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jueves, 18 de febrero de 2010

Neandertahles de ayer hoy

Respirar, alzar la vista y mirara alrededor, subir un peladaño para salir del valle y acarrear mñas aire a los pulmones y sangre al cerebro.
Volver a hacerse la preguntas esenciales, salir de lo cotidiano para pensar con frescura y ver los dilemas diarios con otra perspectiva. Pensar por ejemplo si es posible detectar la cabeza de un neandertahl entre los cientos de cabezas cubiertas de gorros que serpentean en inverno por las montañas de España.
Es impensable que durante cerca de doscientos mil años convivieran Neandertales con Cromagnones en las sierras europeas y que no se cruzaran, que llevaran vidas paralelas o incluso hostiles, pero que no tuvieran esa curiosidad entre especies similares. Tengo para mí que en la cueva de los güixos hubo uno de esos extraños apareamientos. Que de allí surgió una rama de mestizos de primera hora que deambulan todavía por los valles de Aragón y que utilizan una contraseña para reconocerse y no ser reconocidos. Quién sabe si ese movimiento de cabeza de abajo arriba, con una ligera inclinación de cabeza hacia la izquierda con que se saludan en estos valles escondidos los que bien se conocen no es el signo del rastro neandertahlensis en nuestos días. El resto, el cráneo aplastado, los arcos de las cejas prominentes, las extremidades membrudas, se dan por hecho en estos lugares, son una seña de identidad que les recuerda aquella noches de hace cerca de doscientos mil años en que un neandertahl y una cromagnona se sencontraron en la cueva del Güixo y sin saber qué hacer, de qué hablar o por qué pelear decidieron hacer una trampa a la evolución, y perpetuar esa especie desaparecida en la melancolía.

Al lado de estas dudas, que me asaltan al pasar junto a la entrada de la gruta o al cruzarme con alguno de estos herméticos lugareños, es comprensible que los ecos del debate económico de ayer me lleguen amortiguados. La angustia por los mercados, las alegrías por la colocación de una deuda pública española, que como se decía en los 80 en Latinoamérica no es deuda externa, sino eterna, la incapacidad de estar a la altura de los tiempos que nos reclamaba Ortega y Rodríguez probablemente nunca leyó, me son hoy algo más ajenos.

Me llega sin embargo la noticia de que la Gordimer no se va a ir de rositas de La Habana. Después de su paseo por la fortaleza de la Cabaña, notoria prisión ayer y hoy, le envían una carta un grupo de mujeres valientes, que quieren compartir con Gordimer, también mujer y ayer valiente, la triste suerte que paeden quienes se atreven a hablar o discrepar en el país del "hombre nuevo" y también de la mujer, aunque me temo que hasta allí no llegaron nunca mis neandertahles, apurados como estaban en preservar sus contraseñas en elterruño.

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