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domingo, 21 de febrero de 2010

Anticipar, prever y esperar. Al final nada es como debería y las previsiones, las imágenes que nos formamos de antemano se borran antes de formarse en ese espacio entre la realidad y el deseo.
El primer día de colegio, el primer día de trabajo, el comienzo de una vida en común, estrenar una prenda, una casa, comenzar. Todo lo anticipamos, lo vemos nítidamente como una película con finales alternativos. La información que nos han dado, la que afanosamente buscamos en libros y archivos, en recuerdos de quienes están cerca de nosotros o de quienes han experimentado ya esta primera vez, que nunca es primera. Nos preparamos para entrar en la nueva situación, podemos adelantar nuestros argumentos, nuestra pose, la forma de abrir la puerta, de adelantar el pie derecho o el izquierdo,imaginar lo que nos dirán, con qué tono, con qué intenciones o simplemente con una voz neutra que no delata la celada ni anticipa desarrollos posteriores.
Imaginamos igualmente nuestra reacción, o llevamos ensayada una actitud para los primeros días. Una voluntariosa sonrisa para ganar la benevolencia del nuevo público, una humilde mirada para no provocar el rechazo inicial a todo extranjero. O con desenvoltura acertamos a entrar en la morada con la confianza de quien ha vivido ya en la casa, quien conoce a los sirvientes y a los vecinos y quien imagina que en su ausencia nada ha cambiado, o que todo es hoy lo contrario.

Nada de eso ocurrirá. Los susurros, el río subterráneo de la vida es más sinuoso y esquivo de lo que anticipamos, no los oiremos, no nos serán revelados, pero estarán allí, esperando y acechando como el primer día. No importa qué aptitud adoptes, qué mano utilices para saludar, el destino de ese primer día está echado, preparado par revelarse cuando atravieses el umbral y sea ya un día más, otro día sin anticipación ni estreno sin la zozobra del debutante. Un día cualquiera.

Entre tanto,, no olvidar que todos los días son días cualquiera para quien esperan con esperanza, en prisiones y en la calle, o en casas vacías ante un nuevo lunes al sol.

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