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lunes, 18 de mayo de 2020

Nabucco

Great Performances at the Met" Verdi: Nabucco (TV Episode 2017) - IMDb

Cantón, 19 de mayo de 2020.

Entre los efectos colaterales positivos de esta crisis está la emisión en abierto del repertorio de óperas del Metropolitan Opera House de Nueva York, que nos permite disfrutar de los mejores cantantes y de los mejores montajes de ópera desde la comodidad de nuestra casa. Esto, unido a la suspensión del Festival de Eurovisión está haciendo un gran bien a la sensibilidad musical de la humanidad.

Ayer vimos la ópera Nabucco de Verdi, con Plácido Domingo en el papel del emperador Asirio y con la orquesta dirigida por James Levine en una representación de 2017.
El drama verdiano, con reminiscencias de las luchas por la unidad de Italia, con esos coros del pueblo en marcha y su dosis de celos, amores frustrados, ambiciones y traiciones refresca en la memoria esas veladas neoyorquinas en las que asistir a una ópera era la culminación de una jornada en un mundo casi perfecto.

El director de la orquesta, James Levine, se estaba recuperando de alguna dolencia, que le hace aparecer en el foso de la orquesta sentado en una silla ortopédica que le permite seguir el desarrollo de la actuación, y arranca con armonía y vigor una magnífica obertura, que se complementa con su magistral dirección del "coro de esclavos" que suscita los aplausos del público y que le obliga a un bis con todo el pueblo de Israel haciendo las maletas dispuesto a regresar a Jerusalén en su huída de Babilonia. Levine recibe las muestras de gratitud del público con esa sonrisa de felicidad que esconde una falsa modestia, porque se sabe uno de los mejores directores de música del momento y porque disfruta de su título de director emérito y asesor musical del Metropolitan después de cuarenta años dirigiendo las temporadas del templo neoyorquino de la ópera. 

Nosotros compartimos por unos minutos la gloria y la felicidad de Levine, que se muestra cercano a los miembros de la orquesta y cómplice de un público que le sigue y le respeta desde hace muchos años. Es entonces cuando caigo en la cuenta de su nombre, Levine, James Levine, un hombre de 74 años, con un pelo ensortijado que conoció tiempos mejores, poco agraciado físicamente , pero poderoso con la batuta en la mano y con ademanes que van desde la lírica contemplación de los pasajes más armoniosos de la partitura a la enérgica imposición de un final maestoso.

 Levine, James Levine. ¿No es aquel director que interpuso una demanda contra el Metropolitan?. No es uno de los acusados del "me too"?. Efectivamente, pocos meses después de esta representación, el Metropolitan, en diciembre de 2017 suspendió el contrato de Levine y le apartó de su dirección ante las acusaciones de varios hombres, que llegaron a ser nueve, de que les había hecho propuestas indecentes y había abusado de alguno de ellos cuando eran menores o cuando eran personas vulnerables en la escala jerárquica del mundo de la música.

Demandas y contrademandas; una reputación destruida, una carrera manchada en sus últimos peldaños. Hechos que se remontan a treinta, cuarenta años atrás, y que tal vez se prolongaron en el tiempo, entre bastidores, en los ensayos, en sórdidos cuartos de baño en la antesala de la representación. Una sonrisa que ahora se hace mueca, que servirá de antesala a una proscripción paulatina y al olvido de sus dotes de maestro y de dirección.

Al final, en el fuego cruzado de abogados, en agosto de 2019 el director y el teatro llegan a un acuerdo extrajudicial que no siga perturbando las finanzas ni la fama de la institución, pero el resultado es el amargo adiós de un idilio de cuarenta años.

Y enfrente de Levine, está Plácido, poderoso, impresionante Nabucco, que modula y guarda su voz en la etapa final de su carrera. Un cantante que llena la escena, caballeroso, gentil, carismático, que unos meses más tarde caerá también bajo las acusaciones de abuso sexual. Triste final sin juicio, son posiblididad de averiguar las intenciones ni los límites de la galantería o el abuso. Triste final de un rey poderoso que destruyó el templo en su furia, pero que se redime al final por el amor de su hija. Redención que dulcifica el tortuoso camino de la vida en el filo de la gloria.

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