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miércoles, 27 de octubre de 2010

De la correción política y otras vergüenzas

El fracaso, la caída, la muerte, de una persona conocida causan una primera reacción de condolencia, de conmiseración, que de manera superficial blinda al caído durante unas horas, unos días, mientras dura el luto, sin dejar aflorar los sentimientos reales de aquellos que los sufrieron. Es la corrección pólítica que hoy señalan los diarios argentinos, víctimas dilectas del afán autoritario del difunto Néstor Kirchner, ex presidente de Argentina y hombre fuerte del peronismo y por ende del país.

Ha muerto Nestor Kirchner de repente, dejando un vacío en sus múltiples tareas, y en la principal, la de verdadero dirigente del país y candidato a suceder de nuevo a su esposa para continuar la saga. Hoy Argentina le llora con el aspaviento y la exageración de los pueblos latinos. Mañana, después del ritual mortuorio, de la fiesta de la muerte tan querida a los peronistas, los mismos que le alaban le destrozarán con la precisión germánica de las gotas de esa sangre que corre por los argentinos.

Desaparecido Kirchner queda un vacío en esa izquierda populista que ha asolado Sudamérica en los últimos años, se pierde el dirigente peronista contradictorio, autoritario, ávido de poder y de dinero arrebatado a los que tienen para dárselo a los que no lo tienen, entre los que se incluyó él y su familia. La muerte fulminante, siempre inoportuna e incómoda trunca esa refundación del peronismo que encabezaba Néstor Kirchner y abre un nuevo compás de esepera en Argentina para que como una hidra de mil cabezas, el movimiento fundado por Perón se reencarne en cualquier otro ropaje populista que encandile una vez más a los argentinos.

Entre tanto, corrección, vela y duelo por la muerte, aun entre los que no lo soportaban, corrección política para respetar a quien no respetó. Para dolerse con quien causó dolor y satisfacción por partes iguales. Y así ocurre con las caídas inesperadas, como la de aquel ministro que lloró en su despedida, en su defenestración tan inoportuna como la muerte. E igualmente se respetará el llanto, la sentimentalidad de quien no tuvo compasión con los que no pensaban como él, de quien arrastró a los demás en sus necias obsesiones. Corrección política sólo rota por algún iconoclasta, por el democrático y peligroso tweeter, por aquel que dice las verdades del barquero sin esperar a que pase el duelo, quien dice lo que piensa sin necesidad de dar ese tiempo de cortesía que lo correcto políticamente nos exige.

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