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miércoles, 17 de junio de 2020

Mayoría silenciosa


Cantón, 17 de junio de 2020.

En medio de los disturbios y de las manifestaciones que originadas en Estados Unidos a raíz de la muerte de George Floyd se han extendido después por todo el mundo, ha vuelto a resonar de nuevo en la política norteamericana la frase, la “mayoría silenciosa”.

Esta frase fue una apelación del presidente Nixon durante la campaña de mitad de mandato a esos norteamericanos que no se manifestaban en las calles contra la guerra de Vietnam, pero que pensaba que le podrían dar sus votos mientras sus opositores gritaban en las calles y clamaban por un cambio de política e incluso de régimen. Eran los años hippies, de la permisividad de las drogas, de las protestas pacifistas, en las que un presidente trajeado y adusto como Nixon parecía no tener lugar. Sin embargo Nixon ganó esas elecciones parlamentarias y posteriormente la reelección ante McGovern por un amplio margen.

La mayoría silenciosa dio su voto al conservador político Nixon frente al casi socialista Mc Govern, sin necesidad de salir a la calle a confrontar ideas y sin dejarse intimidar por un ambiente social alentado por los medios de comunicación que daban la impresión de que los Estados Unidos de los años 70 eran un país mucho más izquierdista de lo que luego los votos demostraron.

Desde entonces, los republicanos han hecho uso de esta expresión en numerosas ocasiones en las que veían sus ideas contestadas en público y jaleadas por los medios que allí llaman “liberales”. Esta apelación partía de la base de que en momentos de grandes emociones, de causas defendidas con vehemencia en las calles, muchos ciudadanos se sentían atemorizados por la agresividad de esas demostraciones públicas y a la vez se consideraban desposeídos de sus derechos, pues la calle era de los “otros”. En ese contexto, apelar a la mayoría silenciosa permitía hacer acopio de intenciones de votos hasta que se convocaran elecciones en las que su opinión pudiera expresarse en secreto y sin miedo.

Ahora, el presidente Trump, acosado por su negligente manejo de la epidemia en Estados Unidos y atacado por su posición ante las manifestaciones antirracistas en Estados Unidos, se ha permitido apelar a esa mayoría silenciosa que le votó hace cuatro años y que hoy no sale a disputar las plazas públicas a los más radicales manifestantes.

Pero las cosas no son tan simples. Los republicanos, a lo largo de estos años también han utilizado las calles para mostrar su apoyo o su oposición a determinadas políticas, desde los tiempos del Tea Party a las más recientes concentraciones en contra del confinamiento. Y para poner las cosas peor, ahora hay grupos de blancos armados que van siguiendo armados a los manifestantes en varias ciudades con fines intimidatorios. Es decir que la calle se va convirtiendo también en escenario de los desacuerdos profundos de una sociedad.

Por el otro lado, el comentarista de la CNN, Chris Cuomo, un conspicuo enemigo de Donald Trump se ha preguntado “dónde está escrito que las manifestaciones tengan que ser pacíficas? Echando más leña al fuego de la controversia y de la confrontación.

Y así estamos, buscando a esas mayorías silenciosas impertérritas ante las provocaciones y capaces de decidir en las urnas con sosiego y con buen criterio, lejos del ruido del exceso de emociones. Pero estamos en unos tiempos emocionantes, al menos en la mayoría de las democracias occidentales. Parece más rentable vociferar e insultar al contrario que discutir con afán constructivo. Los prejuicios son más importantes que los hechos, y si vamos al caso concreto de la protesta contra el racismo en los Estados Unidos, vemos cómo los mismos datos sobre violencia policial, sobre víctimas de la violencia según la raza, sobre adecuación de la fuerza a las detenciones policiales, en todos estos casos, la interpretación de los datos que ofrecen las estadísticas oficiales en los Estados Unidos son diametralmente opuestas.

 La jurista conservadora Heather Mc Donald, especialista en esta materia ve que no hay un sesgo contrario a los negros en la actividad policial de acuerdo con numerosas estadísticas que maneja. En el lado contrario, el movimiento “black lives  matter” abunda en estadísticas que muestran el maltrato a la población negra por la policía. 

Y aquí, en nuestra tierra emocional pasa lo mismo, la consigna entre los indignados defensores de muchas causas justas es que hay que radicalizar la protesta y quien se oponga a esta radicalización o trate de matizar los designios de esta nueva inquisición puritana se convierte automáticamente en un fascista, sin que sepa nadie muy bien qué quieren decir con ello, pero con la suficiente contundencia para amedrentar a cualquier objetor o para hacerle entrar en una bronca polémica de la que nada bueno se puede esperar.

Qué buenos tiempos de mayorías silenciosas, distanciadas de tantos excesos emocionales!

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