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viernes, 15 de mayo de 2020

Incertidumbre


Cantón, 16 de mayo de 2020.

El mercado de trabajo chino presenta incertidumbre después de cuatro décadas de crecimiento y de incorporación de varias generaciones de jóvenes a puestos de trabajo en las ciudades. Ahora la Crisis desatada por el covid19 llega a esta nueva generación que no ha conocido el desempleo y que vivía en la seguridad de la idea del progreso, de un país y unas condiciones de vida que mejoraban año a año en un crecimiento marcado por los objetivos de los sucesivos planes quinquenales.

Durante el primer trimestre del año, la economía china cayó un 6,5%, y si esto es doloroso entre los empleados de fábricas, los trabajadores emigrantes que vienen del campo a la ciudad; lo es también para los jóvenes que componen la fuerza de trabajo de las compañías tecnológicas que han venido empleando a buena parte de los universitarios chinos en los últimos años. El desempleo en este sector ha aumentado en un 6% en este trimestre, y una buena parte de estas empresas han dejado de contratar a nuevos técnicos y becarios. Además, habrá que hacer hueco para los más de 8,5 millones de universitarios que terminan este año sus estudios y que verán sus oportunidades limitadas en un mundo que a la crisis sanitaria y económica, añadirá una guerra comercial y una tentación nacionalista difícilmente resistible.

Tal vez el error haya consistido en pensar que vivíamos en un mundo de certezas y que El Progreso era ilimitado en este entorno protegido de las adversidades de la fortuna. La incertidumbre se nos hace ahora presente, pero ha estado siempre aquí y aun en los tiempos de bonanza la mayoría de nuestras decisiones las hemos tomado en ese escenario de falta de certezas, confiados en la suerte y en la tendencia amable de la economía y del empleo.

Una de las cosas que más nos va a costar aceptar es que incluso con la ayuda de la ciencia la incertidumbre seguirá con nosotros, porque el mundo es complejo y la interacción de una multitud de actores en nuestra vivencia diaria, hace que cada una de esas actividades modifique continuamente el escenario en el que nos movemos y en el que vivimos. 

Hay una compulsiva apelación a los “datos” y a la “ciencia” en el entorno de los medios de comunicación “progresistas” o como les llaman en Estados Unidos”liberales”, para tratar de defenderse de las medias verdades de gobiernos o definitivamente de muchas mentiras y noticias falsas que circulan en tiempo de la pandemia, pero no nos engañemos, si se escucha atentamente a lo que dicen estos medios que se basan en hechos y en ciencia, no dejan de tener un sesgo claramente reconocible, para poder navegar en la incertidumbre. 

Aplican su código de pensamiento y sus prejuicios sin rubor, basados eso sí en la ciencia y en los datos, y nos devuelven una imagen de un mundo mucho más cierto y más previsible, siempre y cuando se sigan las pautas que han establecido previamente. Se puede adivinar sin gran esfuerzo cuál será su posición ante cualquier cuestión candente sin necesidad de leer su posición. Vienen ya parapetados tras la ideología para poder dar respuestas coherentes en un mundo inconsistente.

La verdad es que no cambiamos. Decía Daniel Kahneman que en cuestiones fundamentales para nuestra forma de ser, como la religión, la política, la forma de pensar, a fin de cuentas no cambiamos a lo largo de los años, ni con los debates ni con las discusiones. Todo lo más somos capaces de armar un relato autobiográfico que nos permita persistir en unes tras creencias, como ya intuía Ortega y Gasset,  
Y por ello, nos quedamos encerrados en nuestro mundo, donde las decisiones se toman siempre con unos sesgos cognitivos que difícilmente nos harán acertar por mucho que queramos revestirlas de científicas o de decisiones basadas en datos. El filtro es demasiado espeso para dejar pasar la luz.

Y así nos enfrentaremos en China o en cualquier parte del mundo a cúmulo mayor de incertidumbres sin el auxilio de un buen proceso de toma de decisiones.

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