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martes, 26 de marzo de 2019

Kaiping 2

El recorrido por las diversas torres y edificaciones de Kaiping constituye un descanso para la vista tras la fealdad del hormigón y hojalata de las fábricas envejecidas que bordean la carretera desde la salida de Cantón.
Aquí encontramos nada más llegar estanques con flores de loto que asoman sobre el agua en un lecho de verdura, y patos o más bien ocas en libertad, sin temor a ser pasadas por las armas de la cocina cantonesa, tan aficionada al ganso en todas sus variedades y en todas sus extremidades. En definitiva, un paisaje campestre que se agradece tras el exceso de ciudad y de población que acumula esta región superpoblada y productiva a orillas del mar de China.
Y es esta cercanía al mar lo que define la emigración de Kaiping hacia América, y lo que da vida a estas construcciones que imitan en buena parte lo que han visto en Occidente. 
Torres que imitan a la torre de Belén en Lisboa, agujas de catedrales góticas, atalayas de castillos medievales en las torres defensivas de los daolous, y toda la variedad de columnas romanas de todos los órdenes, sosteniendo los dinteles de entrada a las casas.
Y detrás de las piedra; las personas. Esos emigrantes que fueron tras la fiebre del oro a California, y 


luego, a la construcción de todos los ferrocarriles. Desde Matanzas, en Cuba a Panamá y a todas las ciudades de Estados Unidos. Éste es el inicio de una presencia china en tantos países, de los Chinatowns, de su comida, que en Perú llaman Chifa, como se dice en chino "comer", o de aquellos episodios de la zarzuela cubana en los que no podía faltar el "gallego", el cubano, la mulata y el chino.
La dura vida del emigrante se agravó en Estados Unidos con las llamadas leyes de exclusión, que impedían la reunificación de las familias, y que dieron lugar a que en muchos lugares, los clubes chinos se llamaran clubes de solteros, los "bachellors clubs", y que proliferaran en ellos los diversos placeres de hombres solos, desde el juego a los fumaderos de opio, reflejados en películas como "Chinatown" o "Erase una vez en América".
Todo esto se recoge en un museo con las historias de las familias que emigraron, que en algunos casos triunfaron y que volvieron al lugar de sus ancestros para construir estos monumentos en recuerdo de su éxito, que muy pronto, en el turbulento siglo XX chino fueron decayendo hasta su recuperación en el promisorio siglo XXI.

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