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viernes, 1 de octubre de 2010

Los bárbaros a las puertas

Señalaba Gibbon que una de las causas de la decadencia y caída del imperio romano fue la dejación de los ciudadanos de Roma de sus responsabilidades en la defensa del imperio. Los mercenarios se fueron haciendo un hueco en las tropas romanas, llegando a ocupar los puestos de mayor responsabilidad primero en las huestes pretorianas, y posteriormente en la cabeza del imperio.

Esa dejación, esa laxitud de costumbres, la molicie de las nuevas generaciones, en fin, el agotamiento de la savia propia de Roma la llevó a la decadencia y a la postre a su caída bajo el empuje de los bárbaros acampados durante años a las puertas del Imperio.

No es casual que los países europeos hayan dejado su defensa hace años en manos de ejércitos profesionales, que los bárbaros, casi siempre provenientes del Este vayan empujando las fronteras en una invasión silenciosa y necesaria para la supervivencia de una Europa opulenta y hastiada.

Los signos se multiplican, los augurios no son buenos. Nuestro moderno senado bruselense se empantana en discusiones bizantinas, en tanto en el mundo surgen otros foros y otros poderes libres de ataduras morales, fuertes en su liderazgo y claros en su designio. Las instituciones europeas, su entramado jurídico y organizativo quieren hacerse cercanos y comprensibles a los ciudadanos, y sin apenas percibirlo se alejan cada día más de los ojos y del corazón de los europeos.

Nuestra particular paradoja de más Europa sin dejar de lado a los Estados nos proporciona sainetes como los del cacareado "gobierno económico Europeo", que no es otra cosa que el fortalecimiento del pacto de estabilidad, manteniendo las dudas sobre una verdadera capacidad de actuación sobre los incumplidores, especialmente si se trata de los grandes países.

El último episodio de esta debilidad europea lo constituye el incidente entre el presidente francés y el presidente de la Comisión a costa de la expulsión de los gitanos rumanos de Francia. Aplicando a su modo la legislación francesa y su encaje en la normativa de Bruselas, Francia ha hecho de su capa un sayo y ha mantenido una legislación de dudosa legalidad en el marco de la Unión.

No es esto lo más grave. En defensa de los "tratados", la aguerrida comisaria luxemburguesa ha cargado contra la legislación francesa y ha amenazado con aplicar sanciones a la dulce Francia. Lógicamente ni la señora Redding querría ver a los gitanos expulsados en su pulcro vecindario de Luxemburgo, ni el Presidente francés se iba a arredrar ante una representante de la Comisión.

Lo mejor del caso es el argumento utilizado por el secretario de Estado francés, señor Lelouche. de que "Francia es un gran país soberano" que no puede ser reconvenido por la Comisión, y que en última instancia los guardianes de los tratados son los ciudadanos europeos.

Entre tanto, el Presidente del Consejo, un tal Van Rompuy está tan perdido como Wally en la estación de Waterloo, la señora Ashton todavía decidiendo a qué foros puede ir donde le admitan en un asiento de primera, y el señor Durao Barroso continua peleando con los presidentes para no hacer olvidar que su puesto también existe.

A este paso los bárbaros encontrarán las puertas francas, y las vestales prestas para el sacrificio de un imperio decadente.

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