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sábado, 6 de febrero de 2010

Mentir. Mentir u ocultar la verdad, decir medias verdades, esquivar la realidad mientras seguimos respirando. El nombre, la fecha de nacimiento, las palabras, ¿son ciertas o falsas? Quizás para acceder a esta página haya dado datos ciertos o no. ¿Cómo asegurarnos de lo que leemos, de lo que vemos, de lo que otros esparcen con alegre inconsciencia o de lo que nosotros queremos ver, leer, esparcir.?
Nos movemos en la incertidumbre, en territorio desconocido avanzando a ciegas, abriendo caminos y evitando otros.
Pensaba titular el blog "el jardín de los senderos que se bifurcan", pues no hay solo una realidad posible, o lo son todas en función de elecciones anteriores. Y en medio de todo ello la mentira. Mentimos a nuestros hijos desde que nacen, por su bien, para evitarles una condena prematura o un dolor todavía inmerecido. Mentimos a nuestros padres desde el primer día, desde nuestro espacio de intimidad, desde la construcción de nuestra personalidad. Hoy una salida, mañana una amiga o un novio. Nuestras expectativas, nuestras ansiedades y anhelos se esconden bajo una niebla de medias verdades. Por si acaso, para no espantar a la suerte, para no conjurar al olvido.
Y mentimos a nuestra esposa o esposo, desde el primer día pequeñas cosas, pequeños detalles. ¿Cerraste la puerta con llave al salir de casa?. Seguro que sí. Para qué discutir o para qué preocuparla. Mentimos sin querer, sin sonrojo, y abrimos así un camino desconocido, la mentira, la falsedad, las medias verdades de nuevo.
Y mentimos en nuestro primer trabajo, aun antes, en nuestra primera entrevista,falseamos nuestra edad, nuestro aspecto, nuestra voz, nuestras aficiones aquí ya sí con algún sonrojo, sin llegar al temblor de manos, al sudor, a los picores, a la mirada ausente que acompañan a las grandes mentiras. Aquellas en las que nos jugamos algo, el honor, el dinero, un amor incierto, la esperanza. Esas apuestas de farol, con o sin jugada en la mano. Cuando realmente queremos ganar, o nos obligan a ello, o más bien nos compelen a que lo hagamos, para ganar un contrato, un acuerdo favorable, o una sonrisa de aprobación.
¡Qué fácil es faltar a la verdad, cuando la verdad es esquiva, sinuosa; cuando la verdad es una cara del tiempo, una apariecia más entre las múltiples ramificaciones de la realidad¡.
Adivinen si el nombre, la opinión, los acontecimientos, la patria... son verdades que pueden quedar estampadas en el mármol temerario de una lápida, o en un blog, o no son sino un reflejo de la vida por fenecer.

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