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sábado, 23 de mayo de 2020

La mente de los justos


Cantón, 24 de mayo de 2020.

"Adolfo, ¿por qué no nos querremos más?", le preguntaba un ministro al Presidente Adolfo Suárez a las puertas de la debacle del partido que había gobernado durante la transición en España. Un partido sin raíz ideológica, pragmático, que se desangraba y desaparecía por las querellas ideológicas entre los azules, los liberales, los democratacristianos, los socialdemócratas y tantos grupos que sí mantenían sus creencias morales en tanto el partido que habían creado quedaba hueco. En ese momento el ministro cuyo nombre no recuerdo buscaba una explicación a los odios desatados por rencillas internas y por la incapacidad de comprenderse mejor los unos a los otros.

Unos años después, en 1993 Rodney King, la víctima de un abuso policial en Los Ángeles el año anterior que dio lugar a los mayores disturbios raciales del siglo, a la vista de de los estragos que la violencia estaba causando en las dos comunidades enfrentadas, dijo en un programa de televisión, “Can we just get along?”. No podríamos simplemente llevarnos bien?.

Preguntas como estas llevaron en 2102 a Jonathan Haidt a escribir su libro, the righteous mind traducido años después al español como “la mente de los justos”. El subtítulo del libro es ¿Por qué gente buena está tan dividida por la religión y la política?. Por qué en los sistemas abiertos, con libertad de expresión, con elecciones libres, con variedad de instituciones, llega un momento en que las fronteras ideológicas rompen amistades, familias, o si no las rompen, simplemente encapsulan los temas para evitar desagradables conversaciones, volviendo a los preceptos clásicos de la buena educación, según los cuales, no se debe hablar ni de política ni de religión durante las comidas. (Con la excepción de que sea un encuentro de “Like minded “, en el que todos piensen igual, en cuyo caso la conversación no hace sonó reafirmar nuestros prejuicios y nuestros errores.

Para buscar respuesta a este enigma, Haidt, al igual que Kahneman, piensa que la mayoría de nuestros comportamientos son intuitivos o al menos automáticos, y que solo en una mínima parte, estos comportamientos son atemperados por la racionalidad. Utiliza Haidt la metáfora del jinete de un elefante. El elefante va donde quiere y el jinete solo puede mínimamente dirigirlo para evitar alguna catástrofe, pero en la mayoría de los casos, es el elefante (nuestras emociones, nuestras intuiciones y convicciones más profundas) quienes tienen el mando. Así, concluye, concluimos, que el hombre es un animal, escasamente racional, cuyo comportamiento viene condicionado genéticamente por siglos de evolución para organizar la vida en común sobre la base de una serie de valores morales que permitan mantener lo más valioso de nuestra existencia; La supervivencia del grupo.

De los variados estudios sobre antropología moral, Haidt recoge cinco valores morales que podrían estar en la base de nuestro comportamiento, y que compartimos en distintos grados, y es precisamente esta gradación la que determina nuestras preferencias políticas o religiosas posteriores.
Los cinco valores de los que habla Haidt son :
- El cuidado de los demás, la filantropía, el amor a los otros.
- La justicia o la ausencia de trampas. El sentimiento de que las cosas deben estar equitativamente repartidas
- La lealtad. A las personas y al grupo. Fundamental para la supervivencia de la especie, de las naciones y de las sociedades
- La autoridad. La forma de organizarse en sociedad desde las cavernas a los grandes imperios para tener un mínimo de orden y de respeto
- La pureza o escrúpulos morales. Los tabúes que se transmiten de generación en generación, desde el sexo a la religión. La prohibición del incesto, etc.
Posteriormente añadió un sexto principio, el de la libertad, que retrata más a aquellos opuestos a las formas rígidas de organización y de Estado.

Según cuál sea nuestra apreciación por cada uno de estos valores morales, podremos considerarnos más a la izquierda o a la derecha de un teórico espectro político, y así se ve en todos los experimentos hechos hasta ahora. Lo importante de esta clasificación no es la bondad o malead de izquierda o derecha, o la superioridad moral de una opción u otra. Lo importante es que todos los principios son relevantes, y que no deberíamos quedarnos con solo alguno de ellos. Que una convivencia armoniosa requiere que seamos conscientes de la diversidad de valores que comportan los fundamentos morales de la sociedad, y que el respeto y la empatía también deben jugar a la hora de conjugar estos valores.

La triste realidad, ocho años después de la publicación de su libro en inglés, es que el mundo está más polarizado que nunca. Que las barricadas ideológicas se extienden por el mundo entre izquierda y derecha, norte sur, cosmopolitas y nacionalistas, pobres y ricos, poderosos y oprimidos. Tanto es así que en Estados Unidos han sido capaces de elegir a D. Trump como presidente, los peronistas han vuelto en Argentina, y en España no digamos.

La conclusión es que no podemos hacer cambiar a nadie de punto de vista con la escasa fortaleza del frágil jinete sobre un elefante de emociones. Cualquier discusión terminará con mayor empecinamiento por ambas partes y con un seguro resquemor y la convicción de que el otro está equivocado o algo peor.

Entonces, cuál es la solución?. Haidt propone el método Dale Carnegie, que en 1936 escribió su famoso libro: “Cómo hacer amigos y ganar influencia en las personas”. Con este método Carnegie aseguraba las ventas de cualquier producto, y por qué no también el ideológico. El método propone la empatía, ponerse en la piel del otro, adoptar sus puntos de vista, y poco a poco introducir algunos de los propios en la conversación. Esto funcionó por años en las ventas, veamos si funciona en la búsqueda de la armonía social.



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