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lunes, 22 de junio de 2020

Prólogo

Facebook.Loli Ambit GallardoFotografiando el Universo: Atardecer en el Parque del Oeste. Madrid

Cantón, 29 de junio de 2020.

El 21 de junio a las 00.00 horas se levantó el estado de alarma en España que había estado vigente mediante sucesivas prórrogas desde el 14 de marzo. Con esta medida se cierra un ciclo de casi cinco meses desde que el pasado 23 de enero las autoridades chinas decidieron cerrar la ciudad de Wuhan y la provincia de Hubei.

Durante este tiempo he llevado un diario en mi blog dando cuenta de los cambios que se iban produciendo primero en China y poco a poco en el resto del mundo. La situación sanitaria está todavía lejos de volver al punto de partida, cuando estrenamos el año de la rata con la esperanza de todos los años y con los propósitos diseñados para no ser cumplidos. En China, lugar de origen de esta epidemia vuelve a haber rebrotes esporádicos en distintas ciudades y aunque la vida se ha normalizado en la mayor parte de las provincias, el país sigue cerrado para los extranjeros, y solo los nacionales chinos y algunas categorías de extranjeros seleccionados caso a caso por las autoridades chinas pueden ingresar desde el extranjero, lo que nos vuelve prácticamente rehenes de la enfermedad cinco meses después de su estallido.

En Europa se va abriendo el espacio Schengen que permite los viajes interiores entres los países firmantes de ese acuerdo y a partir del primero de julio se decidirá la lista de países que podrán viajar al interior de este espacio europeo. En América la enfermedad sigue haciendo estragos y en África se sabe poco pero nada bueno.

Aun con este escenario, todos están tratando de volver a las viejas rutinas. Se abren los comercios y las industrias y el verano en el hemisferio norte da nuevos ánimos para olvidar los meses de pesadilla en los que se ha visto envuelta la humanidad.

Revisando los textos de los primeros días observo la inconsciente actitud con la que empezamos a tomarnos la pandemia. En un primer momento el asombro y la novedad venía de China. Nadie fuera de aquí podía imaginar lo que era cerrar una ciudad de 14 millones de habitantes o parar la economía de un país como China. Lo cierto es que durante más de un mes nadie supo o quiso ver la gravedad de la situación. El mes de febrero fue echado a los perros. Todo era cosas de chinos. Todo arrogancia y despreocupación. Fuimos quemando etapas y cuando fue ya muy tarde, el mundo se encontró infectado, confinado. Ahora lo que parecía lejano se nos presentaba con toda su crudeza y de las bromas pasamos a la angustia y a la alarma..

En estos meses hemos transitado de la inicial respuesta china que parecía una experiencia difícil de ser reproducida en el resto del mundo y de los gestos de apoyo a una China que sufría una epidemia más en su historia reciente, a las prisas por detener la enfermedad en Europa. Primero vimos el éxodo de extranjeros y de chinos pudientes a otros países para liberarse de las restricciones por la enfermedad; después vino la compra compulsiva de material en China para enviar a todo el mundo, lo que hizo de este país un mercado persa con reglas fluctuantes. También vimos la caída del turismo, el cierre de fronteras, los envíos de ayuda y finalmente la imposibilidad de regresar a China de aquellos que salieron en los primeros días buscando un ambiente más ventajoso.

He tratado de reflejar los cambios en el mundo a través de los pequeños cambios experimentados en esta ciudad y en mi entorno, sin entrar directamente en los asuntos políticos de China ni de España, pero tratando de descifrar los misterios del comportamiento humano; las reglas de la moral en tiempos de crisis, la reacción social ante un acontecimiento que puede ser el más traumático sufrido por generaciones que se habían visto eximidas de las terribles guerras del siglo XX.

No he podido evitar hacer algunas predicciones, pues nuestro presente se pregunta incesantemente por el futuro, y está en nuestra condición humana mirar al pasado para preparar el futuro, pero como señala el matemático David Orrell, desde el oráculo de Delfos a nuestros algoritmos basados en modelos matemáticos no hemos mejorado mucho nuestra capacidad de predicción. seguimos siendo esclavos del libre albedrío y de los enigmas de la mente humana. No es necesario culpar a los economistas, a los politólogos o a los meteorólogos por que sus predicciones no se cumplan o por que al contrario vivamos acontecimientos contrarios a la lógica de esas previsiones. Nos bastaría con que nos alertaran de los peligros, con que reconociéramos los límites de nuestro conocimiento y de nuestros medios para estar así mejor preparados para estas contingencias. Pero ya sabemos que muchos no pueden evitar la fascinación por un bello escenario o por un modelo que en nuestra vanidad creemos perfecto. Seguramente seguiremos así, y tropezaremos una y mil veces más en la misma piedra.

En estos meses el mundo ha cristalizado en tres bloques diferentes. El asiático, liderado por China, donde comenzó la epidemia, y que con diferencias entre países ha conseguido dominarla en poco tiempo, fortaleciendo un mercado interno en China muy vinculado al resto de economías de la región que le permitirá seguir adelante con un paso algo más lento. América con los Estados Unidos llevando una gestión desastrosa de la epidemia que si bien no se nota tanto en la economía, está siendo letal en asuntos de salud y en pérdida de prestigio. A pesar de ello, América, las Américas seguirán pivotando  en torno a los Estados Unidos. Y Europa, que reaccionó tarde y mal a la crisis, pero que con el liderazgo alemán ha comprendido que no hay salvación individual en esta tragedia, parece estar enderezando el rumbo. Como tantas veces se ha dicho, Europa avanza en las crisis, y ahora hay una buena oportunidad para que el proyecto europeo cuaje y nos convirtamos en un centro de poder económico, político y también moral, lo que ha sido siempre una pretensión algo vanidosa de los europeos. Así comenzamos a salir de esta crisis, con tres bloques unidos por una globalización más liviana e incierta.

A lo largo de este tiempo he leído libros que me han inspirado, alternando ficción y ensayo para poder comprender algo de lo que pasaba, "biografía de Azaña", "las armas y las letras, literatura y guerra1936-1939", la biografía de Deng Xiaoping , junto a mis clásicos de la neurociencia en cuanto a ensayo se refiere y a Dante A Borges a Quevedo, a Proust en la ficción para alejarme de aquello que no conseguía comprender.

Regresó V. de Madrid haciendo la vida más placentera en este nuevo oasis del sur de China, mientras el mundo se iba cerrando poco a poco, y anudé nuevas amistades incubadas en este tubo de ensayo que nos proporcionó el coronavirus. La vida no se detiene ni ante el corona virus, y el tiempo esa vida que está constantemente huyendo se disfruta mejor en buena compañía.

Ahora dejaremos que el tiempo pase y que con suerte un viento fuerte borre las señales de este mal que traspasando los límites de la enfermedad se ha transmitido a las almas y a la convivencia, aumentando el denominado sesgo de la "confirmación", como decía en el mes de abril Dani Rodrik, el flamante premio princesa de Asturias de ciencias sociales con desarmante pesimismo. No saldremos ni mejores ni muy distintos, señalaba Rodrik, y así me temo que va a suceder. Tal vez algunos mitos vayan cayendo. La superioridad del mundo occidental desarrollado hace tiempo que estaba en cuestión, y hoy, esta epidemia lo ha puesto en evidencia. Nada que no estuviera ya larvado en los acontecimientos de este siglo XXI, que comenzó con la idea de los países emergentes como nuevos paradigmas de desarrollo, siguió con el desconcierto de la crisis financiera y se ha detenido momentáneamente con esta nueva crisis. No voy a hacer predicciones. No tengo a mano al oráculo, ni sé calcular algoritmos, pero me temo que algo se está moviendo en este oriente milenario y no es solamente el virus.






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