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martes, 12 de marzo de 2019

Macao

Hay ciudades de nombre evocador que se hace imprescindible visitar cuando por algún azar caes en algún lugar vecino. Así sucede con Shanghai, Katmandu, Bombay, Bahía, Goa y también Macao. 
Macao tiene ese exotismo de lo portugués cosmopolita y decadente. Ese misterio de un pequeño país que estableció sus factorías por los puertos de todo el mundo sin querer adentrarse mucho en profundidades interiores. Macao, a pocos kilómetro de Cantón, parece un buen lugar para comenzar a explorar esta Asia mestiza,que se resiste a desaparecer en los tiempos de la nueva preponderancia China.

Comienza el viaje en la inmensa estación del sur de Cantón, poblada por miles de personas en un inmenso patio central bajo modernas cúpulas que aligeran una construcción enorme. La primera impresión es que países como China tienen una gran pericia a la hora de movilizar grandes cantidades de personas. Todo transita con grandes medidas de seguridad, con mil controles pero con una fluidez sorprendente para estas dimensiones.
Debemos enseñar pasaporte y billete al entrar y al acceder al andén y tras una hora de viaje llegamos a la estación de Zhuhai, otra megalópolis China a las puertas de Macao. De aquí, siguiendo el reguero de gente nos acercamos a pie a la frontera entre China continental y Macao, de nuevo trámites migratorios para salir de China,y un poco más adelante, la frontera de Macao, con nuevos procedimientos. Todo ello rodeados de miles de visitantes que quieren llegar como nosotros desde China a Macao.

Macao, posesión portuguesa en el sur de China, pasó por diversas vicisitudes a lo largo de los siglos, siempre como un puerto de intercambio entre Oriente y Occidente, hasta que tras la revolución de los claveles en Portugal al metrópoli comenzó a dar un mayor papel a China en los asuntos de la colonia, y finalmente en 1999 la cedió a China, bajo el sistema de un país, dos sistemas, que garantiza un estatus de región especial a Macao y a Hong Kong íntimamente conectadas con la gran China.

En este carácter especial de Macao se le atribuye desde hace años su carácter de ciudad el juego, único lugar de China donde se permite esta actividad, que genera ese numeroso turismo que encontramos en la frontera. Así, Macao se ha convertido en el nuevo las Vegas, con un volumen de juego nueve veces mayor que la ciudad norteamericana y en consecuencia con las mismas extravagancias y excesos de la capital del pecado norteamericana. 

De hecho Macao se divide en dos islas.La primera, junto a la frontera China, tiene la vieja traza de la ciudad portuguesa, desvencijada y hacinada, con algunas iglesias y edificios coloniales, que le dan un mayor exotismo entre sus visitantes. Y en la isla del sur, se ha ido creando una ciudad nueva, de casinos y de hoteles, que replican el strip de las Vegas, con todos los excesos de las dimensiones chinas.

Nosotros decidimos alojarnos en la ciudad vieja, en busca de un encanto colonial, que si existió, hace ya tiempo que desapareció. En un día de lluvia, desde la cola de los taxis a la salida de la frontera, hasta el hotel situado en un teórico muelle con encanto de la ciudad, todo es decrepitud y ruido. Las calles, los semáforos, los edificios y hasta los vehículos anuncian la ruina pasada. No hay respiro entre calles estrechas y desaseadas pobladas por una  masa ansiosa de conocer ese legado exótico y occidental que sugiere la ciudad de Macao.
Algunos templos restaurados en el siglo XIX, las ruinas de la iglesia de San Pablo, los edificios de la calle del "largo do Senado" y un pequeño y coqueto teatro en memoria de Jorge V de Portugal conforman toda la historia de la colonia. El resto, calles abarrotadas, y esa mezcla de tradición  y desaliño que caracterizan a las ciudades chinas.

Más al sur, en la isla de Cotai, casinos y luces. La verdadera Europa caracterizada como un parque temático. Aquí la Torre Eiffel del Parisien; allá la Venecia de los canales y gondoleros. Todo falsedad y trampantojo para inducir al consumo y al juego. El cielo de Venecia, sobre el gran canal y el palacio ducal es el más azul que se recuerda en este extremo sur de la China, siempre nublado y plomizo. Las luces del MGM o del Galaxy reclaman la atención de jugadores que van a Macao desde todos los lugares de China a ganarle una ronda a la vida y a desafiar lo prohibido en sus ciudades. Trampa y engaño en la mañana que parece noche o en la noche iluminada por el falso sol de neón. 



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