en lugar de disfrutar del arte y de la historia hemos gozado de los paisajes marítimos del Atlántico. Para quienes somos de tierra adentro el mar ejerce una fascinación especial, por los largos años de ausencia del mar en nuestras vidas y por esa inmensidad que aumenta cuando estamos ante un océano. Las playas de arena blanca se suceden entre dunas y algunas especies vegetales que sobreviven en la cercanía del océano y transitamos por unos caminos de madera entre la duna y el litoral, que a veces, por efecto del viento se llenan de arena también haciendo más dificultosa la caminata.
Poco a poco hemos ido dejando las localidades más turísticas y hemos podido caminar en parajes más solitarios entre el mar y el cielo protector. Si bien este camino no es de lo más populares para llegar a Santiago, hemos encontrado ya a lo largo de la jornada a algunos peregrinos, españoles, alemanes, ingleses y a un portugués que cargando con pesadas mochilas inician también su andadura en esta región.
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