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sábado, 2 de marzo de 2019

Nostalgia

La muerte, que nos iguala y nos olvida, trae imágenes de aquello que parecía perenne, de aquello que creíamos inamovible en su perfección. Lo estable, lo seguro, se tambalea con el mero paso del tiempo y el desgaste de esos precisos engranajes que marcaban un tiempo que creíamos feliz.

La muerte de Marella Agnelli en su villa de Turin ha sacado del fondo de los archivos imágenes de un tiempo que con todos sus recovecos parecía casi perfecto. Onduladas colinas en el norte Italia, bibliotecas en perfecto orden con salones decorados para decirnos que debíamos estar allí en ese momento o que nunca jamás llegaríamos a la perfecta conjunción de lujo y de cultura. Vestimentas elegantes de una sencillez sonrojante para quienes tratábamos de imitar esa descuidada elegancia...
El tiempo de ayer nos vuelve con sus caras todavía serenas, seguras de un mundo que podía abarcarse con una mirada o con un placentero viaje. El mundo era extenso pero comprensible. Hoy, el espacio se ha reducido, las distancias se acortan, las noticias vuelan, pero poco se comprende y menos aún se entiende. Nostalgia de un tiempo pasado, cierto, manejable.

El tiempo ha cambiado todo. Esa moda elegante y jovial ha dado paso a la decrepitud de familias distanciadas, peleas por pequeñas grandes ambiciones que rompen el encanto de ese mundo casi perfecto; armonía de la lluvia en los cristales, veranos que se prolongaban en una juventud que parecía eterna, parques infinitos delante de mansiones clásicas. Un orden que desaparece y se esfuma, como esas figuras que marcaron un tiempo. Otros ocuparán su lugar, vivirán sus vidas pero ya nada será igual.

El nuevo orden, la nueva fuerza que emerge fuera de los límites de la vieja Europa trae un aire nuevo.  Visten marcas de lujo con profusión de nuevos ricos, sin rastro de esa descuidad elegancia de ayer. Los coches lujosos proliferan, adquieren mansiones en París y en Londres, o viñedos en Toscan y Burdeos, pero por dentro nada es igual. Los bárbaros ya han llegado. Tantos años vigilando las al menas, y han entrado por la puerta grande, sin resistencia, invitados a comprar o a invertir, a ocupar viejas vidas con otros ojos, con otras costumbre.

El futuro ya está aquí, y con todos los defectos del pasado no es lo nuevo forzosamente mejor. Nostalgia de un tiempo, de un lugar, de ciertas certezas que se van.

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