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sábado, 20 de junio de 2020

Parábolas


Cantón, 20 de junio de 2020

Leo en el Economist que Gran Bretaña tiene el gobierno inadecuado para superar la crisis del Euro.

Con su tono didáctico y algo pedante, como de costumbre, la revista inglesa de referencia en el mundo internacional recuerda que los británicos tenían muchas ocupaciones y entretenimientos a principios de marzo como para que una enfermedad venida de China les aguase la fiesta. Se celebraba el partido de rugby entre Inglaterra y Gales, el Liverpool jugaba los octavos de final de la Champions contra el Atlético de Madrid, y las carreras de caballos  en Cheltenham reunían a más de 250.000 personas en uno de los acontecimientos hípicos más importantes del año.

Con todo este programa de festejos, el Gobierno no quiso tomar medidas precautoriamente y tardó en dar la orden de encerrarse en casa más que ningún otro país del continente, cuando ya Italia, España y Francia sufrían los estragos del covid19 sin disimulo. En su descargo cabe decir que al menos en Inglaterra formaron un equipo de científicos independientes que primero probaron con la fórmula del contagio masivo como forma de inmunización, pero que en el seno de este mismo comité el doctor Neill Ferguson convenció al gobierno de que tenía que dar marcha atrás y dejarse de inventos en medio de la infernal tormenta del virus. 

El confinamiento llegó tarde, pero para explicar por qué el Reino Unido es el segundo país con más muertos por millón de habitante por Covid, muy cerca de las cifras de España, que todavía encabeza el ranking si quitamos la anomalía del recuento de Bélgica, el Economist concluye que el Gobierno hizo muchas cosas mal.

Tardó en decretar el encierro y el distanciamiento social; confió en la fortaleza del sistema de salud, que fue puesto en riesgo por el colapso de las uci,s; no tenía material médico suficiente para hacer frente a la enfermedad; mandó al frente a los médicos y al personal sanitario sin la debida protección; hizo mal las compras médicas en la China que se convirtió en un bazar persa durante los meses de marzo y de abril; ha vacilado a la hora de levantar las restricciones y no se sabe muy bien cuál será el orden adecuado de vuelta a la escuela; el primer ministro y parte de su gabinete contrajeron el virus en los primeros días de descuidos y de temeridad; el asesor principal de Boris Johnson se saltó la cuarentena porque él se consideraba por encima del bien y del mal...

 Todo este cúmulo de errores lo deberá afrontar El Reino Unido en solitario, fuera de la Unión Europea. Esto puede ser un alivio para todos. Para los británicos, que en tanto que son contribuyentes netos a la UE no deberán pagar de más para socorrer otra vez a los vecinos del sur. Para los Estados Miembros de la UE, porque evitarán las pugnaces y agrias discusiones con los británicos a la hora de ampliar el presupuesto de la UE para hacer frente a la pandemia. Y de este modo, el Gobierno británico queda solo en la estrategia de recuperación en un mundo más fragmentado e insolidario, con  una opinión pública desfavorable y un gobierno que llegó al poder unos meses antes con el lema:
“Get brexit done”, y con un gabinete de ministros muy ideologizado, inexperto y estridente, más ocupado del relato y de la comunicación que de los hechos. 

En definitiva, otro gobierno conservador, como el de Estados Unidos y el de Brasil que ha errado el diagnóstico, que quitó importancia a la enfermedad, que no escuchó a los científicos, que carecía de las competencias necesarias porque su propósito de gobierno era ideológico y pretendía imponer una mayoría social despreciando a las minorías. Estos ingleses... Estos conservadores...

Afortunadamente en el Reino Unido, como en Estados Unidos y en Brasil, la prensa y los medios de comunicación ejercen un férreo control al Gobierno, destapan sus contradicciones, señalan cada falsedad que dicen sus gobernantes, y tratan de contrarrestar la maquinaria de propaganda oficial con datos e informaciones veraces. Afortunadamente los medios no están cooptados por los gobiernos.

Finaliza el Economist recomendando a los votantes, que la próxima vez que vayan a las urnas piensen un poco qué les conviene más, unos líderes carismáticos, coloridos, llenos de promesas vacuas e indoloras, o una persona normal con la suficiente competencia y sentido común para gestionar con orden los asuntos públicos.
The Economist dixit.

1 comentario:

  1. Como se suele decir..."En todos los sitios cuecen habas".
    El virus no conoce ni fronteras ni credos. La misma casuística en todos los países independientemente de la gestión del problema...

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