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viernes, 8 de octubre de 2010

Tiempos modernos

Dicen que estamos compuestos de átomos, que en realidad somos química aderezada con algo de física, que nunca somos lo que fuimos, puesto que el 98% de los átomos que nos componen se renuevan cada cinco o siete años.

De entre los millones de células que nos conforman, sólo las neuronas permanecen con nosotros toda la vida. El resto es contingente, nos abandona para formar otros átomos, otros seres en algún lugar del universo. Así, es falso saludar a un viejo amigo con el tópico, "estás igual que siempre", "apenas has cambiado con los años". Claro que cambiamos, y mucho. Ese es nuestro sino, la mutación, el cambio y un resto de permanencia a través de los recuerdos, del aprendizaje, que se procesa a través de las neuronas.

Si cambiamos tanto nosotros mismos, ¿cómo evitar el vértigo del cambio social, del cambio en las tendencias del mundo?

En Estados Unidos hace apenas dos años Barak Obama ganó las elecciones con el mensaje del cambio, con su frase bíblica del "sí podemos", con el entusiasmo y las expectativas encendidas de buena parte de sus ciudadanos y una parte todavía mayor de los ciudadanos del resto del mundo. El cambio y el poder. La capacidad de hacer y transformar. El demiurgo de nuestros días. Sin embargo no han pasado dos años y otra revolución, otro cambio radical se asoma en la política norteamericana. El tea party reacciona frente a las promesas de cambio liberales y propone un programa nuevo y opuesto. Y este programa tiene eco, deja obsoleto el cambio prometido de hace un par de años y ocupa la nueva agenda de la política norteamericna.

Tal vez la sabiduría de la política, de la organización social, de nuestros anhelos y temores consista en buscar las tendencias, los movimientos subterráneos de largo plazo que no se alteran por los afanes del día a día.

Sería mejor dejar de lado las contingencias de nuestras células, de nuestros volátiles átomos y quedarnos con lo que permanece, con lo que nos da continuidad, con el recuerdo y el aprendizaje, y con la capacidad de creación, y eso, inexorablemente pasa por las neuronas, por nuestro cerebro. No en vano también se dice que el siglo XXI será el siglo del cerebro. Que así sea.

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