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jueves, 21 de octubre de 2010

Galería de santos laicos 10. Javier Solana

Decían que era tal su efusividad que abrazaba a las farolas. Desde sus inicios en la política, su sonrisa, su flequillo ralo y su barba se aliaban con un tono de voz suave que pillaba desprevenidos a sus adversarios y que encandilaba a sus seguidores.

Javier Solana Madariaga es sin duda el español de mayor relevancia en el mundo de los organismos internacionales. Su paso por la Secretaría General de la OTAN, primero y por la Unión Europea, como Alto representante para la política internacional y la seguridad le han dado una proyección y una agenda de contactos, que lo convierten hoy en uno de esos diplomáticos que tanto abundan en el mundo anglosajón, capaces de enseñar liderazgo y estrategia en las empresas y en las universidades después de pasar por las responsabilidades políticas.

No parecía ser éste su destino cuando comenzó su vida profesional como profesor de física del estado sólido y su vida política asistiendo a las primeras algaradas universitarias en los Estados Unidos, donde estudiaba con una beca fulbright. Tampoco cuando comenzó a figurar en la vida política española como ese hijo de buena familia, liberal y burguesa, que junto con su hermano visitaban a los príncipes en el palacio de la zarzuela en moto para que el casco no delatara a los entonces airados jóvenes Solana.

El triunfo del socialismo en España en 1982 le dio la oportunidad de ejercer su ministerio en cultura y  en educación, hasta que llegó su hora diplomática, ejerciendo su ministerio de Asuntos Exteriores y recordando a su tío abuelo, Salvador de Madariaga, funcionario de la Sociedad de Naciones y embajador.

Aquí surgió el nuevo Javier Solana. El jovial político amante de la cultura, la educación y la ciencia pasó a ser el diplomático tenaz, sinuoso y de compromiso, que le permitió pasar del "no a la OTAN" a ser secretario general de la misma en 1995. Del "no a la guerra", a responsable como Secretario General de la guerra que la OTAN luchó en Yugoslavia sin el mandato de Naciones Unidas.

Esta transformación iniciada en su etapa de ministro de Asuntos Exteriores, una vez curados los furores tercermundistas del primer socialismo español, le sirvió para dar cobertura socialdemócrata a una organización de la que los socialdemócratas europeos siempre habían recelado.

Entre tanto, el político español, reacial fue perdiendo la color y convirtiendose en un distinguido ciudadano de Bruselas, acostumbrado a esa vida internacional de colores neutros y cielos grises. De aviones y viajes que alivian el sopor de la capital europea. Así, Solana, incombustible, inagotable, con el mismo tono de voz en inglés que en español, conla misma sonrisa y con cada vez más tics, se fue haciendo el interlocutor imprescindible de todos los foros internacionales, el amigo europeo del amigo americano Bill Clinton, y el promotor de un Psoe en horas bajas en los asuntos internacionales durante su etapa de oposición.

Choca verlo hoy fuera del cargo. Conferenciante de guardia de "thinking heads" junto con otros ilustres como Gorbachov o Felipe González. Las arrugas surcan su cara con la perserverancia de esa sonrisa congelada por el paso del tiempo. Nos mantiene en la duda con una barba rala que ya no se sabe si es digna de tal nombre o es simplemente el descuido de unos días sin afeitar, y vuelve a España dolido por la falta de encaje en este partido postmoderno en el que no se reconoce ni le reconocen, pero al que debe observancia y lealtad. Como dijera su anterior jefe de filas, en los momentos de crisis "militancia pura y dura". Y allí anda Solana, por los estudios y las televisiones contando sus batallas y ejerciendo de militante, aunque seguramente no le satisface el papel de España en el mundo, ni la forma en la que se conducen nuestros asuntos, que nos han llevado a una sgunda fila en el concierto mundial, por mucho que Solana lo quiera negar

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