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lunes, 11 de mayo de 2020

Esos franceses


Cantón, 12 de mayo de 2020.

Esta vez son los franceses quienes me alegran el día y me permiten olvidar la vida con máscaras, la toma de temperatura, la fragilidad de los avances y la ceguera de tantos conductores de pueblos.
En medio de la asfixiante información sobre el virus, entre exageraciones, mentiras, ficciones y relatos vacíos e hipócritas, aparece de nuevo la figura del expresidente de la República Francesa, Valero Giscard d´Estaing a sus 94 años, acusado de acoso sexual a una periodista alemana que le fue a entrevistar a París, hace.... dos años.

El ex presidente siempre ha sido un hombre elegante y coqueto, más bien estirado para los gustos españoles en la época de su presidencia, a la que llegó de manera casi inesperada en medio de la trifulca entre gaullistas (populistas de derechas ) y socialistas, (populistas de izquierda) en la romántica Francia de los años 70. Su aspecto elegante y altivo; su formación impecable dentro del sistema francés de la postguerra, con estudios en la Escuela Politécnica, formación en la Escuela Nacional de Administración Pública, inspector de finanzas del Estado, le capacitaron tanto para la literatura como para la política, y decidió seguir esta última pasión, que le llevó a la Presidencia.

En un tiempo en que se cuestiona la capacidad y la formación de los líderes políticos, en el que el conocimiento y la experiencia parecen considerarse elitistas, y en el que se elige más por sentimiento y por visceralidad que por la formación de los candidatos, no estaría de más echar un vistazo al tradicional sistema francés de selección de sus dirigentes, entre los más notables funcionarios públicos.

Pero volviendo a la actualidad, no deja de extrañar que a sus 92 años, Giscard siga haciendo de las suyas, o al menos le acusen de intentarlo. Al parecer, durante la entrevista se aproximó en demasía a la entrevistadora, y según relatan algunos de los presentes, al final de la entrevista, cuando estaban posando para una fotografía, el ex presidente le tocó repetidas veces el trasero, a pesar de las protestas de la periodista. La respuesta oficial de la oficina de Giscard, es que no podía recordar semejante incidente, lo que ha llevado a los metódicos alemanes a poner una demanda por acoso sexual ante los tribunales.

En otros tiempos más indulgentes, hubiéramos dicho, bah, cosas de franceses. No ha habido político francés que se precie que no haya tenido sus escándalos y sus aventuras galantes, que desde Mitterrand a Dominique SK, pasando por Sarkozy o por Hollande, parece haber sido el hilo conductor de una forma de representar la normalidad burguesa en lo alto de las instituciones políticas.

En el caso de Giscard, a los devaneos y aventuras habituales, que incluyen un accidente de madrugada con un coche deportivo junto a una actriz durante los días de su presidencia, hay que añadir el ficticio, o no, romance con Diana de Gales en esos finales de los años 70, que le propio Giscard ha relatado en su novela de título más bien prosaico, “La princesa y el presidente”. Publicada a sus 83 años, esta novela de ficción erótica y política, narra el idilio entre un veterano político francés y la joven princesa británica, entre salones, conciertos, recepciones y trenes privados, donde pueden dar rienda suelta a su amor.

Con coquetería masculina, Giscard defendió siempre el carácter ficticio de la novela, pero con sus antecedentes, y su bien ganada fama, nada nos impide pensar que lo que pudo ser un desahogo lírico, no fuera más que una confesión de parte a toro pasado. Al menos se debió divertir al escribirla y al imaginarla o rememorarala, tal y como se rememoran hoy esas imágenes que nos parecen tan lejanas de esa elegante arrogancia europea en los comienzos de la década de los 80, cuando el mundo parecía bien hecho, ordenado, placentero e interminable.

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