Translate

Seguidores

sábado, 6 de junio de 2020

Dominion


Cantón, 7 de junio de 2020.

Veo estos días varias entrevistas al historiador británico, Tom Holland, que ha escrito el libro “Dominion”, o cómo se formó el pensamiento occidental. El subtítulo es una artimaña para disfrazar la tesis principal de su libro, que no es otra que poner de manifiesto, cómo el cristianismo ha estado detrás de la evolución del pensamiento occidental desde el tiempo de los romanos hasta nuestros días.
Holland, un escritor que se reconoce ateo, se siente sin embargo incómodo con la ola de ateísmo militante de estas dos últimas décadas en el Reino Unido, abanderado por científicos como Dawkins, pues percibe que hay mucho de radicalismo y de celo religioso en esta cruzada antirreligiosa, lo que no permite ver la historia con la ecuanimidad debida.
El libro traza una historia del pensamiento occidental desde los orígenes del cristianismo, esa herejía del judaísmo que fue penetrando desde abajo en la vida del imperio romano hasta suplantarlo tras la conversión de Constantino. Porque efectivamente, como dice Holland, detrás de la fascinación por el Coliseo, por los gladiadores, las calzadas, el pleplum de los soldados, las lánguidas túnicas de las bellas romanas, había un mundo salvaje, inhumano, miserable en la vida de las “insulae” donde vivía el pueblo, y a quienes los dioses no se dignaban a proteger.

El cristianismo penetra en esa sociedad exitosa poniendo en cuestión los parámetros del éxito. Como una banda de pordioseros o de errabundos que tratan de subvertir el orden, y de allí en poco más de dos siglos, se convierte en la religión oficial del imperio y tras su caída, hereda las tierras de Europa asoladas por la barbarie.

Desde ese momento, la historia cambia, a pesar de una historia ilustrada que hemos estudiado, con unos “años oscuros” medievales, donde domina el sentimiento religioso; un nuevo paganismo renacentista basado en el hombre, y una Ilustración que nos redime de toda superstición religiosa, Holland constata en su libro que el pensamiento cristiano está detrás de todos esos movimientos que lo niegan, y que por ejemplo, Voltaire y la Ilustración o el siglo de las luces, no son sino una transposición de los sueños de Isaías en los que Dios envía una luz para Iluminar el mundo, o ahora, en este tiempo de Pentecostés, la llama del Espíritu Santo que se posa sobre los apóstoles para que vayan y prediquen la buena nueva por el mundo no es sino la propuesta de universalizar los derechos. De allí a la Ilustración, solo queda un paso...

Lo cierto es que la herencia cultural del cristianismo se ve en todo Occidente, desde la arquitectura, pintura y escultura religiosa, hasta las instituciones y los principios humanitarios que inspiran la declaración de los derechos humanos o las reglas jurídicas por las que nos regimos. Es más, se puede asegurar, que allí donde se mató a Dios a lo largo del siglo XX, surgió otra religión laica, muy similar a la cristiana, el marxismo, que todavía hoy nos da una buena colección de santos laicos.

Es cierto que no es fácil hoy, desde nuestro conocimiento, y especialmente después de haber aceptado las teorías evolucionistas de Darwin seguir creyendo en los mitos fundacionales de las religiones como una verdad. Es fácil hacer escarnio de los creyentes ante historias como la inmaculada concepción, la resurrección, los milagros, el Espíritu Santo, etc., pero tampoco podemos pensar que aquellos que tienen un sentido religioso sean por definición estúpidos o ignorantes. Vemos en muchos casos que no es así. La religión tiene un sentido profundo en la formación de la especie humana, y la fuerza de la creencia en un Dios, puede variar mucho la percepción del mundo y del hombre en el mundo. Pero esto es harina de otro costal, quedémonos con la influencia real que ha tenido el cristianismo en la formación de nuestra mentalidad por muy laica que sea, y cómo una mirada compasiva y comprensiva hará de nosotros mejores ciudadanos en tiempos del cólera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario